El Palestino (13 page)

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Authors: Antonio Salas

Gracias a Dios, antes de que terminase de separar mi cabeza del cuerpo, me desperté...

Esa última noche en Ammán y aquella horrible pesadilla, que estuvo a punto de provocarme un infarto, me hicieron alterar un tanto mis planes y retrasar unos meses más el viaje a Venezuela. La estancia en Jordania había sido muy fructífera, periodísticamente hablando. Pero era consciente de que mis limitaciones con el árabe suponían un problema. Apenas podía asistir a las clases, y como es lógico eso se notaba a la hora de los exámenes. Por mucho que me esforzaba en buscar tiempo para estudiar, era realmente complicado encontrarlo.

Pero había un segundo problema. Yo no era musulmán. Y no hace falta ser muy sagaz para darse cuenta de que es imposible infiltrarse en el terrorismo yihadista sin ser musulmán. Aquella sensación horrible, espeluznante, aquel sueño tan vívido en el que Al Zarqaui me preguntaba si sabía rezar mientras hundía en mi cuello su daga beduina, terminó de convencerme de que había llegado el momento de establecer una prioridad en mi preparación. Para mí resultaba imposible acceder a las mezquitas, a los centros islámicos y a los locales donde se reunían los integristas sin ser uno de ellos. Así que había llegado la hora de preparar mi conversión al Islam. Era la única forma de conseguir avanzar en la investigación. Debía volver al norte de África para una intensa y rápida formación coránica. Tal y como había hecho Alí Bey al inicio de su aventura árabe.

Si alguna noche Abu Musab Al Zarqaui volvía a colarse en mis sueños y me preguntaba si sabía rezar, debía responder afirmativamente. Así que tenía que aprender a rezar, y encontrar la forma de creer, de verdad, que solo existe un Dios, Allah, y que Muhammad es su profeta. Me jugaba la vida, y la cabeza, en ello.

La célula de Al Zarqaui en Al Andalus

Por otra cabriola del destino, alabado sea el nombre de Dios, mientras el 9 de noviembre de 2005 el comando de Al Zarqaui volaba por los aires los hoteles de Ammán, la policía española ultimaba la operación que, un mes después, desarticularía una supuesta célula de Al Zarqaui en España, a la que llevaban siguiendo desde enero de ese año. El líder de ese grupo, el iraquí Hiyag Mohalab Maan, alias
Abu Sufian
, era el sobrino de uno de los lugartenientes del Decapitador en Basora y terminaría siendo uno de mis hermanos más cercanos en España, tiempo después...

Unos días antes, el 9 de diciembre, operativos especiales de la Guardia Civil desplazados desde Madrid, junto con sus compañeros locales, habían realizado siete detenciones, seis hombres y una mujer, todos argelinos, en la Costa del Sol. Y se habían llevado a cabo registros en Málaga, Marbella, Torremolinos, Estepona, Benalmádena y Monda. La provincia de Al Andalus preferida por los multimillonarios jeques árabes del petróleo era escenario de una nueva operación policial en la frenética persecución de islamistas que siguió al 11-M. Los detenidos estaban acusados de pertenecer al Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), aunque para la mayoría de mis compañeros periodistas eso significaba lo mismo que pertenecer a Al Qaida. A pesar de que Al Qaida había rechazado explícitamente la oferta del GSPC de adscribirse a La Base repetidas veces.

Según el ministro del Interior, José Antonio Alonso, los presuntos yihadistas servían de apoyo logístico a terroristas islamistas de paso por España.

Pero la operación verdaderamente ambiciosa, esta vez a manos del Cuerpo Nacional de Policía, se preparaba para el 19 de diciembre. Según el comunicado oficial, emitido esa mañana por el Ministerio del Interior:

Agentes de la Comisaría General de Información de la Dirección General han detenido durante la madrugada de hoy a 15 individuos que formaban parte de una red islamista dedicada al reclutamiento y adoctrinamiento de «mujahidines» para Iraq. Esta nueva operación, llamada «La Unión» por la CGI, se ha desarrollado en Lleida, Málaga, Sevilla y Palma de Mallorca, y continúa abierta. En el dispositivo han participado casi 100 agentes de la Dirección General de la Policía y ha supuesto el arresto de 8 marroquíes, un iraquí, un saudí, un egipcio, un bielorruso, un ghanés, un francés y un español. (...)

Las investigaciones se iniciaron por la Comisaría General de Información de la Dirección General de la Policía en el pasado mes de enero del presente año, cuando se detectó en nuestro país a un grupo de individuos de distintas nacionalidades que presuntamente formaban parte de una célula islamista radical, entre cuyas actividades estaba la distribución de sermones religiosos de contenido radical (teorías referentes al salafismo combatiente), la captación y reclutamiento de individuos «mujahidines», dispuestos a combatir a favor de la «yihad», y la obtención de documentación falsa para su envío a lugares en conflicto, como el caso de Iraq. De esta investigación iniciada por la Unidad Central de Información Exterior (UCIE) se dio cuenta al Juzgado Central de Instrucción Cuatro de la Audiencia Nacional que procedió a la apertura de Diligencias Previas.

Estas actividades, ya observadas en otras investigaciones similares (nacionales e internacionales), responden a la actual estrategia yihadista del denominado «Movimiento Mujahidín», de la red de Al Qaida, con una dirección estratégica y un número indeterminado de células afines, repartidas por todo el mundo, dispuestas a llevar a cabo tales objetivos. Durante la investigación se ha podido detectar que la célula investigada en España está perfectamente estructurada y organizada. Dentro de ella existe un «núcleo duro», capaz de cometer una acción terrorista de carácter islámico. Otro grupo que se encargaría de la captación y reclutamiento de nuevos adeptos a la célula, entre cuyas actividades se encontrarían también las de «financiación». Además, hay un grupo dedicado a la falsificación de documentos y, por último, un grupo que formaría el «aparato ideológico» de la célula.

Igualmente se ha podido determinar que sus miembros se encuentran repartidos por varias provincias españolas, pero están perfectamente estructurados y en estrecha relación, vía Internet. Dichas comunicaciones se complementan con reuniones personales en mezquitas y casas particulares. Además, tienen relaciones en otros países, en los que se realizan gestiones para determinar su operatividad, funciones y reclutamiento por la célula. También se han podido recopilar datos e informaciones que avalan no sólo la existencia de una organización jerarquizada cuyo objetivo radica en el reclutamiento de jóvenes musulmanes para hacer la «yihad», tal y como expresa el denominado Movimiento Mujahidín de la red de Al Qaida, sino también llevar a cabo acciones terroristas, bien de tipo suicida, bien mediante su integración en grupos terroristas activos en Iraq u otras zonas de conflicto islámico. No se ha constatado que dichos atentados tuvieran como objetivo el territorio español.

En este sentido, se han podido detectar diversos contactos llevados a cabo por el principal investigado, y detenido en Nerja, Málaga, HIYAG M. alias «ABU SUFIAN», un iraquí de 25 años, con personas que se encuentran relacionadas con los grupos terroristas que operan en la actualidad en Iraq, contra los efectivos militares allí destacados.

El citado documento policial sobre la Operación La Unión exponía, además, algunas informaciónes interesantes sobre varios de los detenidos en la célula desarticulada:

HIYAG M., alias ABU SUFIAN, nacido en Iraq, de 25 años de edad. Este es el auténtico líder de la red. Dirigía y mantenía las comunicaciones con los contactos en el extranjero y en Iraq, donde disponía de acceso muy cercano al operativo de Al Qaida, ABU MUSAB AL ZARQAUI. Abu Sufian guardaba estrechas medidas de seguridad, utilizando filtros de acercamiento en las comunicaciones con él de otros miembros de la red y trataba, a toda costa, de mantener oculta su presencia en España. Controlaba personalmente a un grupo determinado de individuos dispuestos a iniciar su viaje a Iraq como mujahidines, probablemente en acciones de carácter suicida. (...)

Oussama A., nacido en Oujda (Marruecos), de 22 años. Se trata de uno de los primeros miembros de la red y muy cercano a Abu Sufian y es uno de los individuos que estaría dispuesto a viajar a hacer la «yihad» a Iraq, para lo cual había repudiado a su propia familia y había permanecido oculto en la mezquita de Benalmádena, Málaga, hasta que se trasladó al domicilio donde ha sido detenido. (...)

Andrey M. alias AMIN AL ANSARI y SERGEI MALYSCHEW, nacido en Minsk (Bielorrusia) de 30 años. Tiene antecedentes de entrenamiento en Chechenia y Azerbaiyán, con paso por Pakistán donde se formó religiosamente. Individuo conocido y seguido por varios Servicios europeos, está considerado como un operativo experto en armas químicas que está a las órdenes directas de Abu Sufian.

Abu Sufian, Oussama y Andrey, detenidos en Nerja, Málaga y Palma de Mallorca respectivamente, tendrán importancia en esta historia. Historia que no podía parecer más prometedora. Todos los medios de comunicación nacionales y también internacionales se hicieron eco de la detención de un «agente de Al Zarqaui» y toda su célula terrorista en España. Abu Sufian, según informes policiales confidenciales a los que tuve acceso, se comunicaba frecuentemente con su tío en Iraq, quien pertenecía al grupo de combate del Decapitador. Lo que significaba una relación directa con el líder de la resistencia iraquí. Por desgracia, tendría que esperar hasta 2008 para poder acceder al círculo de Abu Sufian y ganarme su confianza, porque el joven presunto yihadista ya iba camino del Centro Penitenciario de Herrera de la Mancha, donde pasaría dos años de prisión preventiva acusado de ser el hombre de Al Zarqaui en España.

Sorprendentemente, horas después de las detenciones, los nombres completos e incluso las fotos de los detenidos se publicaron en la prensa, lo que implicaba una presunción de culpabilidad imparable. De inmediato, las casas de muchos de los detenidos fueron asaltadas, sus coches destrozados y su reputación despedazada. Para todos sus vecinos, amigos y familiares, se habían convertido en asesinos terroristas mucho antes de que ningún juez los condenase. Y después del 11-M, señalar a alguien en España como terrorista islamista implicaba un estigma indeleble. Pero de eso no habló ningún periódico. Como ningún periódico mencionó la implicación del MOSSAD en esta operación. Ni que un agente del servicio secreto israelí interrogó a golpes a Abu Sufian en el coche policial durante todo el trayecto de Málaga a Madrid... O eso me confesaría personalmente «el hombre de Al Zarqaui en España» un tiempo después, justo antes de enviarme uno de sus últimos sms, tras salir de Herrera de la Mancha y establecerse en Madrid en espera del juicio, celebrado el pasado abril de 2010.

Decía literalmente: «Hay un amigo mio se va a irak pronto, quieres irte con el...?».

TERCERA PARTE
Año 2006 d. C., año 1427 de la Hégira
1
Capítulo 3
De Casablanca a Palestina

No flaqueéis, pues, invitando a la paz, ya que seréis vosotros los que ganéis. ¡Allah está con vosotros y no dejará de premiar vuestras obras
!

El Sagrado Corán 47, 35

El que espía escucha lo que no le gusta
.

Proverbio árabe

Creo en un solo Dios, Allah. Y en Muhammad, su profeta

A principios de 2006, Teodoro Darnott, líder de Hizbullah-Venezuela, extendía su pensamiento yihadista latino por la red desde el estado de Zulia, fronterizo con Colombia. Pero en España, un joven aragonés que respondía al alias de
Salaam1420
proclamaba desde Zaragoza cosas muy parecidas a las expresadas por Darnott, en otros foros islámicos de la red. Darnott dominaba el arte de la oratoria, y esa era su arma para extender su ideario yihadista y llamar a la implantación de la teocracia en América Latina. Salaam dominaba el arte del dibujo, y esa era la suya, para proclamar la recuperación de Al Andalus por parte de los muyahidín. Los dos eran conversos al Islam, los dos latinos y los dos predestinados a un futuro similar. Solo que aún no lo sabían.

Mi relación con Darnott y con Salaam comenzó en la red, y fue la mejor motivación para terminar de construirme una falsa identidad sólida y convincente. Empecé con un simple perfil de usuario en Google y Messenger, que me obligaría a fijar, definitivamente, la que sería mi biografía oficial en esta infiltración. Ya tenía claro que por muy larga que fuese mi barba, por muchos tratamientos de bronceado en el solárium, y por muchas clases de lengua y cultura islámica, yo jamás pasaría por un árabe nativo. Mi acento me delataba como latino. Pero tras el 11-M los yihadistas eran conscientes de que todos los servicios de información españoles les seguían la pista, así que no era recomendable confesar mi nacionalidad real. Lo ideal sería vincular mi nueva identidad con alguno de los países latinos manifiestamente antiimperialistas y que inspiraban más confianza en el pueblo árabe. Y la lista se limitaba a dos candidatos: Cuba o Venezuela. Tanto una como otra opción eran igualmente factibles, porque el enfrentamiento de Cuba y de Venezuela con la política norteamericana de Bush y sus aliados europeos resultaba tan evidente como sus simpatías y solidaridad para con los países árabes.

Lo lógico es que hubiese escogido Cuba como mi supuesta tierra natal, para justificar el acento latino de mi árabe. Conocía bien la isla y ya había utilizado la cobertura de un cubano en una infiltración anterior. Sin embargo, más instintiva que racionalmente, escogí Venezuela a pesar de que nunca había pisado ese país.

La historia de Carlos el Chacal, la fundación de Hizbullah-Venezuela y las abundantes informaciones sobre las células yihadistas en la República Bolivariana terminaron por convencerme de que, en mi perfil definitivo en la red, Venezuela sería mi país de nacimiento, aunque mi madre, mis abuelos y mi corazón fuesen palestinos. Y así, en esos primeros meses de 2006, creé mi primera página web: en un principio fue en castellano, aunque con el tiempo terminaría por realizar otras webs bilingües, o incluso una íntegramente en árabe:
(Al Mayasaat).
1
Como ya he dicho, acabaría siendo el único responsable y
webmaster
de las páginas oficiales de Carlos el Chacal y de Hizbullah-Venezuela, con lo cual toda la información que llegaba a Ilich Ramírez o a Teodoro Darnott, por canales electrónicos, pasaba a través de mí.

Actualizar semanalmente todas esas páginas web durante años implicó un esfuerzo brutal, ya que no contaba con la ayuda de nadie para el mantenimiento de todos y cada uno de esos
websites
. Pero mereció la pena. El volumen de información que pude reunir y, sobre todo, los siniestros personajes con los que pude contactar compensaron las miles de horas invertidas.

Una buena presencia en la red es útil. Y estoy seguro de que, de haber sido posible en el siglo
XVIII
, Domingo Badía habría sido el primero en forjarse un perfil de Internet sólido y creíble como Alí Bey, antes de cruzar el estrecho de Gibraltar en dirección a Tánger. Así que eso fue exactamente lo que hice a primeros de 2006. Y tras añadir mi recién estrenada web a los foros frecuentados por Teodoro Darnott y
Salaam1420
, seguí de nuevo los pasos de Alí Bey hacia el otro lado del Estrecho, salvando esos 14 kilómetros que separan Europa de África, pero en dirección contraria a las pateras y cayucos que buscan en España el sueño de un mundo mejor. Como lo habían hecho los traficantes de mujeres, y las mujeres traficadas, con los que conviví el año que trafiqué con mujeres.

El paso del Estrecho empezó mal. El ferry «rápido» de las 17:00 se había cancelado, así que tuve que coger el siguiente, más barato pero más lento, y que zarpó con hora y media de retraso. Cuando tomé el ferry en Algeciras para cruzar a Tánger, no sabía que esas embarcaciones que unen por mar ambos continentes están provistas de un oratorio. Una pequeña mezquita en la que los viajeros musulmanes, que son la inmensa mayoría, pueden hacer sus oraciones durante el viaje.

Me las arreglé para situarme en un lugar estratégico que me permitiese observar, sin levantar sospechas, el interior del pequeño oratorio y a los musulmanes que aprovechan esas dos horas y media de travesía para rezar. En aquel momento no podía comprender el significado de aquella secuencia de movimientos, que todos los tipos que iban entrando en el pequeño templo repetían con la precisión de un reloj suizo. Tras descalzarse, antes de entrar, se colocaban en un punto determinado del habitáculo, se llevaban las manos a la cabeza un instante y luego las cruzaban sobre el pecho. Y después, en actitud reverente, comenzaban a mover los labios en silencio, como si recitasen alguna críptica jaculatoria en árabe que yo no podía llegar a escuchar. Seguidamente, se inclinaban como en una reverencia, para volver a incorporarse antes de arrodillarse en el suelo. Luego postraban la cabeza en una especie de señal de sumisión, dos veces. Y el ciclo volvía a empezar... Para mí se trataba todavía de un ritual indescifrable. Sin embargo, y esta es la clave para toda infiltración, tenía que encontrar en aquel mundo incomprensible, en aquella religión inexplicable, en aquella manera de entender el mundo tan alejada de la mía, algo a lo que agarrarme. Algún sentimiento, alguna forma de empatía, algo que coincidiese con mi propia forma de ser o de pensar, en lo que amparar los pilares de mi personaje. Y cuanto más analizaba a aquellos tipos de las túnicas y el gorrito ridículo, arrodillados en dirección a La Meca, menos probable veía que yo pudiese convertirme en uno de ellos.

Sabía que una vez llegase a mi destino, no podría fumar ni beber alcohol en presencia de los musulmanes con los que iba a pasar los próximos días, así que busqué el lugar más discreto en la proa del ferry para vaciar el último botellín de vodka y fumarme el último cigarrillo lejos de miradas indiscretas antes de que arribásemos al puerto marroquí. Apoyado en la barandilla del barco, contemplando cómo las costas de Europa quedaban atrás mientras las africanas se hacían cada vez más grandes, pensé en Alí Bey. Estoy seguro de que Domingo Badía sintió exactamente la misma excitación ante el mundo desconocido que le esperaba al otro lado del Estrecho, el mismo hormigueo en la boca del estómago y la misma mezcla de temor y ansiedad, cuando dos siglos antes hizo esa misma travesía para infiltrarse clandestinamente, como yo, en el mundo islámico, dejando en la popa la antigua Al Andalus.

En la antigua Al Andalus, hoy Andalucía, existe una abundantísima comunidad islámica. No solo la nutrida por inmigrantes magrebíes o subsaharianos afincados en España tras cruzar el Estrecho, sino también la de los españoles conversos al Islam, que es asimismo importante. No olvidemos que el «Padre de la Patria andaluza», Blas Infante, fue un devoto converso al Islam.
2
Suyas son las palabras: «Hay que aprovechar esos períodos libres para reencontrar el río de la genialidad, fuerzas sociales culturales, para hacer del hombre andaluz, hombre de luz, como lo fue antaño, cuando fue capaz de crear un foco cultural como Tartessos e inundó el mundo occidental con la sabiduría de Al Andalus».

Además de ser el destino preferido de los multimillonarios jeques árabes del petróleo que han frecuentado Marbella desde hace décadas, incluyendo al jeque Osama Ben Laden, desde Andalucía se mantienen algunas de las páginas web islámicas dirigidas a la comunidad hispanoparlante más influyentes del mundo. Quizás la más importante de todas ellas sea
www.webislam.com
. A Yusuf Fernández, su director y a la vez presidente de la Junta Islámica, tuve la oportunidad de conocerlo en uno de los muchos cursos sobre terrorismo que hice esos años. Así que no podía tener mejores contactos en la comunidad islámica andaluza. Especialmente en ciudades como Córdoba o Granada, herederas del antiguo califato, donde abundan las mezquitas, asociaciones culturales, hermandades árabes, comunidades islámicas, etcétera. Y muchas de ellas ofrecen cursos de árabe y de Islam para conversos, impartidos por nativos tanto en Andalucía como en el vecino Marruecos. Yo me colé en algunos de esos cursos, y en Al Magrib recibiría mi primera introducción al Corán.

En cuanto el ferry atracó en Tánger, busqué la parada del autobús que debía llevarme a mi destino y me preparé para un largo viaje. Alí Bey había llegado a aquel puerto con la cobertura de un príncipe sirio y los recursos ilimitados de Carlos IV, pero yo iba por libre y quería pasar desapercibido e integrarme en mi nueva identidad lo antes posible.

Era el único extranjero en aquel destartalado autocar. Todos los demás viajeros eran marroquíes. Es cierto que existen formas más rápidas y cómodas para viajar desde Tánger a Rabat, pero yo había escogido la más humilde por la misma razón por la que había elegido el austero transbordador para llegar al país. Quería empaparme lo antes y lo más profundamente posible de todo lo que tuviese que ver con la cultura árabe, o en este caso marroquí, y experimentar el viaje tal y como lo realizan los que yo consideraba mis objetivos. La idea era buena. Pero tardé exactamente cinco minutos en arrepentirme.

El viaje desde Tánger fue insoportable. El autobús carecía de lavabo, aire acondicionado, hilo musical o cualquier otro tipo de comodidades a las que estamos acostumbrados los burgueses europeos, y unos cartones en el suelo nos ocultaban de la vista los restos de vómitos de un viajero mareado, aunque no su olor. Sin embargo, una vez en mi destino, que no precisaré demasiado por razones de seguridad, las cosas serían mucho peores. Recuerdo aquellos primeros días de intensivo estudio del Corán con frustración, sueño y muchísimo frío.

Frustración por mi ineptitud e incompetencia para entenderme con mis compañeros en mi más que elemental árabe. Afortunadamente todos hablaban francés y varios de ellos, de origen saharaui, también español. La escasez de horas de sueño, estudiando y leyendo hasta tarde y levantándonos antes del amanecer para rezar, también contribuía a mi torpeza natural. Y mi ignorancia sobre el país, al que siempre había relacionado con el calor del desierto, me hizo llevar una maleta llena de ropa de verano, y ni una prenda de abrigo. No recuerdo haber pasado nunca tantísimo frío. Gracias a Dios, la familia que me acogía terminó por apiadarse de mí y me regaló una gruesa pero más que vetusta chilaba, que me hacía entrar en calor, además de conferirme un aspecto absolutamente integrado en el ambiente. La mejor prueba para calibrar lo integrado que está un infiltrado en un país árabe como Marruecos es pasearte por el zoco más cercano. Si no te asaltan mil comerciantes intentando venderte cualquier tipo de producto, significa que no pareces un turista extranjero. Y con mi barba cada vez más larga y mi chilaba, absolutamente nadie se me acercaba por la calle. Eso era bueno. Mi familia de acogida acababa de regresar de su peregrinación a La Meca. Eran musulmanes rigurosos y estrictos. Todo el día tenían sintonizada la televisión en canales que emitían programas sobre el Corán, y en cuanto llegué a su casa supe que durante esa estancia no podría fumar, ni beber, ni comer cerdo, ni tampoco escuchar música occidental, ni por supuesto bailar. Y yo adoro bailar...

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