El Palestino (52 page)

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Authors: Antonio Salas

Vladimir se esforzaba por destacar las duras condiciones de vida en prisión, y la supuesta ilegalidad de su captura, consciente de que, con cualquier otro presidente que no fuese Chávez en Miraflores, habría sido absurdo plantearse la repatriación:

—Seamos claros. Si no estuviese Chávez en el poder, ni la familia ni Ilich mismo soñaríamos siquiera que pudiésemos obtener el concurso del gobierno para apoyarlo. Pero, a su vez, el presidente ha pasado momentos difíciles y, después de la reciente victoria electoral del 3 de diciembre, no hay ninguna duda de que hasta sus más acérrimos opositores van a tener que reconocer la legitimidad del gobierno de Chávez y él va a tener por delante seis años donde, pensamos y esperamos, pueda acometer con decisión y logrando resultados favorables la causa por la liberación de Ilich, bien por vía de la repatriación, bien por vía del intercambio de prisioneros, o por cualquier otro mecanismo que pueda emplearse para tal fin. Porque además, quiero señalar algo, los franceses encarcelaron a Ilich de manera ilegal, y lo enjuiciaron de manera ilegal, y lo condenaron a cadena perpetua sin pruebas. Estoy emitiendo una opinión objetiva, desde el punto de vista legal. Si se analiza el juicio que se siguió contra Ilich, la Fiscalía no presentó testigos de los hechos, ni permitió entrevistar a algunos testigos que presenciaron lo acontecido en la rue Toullier en el verano de 1975. En definitiva, Ilich fue juzgado porque ya era una decisión tomada a priori, desde el día de su secuestro en Sudán en agosto de 1994. No fue una corte imparcial, de hecho las otras causas que el gobierno francés mantiene contra Ilich están paralizadas porque no tienen pruebas contra él. Así que Ilich es víctima de las pruebas que ha aportado la prensa occidental desde 1975 hasta el presente...

La entrevista fluía estupendamente. Vladimir parecía dispuesto a responder a todas mis preguntas, así que me armé de valor para tocar un tema bastante más escabroso. En abril de ese año 2006, Ilich Ramírez había sido multado por el delito de apología del terrorismo. En una entrevista concedida al canal francés M6 —lo que sugería que el aislamiento que denunciaba su hermano no era tan rígido como pretendía—, había declarado que «no existen víctimas inocentes» y que los atentados terroristas «eran necesarios». Lo interesante es que el argumento del Chacal para justificar las muertes de civiles en Occidente era exactamente el mismo que había ofrecido el tipo de la ONU a mi amigo Mahmoud, el policía de Yinín, para justificar las muertes de civiles palestinos a manos del ejército israelí: porque los votantes son los responsables de los líderes que les gobiernan... Y Vladimir, como siempre, intentó justificar las palabras de su hermano mayor:

—Él dijo que ninguna víctima del terrorismo era inocente. No puedo interpretar sus palabras, yo preferiría que él mismo las explicase, pero por esas declaraciones, el gobierno francés lo multó con 5000 euros, por apología del delito... Yo he intentado interpretar estas palabras de Ilich, y creo que se refiere a que un ciudadano normal y corriente, que se dedica a su familia, que es honesto, nadie podría pensar que pudiese ser culpable o que pudiese justificar una acción terrorista en su contra. Yo lo vería de esta manera, tratando de interpretar las palabras de Ilich: todos los ciudadanos franceses, estadounidenses, españoles, etcétera, que al votar por ellos permiten que existan gobiernos como el de Aznar, el de Blair o el de Bush, esas personas son culpables de que el mundo esté sometido a la violencia que estamos viviendo hoy en día...

»En vista de lo anterior se pudiera inferir que quienes eligen, ratifican y apoyan a gobiernos genocidas son corresponsables de los actos de estos, y por ende no pueden considerarse como víctimas inocentes de actos violentos o “terroristas” en su contra, cometidos por individuos o grupos que se han visto afectados a su vez por estos gobiernos hegemónicos y criminales. El comportamiento del gobierno estadounidense en los últimos treinta o cuarenta años, particularmente en el caso palestino, ha sido el mismo. Yo creo que el comentario que hizo Ilich iba orientado en ese sentido. Ahora, lo increíble es que en un país como Francia se pueda sancionar a alguien simplemente por exponer sus ideas... Y más aún siendo un tema que es ampliamente debatible y debatido. Es sorprendente que existan penas para quien reniegue del holocausto judío, pero no para quienes desconocen o son responsables del ho locausto palestino. Cualquiera puede negar que exista un genocidio en el caso del pueblo palestino y no le pasa nada, pero si se le ocurre negar el holocausto judío públicamente, automáticamente puede hasta ir preso.

—Hubo un momento en que Ilich era el activista más buscado del mundo. ¿Crees que podría hacerse un paralelismo entre Ilich y Ben Laden en ese sentido?

—Por supuesto. Ilich, lógicamente después de su captura, pasa a un segundo plano. Los grandes medios internacionales y los poderes occidentales que los mantienen, después que lograron su objetivo de hacerse con Ilich y encerrarlo en una cárcel francesa, lo pasan a ese segundo plano. Más aún cuando surge Ben Laden como esa nueva figura odiosa a nivel internacional, con los sucesos acaecidos el 11 de septiembre. Entonces, claro, están dándole exactamente la misma importancia e incluso más. Yo creo que las razones son obvias. Ilich trabajaba con limitaciones organizativas y logísticas, en cambio Ben Laden cuenta con una organización que, es bien sabido, le está dando muchos dolores de cabeza a Estados Unidos. Las tropas estadounidenses están pagando las consecuencias de sus acciones desacertadas en Afganistán e Iraq, en buena medida debido a lo que está haciendo Al Qaida al organizar sus grupos... Entonces, indudablemente es Ben Laden el sucesor de la imagen de Ilich en el papel del hombre más malo y más buscado del mundo.

—Recuerdas alguna anécdota especial de Ilich...

—Recuerdo una ocasión en que yo tenía trece o catorce años e Ilich le dijo a mi mamá que ya bastaba que estuviera siempre con ella, que yo había dejado de ser niño y que él quería encargarse de mi formación para llegar a ser hombre. Empecé a salir con Ilich. Recuerdo que la primera película que él me llevó a ver fue
Patton
, la vida del general Patton. Prefería que yo le acompañase en sus salidas nocturnas en lugar de nuestro hermano Lenin, porque, aunque Lenin tiene menos diferencia de edad con él, nosotros tenemos el carácter más parecido. Comencé a fumar con él, como cualquier joven adolescente. Un día regresé a casa del colegio y mi hermano Lenin me descubrió una caja de cigarrillos. Me armó un zaperoco tremendo. Me regañó y llevó ante mi mamá. En ese momento Ilich llegó a casa y se encontró con esta situación.

»Entonces preguntó qué estaba pasando y Lenin le explicó que me había encontrado los cigarrillos. Ilich lo tranquilizó. Me llevó a un lado y me sentó con él. Me encendió un cigarrillo y me dijo que lo fumara. Pero yo, en aquel entonces, simplemente chupaba el cigarrillo, no aspiraba el humo, no sabía fumar. Después recuerdo que me sirvió un whisky seco y me dijo: “Acompáñame también con esto”. Claro, al primer trago, yo, que no tomaba, empecé a toser y casi me ahogo. Entonces Ilich me dijo algo que es muy propio de su manera de hacer las cosas: “Mira, tú no sabes fumar y no sabes beber. Si la próxima vez que yo te vea una caja de cigarrillos no has aprendido a fumar, o si alguna vez llegas con olor a licor y no has aprendido a beber, te voy a dar una soberana tunda y estarás castigado. Ahora bien, si has aprendido a fumar y a beber, nos iremos de rumba juntos”. Ilich tenía esa manera de explicar las cosas...

Vladimir se olvidó de su compromiso, y la verdad es que nos pasamos más de una hora y de dos charlando sobre anécdotas infantiles de Carlos el Chacal, sobre su lucha con Septiembre Negro, sobre su captura en Sudán, sobre Rosa, la hija que tuvo con la también terrorista Magdalena Kopp, etcétera. Probablemente cualquier compañero periodista, en los años setenta, ochenta y noventa, habría dado cualquier cosa por una entrevista como aquella. Pero lo mejor estaba por venir.

«Queremos que el Chacal vuelva a casa»

Los muchachos de la Joven Guardia estaban entusiasmados con mis entrevistas a Vladimir Ramírez y a Ligia Rojas, y por supuesto envidiaban mi primera conversación personal con Ilich Ramírez. Acordamos que les facilitaría información, fotografías, vídeos, etcétera, de Palestina, para sus afiches y postales sobre Comandante Carlos. Mi amiga Beatriz, que a pesar de ser una devota reportera chavista apenas conocía nada sobre Ilich, lo descubrió a través de mí, y también se entusiasmó con su fascinante vida. Y lo mismo ocurrió con varios hermanos musulmanes y con antiguos compañeros de Ilich, como el pintor Castillo, que habían perdido todo contacto directo con el tema. Y así, casi sin proponérmelo, me convertí en el nexo en común entre diferentes colectivos e individuos seducidos por la figura del Chacal, que había ido contactando durante mi investigación. De esta forma, por mi culpa, nació el Comité por la Repatriación de Ilich Ramírez (CRIR) en diciembre de 2006. Yo me convertiría en el
webmaster
de su
website
, y en su representante en Europa, y esta sería la tapadera perfecta para mi infiltración a partir de entonces.

En las semanas siguientes conocí a muchos más personajes interesantes para mi investigación, que merecerían más espacio en este libro del que puedo dedicarles ahora, como Muhammad Alí Abeid y Jaafar Hamze Fradye, jóvenes libaneses exiliados en Venezuela que habían visto cómo las bombas israelíes habían destruido sus casas, y sus vidas, en Beirut ese mismo año. Testimonios directos de la guerra.

También conocí a Iván Ilich Erhel, periodista izquierdista francés que estaba trasladándose a Venezuela, pero que aún podía serme útil como enlace en París para el Comité por la Repatriación de Ilich Ramírez. Además, conocí a Henry Asensio, uno de los tiradores de Puente Llaguno, y también a Yesenia Freites, superviviente de esa masacre, que ahora trabajaba en la Comisión de Investigación de Desaparecidos y Torturados de la IV República. Y coincidí varias veces con William Chávez Alcántara, alias
Calígula
, líder del Frente Peruano Bolivariano, y con varios simpatizantes de Sendero Luminoso, a los que me encontraría en casi todos los eventos chavistas celebrados entre 2006 y 2008 en Caracas. Cualquiera de ellos merecería más espacio en este libro del que puedo dedicarles ahora.

Visité en un par de ocasiones más la casa de Douglas Bravo, un lujoso apartamento en Parque Central. Amigo personal y fuente de inspiración de Hugo Chávez, Bravo es una leyenda viva para la izquierda radical venezolana, pero también el mayor crítico del presidente bolivariano. Superviviente a los años del plomo y veterano guerrillero hoy fundador del movimiento Tercer Camino, Douglas fue considerado «el Che venezolano»
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y se convirtió en un referente y un icono para tres generaciones de revolucionarios. De hecho, tuvo la oportunidad de conocer personalmente al Che Guevara durante una visita del mito a Caracas.

Y por si todo ello fuese poco, tuve mi primer contacto con la doctora Merly Morales, presidenta de esa misma comisión. La doctora Morales fue la primera en facilitarme información sobre las FARC. Una información, como la revista oficial de la guerrilla colombiana o varios DVD grabados en sus campamentos de la selva, que me ofrecían un punto de vista muy diferente a todo lo que había visto antes sobre la banda terrorista. Aquellas revistas, aquellos DVD y aquel testimonio que me brindó la doctora Morales me presentaban un punto de vista radicalmente opuesto a todo lo que había estudiado sobre la guerrilla colombiana en los cursos antiterroristas que se imparten en Europa. Y, según mi interlocutora, era relativamente fácil contactar con ellos desde Venezuela...

Lo consulté con Comandante Chino mientras desayunábamos cerca de la Asamblea Nacional, y suscribió todo lo relatado por la doctora Morales. Incluso fue más allá. Porque el Chino tenía buenos contactos con las FARC y también con el Ejército de Liberación Nacional (ELN).

—¿Y tú para qué quieres contactar con los colombianos? —me preguntó el Chino, con buen criterio.

—Coño, pues para recibir entrenamiento. Seguro que ellos tienen técnicas, conocimientos, que nos podían ser útiles en Palestina y en Europa. Y, además, me encantaría poder llevar su mensaje a Oriente Medio. No sé, quizás hacerles un reportaje para los medios de allá...

—Pero ¿tú sabes lo peligroso que es juntarte con la guerrilla en Colombia? A Colombia va mucha gente, de todo el mundo, para aprender y para enseñar. Pero desde que agarraron a los del IRA en Bogotá, la cosa se puso más complicada.
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Allá la vaina es muy arrecha, pana. Vivir siempre en la selva, con los bichos, la humedad... Siempre con el fusil al hombro, esperando un bombardeo de los militares o un encuentro con los paracos. No, pana, la vida de un guerrillero es muy dura.

—Pero ¿tú tienes contacto con ellos?

—¡Claro! Acá vienen para cambiar dinero, para comprar armas... Su dinero es fácil de reconocer porque huele a humedad, a enterrado. La guerrilla tiene el banco bajo tierra, en la selva...

Comandante Chino prometió buscarme el contacto con la guerrilla colombiana. Y cumpliría su palabra, aunque tardaría más de un año en hacerlo. El ritmo venezolano no es el mismo que el europeo. Pero ahora tenía otros problemas. Alberto
Chino
Carías, con capucha o sin capucha, es un absoluto defensor de la lucha armada. Como muchos bolivarianos de su generación, no concibe una revolución si no es a través de las armas. Y sin apenas darme cuenta, casi me arrastra hacia ellas, como me había arrastrado a la última borrachera de mi vida, a golpe de maraquita...

—Cuando vayamos a Oriente Medio o a Europa, contamos contigo, ¿no? —me preguntó de repente, sin previo aviso.

—Claro, pana, ¿a qué te refieres?

—Coño, pues a protección. Nosotros te cuidamos acá y tú allá. Supongo que tú allá estás armado, ¿no?

El Chino viajaba bastante, tanto por su cargo como subsecretario de Seguridad Ciudadana como en calidad de comandante tupamaro. Y una de sus principales obsesiones era la seguridad. Quizás por eso tenía varios guardaespaldas como
Carlucho
Bolívar o Andrés Alejandro Singer. Y también muchos enemigos que pagarían un buen dinero por verlo muerto. Eso también lo teníamos en común. El Chino sabía que era posible moverse armado por casi toda Europa, utilizando las carreteras o los trenes y evitando los aeropuertos. Y parecía que tenía planes de viajar al viejo continente próximamente. Pero al soltarme a bocajarro aquella pregunta, sabía que la única respuesta lógica, teniendo en cuenta que yo me había presentado como un miembro de la lucha armada palestina, era afirmativa... y ya no pude pararlo.

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