Authors: Antonio Salas
ESPAÑOLA MUSULMANA
PRACTICANTE
DIVORCIADA SIN HIJOS (33 años)
BUSCA MARIDO
MUSULMÁN PRACTICANTE
:
QUE HABLE ESPAÑOL
CONOCEDOR DEL ISLAM
ABIERTO Y NO INTEGRISTA (NO DEL RIF)
QUE QUIERA UNA SÓLA MUJER PARA TODA LA
VIDA (25-40 años)
INTERESADOS LLAMAR AL: 686...
Khadija
El anuncio se completaba con una foto carné de la anunciante, que viste un hermoso
hiyab
azul celeste. Conocer a las mujeres musulmanas, especialmente a las árabes, iba a ser una aventura tan fascinante y sorprendente como a los terroristas...
En febrero de 2007 comenzó el esperado juicio sobre el 11-M en España. Durante semanas los testigos, peritos, víctimas e investigadores prestarían su testimonio ante el tribunal presidido por el juez Bermúdez. Me hubiera gustado mucho haber podido asistir a ese proceso, pero mi línea de investigación me estaba llevando por caminos muy diferentes a los de otros colegas, periodistas mucho más cualificados que yo, que se centraron en la investigación en España del 11-M. Al final, la sentencia firmada por el tribunal, supuestamente cerraba todas las polémicas que rodearon el mayor atentado de la historia de España. Yo, sin embargo, opino que quedan preguntas sin respuesta, y que el 11-M continuará desatando encarnizados debates durante mucho tiempo, más allá de la extensa sentencia firmada por Bermúdez.
Con mi tapadera como palestino nacido en Venezuela totalmente operativa y mi cobertura como corresponsal en el mundo árabe de diferentes medios venezolanos, durante 2007 tuve la oportunidad de viajar mucho. Túnez, Egipto, Mauritania, Siria, Marruecos de nuevo, etcétera. A veces utilizando los contactos del agente Juan, y otras con los de amigos o familiares de hermanos de las mezquitas. Necesitaría varios volúmenes para detallar todos esos viajes, pero cada uno de ellos ampliaba mis conocimientos sobre el mundo árabe, y también mis contactos. Y, sobre todo, afianzaba la credibilidad de mi personaje.
Ese mes se publicaba en los Estados Unidos el fascinante
The First Total War
, del historiador militar y entonces profesor de la Universidad Johns Hopkins, David Bell. Bell presentaba en su libro una comparación entre la guerra de Iraq y la guerra de la independencia de España (1808 a 1813), realmente asombrosa. Venía a sugerir que era factible comparar a las tropas invasoras francesas en España con la ocupación norteamericana en Iraq; a Godoy con Ahmad Chalabi; a Pepe Botella (José I) con Nuri Al Maliki, e incluso al ficticio Curro Jiménez con Al Zarqaui... En una interesante entrevista que concedía al diario
El Mundo
, el 14 de febrero de 2007, Bell aseguraba: «[La guerra en España muestra] una situación increíblemente similar a la que se desarrolló en Iraq tras la victoria de EE UU en 2003... No fue el amor a la independencia y a la libertad lo que hizo que la gente se alzara contra los Bonaparte, sino el miedo a que las reformas pudieran debilitar a la Iglesia. En Irak en 2003 y en España en 1808 la autoridad secular se desintegró muy rápidamente. Y las organizaciones religiosas resultaron ser mucho más sólidas que el Estado. Es algo frecuente en sociedades tradicionales, que suelen estar organizadas en torno a clanes, familias, parroquias o aldeas... Las religiones establecidas ganan influencia en situaciones en las que el ocupante es visto como ateo o enemigo de la religión. EE UU ha identificado a su enemigo como el Islam radical. En España, los franceses decidieron que su mayor rival eran los “fanáticos” religiosos. Ambos invasores fueron incapaces de lograr el apoyo mayoritario de los clérigos... Y en ambos casos EE UU y Francia tuvieron oportunidad de ganar definitivamente la guerra. Fue en el primer momento de ambas invasiones. En 1808 parecía que la causa de los Borbones españoles estaba perdida. Y en 2003, aparentemente, los norteamericanos iban a ganar en Iraq. El problema es que ambas insurgencias sobrevivieron a esos primeros golpes. Y eso es clave. Si la resistencia sobrevive cierto tiempo, si es capaz de demostrar que aguanta la presión del invasor, este está perdido...».
Y, mientras Bell publicaba sus interesantes reflexiones, tanto en las mezquitas europeas como en las de todos los países árabes que visité ese año se repartían octavillas y folletos reclutando muyahidín para acudir en ayuda de Iraq. Folletos como algunos que yo mismo he recogido, repartidos en mezquitas españolas, en los que se llama al yihad diciendo cosas como estas (mi traducción del árabe es aproximada):
Queridos musulmanes:
Ya es suficiente, ya no hay excusa para los manifestantes, no hay excusas para el perdón, todos los que bajan la vista ante los gobernantes y han traicionado a Palestina y el Líbano son en realidad responsables. Y todos los que no están haciendo lo que pueden para mover los ejércitos, para luchar y eliminar los obstáculos de los gobernantes, que han puesto a los ejércitos de los rituales de la traición... Los soldados son sus hijos, queridos musulmanes, y [tenemos] el deber de tener la firmeza y la resolución de cambiar las reglas del mal, y empezar a apoyar a Palestina y el Líbano, y Palestina y el Líbano son la tierra del Islam.
Estos folletos eran otra vía de investigación viable para acercarme a grupos yihadistas que reclutaban muyahidín en Europa, como el que presuntamente lideraba Abu Sufian en Andalucía.
Ese año 2007, además, marcó la alianza de los radicales del Gran Magreb con Al Qaida. Incluso en el supuesto de que los defensores de la «teoría de la conspiración» tuviesen razón y Al Qaida no existiese antes del 11-S, o inmediatamente después, lo cierto es que la brutal propaganda internacional que recibió el grupo de Ben Laden después de 2001 terminó por cuajar en una organización real de la que ya es difícil dudar, y en 2007 era evidente su liderazgo internacional para miles de aspirantes a yihadistas. Algo similar a lo que ocurrió con Hizbullah-Venezuela pero multiplicado por mil.
En realidad, diferentes grupos islamistas de todo el mundo llevaban tiempo intentando integrarse en la organización de Ben Laden, el único hombre que había sido capaz de devolver a Occidente parte del dolor y sufrimiento que Occidente había infligido a Oriente durante toda su historia... según su simplista interpretación. Entre ellos, el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC). Sin embargo, no habían sido aceptados. Pero el 11 de septiembre de 2006, coincidiendo con el quinto aniversario del 11-S, el doctor Aiman Al Zawahiri hizo el anuncio solemne en uno de sus comunicados en vídeo: «Osama Ben Laden me encargó anunciar a los musulmanes (...) la adhesión del GSPC a Al Qaida». Aquel comunicado de Al Zawahiri disparó la primera de las alarmas en el norte de África. Luego sonarían muchas más.
En enero de 2007, el GSPC decidió cambiar su nombre por el de Al Qaida en el Norte de África Islámica, y poco después el jeque Ben Laden autorizó el nombre definitivo: Al Qaida en el Magreb Islámico (AQMI). No hacía falta ser un superespía ni un experto en terrorismo para predecir que 2007 iba a ser un año muy sangriento en el norte de África. Aunque los terroristas preferirían poder atentar en España o Francia directamente, los dos grandes objetivos del yihadismo en el Magreb.
El primero de los incidentes del año se produciría en un siniestro cumpleaños. El tercer aniversario de la tragedia de Atocha. Y, casualmente, el 11 de marzo de 2007 yo estaba en Marruecos.
A eso de las 22:00 de ese domingo y según la versión que apareció en la primera página de todos los diarios marroquíes el lunes 12, un muyahid de veintitrés años y de nombre Abdelfettah Raydi había hecho detonar un cinturón explosivo que llevaba adherido a su cuerpo en el interior de un cibercafé de la avenida Al Adarissa, en la zona comercial de Sidi Moumen, en Casablanca. El explosivo no era mucho ni bueno, así que solo murió el terrorista. Pero cuatro personas más resultaron heridas. Según las informaciones de la agencia Maghreb Arabe Presse (MAP), en las que se inspiraron la inmensa mayoría de los medios de comunicación occidentales, la detonación se produjo después de una acalorada discusión entre Raydi y los responsables del cibercafé, que no le permitían acceder a webs de contenido yihadista. Al parecer, Abdelfettah Raydi mostraba cierta tensión y tecleaba con mucha fuerza, por lo que fue reprendido por Mohamed, hijo del dueño del cíber. Se cambió de ordenador y de nuevo comenzó a teclear con demasiada fuerza, golpeando con energía el teclado. Ante esto Mohamed decidió bajar la verja de la entrada y avisar a la policía. Los yihadistas, según uno de los testigos supervivientes, le dijeron al propietario que se marchaban, que les dejase salir, pero él se negó. En ese momento se produjo la explosión.
Confieso que acogí con escepticismo esa información, porque yo mismo he visitado cientos de páginas yihadistas, e incluso he actualizado algunos de mis blogs islamistas, desde cibercafés de Meknes, Rabat, Marrakech o Casablanca. Sin embargo, lo cierto es que la discusión se produjo, y voluntariamente o debido al forcejeo, el cinturón explosivo que llevaba Raydi explotó. Un responsable del cíber, dos clientes y el otro supuesto muyahid que acompañaba a Raydi, un joven de diecisiete años llamado Youssef Khoudri, resultaron heridos por la detonación. Khoudri pudo escapar del cíber por su propio pie, pero fue detenido poco después y conducido al hospital Mohamed V, donde se le atendió de sus heridas. Youssef Khoudri resultó ser un humilde vendedor de menta, analfabeto, familiarizado con las drogas y que vivía en una casa de una sola habitación, con sus cinco hermanos y sus padres.
Al parecer, Abdelfettah Raydi era uno de los beneficiarios del indulto que, en 2005, liberó de prisión a cientos de islamistas marroquíes. Raydi había sido uno de los islamistas detenidos en 2003 durante las purgas que realizó el gobierno de Marruecos tras los atentados de ese año, precisamente en Casablanca, a los que me referí con anterioridad. Y era un cliente habitual de ese cibercafé, donde acudía para chatear, participar en foros o visitar webs yihadistas. Pero, esa noche, el hijo del propietario del cíber le había recriminado que visitase esas páginas de propaganda terrorista en su local, y eso había desencadenado la disputa.
Según sus vecinos, Abdelfettah Raydi era un chico normal, apolítico y siempre sonriente. Trabajaba como vendedor ambulante antes de que lo detuvieran por los atentados del 16 de mayo de 2003. Tenía diecinueve años cuando lo condujeron a una sombría cárcel secreta de la DGST (Dirección General de la Seguridad del Territorio) —la temible policía política marroquí— en Temara, en la periferia de Rabat, donde fue «enérgicamente interrogado», y confesó todos sus crímenes. Un tribunal lo condenó entonces a una pena de cinco años de cárcel por terrorismo. Lo que no deja de ser sorprendente, ya que si Raydi estaba implicado en la muerte de las 45 víctimas que perdieron la vida en los atentados de Casablanca, el tribunal lo habría condenado a poco menos de mes y medio de cárcel por cada víctima...
Alí Lmrabet, que hizo un perspicaz seguimiento del caso para el diario
El Mundo
, apunta: «No obstante, año y medio después, Raydi, como tantos jóvenes atrapados en la cacería que se montó después de la masacre de Casablanca, se benefició de un indulto real. En las fotos tomadas a la salida del penal de Casablanca, el 3 de noviembre de 2005, era el único que exhibía un Corán. Tenía veintiún años y su familia pensó que el siempre sonriente vendedor ambulante retomaría su oficio y la deprimente monotonía del miserable barrio de Sidi Moumen. Pero la violación sufrida en Temara y el contacto con aguerridos militantes islamistas en los centros penitenciarios por donde pasó hicieron su labor. Si Jamal Ahmidan, el suicida de Leganés, se radicalizó en la cárcel de Tetuán, Abdelfettah Raydi se forjó una nueva identidad ideológica en las cárceles de Salé, Sidi Kacem y Casablanca. Vigilado por la policía, desapareció de repente en julio de 2006, haciendo su reaparición estelar en el cibercafé donde moriría hecho pedazos. “Antes de que lo encerraran, antes de que lo torturaran, era un vendedor ambulante, un chico normal y simple que sonreía todo el tiempo, comenta Abú Isam, el prisionero islamista que conoció al kamikaze...».
Para comprender lo que transformó a un sonriente vendedor ambulante en un peligroso terrorista islamista, hay que viajar al barrio de Sidi Moumen, y adentrarse en Duar Skuila (que proviene de la palabra española
escuela
), un lugar olvidado por Dios y los hombres, y una auténtica «skuela yihadista».
El hecho de que el barrio de Sidi Moumen fuese el mismo en el que vivían los trece suicidas de los atentados de Casablanca en 2003 disparó todas las alarmas. Y de nuevo una macrooperación policial golpeó a los islamistas marroquíes. Se trataba del primer incidente desde que el Grupo Islámico Combatiente Marroquí (GICM) hubiese comunicado, ese mismo año, su intención de afiliarse a Al Qaida. Y los vecinos del barrio Duar Skuila de Casablanca tendrían que aprender a vivir desde entonces con el mismo estigma de sospechosos de terrorismo que los vecinos de Tetuán, más al norte.
La policía marroquí se empleó a fondo y se produjeron muchas detenciones durante el mes posterior al incidente del cibercafé. Pero, en la mañana del 10 de abril siguiente, la policía había conseguido localizar el escondite del grupo de muyahidín al que supuestamente pertenecía Abdelfettah Raydi; un edificio en el barrio Al Fida-Derb Sultán de Casablanca. Y los agentes especiales entraron como un elefante en una cacharrería...
Al detectar la presencia de los agentes, uno de los muyahidín, Mohamed Mentala, alias
Uarda
—en busca y captura desde 2003 por su supuesta vinculación con los atentados de ese año—, se enfrentó a la policía, que abrió fuego contra él, dándole muerte al ver que portaba una mochila sospechosa (dentro llevaba casi nueve kilos de explosivos). Otro de los yihadistas escapó hacia el tejado del edificio y, al verse rodeado, hizo estallar la bomba que transportaba en una mochila, muriendo en el acto. Se trataba de Mohamed Rachidi, sospechoso de la muerte de un policía en 2003.
Otros dos terroristas consiguieron burlar el cerco policial, aunque solo durante unas horas. A primera hora de la tarde otro de los muyahidín fue localizado por la policía marroquí, pero cuando iba a ser detenido hizo detonar la bomba que transportaba. Varios niños resultaron heridos, y el inspector Mohamed Zindiba, uno de los policías que iban a proceder a la detención, moriría horas después víctima de las heridas que recibió en la explosión. Ese tercer mártir era hermano de Abdelfettah Raydi, el yihadista muerto en el cibercafé el 11 de marzo. Lo curioso es que, según una fuente policial, justo antes de detonar la bomba, Ayub habría llamado a la Prefectura de Policía de Casablanca insultando y prometiendo venganza por la muerte de sus compañeros. La prensa marroquí cree que el balance de muertos provocado por los kamikazes hubiera sido mayor sin la rápida intervención de la policía. No obstante, para el especialista en grupos islamistas Mohamed Darif, lo único que contuvo la masacre fue la orden firme de Al Qaida de evitar víctimas civiles para granjearse las simpatías de la población. «La prueba es que Ayub Raydi hubiera podido accionar su cinturón de explosivos cuando estaba en medio de la multitud. Pero no lo hizo», asegura Darif. Sin embargo, el cuarto muyahid sí lo hizo.