El Palestino (59 page)

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Authors: Antonio Salas

Pero en mayo también llegaría el momento de volver a contactar con mis antiguos camaradas nazis. Y no iba a ser un trago fácil. Una cosa es seguir a cierta distancia manifestaciones o concentraciones skin como las de Alianza Nacional en Málaga o Valencia y otra muy distinta meterme en un local cerrado, en reuniones o conferencias neonazis. Pero es que la Librería Europa de Barcelona anunciaba para ese mes una conferencia importantísima.

Ahmed Rami, director de Radio Islam, es uno de los nombres más importantes del revisionismo y del antisionismo internacional. En
Diario de un skin
ya había dedicado un espacio titulado «11-S, Ben Laden y los neonazis islámicos»
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a este punto de intersección entre el movimiento NS y el integrismo islámico. Pero cuando escribí aquello, en 2002, no podía imaginar que iba a tener que volver a reencontrarme con el responsable de Radio Islam y con mis antiguos camaradas nazis conversos al Islam años después.

Rami, ex oficial del ejército marroquí, había sido condenado a muerte en su país tras participar en un intento de golpe de Estado contra el rey Hassan en agosto de 1972. Un mes después llegaba a Suecia como refugiado político. En 1987 creó Radio Islam, una emisión radiofónica marcadamente antisionista y escéptica con el holocausto judío, y no tardó en desatar las iras de Israel. En Europa, la negación del Holocausto y el enaltecimiento del terrorismo y del racismo pueden ser penados como delitos, y en 1990 Rami es procesado y condenado a seis meses de cárcel, y su licencia radiofónica revocada. Un año después, el neonazi sueco David Janzon se hace cargo de la emisora hasta que le condenan por el mismo delito.

Ahmed Rami, lejos de amedrentarse, reforzó sus convicciones antisionistas tras su condena, y al salir puso en marcha la web
radioislam.org
en la que colaboraban frecuentemente algunos de los nazis y revisionistas más influyentes, como el chileno Miguel Serrano, el británico David Irving o el español Pedro Varela, propietario de la Librería Europa en Barcelona. Librería a la que había sido invitado Ahmed Rami, en mayo de 2007, para dictar la conferencia «Del golpe de Estado al revisionismo histórico. ¿Cuál es la amenaza: el cebo islámico o el peligro?». Había llegado el momento de que regresase a algunos de los locales neonazis que tanto había frecuentado durante mi infiltración en el movimiento skin. Solo que ahora utilizaría la identidad de un revisionista y antisionista palestino-venezolano. Sabía que los nazis no conocían mi identidad real, y que se habían pasado años dando palos de ciego con todo tipo de especulaciones, pero eso no impediría que mi corazón volviese a galopar como un potro desbocado al regresar a la calle Séneca y volver a entrar en la distribuidora de literatura y propaganda neonazi más importante de Europa...

En realidad, la de Ahmed Rami sería solo la primera conferencia sobre temas relacionados con el Islam que acogería la Librería Europa. Después otros muchos viejos camaradas, como Ricardo Sáez de Ynestrillas, Arturo Fontangordo Rodríguez o el mismísimo David Irving visitarían el local.

La conferencia de Ahmed Rami se celebró el sábado 5 de mayo de 2007 en la sala que la Librería Europa tiene habilitada para estas actividades. Un local de medio tamaño, en la calle paralela a Séneca, decorado con banderas, pósters y fotografías que evidencian la ideología de los propietarios. Me sorprendió que la mayoría del público asistente fuesen jóvenes, tanto chicos como chicas, incluyendo a algún muchacho latinoamericano que me pareció totalmente fuera de lugar. También se encontraban allí conocidos e influyentes revisionistas españoles, como el veterano Joaquim Bochaca, otro viejo conocido de mi época como
Tiger88
. Y nuevos fichajes, como el armenio Vardan Lemoni: un tipo muy curioso que desentonaba con su larga cabellera negra en medio de aquel contexto NS.

Mi antiguo camarada Pedro Varela, propietario de la Librería Europa, haría las veces de moderador. Vestido con un elegante traje color crema, tomaría el micrófono al principio del acto para presentar a Ahmed Rami como «una persona de carácter... y una persona luchadora por naturaleza». Aunque habla sueco, inglés y árabe, Rami dio la conferencia en francés, con la ayuda de un traductor, que, pese al enorme esfuerzo que hizo de forma desinteresada, obviamente no era un profesional. De hecho, cometió algunos errores, probablemente por el cansancio, y Pedro Varela tuvo que sustituirlo después de las primeras dos horas, al final del turno de preguntas.

Rami insistió en su conferencia en el discurso revisionista tradicional: «Lo que no se dice en los medios de información es más importante que lo que se dice... Los medios de (des)información son órganos de manipulación del Estado...». Pero también intentó aclarar a la audiencia, a todas luces polarizada ideológicamente hacia la extrema derecha, que «no hay conflicto entre Oriente y Occidente, hay conflicto entre justicia e injusticia».

Rami desarrolló conceptos como el de «ocupación cultural» o «terrorismo intelectual», y mencionó varios ejemplos de empatía entre la causa árabe, antisionista, y el movimiento nazi; por ejemplo, comentó cómo Gamal Abdel Nasser y sus compañeros oficiales tenían como ídolo a Hitler y la Alemania nacionalsocialista. Y cómo varios de sus oficiales fueron arrestados por los ingleses por colaborar con la inteligencia alemana. Para Rami, e intuyo que para todos los asistentes, «Hitler es el Napoleón de Alemania, el Franco de Alemania».

Además, se consideró víctima de una persecución, al igual que Pedro Varela, a quien en varias ocasiones calificó de amigo: «Considero, por ejemplo, las actividades de mi amigo Pedro Varela como parte de la resistencia mediática, nacionalista, legítima española... las actividades de Pedro Varela honran a la nación española... El trabajo de Pedro Varela forma parte del movimiento de liberación psicológica del pueblo español...».

Según Rami, se encontró por primera vez con Pedro Varela en Múnich, durante un congreso revisionista. Y aunque el traductor dijo que dicho encuentro se produjo en 1991, fue en 1989. Un dato para los investigadores del movimiento neonazi en España...

Faltaban diez días para las elecciones generales francesas, y Ahmed Rami hizo un alegato en su conferencia contra el candidato Nicolas Sarkozy. Según el fundador de Radio Islam, Sarkozy era un judío muy peligroso que, de ganar la presidencia de Francia, fomentaría el poder sionista internacional. Además, insistió mucho en que «España está participando en guerras que no son las suyas...», en relación a la presencia de tropas españolas en Líbano o Afganistán. Y también mencionó, como no podía ser de otra manera, el conflicto palestino. A muchos de los asistentes, sobre todo a los jóvenes simpatizantes del movimiento nazi que había en la sala, sin duda les sorprendió la afirmación de Rami: «Quisiera subrayar que los palestinos cristianos llevan a cabo una resistencia todavía más feroz que los palestinos musulmanes», porque seguramente compartían el mismo error que yo antes de viajar a Palestina y conocer a personajes como Aiman Abu Aita, el líder de los Mártires de las Brigadas de Al Aqsa, que era cristiano. En Europa solemos identificar resistencia palestina con terrorismo islamista.

Tras una hora de conferencia, se pasó a un animado turno de preguntas en el que sobre todo el joven armenio Lemoni entabló un animado debate con el conferenciante. Aunque el que puso en un aprieto a Rami fue otro joven ultraderechista español, que le preguntó abiertamente si abogaba por el mestizaje racial o por la pureza de la raza. La conferencia de Ahmed Rami en la Librería Europa era el ejemplo más gráfico imaginable entre el islamismo revisionista y el movimiento neonazi que se podría imaginar. Pero hay más, mucho más. Y no tardaría en descubrirlo.

El Corán y la esvástica

Una de las conexiones más evidentes entre neonazis e islamistas la descubrí de forma absolutamente casual en Granada, mientras fracasaba una y otra vez en mis intentos por localizar a Taysyr Aluny. Ni Dima Khatib, ni mi imam, ni ningún compañero periodista pudo ayudarme. Todos mis intentos por conseguir entrevistar a Aluny tropezaban con un muro infranqueable. Condenado por el juez Garzón a siete años de prisión, su delicado estado de salud había apiadado al tribunal, que le había permitido cumplir el resto de la pena en su domicilio, en algún pueblo de Granada. Era lógico que Aluny no quisiese, bajo ningún concepto, saber nada de la prensa. Pero yo estaba empeñado en conseguir localizarlo, y no iba a parar hasta conseguirlo. Y, mientras daba palos de ciego en Granada, los hermanos de una de las mezquitas que visité me descubrieron las tensiones, envidias, celos y falta de hermandad que existían entre las diferentes escuelas islámicas de Al Andalus.

Cuando en Occidente se habla del Islam, tendemos a cometer el mismo error que cometen en Oriente cuando hablan del cristianismo, creyendo que todos los cristianos son, piensan y creen lo mismo. Pero nosotros sabemos que existen tantas Iglesias, sectas y corrientes católicas, anglicanas, coptas, ortodoxas, evangélicas, etcétera, que no se puede hablar de un cristianismo global. Con el Islam ocurre exactamente lo mismo. E incluso un país europeo, como España, con una comunidad musulmana mucho menor que Francia o Inglaterra, alberga una cantidad insospechada de oratorios, mezquitas y asociaciones islámicas enfrentadas, antagónicas y rivales. Corrientes, sectas y tendencias que oficialmente orbitan en torno a dos grandes asociaciones: la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE), presidida por el sirio-español Riay Tatary, y la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas (FEERI), liderada por el ceutí Mohamed Hamed Alí. Pero, oficiosamente, y al margen de ambas asociaciones, existen docenas y docenas de grupos, más o menos radicales, pertenecientes a corrientes marginales del Islam: wahabíes, tablighs, salafistas, takfires, hizb ut Tahrir, morabitunes, etcétera. Necesitaría otro volumen completo para detallar cada una de esas corrientes musulmanas, que aparecían ante mí como un mundo misterioso y nuevo, a medida que profundizaba en la infiltración. Pero fueron los morabitunes los que despertaron mis alarmas en Granada, cuando un hermano musulmán me sugirió, tras el rezo del viernes, que entre ellos había muchos nazis. En mi libro
Diario de un skin
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desarrollaba superficialmente la relación entre el movimiento nazi y el islamismo que me había encontrado durante mi infiltración en los skinheads. Incluso menciono la relevancia de la comunidad musulmana de Granada en dicha alianza. Pero solo había arañado la superficie. Esa alianza iba mucho más allá. Según mis hermanos musulmanes granadinos, la Mezquita Mayor de Granada, inaugurada en 2003 tras una enorme polémica que ya comenté en
Diario de un skin
, pertenecía al Movimiento Mundial Morabitún, organización islámica formada mayormente por conversos occidentales, que no está adscrita a la UCIDE ni a la FEERI. No tardé en descubrir que era este movimiento al que se referían algunos de los neonazis con los que conviví en mi infiltración en el movimiento skin, como Javier Lago. Así que era el momento de intentar retomar contacto con mi antiguo camarada.

Javier Lago, que había adoptado el nombre de Suleimán al convertirse al Islam en Turquía, junto con otros miembros del movimiento nazi español, había publicado varios artículos en la revista
País Islámico
, de Granada, y también era uno de los impulsores del mercado libre islámico en España, sustituyendo los euros por dirham de oro y plata. Pero en Granada no supieron decirme nada de su paradero, salvo que había sido uno de los impulsores de la mezquita de Orense, donde habían llegado a editar una gaceta llamada
A Mesquita
. Así que tendría que seguir la pista en el norte.

De pronto, todas aquellas conversaciones con Javier Lago años atrás, a quien había localizado a través de la Librería Europa de Barcelona, tenían sentido. Había pasado horas explicándome por qué el Islam era el último reducto de los ideales del III Reich, intentando convencerme de que el sionismo tenía la culpa de todos los males del mundo y el Islam era la única fuerza tradicional capaz de hacerle frente. Por esa razón, Lago y otros históricos miembros de CEDADE, la histórica organización nazi española que fundó la Librería Europa, se habían convertido al Islam antes de mi infiltración en el movimiento skin.

Me costó trabajo encontrar la mezquita de Orense. Como ha ocurrido una y otra vez durante esta investigación, los datos oficiales pasan a estar obsoletos rápidamente, porque los pequeños oratorios se quedan pequeños y la comunidad islámica tiene que buscar locales de mayor tamaño para albergar a los fieles.

Reconozco el subidón de adrenalina cuando llegué a aquel discreto local en el barrio Carballeira. Un bajo habilitado como mezquita, que identificaba su naturaleza con un cartel escrito en árabe y español, con letras rojas y azules, y dos dibujos de una mezquita tradicional, en verde, a ambos lados de la puerta. Conecté la cámara oculta antes de descalzarme y entrar en el templo, integrándome en medio de los hermanos musulmanes que habían acudido a la oración del viernes. Había muchos africanos, y por supuesto también árabes, pero yo intentaba localizar entre los rostros de tez más clara a mi viejo amigo Suleimán o a alguno de nuestros camaradas nazis conversos. La última vez que había visto a Suleimán había sido en 2001, antes de la publicación de
Diario de un skin
, y suponía que quizás habría cambiado. Yo también había cambiado, y supuse que eso podría ayudarme a continuar manteniendo mi identidad en secreto. Si en la Librería Europa no me habían reconocido, no tenían por qué hacerlo en la mezquita. Pero no tuve oportunidad de comprobarlo. En Orense no había ni rastro de Suleimán Lago. Sin embargo, uno de los hermanos musulmanes, propietario de un locutorio cercano, supo ponerme en la pista. «Suleimán y otros hermanos morabitunes se fueron hace mucho como misioneros a América, para convertir al Islam a los indígenas...»

Casi me dio un infarto cuando descubrí que Suleimán Lago, junto con el imam granadino Mohammed Nafia (Aureliano Pérez Yruela) y los también conversos Idris López (Esteban López), Ibrahim Coy (Javier Coy), etcétera, se habían desplazado a la selva de Chiapas, en el sur de México, para establecer la primera Comunidad Islámica en la zona. Cuando investigué esa pista descubrí que mi viejo camarada Suleimán y sus hermanos morabitunes habían construido una gran mezquita en Chiapas, y habían contactado con la guerrilla del subcomandante Marcos, el EZLN, intentando convertir al Islam a los guerrilleros aztecas. Con mucho mejores resultados que el proyecto teocrático de Teodoro Darnott, los morabitunes se asentaron en Chiapas y desde entonces funcionan como comunidad musulmana autosuficiente, habiendo conseguido numerosas conversiones entre los indígenas mexicanos... Después de soportar las suspicacias de los indígenas, los ataques de la prensa mexicana y la desconfianza de los servicios de información aztecas, y por supuesto las investigaciones de la inteligencia norteamericana, en estos momentos la comunidad islámica de Chiapas funciona a pleno rendimiento, según deduje de su página web oficial:
http://islammexico.org.mx/index.htm
. Y creo que mi antiguo camarada Suleimán por fin ha encontrado lo que tanto andaba buscando.

De armas, escoltas y el otro Antonio Salas

Cuando el Chino Carías me hizo saber que su «papá» iba a viajar a España en junio de 2007 «para atender asuntos importantes y de muchos millones de euros», debería haber imaginado que me iba a meter en un lío muy serio. El Chino me había dejado muy claro que, igual que sus tupamaros y sus fusiles me cubrían las espaldas en Caracas, yo debía ocuparme de proteger a su gente en Europa: «¿Tienes tu arma dispuesta, Palestino?».

Siempre tuve claro que no podía cometer ningún delito justificado en mis infiltraciones. Si mis grabaciones de cámara oculta eran judicializadas y utilizadas como elemento probatorio contra los traficantes de mujeres y proxenetas entre los que me infiltré, y si mi testimonio era requerido por un tribunal de justicia en los procesos contra los skinheads neonazis, era precisamente porque no había cometido ningún delito en el transcurso de esas investigaciones. Es obvio que lo primero que intentan mis detractores es desacreditarme, y eso es lo que siempre han pretendido los abogados defensores de los skin, los traficantes o los proxenetas perjudicados por mis libros y reportajes (lista de enemigos que sin duda crecerá a partir de ahora). Y habría sido muy fácil hacerlo si hubiese cometido algún delito para realizarlos.

Ahora se me planteaba un dilema. Me había comprometido a servir de escolta a mis camaradas venezolanos en sus desplazamientos por Europa. Había cometido el error, presionado por las circunstancias, de farolear sobre mi experiencia armada y mi acceso a armas de fuego, y ahora aquel farol se volvía contra mí. Lógicamente, el agente Juan no estaba dispuesto a dejarme su Glock...

Es evidente que, después de tantos años conviviendo con todo tipo de delincuentes y criminales, no me resultaría demasiado difícil conseguir un arma ilegal. Así demostraría a los camaradas venezolanos que lo que les había dicho sobre mi experiencia de combate era real. Al fin y al cabo, aspiraba a que los Tupamaros me ayudasen a llegar hasta las FARC, ETA y otros grupos armados en América Latina. Y tanto en España como en Portugal es bastante sencillo comprar o incluso alquilar un arma de fuego. Sin embargo, eso es terriblemente peligroso. No solo por todo lo que implica llevar encima un arma —y más un arma ilegal—, sino porque la mayoría de las que se venden o alquilan en el mercado negro «tienen historia». Es decir, se han utilizado en atracos, asesinatos o incluso atentados terroristas. Y como es lógico, si la policía te pilla con un arma que ha sido utilizada en un delito anterior, lo más probable es que el poseedor de esa arma sea acusado de dichos delitos. Así que, por todas esas razones y por otras, estaba claro que no iba a alquilar ni a comprar un arma ilegal para mantener mi tapadera como peligroso fedayín ante los tupamaros desplazados a España. Además, el control de armas en España depende de la Guardia Civil, y puedo decir que, en mi caso, la idea de solicitar un permiso de armas no salió de mí, sino de los miembros de la Benemérita que se ocupaban de vigilar la casa de mis padres, después del torrente de amenazas de muerte que recibí tras cada uno de mis libros. Una vez más, en el fondo, las amenazas y los insultos constantes que me regalan los neonazis, los traficantes y los proxenetas afectados por mis investigaciones se convertirían en mis aliados. Tenía un conflicto con la cuestión del arma, entre mi opinión sobre la violencia y mi necesidad de mantener mi identidad como miembro de la lucha armada. Pero finalmente encontré la forma de compatibilizar ambas cosas.

A pesar de que en España es mucho más difícil conseguir una licencia de armas que en otros países, como los Estados Unidos, Finlandia, etcétera, el hecho de ser un testigo protegido de la Fiscalía española, y un periodista una y otra vez amenazado de muerte, me pondría mucho más fácil la posibilidad de solicitar un permiso y conseguir una pistola legal. Aunque, lógicamente, tendría que mantener ante mis camaradas que se trataba de una «herramienta» clandestina.

A mí no me gustan las armas. Creo que no deberían existir. De hecho, aunque un fusil puede servir para cazar, y por tanto para alimentarse (un argumento tan utilizado por los «amigos del rifle», como discutible), esa justificación no puede aplicarse a las armas cortas. Las pistolas y los revólveres son instrumentos ideados, fabricados y permanentemente perfeccionados para matar a otros seres humanos. Cada vez más y mejor.

Siempre me pareció ridículo referirse a los ejércitos, a los profesionales de las armas y a la especialización laboral en técnicas de combate letal, como ministerios de «Defensa» o sector de «Seguridad». Me parece más realista la calificación de Ministerio de la Guerra. Pero comprendo que es más políticamente correcto dotar a nuestros militares y demás profesionales de la lucha armada legal de un irreal carácter pacifista, aunque solo sea desde un punto de vista etimológico. Los fabricantes de armas dedican sus talentos, su creatividad y sus recursos a diseñar armas cada vez más efectivas y letales... y dudo que su intención sea fomentar la paz. No hay nada peor para el negocio de las armas que la paz.

Pese a mi predisposición natural contra todo tipo da armas, y tras encontrar una solución legal a la necesidad de un
atrezzo
armamentístico para mi personaje, me dispuse a salir al encuentro del Viejo Bravo y sus compañeros en Madrid. Por e-mail me ordenaban que me pusiese en contacto con Bravo en el hotel Intercontinental. Y el Intercontinental, en el número 49 del paseo de la Castellana, es uno de los hoteles más lujosos de la capital de España. Un hotel en el que Bravo pasaría alojado varias semanas, lo que significa una factura gigantesca. El Chino Carías no había exagerado al afirmar que su papá acudía a España por unos negocios millonarios, y yo debía encontrarme con él y protegerlo. Sin embargo, estuve a punto de abortar totalmente mi encuentro con Bravo y la farsa de mi actuación como escolta armado en cuanto telefoneé a la recepción del hotel para averiguar en qué habitación se alojaba el coronel y establecer nuestro encuentro.

Subía caminando por el paseo del Prado, que se prolonga en el paseo de la Castellana, y mientras caminaba hice la llamada. Lo que sigue a continuación es una reconstrucción, basada en mi memoria, de la conversación telefónica con el recepcionista del Intercontinental. Era imposible imaginar la extraordinaria circunstancia, otra más, a la que me iba a enfrentar, y por tanto ni se me pasó por la cabeza grabar aquella llamada. Después sí me colocaría la cámara oculta para demostrarme a mí mismo que lo que acababa de decirme el recepcionista del hotel era real...

—Hotel Intercontinental, buenos días. —El recepcionista del hotel respondió al teléfono rápidamente.

—Buenos días. Quisiera hablar con el señor José Bastardo. Está alojado en el hotel.

—Un momento, por favor.

Se inició entonces una espera de varios minutos, en los que una sintonía musical me hizo compañía, al otro lado del auricular telefónico, mientras el recepcionista buscaba en el registro por el nombre real del Viejo Bravo. No lo encontró.

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