Authors: Antonio Salas
Ante esta terrorífica realidad, no resulta tan difícil comprender la rabia y la furia de los muyahidín empeñados en acudir a Iraq para luchar contra los norteamericanos, británicos, españoles o demás ejércitos que encabezaron la ocupación. Aunque es otra manipulación mediática identificar a toda la lucha armada y a todos los grupos violentos de Iraq con Al Qaida, con los muyahidín o incluso con la resistencia. En Iraq convive un abanico inclasificable de bandas de crimen organizado, ex militares, voluntarios extranjeros, policías corruptos y yihadistas, con objetivos, creencias y modus operandi muy diferentes. Y ni siquiera todos ellos son musulmanes.
Como ocurre en Palestina, en Iraq existen milicias armadas, como las patrullas paramilitares de Bartala, Tel Qef o sobre todo Qaraqosh, que son cristianas. En esta ciudad del norte del país, las calles están flanqueadas por trincheras y alambradas, pero no hay ninguna mezquita y sí nueve iglesias cristianas. Ninguna mujer lleva velo, y las tiendas venden alcohol y carne de cerdo. Pero las armas de sus milicianos son las mismas que las empuñadas por los muyahidín.
Identificar a la resistencia iraquí exclusivamente con Al Qaida, con el yihadismo o con el Islam es faltar a la verdad. Ojalá el problema fuese tan sencillo. Sin embargo, es cierto que muchos jóvenes musulmanes, conocedores de la terrible situación de Iraq, acudieron como voluntarios, para hacer un esfuerzo (yihad) por proteger al más débil. Y por eso, como ocurrió con Al Jattab en Afganistán, o con Ilich Ramírez en Palestina, jóvenes de todo el mundo —árabes o no— se unieron a la resistencia. Y es entonces, y no antes, cuando la organización de Ben Laden ve en Iraq una nueva oportunidad, como la que habían perdido en su santuario de Afganistán. Como ya es sabido, en Iraq nunca hubo armas de destrucción masiva, ni Saddam Hussein tuvo nunca ninguna relación con Al Qaida antes de la invasión. Fue después, cuando los occidentales ya habíamos masacrado a la población civil, cuando Ben Laden ofreció su ayuda, y algunos sectores de la resistencia la aceptaron. En Iraq, Al Qaida volvía a tener un excelente campo de adiestramiento para sus hombres y al mismo tiempo podía reclutar simpatizantes para su causa yihadista. Pero le salió mal.
Con el paso de los años descubrimos que la mayor parte de la resistencia iraquí, como la palestina, luchaba por la tierra, no por una religión. Por causas puramente sociológicas, entre la resistencia iraquí había tantos musulmanes como católicos puede haber en el ejército francés, español o británico. Pero a nadie se le ocurriría decir que ese ejército combate por la Biblia. Y Ben Laden no tardaría mucho en darse cuenta de que, cuando termine el conflicto en Iraq, no va a conseguir llevarse con él el ejército yihadista que soñaba. Por eso empezaría a mirar con más atención el norte de África, y terminaría por aceptar la propuesta de fidelidad que le llegaba de los grupos salafistas africanos, considerados más despectivamente en Oriente Medio. Ese es ahora el nuevo tablero donde jugar la partida contra el terrorismo yihadista.
Dejando al margen a Ben Laden, que poco tiene que ver con Iraq, es indiscutible que para un joven musulmán occidental, acostumbrado a las películas de acción, los videojuegos de guerra o los circuitos de
airsoft
, la posibilidad de convertirse en un héroe de acción, empuñando un fusil de asalto, un lanzagranadas o un bazoca, transformado en un Robin Hood islámico que lucha contra el invasor infiel y protege a las desvalidas huérfanas y viudas iraquíes, era una fantasía tentadora. Incluso entre algunos de mis hermanos menos consecuentes con el Corán, porque ni siquiera en eso somos tan distintos.
Los adolescentes y jóvenes musulmanes no son necesariamente ni más fanáticos ni más consecuentes que ningún otro creyente. Pero a casi todos les seducía la posibilidad de verse a sí mismos empuñando un fusil y cubiertos por un pañuelo palestino, imitando las aventuras de Al Jattab, Al Zarqaui o Yuba. Solo hacía falta que alguien llegase a la mezquita y les facilitase un poco el viaje, para que la mayoría de los jóvenes musulmanes con algo de sangre en las venas se dejase seducir por las promesas de gloria, honor y reconocimiento, e ingresasen en las filas de la resistencia iraquí. Y según informes policiales a los que he tenido acceso, que sospecho de inspiración israelí, uno de los principales reclutadores de muyahidín españoles para la resistencia iraquí era mi hermano Abu Sufian...
Hiyag Mohalab Maan, alias
Abu Sufian
, nació en Ramadi (Iraq) el 11 de noviembre de 1980. Según me explicó él mismo, vivió en Ramadi hasta 1990, cuando se trasladó a Bagdad, para después viajar a Jordania e Inglaterra. Sin embargo, la mayor parte de su familia (tíos, abuelos, etcétera) continúa viviendo en Nasriya, en el suroeste del país.
Alto, elegante y amanerado, vestía traje de corbata, lucía un pulcro afeitado y daba la impresión de llevar varios días sin comer. Cuando lo conocí me di cuenta de que no podía distanciarse más de la imagen que tenía de un yihadista iraquí. Supongo que yo también me había dejado influenciar por la información que publicó la prensa tras su detención y esperaba a alguien parecido al temible Decapitador. Pero el supuesto hombre de Al Zarqaui en España se parecía más a un flemático
gentleman
londinense que a un miembro de la feroz resistencia iraquí.
Abu Sufian empezó a llamar la atención de la policía española a principios de 2005. Según informaciones policiales a las que tuve acceso, había entrado en Europa a través de Gran Bretaña utilizando un pasaporte falso a nombre de Ezaki Kousaidi. Dicho pasaporte había llamado la atención de los policías de fronteras al detectar que le había sido arrancada una página, en opinión de los investigadores, para que no constasen los lugares que había visitado.
Según dicha información policial, en España Abu Sufian mantenía una relación muy íntima con el español José Antonio D., detenido el mismo día que Abu Sufian ya que en ese momento vivían juntos en un chalé propiedad del primero en Nerja (Málaga). El español no solo mantenía a Abu Sufian, sino que constan envíos de dinero a la cuenta del iraquí en Londres el 15 y 25 de octubre de 2004 y el 19 de enero de 2005, de 10 020, 10 020 y 10 050 euros respectivamente. Tras su detención, y según recogió la prensa, el Ministerio del Interior no tuvo ningún reparo en afirmar que esas cantidades de dinero eran fruto de la relación sexual y o sentimental mantenida por el español y el iraquí. Y según esos mismos investigadores, ese dinero lo reenviaba Abu Sufian a la resistencia iraquí en Basora, y concretamente al grupo de Abu Musab Al Zarqaui, a través de uno de sus tíos. No se trataría del primer caso de yihad financiado por prostitución masculina. Otro gancho directo a la mandíbula de nuestros absurdos prejuicios sobre el Islam, una religión en la que hay tantos homosexuales clandestinos como en el cristianismo. Aunque ambos credos la condenen como un pecado grave.
En la mezquita de La Unión, como en otras mezquitas de Málaga y siempre según la información policial, Abu Sufian llamó la atención de los informadores de la policía por su discurso radical, y sospecho también que por su nacionalidad iraquí. En 2005, solo un año después del 11-M, la sensibilidad española hacia cualquier sospechoso de simpatizar con el terrorismo estaba a flor de piel. Así que no hizo falta mucho para que la policía obtuviese una orden judicial encaminada a pinchar los teléfonos del iraquí. De esta forma se intervinieron sus conversaciones telefónicas con parientes de Basora, presuntamente muy cercanos al mismísimo Al Zarqaui. En concreto, en una conversación mantenida el 20 de julio de 2005, siempre según la investigación policial, Abu Sufian pregunta a su contacto por «el acuerdo secreto entre Siria y Al Qaida, en relación al paso clandestino de muyahidín hacia Iraq para unirse a la resistencia».
Ese mismo mes de julio, siendo ya objeto de seguimiento por parte del CNI, Abu Sufian viaja a París para reunirse con otros individuos sospechosos de yihadismo, especialmente con un tunecino de nombre Asan, con quien discutiría la posibilidad de contactar con aspirantes a yihadistas en Túnez, y la fabricación de «aparatos».
Desde París pasa por Wick, en Escocia, antes de regresar de nuevo a España el 12 de octubre de 2005. Por aquel entonces José Antonio D. y Abu Sufian ya vivían juntos en un apartamento de alquiler de Nerja, antes de trasladarse al chalé donde serían detenidos dos meses después.
Además de sus conversaciones telefónicas, la policía y el CNI controlan sus comunicaciones electrónicas. Abu Sufian utilizaba para eso un cibercafé de la calle Gacela de Nerja, Europa@web, donde pasaba muchas horas conectado a la red. El seguimiento de sus movimientos en Internet refleja abundantes visitas a páginas yihadistas, como la del Ejército de los Muyahidín, una de las organizaciones de la resistencia iraquí, que casualmente había dado de alta dicha página el 7 de julio de 2005, el día del 7-J en Londres...
Abu Sufian, como yo mismo y como millones de personas interesadas por la ocupación, visitaba también con frecuencia la web Ansar Jihad, perteneciente a la organización terrorista Ansar al Islam; la página IaIraq, propiedad del Ejército Islámico Iraquí, o la web Montada, donde también existía abundante información sobre la resistencia. Probablemente, si Abu Sufian supiese lo cerca que tenía al servicio secreto español (y también al israelí), no se le habría ocurrido utilizar nombres falsos para sus perfiles de Internet, como Lee Martin, o Alí Martin Laa, como se registró en el locutorio de Nerja. Ni habría abierto una carpeta en la que almacenaba «cuestiones relacionadas con vídeos sobre la Jihad».
13
Abu Sufian adoptó muy pronto en Málaga un protagonismo que le iba a salir muy caro. Hombre de gustos muy refinados, buena cultura y mucha experiencia viajera, no tardó en reunir en torno a sí a un grupo de «admiradores» seducidos por su liderazgo. Según estas mismas fuentes policiales, en una conversación mantenida el 13 de septiembre de 2005 con el marroquí Bouchaib Kaka, Abu Sufian presumía de haber sido detenido en varios de los países que había visitado, lo que le había «dado fuerza para hacer el yihad en el nombre de Dios», asegurando que «él se encargaría de que [los infieles] tuviesen todos los males». Sé por experiencia que Abu Sufian tiene la boca muy grande, y no es difícil que diga exabruptos como ese y mayores.
Cuando el 26 de junio de 2005 Abu Sufian mantiene una conversación telefónica con Abdullatif Jibril, los oídos de los servicios de información españoles están atentos, y según esa conversación el tal Jibril habría viajado a Bélgica con un pasaporte falso pagado por Abu Sufian... o más bien por el dinero de José Antonio D., dándole órdenes de que se dirigiese primero a Canadá, y después a los Estados Unidos para reunirse con un «hermano» que le estaría esperando en Nueva York... No tiene nada de extraño, por tanto, que la inteligencia norteamericana y la canadiense aparezcan también involucradas en esta historia.
Tras la redada que se produjo en diciembre de 2005, y a la que ya me he referido, y tras haber cumplido dos años de prisión preventiva, solo dos de los hombres de confianza de Abu Sufian continuaban en espera de juicio, y bajo la atenta mirada de los servicios secretos españoles (y de otros países): el marroquí Oussama Agharbi y el bielorruso Andrey Misura, alias
Amin Al Ansari
, considerado un «experto en armas químicas» por los investigadores.
Según las informaciones policiales, Oussama había manifestado en varias conversaciones con Srifi Nali y con un tal Abdu, interceptadas por los investigadores entre el 24 y el 30 de octubre de 2005, su intención de viajar a Siria clandestinamente. Y también su disposición de viajar a Afganistán para convertirse en mártir. Algo que, me consta, en algún momento han pensado muchos jóvenes musulmanes que ven en los canales árabes los efectos de la presencia de tropas occidentales en Afganistán, Iraq, Líbano, etcétera. En cuanto al supuesto experto en armas químicas, teóricamente formado en la guerra de Chechenia según los informes policiales, un siniestro destino se cernía sobre él. Sus continuos viajes por España, visitando diferentes mezquitas en todo el país, llamaron mucho la atención...
A finales de 2008, Abu Sufian, que ya había cumplido dos años de prisión preventiva, se encontraba en una situación desesperada. En espera de juicio por su supuesta relación con organizaciones terroristas internacionales, lógicamente se le había retirado el pasaporte. Y, además, tenía que presentarse todas las semanas en los juzgados de Madrid para firmar. En esa época redactó un extenso documento, destinado al juez Fernando Andreu, que había instruido su causa, intentando explicar su punto de vista. Y cuando lo conocí me entregó una copia. No es solo todo un alegato sobre su inocencia, sino también un documento periodístico muy interesante, porque nos permite conocer la trastienda, los efectos secundarios de una detención por presunto terrorismo yihadista en un país europeo.
Resumiré algunos de los párrafos de ese extenso documento de Abu Sufian que más me llamaron la atención, y que reflejan la psicología y la percepción que tenía el supuesto hombre de Al Zarqaui en España de su detención, respetando su redacción original. El español no es perfecto pero resulta comprensible.
Señor Don Frenando Andréu
En primer lugar y relatando lo sucedido, he venido a España como turista con un amigo Español, al que ustedes conocen bien puesto que lo llevaron junto conmigo, a dicha persona la conocí en Londres y con el posteriormente comencé a viajar alrededor del mundo, un día el me invitó a España a lo cual yo accedí, y donde des afortunadamente se ha producido un grave error, había venido en varias ocasiones (dos exactamente) y a la tercera ocasión fui arrestado en la ciudad de Málaga, donde fue el comienzo de una cadena de sufrimientos que vengo padeciendo hasta ahora.
Fui arrestado a las 5:00 am, quiero recalcar que estaba muy enfermo que no disponía de abrigo que hacía mucho frío y que la forma de actuar fue desconsiderada ya que en ningún momento se llamo a la puerta por el contrario rompieron la puerta e invadieron arbitrariamente mi casa y nos prendieron siendo extremistas y arrancándonos del lugar en el que nos encontrábamos, desplegándose cientos de personas que no se identificaron como policía, entraron en mi habitación, me llevaron fuera y me esposaron tumbando me en el suelo frío donde patearon mi rostro haciéndome sangrar y tragarme mi propia sangre hasta que parase por si misma, estas personas extremistas y fanáticas apoyaron su pie en mi nuca durante aproximadamente 15 minutos, me obligaron a sentarme sobre heces de perro y durante 2 horas estuve esposado y arrodillado sin posibilidad siquiera de levantar mi cabeza ya que cada vez que lo intentaba recibía un golpe para volver a esa misma posición, cabe decir que además de esta humillación tenía una bolsa plástica sobre mi cabeza que impedía que respirase correctamente, y tomando en cuenta que tengo problemas de respiración dicha acción se me dificultaba aún más (...)