El protector (20 page)

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Authors: Larry Niven

—¡Diablos, sí!

—Pero Vinnie puso el punto: ¿contra qué vamos a ir con una miserable flota de la policía del Cinturón? Brennan tiene que conseguir su metal de alguna parte. Si ha minado la luna de Perséfone, ¡debe haberla movido luego!

—¿No se te había ocurrido?

—No.

—No es tan sorprendente. ¿De qué estamos hablando? ¿De una masa del tamaño de Ganímedes… o de una pequeña bola de roca como Vesta? Se han movido asteroides antes.

—Correcto, y él tenía ilimitada provisión de hidrógeno combustible, y ya tenía el generador de gravedad, y ya hemos asumido que él movió el Asteroide Mahmed. Pero no pudo moverla muy lejos. Cualquier trozo metálico que encontremos allí afuera ha de ser la luna de Perséfone, ¿verdad? Y él no la habría movido a menos que fuera clara evidencia en su contra. ¿Todavía vas a ir contra él?

Truesdale hizo una gran aspiración.

—Sí. Necesitaré tu ayuda para escoger mi equipo.

—Iré contigo.

—Bueno.

—Temía tener que olvidarme de ello —dijo ella—. Yo no tengo el dinero para financiar algo como esto, y tú no parecías… suficientemente ansioso, y Vinnie casi me convenció de que es una cacería de fantasmas. Roy, ¿y si realmente lo es?

—Todavía será un buen viaje de luna de miel. Y seremos los únicos humanos vivos que habrán visto el décimo planeta. Podremos vender el equipo de nuevo cuando volvamos, ¿verdad?

Empezaron a discutir los temas técnicos. Esto iba a costar mucho.

Brennan…

¿Qué se puede decir de Brennan? Siempre hará el máximo uso de su ambiente para lograr sus fines. Conociendo su ambiente, conociendo sus fines, se podrían predecir exactamente sus acciones.

Pero su mente… ¿Qué hay en su mente?

Su tarea elegida (la tarea que había elegido para que fuera el trabajo de su vida) se cumplía generalmente con esperar. Hace mucho que está preparado. Ahora espera y observa, y a veces añade refinamientos a sus preparaciones. Tiene sus hobbies. El Sistema Solar es uno de ellos.

A veces toma muestras. Otras vigila las móviles luces de los impulsores de fusión con su excéntrico sustituto de un telescopio. Capta fragmentos de noticias y emisiones de entretenimiento con sofisticados equipos de filtrado de ruidos. La Tierra provee la mayor parte de esos fragmentos, pues el Cinturón se comunica a través de láseres, y no están apuntados hacia Brennan. La civilización vive bajo su vigilancia.

En una emisión de noticias se enteró de la muerte de Estela Randall. Esto generaba una interesante posibilidad. Brennan comenzó a vigilar buscando una luz de fusión moviéndose hacia Perséfone.

Roy no estaba seguro de qué cosa lo había despertado. Yacía tranquilo en la hamaca de red, sintiendo la nave viva alrededor de él. Alice estaba a su lado, en la otra hamaca: sus ojos estaban abiertos, su boca levemente fruncida. Eso lo asustó.

—¿Qué pasa?

—No lo sé. Traje puesto.

Él sonrió. «Traje puesto»… Ella lo había tenido entrando y saliendo de ese maldito traje de emergencia durante seis horas el primer día. Era una bolsa de plástico claro con un cierre que corría de la barbilla a la rodilla izquierda. Podía meterse en eso en un instante, y tomaba otro instante enchufar el grueso tubo de aire y agua al sistema de vida de la nave; pero él se había enredado con el cierre un par de veces, y recibió retos con un lenguaje que uno no espera de un compañero sexual, pese a la experiencia previa.

—De ahora en adelante no llevarás nada excepto una tira de pene —ordenó ella—. Y la llevarás todo el tiempo. Nada debe trabarse en ese cierre.

Durante ese último par de horas, le arrojaba el traje desde atrás, una bola apretada que él debía sacudir y ponerse en diez segundos. Ella sólo estuvo satisfecha cuando él pudo hacerlo con los ojos vendados.

—Es tu primer movimiento —dijo ella—. Siempre. Cualquier cosa que pase, te metes en ese traje.

Ahora, éll tomó el traje sin mirar, deslizó dentro pies, manos y cabeza, lo cerró con ambas manos y lo enchufó a la pared. Otro instante para quitar el paquete de hombros de su repisa, deslizarlo a su lugar, quitar el enchufe y enchufarlo en eso. El aire almacenado en el paquete llenó su traje, sin sabor en absoluto. Alice fue aún más rápida; ya estaba delante de él, subiendo por la escalera. Cuando él llegó a través de la portilla, la vio sentada en la silla del piloto.

—Buen arribo —dijo ella, sin mirarlo.

—¿Qué está pasando?

—El impulsor funciona perfectamente. Estamos haciendo exactamente un ge, y aún alineados con Perséfone.

—Bien…

Él se relajó entonces. Se movió hacia la otra silla, tropezando levemente. Ella miró alrededor.

—¿No lo sientes?

—¿Sentir qué?

—Tal vez soy yo. Me siento… liviana.

Ahora también él lo sentía.

—Pero estamos registrando un ge.

—Sí.

Él hizo un salto intuitivo.

—Controla nuestro curso.

Ella le echó una mirada extraña, luego asintió y se puso a trabajar.

No podía ayudarla. Había pasado parte del primer día y todos los demás leyendo cintas de aprendizaje; ahora tenía una buena educación teórica acerca de cómo volar, mantener y reparar una nave de carga del Cinturón. Pero Alice conocía los instrumentos. La dejó trabajar.

Sintió cuando llegó el cambio: un pequeño crecimiento del peso en sus hombros, un leve crujido en la estructura de la nave. Vio el miedo en los ojos de ella, pero no dijo nada.

Algún tiempo después, ella afirmó:

—Ya no nos movemos hacia Perséfone.

—Ah… —sintió el frío del miedo en su interior.

—¿Cómo lo supiste? —preguntó ella.

—Adiviné. Pero tiene sentido. Brennan tiene un generador de gravedad, lo hemos estado asumiendo. Si estuviéramos en un fuerte campo de gravedad, debería haber un efecto de marea.

—Oh. Bueno, eso es lo que ha pasado. No lo registraba el autopiloto, por supuesto. Lo que significa que deberé obtener nuestro nuevo curso por triangulación. Seguramente nos ha apartado mucho de Perséfone.

—¿Qué podemos hacer al respecto?

—Nada.

Él no le creyó. Lo habían planeado todo en tanto detalle…

—¿Nada?

Ella se giró en su asiento.

—Recordarás que íbamos a acelerar hasta una velocidad pico de nueve mil treinta kilómetros por segundo, luego nos deslizaríamos. Tenemos suficiente combustible para hacerlo dos veces: una al ir, una al volver.

—Seguro.

Doscientas cincuenta y seis horas acelerando, lo mismo decelerando, cerca de cien horas deslizándose en medio. Y si debían usar algo del combustible para explorar, volverían con una velocidad pico menor. Estudiaron docenas de posibilidades. Habían tomado una nave de carga para llevarse el combustible extra, y láseres para recortar y desprender la zona vacía de carga, por si las cosas se ponían realmente malas y debían ahorrar peso. Ademas, los láseres podían también usarse como armas.

Todos esos planes, y ahora ¿qué? Él lo había sentido entonces, y no dijo nada. Volvía a sentirlo ahora, antes de que ella terminara de hablar…

—Nos estamos moviendo a treinta y cinco mil kilómetros por segundo. No lo he calculado exactamente… tomaría horas; pero por lo que se ve, tenemos el combustible justo para detenernos por completo.

—¿Afuera, en el halo cometario?

—Afuera, en el lado del culo de ninguna parte, sí.

Había algo horrendamente equivocado en armar planes contra Brennan. Él estaba más allá de los planes.

Truesdale planeaba, a pesar de ello. Había viejas historias… Hombres que habían sobrevivido a emergencias en el espacio… Apolo Trece, y el viaje de Cuatro Ge Jennison, y Eric el Cyborg…

—Podemos impulsarnos lateralmente para alcanzar la zona de gravedad de Perséfone, luego girar alrededor siguiendo una hipérbola. Al menos nos mandará de nuevo al interior del Sistema Solar.

—Debemos tener suficiente combustible para hacerlo. Haré un análisis de curso. Mientras tanto…

Ella recomenzó con los controles. La sensación de gravedad murió lentamente. La vibración del impulsor se había ido; dejó un silencio en sus cabezas.

Elroy Truesdale es menos predecible que Brennan. De las varias elecciones que encara ahora, una es claramente la mejor, pero ¿cómo puede Brennan contar con que la siga? Los criadores frecuentemente no lo hacen. Aun peor, debe tener un compañero a bordo de esa gran nave. Mujer y Espacial: Truesdale es al menos un poco predecible. Pero ¿cómo puede Brennan predecir los antojos de una muchacha que nunca conoció?

Es como con las armas de Truesdale. Láseres, por supuesto. Los láseres son demasiado útiles como herramientas multipropósito para no haberlos traído. Él habrá elegido láseres, y alguna otra arma. ¿Granadas, balas, aturdidores sónicos, explosivo plástico? Esas eran cuatro buenas elecciones. Una era la mejor, excepto que Brennan la podría anticipar. El movimiento lógico de Truesdale era arrojar una moneda, dos veces. Brennan sabe que es lo bastante inteligente como para imaginar eso.

Así que arrojó una moneda dos veces antes de despegar. ¿Cómo cayó, Brennan? Brennan se ríe en su cabeza, aunque su cara no se mueve. Cuando Truesdale se muestra astuto, Brennan se siente complacido.

¿Y qué hará ahora? Brennan piensa en el asunto. Afortunadamente no importa mucho. Nada de lo que haga Truesdale puede llevarlo fuera del alcance del extraño telescopio de Brennan: el mismo instrumento que usó para alterar el curso de Truesdale. Brennan pasó a otras cosas. En unos pocos días…

—Si no tuviéramos que preocuparnos por Brennan, sé exactamente qué deberíamos estar haciendo —dijo Alice—. Deberíamos estar decelerando y emitiendo una llamada de auxilio. En algunos meses alguien montaría una expedición y nos recogería.

Estaban en la hamaca de Roy, flojamente atados contra la caída libre. Habían pasado mucho tiempo en las hamacas esos últimos días. Dormían más. Tenían sexo más frecuentemente, por amor o por asegurarse o para terminar las detonantes reyertas, o porque no había nada constructivo para hacer.

—¿Por qué debería alguien llegar a por nosotros? —preguntó Roy—. Si fuimos tan tontos para venir…

—Dinero, tarifas de rescate. Nos costaría todo lo que tenemos, por supuesto.

—Oh.

—Incluyendo la nave. ¿Qué prefieres, Roy? ¿Quebrado o muerto?

—Quebrado —dijo él inmediatamente—. Pero prefiero más no tener que hacer la elección. Y no debo; tú eres el Capitán, por contrato. ¿Qué haremos, Capitán?

Alice se deslizó contra él, y estiró su brazo para hacerle cosquillas con las uñas en la parte baja de la espalda.

—No lo sé. ¿Qué deseas hacer, mi leal tripulación?

—Contar con Brennan. Pero odio hacerlo.

—¿Piensas que te devolverá dos veces?

—Brennan tiene un buen dossier en… humanitarismo. Cuando rechacé su soborno, éste terminó en Estudios de Rehabilitación Criminal. Antes de eso iba a investigación médica en prótesis y aloplastía.

—No veo la conexión.

—No deberías; eres una Espacial. En la Tierra estaba esa cosa de los bancos de órganos. Todos deseaban vivir para siempre, supongo, y la mejor manera de obtener suficientes transplantes para toda la gente con problemas era usar criminales condenados. Estaban imponiendo la pena de muerte por todo y por nada, incluyendo hasta las violaciones de tránsito. Mientras pasaba eso, Brennan ponía dinero en otras formas de investigación médica.

—Nosotros nunca tuvimos ese problema —dijo Alice con dignidad—, porque decidimos no tenerlo. Nunca transformamos a los criminales en donantes.

—Por cierto. Pasaron a través de ese período por pura fibra moral.

—Hablo en serio.

—Nosotros los Llaneros dejamos eso atrás porque la investigación médica halló mejores formas de hacer las cosas. Brennan estaba respaldando esa investigación. Ahora tenemos criminales vivos otra vez, y ellos deben ser devueltos a la sociedad de algún modo.

—Y ahora Brennan respalda eso… Entiendo. Y éste es el mismo Arrebatador de corazón blando que nos pondrá de vuelta en la Tierra si nosotros no hacemos nada por nuestra cuenta.

—Tú pediste mi opinión, Capitán. No tienes razón para tratar mi respuesta como si fuera un motín.

—A gusto, mi leal tripulación. A mí sólo… —su mano se cerró en un puño. Él lo sintió contra su espalda—…no me gusta una mierda depender de alguien…

—Ni a mí.

—…alguien con tanta arrogancia como el monstruo Brennan. Tal vez realmente nos ve como animales. Tal vez él sólo… nos arrojó afuera porque veníamos a molestarlo.

—Tal vez.

—Todavía no he visto nada delante de nosotros.

—Bueno, dondequiera que sea, estamos yendo un infierno de veces más rápido de lo que planeamos.

Ella rió. Sus uñas trazaron círculos en la parte estrecha de su cintura.

Había algo delante de ellos. Era invisible al telescopio y al radar, pero se registraba, apenas, en el detector de masas. Pudo haber sido un cometa perdido, o una falla en el detector de masas, o… algo más. Habían estado cayendo por seis días. Ahora estaban a 11 x 10
9
 kilómetros del Sol… tan lejos como Perséfone.

Ahora el detector de masas mostraba una pequeña, nítida imagen. Era menor que cualquier luna que un gigante de gas hubiera de tener. Pero la materia era tan escasa allí afuera (casi tan escasa como en el espacio interestelar) que por gran probabilidad ellos debieron haber caído hacia nada en absoluto.

Pensaron que podía ser Brennan. Sintieron esperanza, y miedo.

Y el telescopio no mostraba nada.

Roy no estaba seguro de qué cosa lo había despertado. Escuchó el silencio, miró a su alrededor en la media luz… Alice estaba combada adelante contra las cintas de restricción de su hamaca, colgando hacia la nariz de la nave. Igual que él.

Había aprendido la lección; tenía su traje de presión en la mano antes de soltar las cintas. Asió entonces un anclaje y abrió el traje con una mano. El tirón era de pocos kilos, no más. Alice estaba por delante de nuevo, bajando por la escalerilla hacia la nariz.

El detector de masas se volvía loco. Más allá de la portilla había una vastedad de estrellas fijas.

—No puedo hacer una estimación de curso aquí —dijo Alice—. No hay puntos cercanos de referencia. Ya fue bastante difícil antes, a dos días del Sol.

—Está bien.

Ella estrelló un puño contra el cristal de la portilla.

—¡No está nada bien! No podemos saber dónde estamos. ¿Qué quiere de nosotros?

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