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Authors: Larry Niven

El protector (24 page)

Roy sentía una irritante urgencia, en el sentido de que si no hacía algo ahora, justo ahora, estaría comprometido de por vida. Pero el momento había pasado mucho antes, en realidad. Ahora sólo miraba.

El sol se veía raro ahora. Brennan había modificado la lente gravitatoria, convirtiéndola en un sistema de lanzamiento para el monoplaza. Mientras Roy miraba, el sol se movió un poco a la izquierda, debilitándose, para atrapar al monoplaza justo en su centro.

Ella se había ido.

—No tendrá ningún problema —dijo Brennan—. Lo hará bien con esa nave. No es sólo una reliquia. Tiene significado histórico, y le hice algunos cambios interesantes en…

—Seguro —dijo Roy.

El césped estaba muriendo y las hojas del árbol se volvían amarillas. Se había vaciado el estanque; era un plano mar de lodo. Kobold había perdido ya su magia.

Brennan lo palmeó en el hombro.

—Ven.

Caminó por lo que había sido el estanque. Roy lo siguió, con una mueca de dolor. El barro frío se deslizaba entre los dedos de sus pies.

Brennan se detuvo, buscó en medio del lodo, y tiró. Una puerta de metal se levantó con un sonido de succión. Una puerta de cámara de aire.

Todo estaba pasando muy rápido ahora. La escotilla llevaba a un atestado cuarto de control, con dos sillas y una pantalla de trescientos sesenta grados de visión sobre un tablero de control como el de cualquier nave espacial. Brennan dijo:

—Usa el cinturón si lo deseas. Si me equivoco ahora, estaremos muertos de todos modos.

—Si debo saber algo…

—No. Podrás inspeccionar el vehículo a tu satisfacción luego de que estemos en camino. Demonios, tendrás un año para hacerlo.

—¿Por qué estás tan apurado?

Brennan lo miró de costado.

—Ten un poco de compasión, Roy. He estado sentado aquí por más tiempo del que ha vivido tu Abuelita Estela.

Activó la pantalla de visión. Ahora ellos flotaban en el agujero de la rosca de Kobold. Brennan pulsó un botón. El anillo Kobold retrocedió violentamente ante ellos.

—Estoy preparando una salida en movimiento —dijo Brennan—. Saldremos al doble de velocidad.

—Bien.

Kobold redujo su velocidad a lo lejos, y se detuvo; luego se vino como el puño del dios de la guerra. Roy gritó. No pudo evitarlo. En un instante cruzaban a través del agujero, el espacio negro atrás.

Roy giró su silla para una vista postrera, pero Kobold ya se había ido. El sol era sólo una estrella entre las estrellas.

—Déjame aumentar eso —dijo Brennan. El Sol se volvió mucho mayor… la vista se expandía en una sección rectangular de la pantalla… y allí estaba Kobold, pequeño, retrocediendo. El aumento saltó de nuevo, y Kobold llenó la pantalla.

Brennan pulsó un botón rojo.El toroide comenzó entonces a arrugarse sobre sí mismo, como si una invisible mano estuviera aplastándolo. La roca se revolvía y comenzó a brillar en el amarillo. Roy sintió nauseas en su alma y su estómago. Era como si alguien bombardeara Disneylandia.

—¿Qué hiciste? —quiso saber Roy.

—Apagué el generador de gravedad. No podía dejarlo allí para que los Pak lo encontraran. Cuanto más tiempo les tome encontrar artefactos alrededor del Sol, mejor estaremos —Kobold ya era todo caliente amarillo, fundido y pequeño—. En unos pocos minutos estará todo aplastado sobre esa bola de neutronio de dos metros y medio. Cuando se enfríe, será prácticamente inhallable.

Ahora Kobold era un punto de un blanco cegador.

—¿Qué sigue ahora?

—Por un año, dos meses y seis días, nada. ¿Deseas inspeccionar la nave?

—¿Nada?

—Lo que quiero decir es que no aceleraremos por ese tiempo. Mira.

Los dedos de Brennan relampaguearon sobre el panel de control. La pantalla de visión obedeció, mostrando un mapa tridimensional del sol y su vecindad hasta veinticinco años luz.

—Estamos aquí, en el Sol. Estamos en camino hacia allí, a ese punto. Ese punto está justo a mitad de camino entre Alfa del Centauro y la estrella de Van Maanen. Cuando les disparemos a las naves Pak deberemos orientarnos de frente a la flota. Ellos no serán capaces de detectar nuestra velocidad hacia ellos sin conocer la velocidad de nuestro escape, y no conocerán nuestra velocidad transversal en absoluto. Deberán asumir que estoy llegando desde la Estrella de Van Maanen hacia Alfa del Centauro. No deseo llevarlos de vuelta al Sol.

—Tiene sentido —admitió Roy, reluctantemente.

—Vamos a dar ahora ese paseo —dijo Brennan—; luego podremos entrar en detalles. Deseo que seas capaz de volar solo la nave por si me pasa cualquier cosa.

El Holandés Volador, la llamó Brennan. Aunque había botes en su interior, difícilmente era un barco.

—Si quieres ponerte puntilloso, puedo proclamar que estamos navegando —dijo Brennan alentadoramente—. Hay mareas, y vientos de fotones, y costas de polvo que pueden atraparnos.

—Pero diste la dirección en el despegue; no tenemos un motor.

—Seguro. Sin embargo, puedo desplegar una vela de luz si debo hacerlo. Pero no lo deseo; nos haría más visibles.

El Holandés Volador era una bola de roca, en su mayor parte hueca. Tres grandes bóvedas internas contenían los mismos componentes que una nave estatorreactora estilo Pak. Brennan la llamaba Protector. Otro hueco había sido creado para albergar la nave de carga de Roy Truesdale. Otros huecos eran habitaciones.

Había un jardín hidropónico.

—Esto está fuera de tus límites —dijo Brennan—. Árbol de la vida. Ni se te ocurra venir por aquí.

Había un cuarto de ejercicios. Brennan pasó algún tiempo mostrando a Roy como ajustar las máquinas para los músculos de un criador. La gravedad era de casi cero a bordo del Holandés Volador, por lo que deberían ejercitarse.

Había un taller de máquinas. Había un telescopio: grande, pero convencional.

—No usaremos generadores de gravedad de ahora en adelante. Deseo que nos veamos como una roca. Luego nos veremos como una nave Pak.

Roy pensó que era innecesario.

—Pasarán ochenta y cinco años antes de que los Pak encuentren algún rastro de lo que los humanos hacemos ahora.

—Tal vez.

Y estaba el Protector. Durante las primeras semanas del viaje, Roy no hizo mucho más que entrenarse en el uso de esa nave. Él estaba aprendiendo las diferencias de aspecto entre la nave de Phssthpok y la de Brennan.

—No sé por cuanto tiempo deberemos mantener el camuflaje —le dijo Brennan—. Tal vez por semanas. Tal vez nunca. Depende.

Así que Brennan transformó la cabina de control del Protector en un cuarto de entrenamiento, instalando sensores en los sistemas de control y monitoreando las entradas desde afuera. Roy aprendió a mantener constantemente cero coma noventa y dos ge, y a modificar los campos para emborronar el escape un poco. La impulsión de Phssthpok no había estado tan precisamente sintonizada como la de Brennan, debido a su viaje de treinta y un mil años luz.

La cabina de control era mucho mayor de lo que Roy había esperado.

—Phssthpok no tenía todo este espacio, ¿verdad?

—No. Phssthpok tenía que transportar la comida, el aire y el equipo de reciclado para algo así como mil años de viaje. Nosotros no. Aún así estaremos apiñados… pero entretenidos. Phssthpok no tenía nuestra tecnología de computadoras, o no la usaba.

—Me pregunto por qué.

—Un Pak no vería lo bueno de tener una máquina que piense en su lugar. Él piensa demasiado bien ya… y le gusta mucho, por lo que sé.

El interior de la cabina de carga en forma de lágrima no se parecía en nada a la de la nave que se había precipitado en el Sistema Solar dos siglos antes. Su carga estaba muerta, pero era muy peligrosa. Podía desplegar grandes chorros de actitud y pelear por sí misma. Su eje mayor contenía un láser de rayos X. Un grueso tubo paralelo al láser era un generador de campo magnético dirigible.

—Esto puede enredar los campos de un estatorreactor Bussard basado en monopolos. Pero no lastimaría lo suficiente, a menos que que lo uses en el momento exacto.

Cuando Roy hubo aprendido a usarlo —y eso tomó tiempo; él sabía muy poco acerca de teoría de campos—, Brennan comenzó a adiestrarlo sobre el cuándo.

Ese fue el punto en que Roy se rebeló.

Los últimos dos meses no habían sido particularmente agradables. Roy estaba de nuevo en la escuela, y era el único estudiante de un maestro de tiempo completo que no podía ser distraído o evadido. No le gustaba ser un niño de nuevo. Extrañaba los espacios abiertos de la Tierra. Extrañaba a Alice. Infiernos, extrañaba las mujeres. ¡Y esto iba a prolongarse por cinco años!

Cinco años, y el resto de su vida en Wunderland. No sabía mucho acerca de Wunderland, pero tenía idea de que su población era escasa y esparcida, y su tecnología sólo adecuada. Era un paraíso pastoril, quizás; un buen lugar para pasar la vida… hasta que llegase Brennan. Entonces Wunderland se volvería un fortín militar.

—La flota Pak está a ciento setenta y tres años de distancia —puntualizó ahora—. Estaremos en Wunderland en cinco años. ¿Qué te hace pensar que necesitas un artillero? ¿Qué estoy haciendo aquí, de todos modos?

Brennan tomó asidero en el borde de la tobera de un cohete de fusión.

—Se puede decir que he aprendido algo de humildad. Hace mucho pensé en buscar una flota Pak, pero no lo hice porque la probabilidad era demasiado baja. Bueno, he dejado de arriesgarme.

—¿De qué riesgos hablas? Sabemos donde está la flota Pak.

—No deseo preocuparte. Es un asunto difícil.

—¡Preocúpame! ¡Estoy aburrido!

—Está bien, retrocedamos un poco —dijo Brennan—. Sabemos dónde está la primera flota, y qué tan grande es. La segunda flota fue lanzada unos trescientos años después. Todo lo que he encontrado de ella es una fuente pequeña de los mismos químicos de escape, fuera de la línea de la primera y moviéndose un poco más rápido. No pueden ir exactamente detrás de la primera, porque ésta les quemará buena parte de su combustible.

—¿Qué tan grande es?

—Es menor. Del orden de ciento cincuenta naves, asumiendo que no han hecho cambios en el diseño, aunque pueden haberlos hecho. No podría decirlo.

—¿Hay una tercera flota?

—Si la hay, nunca la detectaré. A juzgar por el retraso respecto de la primera, para construir la segunda flota deben haber salido por nuevos recursos. Deben haber minado mundos en sistemas cercanos y construido las naves allí. ¿Cuánto les tomaría construir una tercera flota? Si está realmente allí, está demasiado lejos para que la detecte. Pero el punto es que alguna vez debe haber una última flota.

—¿Y entonces?

—Estoy sugiriendo que cuando la última flota del éxodo salió (la segunda o la tercera o la cuarta, eso no importa), algunos protectores quedarían atrás. Asumamos que eran aquellos sin criadores descendientes. Se quedaron atrás en parte para ahorrar lugar en las naves, y en parte porque podrían aún hacer algún bien en Pak.

—¿En un mundo vacío? ¿Cómo?

—Ellos podrían construir una flota exploradora de alta velocidad.

No era la primera vez que Roy se preocupaba por la salud mental de Brennan. Los cambios en su fisiología, mas veintidós décadas en soledad… Pero si Brennan era insano, debía ser demasiado brillante para abandonar.

Gentilmente Roy señaló:

—Pero tu flota exploradora estará al menos quinientos años detrás del resto. Vaya exploradores.

—¿Suena tonto, verdad? Pero serían libres para experimentar. No tendrían porqué usar un diseño probado, dado que al no llevar criadores sólo se arriesgarían a sí mismos. No necesitan una cabina de carga. Podrían viajar a tres ge por siempre, creo; al menos, sé que yo podría. Con los criadores ya fuera del planeta, podrían hacer toda clase de cosas… como crear nuevas minas de metal provocando erupciones al disparar directamente en la corteza de Pak.

—Tienes toda una imaginación.

—Gracias. A lo que estoy llegando, es a que ellos podrían acelerar hasta sobrepasar aún a la primera ola de naves refugiadas, en las cuales los telescopios no son lo suficientemente buenos para explorar el territorio delante de ellas. De allí en adelante, ellos guiarían a la flota. ¿Aún estás aburrido?

—No, gracias. Sin embargo, estás soñando despierto. Ellos nunca habrían podido construir esas hipotéticas naves. Lo que sea que los hizo huir del núcleo galáctico debe haber atrapado a los exploradores.

—Demonios, pudo haber atrapado a la tercera ola, y aún barrido y debilitado a la segunda, y eso explicaría porqué es menor. O tal vez los exploradores pueden haber sido fabricados y volados. E incluso… pueden estar llegando ahora, para que veas el punto de todo esto.

—No los habrás encontrado, ¿o sí?

—¿Cómo, con todo el cielo para buscar? Ellos no sólo vendrían a por nuestras gargantas: convergerían hacia el Sol desde direcciones aleatorias. Yo lo haría, si estuviera en su lugar. Recuerda que estarían esperando hallar un mundo de protectores Pak rigiendo una civilización de doscientos años de edad. Ese es suficiente tiempo como para construir un mundo virgen, comenzando con una población de… Bien, unos treinta millones de criadores de todas las edades le hubieran dado a Phssthpok cerca de tres millones de nuevos protectores recién cambiados. Los exploradores, por lo tanto, no desearían mostrar la posición de la flota.

—Ajá.

—Hay algo que puedo hacer ahora, pero tomará unos cuantos días de trabajo construir las herramientas. Sin embargo, primero quiero asegurarme de que puedas luchar usando esta nave. Volvamos a la cabina.

Un campo magnético dirigido puede revolver el plasma interestelar que es guiado en un estatorreactor Bussard enemigo para utilizarlo como arma contra sí mismo. Debería hacer que el plasma guiado se desvíe hasta atravesar la misma nave. El artillero deberá variar sus disparos, porque el piloto enemigo puede compensar el efecto del arma variando los campos de su nave. Si la densidad local de hidrógeno fuera despareja, eso podría herirlo. Y si el plasma fuera lo bastante denso localmente, el enemigo no podrá siquiera apagar su impulsor sin ser cremado, dado que parte del propósito de los campos del impulsor es escudar la nave de las mismas partículas que quema como combustible.

—Golpéalo cerca de una estrella, si puedes elegir —dijo Brennan—. Y no dejes que lo haga contigo.

El láser era muerte segura, siempre que impactara a la nave. Pero una nave enemiga estaría al menos a varios segundos luz de distancia al inicio de la batalla. Sería un blanco pequeño y elusivo, y su imagen estaría retrasada algunos segundos o hasta minutos. Por ello, las alas de mil kilómetros del campo de impulsor serían un blanco más fácil.

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