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Authors: Larry Niven

El protector (22 page)

—Está bien. Vamos.

El agua estaba fría como el hielo, al principio. La luz del sol destellaba cegadoramente desde su superficie… y Roy se preguntó de nuevo de dónde saldría esa luz. El sol era caliente y brillante allí arriba. Pero un generador atómico de ese tamaño hubiera sido visible.

Alice lo estaba mirando desde la orilla.

—¿Estás seguro de que deseas hacer esto?

—Muy seguro —rió entrecortadamente, porque se estremecía—. Si me meto en problemas, llama a Brennan. ¿Qué deseas de la nave?

—Ropas —ella estaba desnuda bajo el traje de presión transparente—. Todo el tiempo busco cubrirme con mis manos.

—¿De quién, de Brennan?

—Lo sé, él no tiene sexo. Pero aún así…

—¿Traigo armas?

—No…, no importa —ella vaciló—. He pensado en algún modo de confirmar lo que Brennan nos ha estado diciendo, pero no hay instrumentos en la nave que nos puedan ayudar. Aún así, podrías intentarlo, apuntando el detector de tormentas solares hacia Sagitario.

Roy nadó hacia la cascada. No había ningún sonido de aguas violentas; quizá no fuera tan peligroso como parecía. Algo rozó su tobillo. Se giró y miró abajo. Algo plateado destelló a través del agua; un pez había rozado su pierna. Eso nunca le había pasado antes en su vida.

Llegó adonde el agua caía hacia arriba. Descansó, braceando y flotando, dejando que el agua lo llevara. Hubo un momento de desorientación, y entonces…

…estaba en una corriente que fluía suavemente. Alice se quedó de pie, mirándolo con preocupación. Parecía estar parada horizontalmente en la pared de un acantilado.

Las corrientes junto a sus pies lo intrigaron. Se agachó en la turbulencia, y salió del otro lado de la corriente, con la cabeza abajo. Se agachó de nuevo, y siguió la corriente hasta donde se vaciaba en la bola verde, en un estanque con forma de riñón. La nave estaba a pocos metros.

Salió del agua, riendo y resoplando. ¡Un arroyo que corría en dos direcciones distintas a través del aire!

 

El detector de tormentas solares de la nave no mostraba ningún disturbio en Sagitario. Pero eso no probaba nada; no sabía cuánta actividad haría falta para disparar el instrumento.

Envolvió ropas para ambos en otro traje de presión y agregó un par de viandas, porque estaba hambriento. Se lo llevó todo en el traje sellado. Ni siquiera miró hacia las armas.

Había una banda de Moebius de doce metros de ancho y seis de grosor, hecha de algún metal plateado, suspendida casi horizontalmente en el aire, con parte del filo tocando la tierra desnuda. La estudiaron por un rato, y entonces Alice… trató con eso.

La gravedad era normal a la superficie. Ella caminó a lo largo de la parte exterior, pasó por el retorcimiento cabeza abajo y volvió por la parte interna. Saltó a tierra con los brazos alzados para recibir el aplauso.

Había un hoyo de minigolf. Se veía absurdamente fácil, pero Roy sacó un palo de la estantería y trató de todos modos. Le tomó varios golpes. La bola seguía extrañas curvas en el aire, a veces rebotaba más alto de lo que había caído, y una vez volvió a su cabeza tan fuerte como él le había pegado. Siguió probando, hasta que se dio cuenta de que los campos de gravedad cambiaban de minuto en minuto. Abandonó.

 

Encontraron un estanque lila adornado con esculturas de agua, formas agradables que se elevaban y fluían desde la superficie. La más detallada era una gran cabeza esculpida en el centro de la laguna. Cambiaba de forma mientras la miraban, desde la dura cara e hinchada calavera del monstruo Brennan a….

—Creo que debe ser Brennan, antes de que cambiara —dijo Alice.

…a una cara cuadrada con ojos muy hundidos, y cabello lacio en un corte Espacial en forma de tira, y un aire pensativo, como si el hombre recordara algún antiguo error. Los labios se curvaban en una súbita sonrisa, y el rostro comenzaba a fundirse…

Kobold había girado. Cuando volvieron al castillo, era el crepúsculo en esa región. Se levantaba desde una elevación de la tierra; era una estructura de bloques de piedra oscura toscamente tallados, con troneras que eran ranuras verticales, y una gran puerta de madera hecha para gigantes.

—El castillo de Frankenstein —dijo Roy—. Brennan todavía tiene sentido del humor. Deberemos tener eso en mente.

—Lo que significa que su historia puede ser una invención.

Roy se encogió de hombros.

—¿Qué podemos hacer acerca de eso?

Se necesitaban las dos manos para girar la manilla de la gran puerta, y debieron empujar ambos para abrirla.

Vértigo.

Se detuvieron al borde de un gran espacio abierto. Por todo ese lugar había un laberinto de escaleras y descansillos y más escaleras. A través de puertas abiertas podían ver jardines. Había maniquíes sin rostro, cientos de ellos, subiendo y bajando y parados en los descansillos y caminando en los jardines…

Pero estaban en todos los ángulos. Dos tercios de las escaleras eran verticales. Igual que los jardines. Los maniquíes se paraban indiferentes en los descansillos verticales; dos de ellos subían el mismo tramo de escaleras, uno por encima, otro por debajo…

La voz de Brennan retumbó en el eco, desde alguna parte encima de ellos.

—¡Hey! Por aquí. ¿Reconocen este sitio?

Ninguno de ellos respondió.

—Es
Relatividad
, de Escher. Es la única obra de arte copiada en todo Kobold. Pensé en hacer la
Madona de Port Lligat
, pero no había lugar.

—Jesús —susurró Roy. Luego gritó—. ¿Has pensado en poner la
Madona de Port Lligat
en Port Lligat?

—¡Seguro! —llegó el alegre bramido—. Pero habría asustado a un montón de gente. Yo no quería hacer tantas olas. Ni siquiera debí hacer ese duplicado de Stonehenge.

—No sólo hemos encontrado a Vandervecken —susurró Alice— ¡Hemos encontrado al mismo Finagle!

Roy rió.

—Vengan arriba —bramó Brennan—. Así dejaremos de gritarnos. No se preocupen por la gravedad; se ajusta.

Estaban exhaustos cuando llegaron a la cumbre de la torre.
Relatividad
terminaba en una escalera en espiral, la que parecía seguir y seguir, pasando aberturas diseñadas para fuego de arquería.

El cuarto en la cumbre era oscuro y abierto al cielo. Por capricho de Brennan, la terraza y los lados parecían rotos y aplastados, como si hubieran recibido pedradas desde catapultas. Pero el cielo no era el cielo de la Tierra, ni el de las cercanías de Perséfone. Varios soles brillaban allí, infernalmente brillantes, alarmantemente cercanos.

Brennan giró para mirarlos desde sus controles: una pared de instrumentos de dos metros de alto y cuatro de ancho, erizada de luces, palancas y diales. En la débil luz de los soles, se veía como algún antiguo científico loco, calvo y desfigurado, persiguiendo el conocimiento a cualquier precio, para sí mismo y para el mundo.

Alice aún estaba mirando el cielo transformado. Pero Roy hizo una reverencia y dijo:

—Merlín, el rey manda por tu presencia.

Brennan replicó de inmediato:

—¡Dile al viejo buitre que no podré hacer más oro para él, hasta que los cargamentos de plomo lleguen desde Northumberland! Mientras tanto, ¿te gusta mi telescopio?

—¿Todo el cielo? —preguntó Alice.

—Recuéstate, Alice. Vas a lastimar tu cuello en esa posición. Es una lente gravitatoria —él leyó su confusión, y explicó—. Sabes que un campo de gravedad dobla la luz, ¿verdad? Bien. Puedo hacer un campo que lleve la luz a un foco. Es lenticular, con la forma de un glóbulo rojo. Así es también como consigo mi luz solar. Es el Sol visto a través de una lente gravitatoria, con un filtro de dispersión para darme un cielo azul. Un beneficio adicional es que la lente dispersa la luz que va en la otra dirección, así que nadie que venga desde el Sol puede ver a Kobold hasta que está justo encima de él.

Roy observó los soles que quemaban cerca en el cielo.

—Es todo un efecto, realmente.

—Esto es Sagitario, en dirección al centro galáctico. Todavía no he encontrado esa maldita nave, pero la lente hace hermosas luces, ¿verdad?

Brennan tocó un control y el cielo se deslizó, como si estuvieran a bordo de alguna nave más rápida que la luz paseándose por un cúmulo globular.

—¿Qué harás cuando los encuentres? —dijo Roy.

—Ya te lo dije. Me lo he representado un centenar de veces en mi cabeza. Es como si lo hubiera vivido por completo antes, en todos los modos posibles. Mi nave es un duplicado de la que usó Phssthpok, excepto por algunos refinamientos. Puedo llegar hasta tres gravedades sólo usando el impulsor, y llevo doscientos años desarrollando armamentos para la cabina de carga.

—Todavía pienso…

—Sé que lo haces. Es parcialmente por mi causa que ustedes no hayan tenido una guerra en tanto tiempo. Así que han crecido suaves y eso los hace más agradables, benditos sean. Pero ésta es una situación de guerra.

—Pero…¿realmente lo es?

—¿Qué sabes tú de los Pak? —apuntó Brennan.

Roy no contestó.

—Hay una nave en camino. Si el Pak en cuestión descubre alguna vez la verdad acerca de nosotros, inevitablemente tratará de exterminarnos. Podría tener éxito. ¡Te lo estoy diciendo, maldición! Soy el único hombre que alguna vez encontró a un Pak. Soy el único hombre que podría comprenderlos.

Roy se erizó. ¡Cuanta arrogancia!

—¿Dónde está la nave entonces, omnisapiente Brennan?

Otro pudo haber vacilado por la vergüenza, pero no Brennan.

—Aún no lo sé.

—¿Dónde debiera estar?

—En camino hacia Alfa del Centauro. Dada la fuerza de la señal…

Brennan manipuló algo, y el cielo surgió más allá de ellos en corrientes de luz. Roy parpadeó, combatiendo el vértigo. Las estrellas se detuvieron.

—Allí, en el medio.

—¿Es de donde proceden las extrañas señales químicas?

—Más o menos. No es exactamente una fuente puntual.

—¿Por qué vendría hacia Alfa del Centauro?

—Porque Phssthpok debió haber ido en una dirección casi opuesta, dado que la mayor parte de las enanas amarillas cercanas están a ese lado del Sol. Los soles de Centauro son una excepción. Así que este segundo Pak elegiría mirar cerca del sistema de Centauro, y si no encontrara Wunderland, recién entonces vendría camino del Sol. Esa era mi mejor hipótesis —dijo Brennan.

»Pero la dirección de su escape lo muestra viniendo a detenerse aquí, y no en Alfa del Centauro. Ahora debo entender que él ha estado vigilando si Phssthpok se fue de aquí. Yo mandé la nave de Phssthpok hacia Wunderland, pero debo asumir que no lo he engañado. Debe haber pensado que si Phssthpok se quedó aquí, es porque ha encontrado lo que estaba buscando. Por lo tanto, el Pak número dos viene hacia nosotros.

—¿Y dónde debiera estar ahora?

El cielo giró de nuevo. Soles brillantes seguidos por otros débiles, nubes de gas y de polvo apenas iluminadas, un panorama del universo que fluyó y se detuvo.

—Allí.

—No lo veo.

—Yo tampoco.

—Así que no lo has encontrado. ¿Y todavía dices que puedes entender a los Pak?

—Lo hago —Brennan no vaciló. En todo el tiempo en que lo conoció, Roy Truesdale sólo lo vio vacilar una vez—. Si ellos están haciendo algo inesperado, es por causa de un cambio en su ambiente.

Inesperadamente, habló Alice:

—¿Pueden ser muchas las naves?

—No. ¿Por qué nos mandarían una flota?

—No lo sé. Pero si así fuera, estarían mucho más lejos de lo que has supuesto en base la densidad de sustancias químicas. Más difíciles de encontrar, por lo tanto —dijo ella. Estaba cruzada de piernas en el suelo, con los brazos atrás y la cabeza inclinada para ver las estrellas. Brennan no parecía escucharla (estaba trabajando en los controles del telescopio), pero ella siguió hablando—. El escape se vería más borroso. Y si estuvieran mucho más lejos estarían moviéndose más rápido, ¿verdad? Obtendrías partículas de mayor velocidad.

—No si estuvieran llevando más carga —dijo Brennan—; eso podría frenarlos —el cielo se movió sobre ellos, y se borroneó—. ¡Pero es tan malditamente improbable! Hay una sola presunción que se ajusta a lo que has dicho. Por favor quédense conmigo, toma mucho trabajo ajustar estos campos —el campo estelar se aclaró, luego se borroneó de nuevo—. Tenía que hacer esta búsqueda eventualmente, de todos modos. Ahora podremos dejar de preocuparnos.

Luego de largo rato, el borroneo del cielo se condensó en puntos blancos y duros. No había allí soles gigantes en el campo de vista. Pero había un par de cientos de puntos azules pequeños, todos del mismo tamaño, ampliamente separados en lo que Roy al fin reconoció como un arreglo hexagonal.

—No puedo creerlo —dijo Brennan—. Esto era demasiada coincidencia.

—Lo es… ¡Es una flota completa!

Roy sintió horror y el principio del pánico. Una flota de Pak, llegando aquí… y Brennan, el Protector del Hombre, no lo había previsto. Había comenzado a confiar en Brennan.

—Debe haber más —dijo Brennan—. Más lejos hacia el núcleo galáctico, demasiado lejos para verlos con mis instrumentos. Una segunda ola. Tal vez una tercera.

—¿No son suficientes éstos?

—Estos no son suficientes —reveló Brennan— ¿No lo entiendes? Algo le ha pasado al núcleo galáctico. Es lo único que podría empujar tan lejos a tantas naves. Esto implica que ellos han evacuado el mundo Pak. No veo en esta primera oleada suficientes naves para hacerlo; ni siquiera con las guerras que deben haber tenido, con cada protector intentando ganar las primeras naves para su propia descendencia.

Alice se frotó el cuello. Sólo había pequeñas luces azules entre estrellas demasiado brillantes. ¿Todo eso descubrió Brennan al ver las pequeñas luces?

—¿Qué puede haber sucedido?

—Toda clase de cosas. Agujeros negros vagando por los soles del núcleo, robando más y más masa, tal vez acercándose demasiado al mundo Pak. O algún tipo de vida nacida en el espacio. O el núcleo galáctico puede estar estallando en una erupción de supernovas. Ha pasado en otras galaxias. ¡Lo que me abruma es que haya pasado ahora!

—¿No puedes pensar en otra explicación?

—Ninguna que sirva. Y no es tan enorme coincidencia como suena, ahora que lo medito más extensamente —dijo Brennan cansadamente—. Phssthpok construyó el mejor sistema astronómico en milenios, para cartografiar su curso hasta tan lejos como pudo. Luego de que él se fue, deben haberlo aprovechado para mirar alrededor y encontraron… algo. Supernovas en un denso cúmulo de soles viejos. Estrellas desapareciendo. Lugares donde la luz se torcía. Es todavía una Coincidencia de Finagle. No acabo de creérmelo.

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