El protector (29 page)

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Authors: Larry Niven

Extrañaba el espacio abierto. En cualquier playa perdida de la Tierra, uno podía correr por la curva de arena húmeda y dura entre el mar y la costa hasta que no quedaran fuerzas para hacer otra cosa que respirar. En la Tierra se podría caminar por siempre. En este cuarto cerrado a bordo del Protector, ya no estorbado por la fuerte aceleración, Roy caminaba interminablemente entre las paredes.

A veces, cuando se hallaba solo, maldecía a Brennan por haber usado todas las bombas de Radón. De otro modo, él podría haber viajado este largo período en éstasis. Se preguntaba si Brennan lo había hecho deliberadamente, por la compañía.

A veces maldecía a Brennan por haberlo llevarlo en su viaje. Era un acto tonto, viniendo de tal inteligencia. A toda marcha, el Protector pudo haber escapado fácilmente del segundo y tercer par de exploradores, sin necesidad de pelear. Pero tres gravedades hubieran lastimado a Roy Truesdale.

Tampoco había sido muy útil en las batallas. ¿Lo había llevado Brennan sólo por la compañía? ¿O como mascota? O… Jugó con otra idea. Una de las hijas de Brennan se había llamado Estela, ¿verdad? Ella pudo haber pasado el nombre a su propia hija. Abuelita Estela.

Ese sí que era un pensamiento enfurecedor: que había sido llevado sólo porque pertenecía a la línea de sangre del Protector, para ser un recordatorio viviente de porqué estaba peleando, para mantener vivo el interés de Brennan en la guerra. Porque él olía correctamente. Roy nunca le preguntó. Realmente no deseaba saberlo.

—En cierto sentido, estás siendo sometido a privación sensorial —le dijo Brennan una vez.

Eso fue poco antes del giro para desacelerar, luego de que habían hecho algo decididamente delirante: Brennan tomando las partes de cinco expertos de varias disciplinas y acentos, en una discusión a seis lados sobre libre albedrío contra determinismo. No había funcionado. Ambos estaban tratando demasiado fuerte.

Roy estaba perdiendo la necesidad de hablar.

—Tienes toda clase de entretenimientos —dijo Brennan—, pero ninguna conversación excepto la mía. Hay un límite a cuánta ilusión puedes obtener de mí. Pero trataremos algo.

Roy no preguntó qué quería decir. Lo encontró unos días después, cuando llegó a su cuarto y se encontró mirando por la ladera de una montaña.

Ahora pasaba más tiempo que nunca en su cuarto. Cada tanto Brennan cambiaba el ambiente. La vista de 270º de cintas de holograma había venido en la memoria de la computadora, y las había de todos los mundos, excepto de la Tierra. Luego de varios falsos comienzos, evitó las escenas que incluían personas. La gente nunca notaba a Roy, se comportaban como si él no existiera. Eso era malo.

Se podía sentar por horas, mirando a los levemente extraños paisajes, deseando poder caminar por ellos. Demasiado de eso también era malo, y cada tanto debía apagarlo. Fue durante uno de esos momentos, con las paredes alrededor de él siendo sólo paredes, en que comenzó a preguntarse qué era lo que Brennan planeaba exactamente para Hogar.

Los exploradores Pak habían virado ancho durante el paso alrededor de la estrella de neutrones. Ahora su enorme radio de giro los había puesto finalmente hacia Hogar; pero su aceleración de 5,5 ge no los compensaría por el tiempo que habían perdido. Estaban fuera de la carrera, por lo que al Protector concernía. Y Hogar tendría diez meses para prepararse contra ellos.

Pero no iba a ser fácil persuadir a una población pacífica de prepararse para una defensa total. Además tomaría tiempo el convertir las fábricas para hacer armas. Al fin y al cabo, ¿qué tan gran amenaza eran un par de exploradores Pak?

—Estoy seguro de que podrían destruir el planeta —dijo Brennan, cuando Roy lo puso en ello—. Un planeta es un blanco grande; los sistemas ambientales son delicados, y no puede esquivar los disparos como un estatorreactor Bussard. Además de eso, un explorador Pak está probablemente diseñado para chocar con planetas. Si no puede hacer eso, no sería tan bueno.

—Tendremos menos de un año para alistarnos.

—Deja ya de preocuparte; es suficiente tiempo. Hogar tiene láseres mensajeros que pueden alcanzar a la Tierra; eso habla bien de su potencia y precisión. Los usaremos como cañón. Y tengo diseños para armas de gravedad inducida.

—Pero ¿las construirán? ¡Son gente pacífica en una sociedad estable!

—Les hablaremos de eso.

Sentado en su cuarto, mirando un vacío y tormentoso océano en su pared, Roy se hacía preguntas acerca del optimismo de Brennan. ¿Se había olvidado ya de la forma en que pensaban de los criadores? «He dejado de correr riesgos», había dicho Brennan una vez. ¿Entonces?

Nunca había habido una guerra en Hogar, de acuerdo con las cintas de sus comunicaciones con la Tierra. Sus novelas rara vez mostraban violencia. Una vez habían usado bombas de fusión para dar forma a los puertos, pero ahora ya ni siquiera tenían la fábrica de bombas. ¿Habría vislumbrado Brennan algo en sus novelas —alguna violencia oculta— que Roy no pudo ver?

Un día se le ocurrió una solución… Pero era un pensamiento horripilante; nunca se lo mencionó a Brennan. Temía que fuera la evidencia de su propia locura.

Conscientemente retornó a sus largas conversaciones con Brennan; trató de mostrar cierto interés en el muy predecible curso de los Pak supervivientes; ofreció sugerencias para las paredes de visión de su cubículo; jugó con él al gin y al dominó. Hizo mucho ejercicio; se estaba volviendo una montaña de músculos. A veces se intimidaba a sí mismo.

—Enséñame a pelear contra los Pak —pidió a Brennan una vez.

—De ningún modo —dijo Brennan.

—Podría darse el caso. Si un Pak alguna vez tratase de tomar prisioneros criadores…

—Está bien, ven. Te mostraré.

Vaciaron el cuarto de ejercicios, y lucharon. En media hora Brennan lo «mató» casi treinta veces, lanzando sus reveses de karate con exquisita precisión. Luego dejó que Roy lo golpeara varias veces. Roy tiraba golpes mortales con tan vicioso entusiasmo, que Brennan debió encontrarlo iluminador. Brennan hasta admitió que dolían. Roy estaba convencido de ello.

Hicieron de las luchas parte de su programa.

Había una masa del tamaño de Júpiter en el sistema de Epsilon Indi: Godzilla, Epsilon Indi V. Estaba fuera del camino del Protector cuando frenaron a 4.800 kilómetros por segundo, pero Brennan viró un poco para mostrar a Roy una maravillosa vista de él.

Se deslizaron pasando una reluciente y translúcida esfera de cristales de hielo. Era un punto troyano de Godzilla, y se veía como el adorno de un vasto árbol de Navidad; pero Roy lo sentía más como un cartel de bienvenida. Comenzaba a pensar que podrían lograrlo.

Dos días después, a 1.600 kilómetros por segundo, el campo impulsor ya no estaba haciendo nada útil. Brennan lo apagó.

—Hogar está a cuarenta y dos horas —dijo—. Podríamos navegar hacia el sol y usar el campo impulsor en el viento solar, pero al diablo; estamos repletos de combustible, y de algún modo siento que estás ansioso de salir.

—Extrañamente acertado —Roy tenía una hambrienta sonrisa—. No es que no haya disfrutado de tu compañía…

En la pantalla del telescopio, Hogar se veía como la Tierra: azul profundo, arremolinado con el blanco congelado de las nubes, las líneas de los continentes casi invisibles. Roy sentía un nudo en su garganta. Este último año sus paredes habían mostrado únicamente escenas de Hogar.

—Escucha —dijo—, ¿vamos a esperar a los transbordadores o sólo bajaremos?

—Pienso colocar al Protector en una órbita alta, y bajar a Hogar con la nave de carga; podemos necesitarla para reabastecer al Protector. Los Hogareños no han hecho gran cosa con sus recursos de los asteroides; por lo tanto, quizá no tengan naves de carga.

—Entiendo. Antes de que cambies al impulsor intrasistema, ¿por qué no voy a la nave de carga y la pongo en cuenta regresiva?

Brennan lo estudió un momento. Era el tipo de mirada considerada que hacía pensar a Roy que había dicho una tontería.

—Está bien; eso ahorrará algo de tiempo. Llámame cuando estés a bordo.

Hogar ya era visible a ojo desnudo: una estrella blanca no lejos del sol. Roy abordó la nave, se quitó el traje, llegó a los controles y llamó a Brennan. Prontamente, el Protector estaba nuevamente bajo impulso, retrocediendo hacia el planeta a 1,08 ge, la gravedad de Hogar.

Roy comenzó su inspección por el sistema de soporte de vida. Todo bien. El sistema de impulso se veía bien, según los instrumentos, pero él temía que el tubo del impulsor se hubiera torcido fuera de línea bajo las fuerzas de marea de la Estrella de Phssthpok. Nunca tuvieron oportunidad de inspeccionarlo ni la tendrían, hasta que la nave de carga se soltara del Protector.

No había tren de aterrizaje que controlar. Aterrizarían en un puerto; la nave flotaría.

Empleó doce horas en su revisión, luego se detuvo para tomar una siesta. Para ese momento, seguramente Brennan habría llamado ya a cualquier facilidad portuaria que hubiera en Hogar. En otras doce horas…

Bajo una gravedad de Hogar él durmió menos, y más ligeramente. Se despertó en la débil luz, recordando sus extrañas sospechas acerca de Brennan. Había una débil sonrisa en su cara.

Volvió sobre ellas otra vez, esperando ver qué tan ridículas eran. Había estado un poco paranoico entonces. Uno no estaba hecho para vivir encerrado por seis años con un ser no totalmente humano.

Volvió sobre sus sospechas de nuevo… y eran lógicas. La idea era aún horrible, pero no podía encontrar la falla lógica. Eso lo molestaba. Y aún no sabía exactamente qué planeaba Brennan para Hogar.

Se levantó y rondó por la nave. Encontró algo que Alice había estibado a bordo tiempo atrás: pinturas para un traje de presión. Nunca habían hallado un diseño para el pecho del traje de Roy. Extendió el traje cruzando una silla y se paró ante él, esperando la inspiración. Pero la inspiración que llegó a él era un vívido blanco fluorescente.

Era idiota. Si él tenía razón… pero no podía tenerla. Llamó a Brennan. Quería sacarse eso de encima.

—Todo bien por aquí —dijo Brennan—. ¿Cómo están las cosas por tu lado?

—Todo en verde, tanto como puede decirse sin hacerla volar.

—Bien.

Roy se encontró tratando estúpidamente de leer la expresión de la sólida cara.

—Brennan, algo se me ocurrió hace tiempo. Nunca lo mencioné…

—¿Cerca de dos años y medio atrás? Pensé que algo estaba molestándote… además de la falta de un harén.

—Tal vez esté loco —dijo Roy—. Tal vez estaba loco entonces. Me golpeó la idea de que tendrías un trabajo más fácil para que la población de Hogar respaldara tu guerra si antes… —casi no lo dijo. Pero por supuesto, Brennan habría pensado en eso— …si antes sembraras el planeta con el árbol de la vida.

—Eso no sería amable.

—No, no lo sería. Pero ¿podrías por favor explicarme porqué no es lógico?

—No es lógico —dijo Brennan— porque la cosecha tardaría demasiado en crecer.

—Sí —dijo Roy en un suspiro de alivio. Y luego:—. Pero tú me mantienes afuera del jardín hidropónico. ¿No era porque algo del virus podía llegarme?

—No. Era porque podría llegarte el olor, y entonces intentarías comer algo.

—Y lo mismo pasaba con la huerta en Kobold.

—Correcto.

—¿Hablas del jardín por el que Alice y yo paseábamos…, sin oler nada en absoluto?

—¡Eres mayor ahora, idiota! —Brennan estaba perdiendo su compostura.

—Sí, por supuesto. Lo siento, Brennan. Debí haber pensado en eso…

¿Brennan perdiendo su compostura? ¿Brennan? Y además…

—¡Maldición, Brennan, yo era sólo un mes mayor cuando me dijiste que nunca entrara al jardín hidropónico del Holandés Errante!

—Censúrate —dijo Brennan, y cortó.

Roy se recostó en la silla de impacto. Una pesada depresión lo acosaba. Por monstruo que fuese, Brennan había sido un amigo y un aliado. Pero ahora…

Ahora, súbitamente, el Protector se lanzó a una aceleración de tres ge. Roy se hundió hacia atrás. Su boca se abrió por el golpe. Entonces, con toda la fuerza de su ahora musculoso brazo derecho, él alcanzó los controles y encontró un botón rojo. Pero estaba bajo una protección cerrada; la llave estaba en su bolsillo. Roy la buscó, maldiciendo fluentemente con su escaso aliento. Brennan deseaba inmovilizarlo a base de gravedad, pero no iba a conseguirlo. Se estiró bajo tres ge, abrió la guarda, pulsó el botón.

El cable que unía la nave al Protector estalló, dejándola libre. Estaba cayendo.

Le tomó todo un minuto llevar el impulsor a funcionamiento completo. Comenzó un giro de noventa grados; probablemente el Protector no podría igualar el radio de giro de la pequeña nave de carga. A través de la portilla veía la llama del impulsor intrasistema del Protector flotando a un costado. De repente, la vio apagarse…

¿Por qué había apagado Brennan el impulsor? Bah, no importaba. Siguiente paso: el comunicador láser y advertir a Hogar.

Asumiendo que estuviera en lo correcto… Pero no se atrevía a asumir nada más, por ahora. Brennan podría explicarse a sí mismo después, diciendo que era un espacionauta de Hogar, llevando nada más que un traje de presión, y diciéndoles que Roy se había vuelto loco.

Tal vez fuera cierto.

Giró el comunicador láser hacia Hogar y comenzó a sintonizarlo. Sabía la frecuencia que buscaba, y el lugar…, si estaba en el hemisferio correcto del planeta.

¿Qué estaría haciendo Brennan ahora? ¿Qué podría hacer? Había poca voluntad libre en un Pak… y un armamento de todos los diablos en la barquilla de armas del Protector. Estaba por matar a Roy Truesdale. Eso sería lo que estaría por hacer.

Hogar parecía estar vuelto del lado equivocado. La colonia era grande, tanto como una nación de tamaño mediano, pero estúpidamente le había dado la espalda. ¿Y dónde estaba el rayo asesino de Brennan?

La impulsión del Protector seguía apagada. No trataba de cazarlo, entonces. ¿Estaría él aún a bordo de la nave?

Roy vio entonces una posibilidad. Irracional, pero no había tiempo para pensar: se lanzó fuera de la silla de impacto y corrió por la escalerilla. Las armas estaban en la escotilla, y la puerta interior estaba aún abierta. Roy arremetió adentro, tomó uno de los láseres de la pared, y saltó atrás antes de que la puerta se cerrara tras él.

No se había movido.

Pero si Brennan no estaba a bordo del Protector…

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