El protector (30 page)

Read El protector Online

Authors: Larry Niven

Entonces, irracional como era, Brennan debía estar tratando de salvar la situación y a Roy Truesdale también. Para hacer eso debía abordar la nave de carga. Un hecho de imposible heroísmo… pero Roy podía imaginarlo disponiendo la impulsión del Protector para un corte automático, luego saltando hacia la nave de carga justo cuando Roy cortaba el cable. Cayendo en el casco, soldando una línea antes de que Roy pudiera arrancar el motor. Entonces, regresando por la línea hacia la escotilla.

¿Imposible? ¿Qué cosa era imposible para Brennan? Roy aprontó el arma, esperando a que se cerrara la puerta interior de la escotilla.

Le respondió un rugido y un destello tras de él. En medio de un remolino silbante de aire respirable, el monstruo Brennan entró a través del casco en el baño de la cabina, pasó a través de la puerta de la cabina y la cerró suavemente tras de sí. La puerta no era material de casco; se curvó suavemente bajo la depresión, pero resistió.

Roy levantó el arma.

Brennan arrojó algo. Llegó demasiado rápido para ver lo que era, y golpeó a Roy en el brazo derecho: el hueso se le astilló como fino cristal. Roy comenzó a girar por el impulso del impacto, su brazo balanceándose desde su hombro como algo muerto. El fusil láser se soltó de su mano, rebotó en la pared y volvió hacia él. Lo recogió con la mano izquierda al finalizar su giro.

Brennan estaba parado como un lanzador de béisbol en su montículo. Sujetaba un disco blando de lubricación de carbono, del tamaño de un disco de hockey.

Roy ajustó su agarre en el láser. ¿Por qué no lanzaba Brennan? Ahora deslizó el dedo en el gatillo, ¿por qué no lanzaba Brennan?

Disparó. Brennan saltó increíblemente rápido hacia la izquierda, pero no era tan rápido como la luz. Roy giró el arma siguiéndolo; el rayo cruzó el cuerpo de Brennan justo bajo la cintura.

Brennan se derrumbó, cortado por la mitad.

El brazo no le dolía para nada, pero el sonido de la caída de Brennan le dolió a Roy en sus tripas. Miró su brazo: se balanceaba, hinchándose como un melón y chorreando sangre por donde un fragmento de hueso se asomaba.

Volvió a mirar a Brennan. Lo que quedaba del monstruo se levantó sobre sus manos y vino por él. Roy se apretó contra la pared. La cabina se hacía redonda y giratoria. Shock. Él sonrió, mientras Brennan se acercaba.

—Tocado, monsieur.

—Estás herido —dijo Brennan.

Las cosas se ponían grises, perdiendo el color. Roy pudo intuir que el protector desgarraba su camisa para hacerle un torniquete bajo el hombro. Brennan habló en un susurro monótono, sin importarle que Roy lo oyera.

—Pude haberte matado si no fueras un pariente. Estúpido, estúpido. Que te parta un rayo, Roy Truesdale. Roy, escucha, debes vivir. Ellos podrían no creer en lo que está en la computadora. ¿Roy? ¡Maldición, escucha!

Roy se desmayó.

Estuvo delirando durante la mayor parte de lo que siguió. Se las arregló para hacer girar la nave de carga alrededor de Hogar, pero su técnica era torpe, y quedó en una órbita de escape. Las naves que llegaron a buscarlo estaban diseñadas para explorar el sistema interior, pero se las arreglaron para recuperarlo. Rescataron a Roy, el cuerpo de Brennan y la computadora de a bordo. El Protector debió ser abandonado a su suerte.

La herida de su brazo parecía suficiente explicación para el estado de coma en que lo encontraron. Pasó algún tiempo antes de que se dieran cuenta de que él estaba enfermo de algo más. Para entonces, dos de los pilotos estaban tan enfermos como él.

Tercera Parte: Protector

T
ERCERA
P
ARTE

PROTECTOR

«Una gallina es la forma que tiene un huevo de producir otro huevo»

—S
AMUEL
B
UTLER

C
ada protector humano debe despertarse de este modo. Un protector Pak se despierta siendo sensible por primera vez, pero un protector humano tiene recuerdos humanos. Se despierta con la cabeza clara, y recuerda, y piensa con cierto grado de vergüenza: he sido un estúpido.

Techo blanco, toscas sábanas limpias sobre un colchón suave. Pantallas movibles de colores pastel a ambos lados de mí. Una ventana ante mí; una vista de pequeños y torcidos árboles en un césped un poco manchado, todo bañado en una luz de sol un tanto anaranjada para ser de la Tierra. Facilidades primitivas y montones de espacio: estaba en un hospital en Hogar, y había sido estúpido.

Si Brennan sólo… Pero él no debía decirme nada. Estando ya tan cerca de Hogar, se infectó a sí mismo. En un apuro, Brennan necesitaría únicamente que él o su cuerpo llegaran a Hogar. Y siguiendo el mismo razonamiento, había permitido que yo lo atrapara.

Él me había contado la mayor parte. Aquello tras de lo cual realmente estaba, cuando vivía más allá del límite del Sistema Solar, y teniendo su suministro de árbol de la vida atrás en Marte: una variante del virus del árbol de la vida que pudiera vivir en una manzana, una granada o algo. Lo que había obtenido, según dijo, era una variante que podía crecer en un ñame, abonado con óxido de talio. Pero en algún momento había obtenido o creado una variedad que podía crecer dentro de un ser humano.

Eso es lo que había estado planeando sembrar en Hogar.

Era un truco malvado para hacerle a una colonia indefensa. Tal virus probablemente no se limitaría a infectar a quienes estuvieran entre los límites de edad correctos. Mataría además a todos los que no estuvieran entre los cuarenta y sesenta años, aproximadamente. Hogar habría terminado siendo un mundo de protectores sin hijos, y Brennan habría tenido su ejército.

Me levanté, y sobresalté a una enfermera. Ella estaba del otro lado de una pared de plástico flexible. Estábamos sellados dentro con nuestra infección. Había dos filas de camas, y en cada una de ellas un protector a medio cambiar mostrando signos de inanición. Probablemente todos los proto-protectores de Hogar estaban en este cuarto: veintiséis de nosotros.

¿Y ahora qué?

Lo pensé, mientras la enfermera llamaba al doctor y éste se ponía un traje de presión. Fue muchísimo tiempo, ¡mis pensamientos se movían tan rápido! La mayoría de los problemas no eran tan arduos como para ser interesantes. Controlé toda la cadena de la lógica de Brennan, luego comencé de nuevo. Por el momento debía creer lo que Brennan había dicho acerca de los mismos Pak. No había inconsistencias en ese cuadro; él había mentido brillantemente, en caso de que hubiera mentido, pero yo no podía ver el motivo. Había visto las naves Pak directamente… a través de los instrumentos de Brennan, claro. Bueno, yo podría verificar eso diseñando independientemente de él un generador de gravedad inducida.

Una mujer joven y rubia vino a través de una escotilla deslizante. Yo la asustaba por ser a la vez horrible y móvil, pero ella educadamente trató de disimularlo.

—Necesitamos comida —le dije—. Todos nosotros. Estaría muerto ahora si no hubiera estado cargando un montón de músculos extra cuando pesqué la infección —ella asintió y habló con la enfermera a través de un micrófono como un lápiz.

Me hizo un examen físico. Le dije lo suficiente como para disgustarla mucho. Yo debía estar muerto, o paralizado por la artritis, según las reglas de la medicina. Hice algunos ejercicios para probarle que estaba saludable, aunque me contuve para que no supiera qué tan saludable.

—No es una enfermedad incapacitante —le dije—. Seremos capaces de llevar vidas normales una vez que la infección haya corrido su curso. Sólo afecta a la apariencia. ¿O ya lo ha notado?

Se sonrojó. La miré debatirse consigo misma acerca de cómo decirme que había perdido toda esperanza de tener relaciones sexuales normales. Seguramente decidió que yo no podría aceptarlo por ahora.

—Deberá hacer algunos ajustes en su vida —dijo delicadamente.

—Eso supongo.

—Esta enfermedad, ¿es de la Tierra?

—No; del Cinturón, afortunadamente. Eso la hace mucho más fácil de controlar. En realidad, pensábamos que estaba extinta. Si yo hubiera imaginado que había la menor probabilidad de que… bueno.

—Espero que pueda decirnos algo acerca del tratamiento. No hemos sido capaces de curar a ninguno de los enfermos —dijo—. Todo lo que intentamos los pone peores. ¡Aún los antibióticos! Perdimos a tres de ellos. Los otros no parecían empeorar, de modo que los dejamos solos.

—Qué bueno que se detuvieran antes de llegar a mí.

Ella pensó que eso era insensible de mi parte. Si hubiera sabido…

Yo era el único hombre en Hogar que había oído la palabra Pak.

Pasé los siguientes días alimentando forzadamente a los otros pacientes. No hubieran comido por sí mismos; faltaba el olor y sabor de la raíz del árbol de la vida en la comida normal. Todos estaban cerca de la muerte. Brennan supo lo que hacía cuando me hizo criar todo ese músculo extra.

Entretanto, aprendí todo lo que pude acerca de las industrias en Hogar. Usé las cintas de la biblioteca del hospital. Preparé una defensa posible contra un ataque Pak, usando probablemente no más de dos millones de criadores —debíamos establecer una dictadura, porque no había tiempo para nada más; perderíamos algo de la población de esa manera— y exactamente veintiséis protectores. Preparé líneas alternativas de defensa usando veinticuatro y veintidós protectores, en caso de que no todos consiguieran lograr la transición. Pero esos fueron sólo problemas de pensamiento. Veintiséis no eran suficientes, ni siquiera aproximadamente suficientes. Al menos, no por lo que yo me estaba informando acerca del nivel de civilización de Hogar.

En seis días empezaron a despertarse. Veinticuatro de nosotros. Los doctores Martin y Cowles habían recibido la infección de sus pacientes; ellos aún estaban cambiando.

A medida que los otros pacientes fueron despertando, pude ponerlos a trabajar en esto. Ellos sabían más acerca de Hogar; podrían conseguir respuestas distintas a las mías. Esperé. Había tiempo. Los exploradores Pak estaban a nueve meses de distancia.

Imaginé formas de destruir Hogar, usando un par explorador Pak. Rediseñé el Protector, aprovechando lo que había aprendido de los exploradores Pak desde que Brennan construyó el Protector.

Era algo maravilloso hablar a hombres cuyas mentes igualaban a la mía. Pobre Brennan. Hablé rápido, sabiendo que eso y mi acento llanero me harían incomprensible para todo criador que pudiera estar escuchando. Mientras yo hablaba, los noveles protectores se movían por el cuarto probando sus músculos y sus nuevos cuerpos; y aun así podía darme cuenta que ellos no se estaban perdiendo una palabra de lo que yo decía. Cuando terminé, pasamos varias horas discutiendo la situación.

Debíamos descubrir si Brennan pudo haber falsificado las vistas de la flota y los exploradores Pak. Fuimos afortunados: Len Bester era un reparador de tubos de fusión; era perfectamente capaz de diseñar un generador de gravedad inducida. Aseguró que podría funcionar, nos dio suficiente teoría como para convencernos, y nos dijo cómo podía hacer que se comportara. Decidimos aceptar el telescopio de gravedad de Brennan, y la flota Pak. Pero por otra parte, había mil maneras en que se podía haber falsificado lo que yo había visto de los exploradores Pak.

No haríamos más verificaciones de la historia de Brennan, aparte de su consistencia interna, que también verificamos. Hicimos nuestros planes de acuerdo con ello.

Irrumpimos a través de la escotilla de plástico y nos repartimos a través del hospital. Todo ello antes de que el personal del hospital supiera que había pasado. Los confinamos hasta que el virus del árbol de la vida los dejara durmientes. Muchos desearon continuar cuidando a sus pacientes. Se los permitimos; pero tuvimos que destruir todos los suplementos médicos. Existía el peligro de que cuando la gente comenzara a colapsar por el virus del árbol de la vida, otros revolvieran su fisiología tratando de curarlos.

La policía de la ciudad de Claytown pronto rodeó el hospital, pero para entonces calculábamos que todo humano en el hospital estaba infectado. Nos dispersamos en la noche.

En los días que siguieron atacamos hospitales, droguerías, la única planta farmacéutica. Destruimos estaciones de televisión para frenar la dispersión de las noticias. La gente entraría en pánico si sabían de una nueva enfermedad que tomaba las mentes de sus víctimas y comenzaba a esparcirse inteligentemente. Además, hubieran encontrado la verdad no menos horrible.

Igual hubo bastante pánico. El populacho de Hogar luchó contra nosotros como si fuéramos demonios del Infierno. Diez de los nuestros murieron, en ocasión de ser rodeados y viéndose impedidos a matar a potenciales protectores.

Y seis más fueron atrapados por nosotros mismos cuando trataban de salvar sus familias, equipándolos con trajes de presión o tiendas de presión que los mantuvieran a salvo del virus, y escondiéndolos donde pudieran. Pero a éstos no fue necesario matarlos por traidores; simplemente los confinamos hasta que los criadores en cuestión estuvieron muertos o en transición.

En una semana estaba hecho. En tres semanas comenzaron a despertarse todos y comenzamos a construir nuestras defensas.

Ha parecido razonable novelar este informe. Mucho es conjetura. Yo nunca conocí a Lucas Garner, Nick Sohl, Phssthpok, Einar Nilsson y otros. Pueden tomar a Truesdale como una verdad básica, en la teoría de que yo nunca mentiría sin una razón. El resto es probablemente exacto.

Aún así, Brennan lo dijo primero: «No estoy seguro de que yo merezca aún el nombre con el que nací». Roy Truesdale era otro. Roy Truesdale hubiera muerto tratando de prevenir lo mismo que yo he hecho en Hogar.

Tenemos buenas razones para no emitir esto de vuelta al espacio humano, no todavía. Brennan tenía razón: la existencia de protectores puede alterar el desarrollo de la civilización humana. Será mejor que piensen que Hogar fue una colonia fallada, arrasada por una enfermedad. Quizá la enfermedad aún deba atrapar a varios visitantes humanos que lleguen al planeta… Inevitablemente morirán en la transición o se despertarán como protectores. En este último caso, mirarán a su alrededor y llegarán a las mismas conclusiones que nosotros. Hay poco libre albedrío en un protector.

Pero la flota Pak permanece delante de nosotros, aunque los exploradores Pak ya se han ido. Eso fue divertido: instalamos ciudades maqueta por todo Hogar, sólo luces de ciudades y líneas de autopistas y fuentes de fusión para que simularan plantas de potencia. Nunca se les ocurrió a los exploradores Pak que nosotros pudiéramos considerar a Hogar algo prescindible.

Other books

Tunnel Vision by Davis, Aric
Thomas M. Disch by The Priest
The Tormented Goddess by Sarah Saint-Hilaire
Ticker by Mantchev, Lisa
The Colossus of Maroussi by Miller, Henry
Enemy Mine by Lindsay McKenna
Before the Throne by Mahfouz, Naguib
Prince Across the Water by Jane Yolen and Robert J. Harris
The Last Witness by John Matthews