La Corporación (37 page)

Read La Corporación Online

Authors: Max Barry

Tags: #Humor

—¿Qué es lo que hacen? —pregunta alguien detrás de Holly. Ella es incapaz de responder. No puede respirar. Lleva trabajando cuatro años en la empresa y en todo ese tiempo nada ha tenido sentido para ella. Al principio pensó que era cosa suya.

Las palabras salen entrecortadamente del fondo de su pecho:


Somos un
estudio.

—Una de las razones por las que es una buena noticia —prosigue Jones— es que cualquiera puede acceder a los archivos del proyecto desde cualquier ordenador del edificio. Se encuentran en la unidad de red R. Otra es que podéis acceder a las cámaras sin necesidad de ir a la sala de control de la planta trece. Además, dispone de sonido. Me han dicho que las imágenes son un poco difusas aún, pero…

Hasta ahí llega cuando ve que Blake lo empuja fuera de su silla.

Freddy navega por la unidad R. Al principio no se aclara porque todo está organizado por nombres de proyectos, pero luego encuentra un directorio de archivos de empleados que contiene uno titulado «Carlson-F». Dentro hay enlace hacia todos los proyectos en los que Freddy se ha visto involucrado. Hay cinco en total. El primero, el proyecto 161, se titula «Denegación de gratificación y motivación». Debajo, en las instrucciones, dice: «Bloquear todas las promociones con independencia del rendimiento».

Es el primer día de vuelta al trabajo para Gretel. Se siente mucho mejor y el tablero de luces está apagado. Tiene la sensación de que puede incluso tomarse un respiro para comer.

En ese momento parpadea la luz del tablero.

—Recepción. Buenas tardes.

—Gretel, soy Holly Vale, de Servicios de Personal. ¿Te importaría subir?

—Estoy en la centralita.

—Ya lo sé. Pero hay algo que debes ver.

Elizabeth sale con sentimiento de culpabilidad de la oficina de Roger. Tiene el cuerpo tenso, dispuesto a soportar acusaciones como «¿qué es lo que estabas haciendo allí?», pero nadie le dice nada. De hecho, el departamento está inusualmente tranquilo. Levanta la vista y no ve a nadie.

Reacciona tardíamente al pasar por el primer cubículo. Hay cinco o seis personas apiñadas en él, mirando el monitor. Nadie emite el más mínimo ruido. Por curiosidad se acerca por detrás, se pone de puntillas y mira por encima de sus hombros. Ve la pantalla. Al principio lo que ve no tiene ningún sentido, pero luego empieza a adquirirlo y su mano baja hasta su abdomen.

Blake coge a Jones por las solapas de la camisa y lo zarandea. La cabeza de Jones rebota sobre la moqueta.

—¿Qué has hecho?

—Suéltalo —ordena Eve, que sigue en pie.

Blake aparta las manos como si Jones tuviera una enfermedad contagiosa.

—Vamos a hacer una cosa —dice Eve—. Vamos a ir ahora mismo a la planta trece y empezaremos desde allí.

Freddy descubre un archivo dedicado a Megan, lo abre y encuentra su número de teléfono. Luego se abre paso por entre la multitud para llegar hasta el teléfono y marca el número.

—¿Dígame?

—¿Megan? Soy Freddy Carlson.

Hay un silencio y añade:

—De Zephyr.

—Ah, perdona, no te había conocido. ¿Qué ocurre?

—Bueno… —dice Freddy.

El ascensor termina lleno a reventar, pero todos los miembros del proyecto Alpha consiguen meterse en él. Casi todos evitan mirar de frente a Jones, excepto Blake, que lo mira con franca hostilidad, y Tom, que lo mira con cierta compasión. A mitad de camino, Tom dice:

—¿No lo has hecho, verdad?

—No seas capullo, Tom —dice Blake.

—¿Pero por qué? ¿Por qué ibas a hacer algo así?

—Porque se merecen algo mejor —dice Jones—. Y porque yo no.

Nadie responde a eso. Cuando llegan a la sala de control, se quedan mirando los monitores en completo silencio.

Eve lo rompe con un grito.

Un grito corto y agudo, un grito de pura frustración. Todos se sobresaltan, incluso Jones. Blake, aparentemente afectado, dice:

—¡Por Dios, Eve!

—¿Creías que hablaba
en broma
? —le grita Eve a Jones—. ¿De verdad lo pensaste?

—No, Eve —responde Jones.

Eve rebusca el teléfono móvil en su bolso.

—Tú mira esos monitores y ten algo presente: es culpa tuya. Te avisé de lo que sucedería si se lo decías. Tú eres el responsable de lo que va a ocurrir.

Nadie está enfadado. Están demasiado perplejos.

—Es una broma —dice un contable de la planta séptima, pero nadie le responde. No parece una broma. Todos miran hacia sus mesas, con sus bandejas de entrada llenas de tareas inútiles. Por primera vez, Zephyr parece cobrar algo de sentido.

Todas las luces de los contestadores automáticos se encienden al mismo tiempo. Un murmullo recorre el edificio antes de coger el auricular.

—Hola a toda la plantilla desde Recursos Humanos y Protección de Activos.

Es una voz femenina, con un tono suave. Casi ningún empleado de Zephyr la reconoce. Las manos de Freddy, sin embargo, se crispa sobre el auricular y Holly nota una contracción en sus entrañas.

—Me llamo Sydney Harper y he de anunciar una serie de cambios excitantes que se han producido hoy en la Corporación Zephyr, así que, por favor, presten la debida atención al mensaje de voz. Como bien saben, la semana pasada la mayor parte de Dirección General presentó su dimisión, lo que obviamente ha alterado nuestra estructura organizativa. Recursos Humanos ha trabajado sin descanso hasta encontrar una solución efectiva al problema. Tras extensas consultas entre los miembros de Recursos Humanos y los que aún quedan de Dirección General, creemos que hemos encontrado un plan para maximizar nuestros recursos durante este difícil periodo de transición.

»A partir de este momento, todos los puestos de trabajo quedan vacantes. Por tanto, los empleados pueden presentar una solicitud para sus actuales trabajos o, si lo desean, para otro puesto diferente. Toda la información necesaria se encuentra en el tablero de anuncios. Adiós.

Ese es el mensaje. Los empleados, anonadados, cuelgan los auriculares. Se miran entre sí, pero ninguno tiene respuestas. Lentamente se levantan de sus asientos y se dirigen a los ascensores. Los más jóvenes no comprenden nada y creen que incluso resulta excitante.

—¿Puedo presentar mi solicitud para cualquier puesto de la empresa?

Los demás intercambian miradas de preocupación. Eso no es lo que ellos han interpretado. Para ellos, el mensaje significa que están todos despedidos.

El tablón de anuncios es un enorme tablero de corcho que cuelga de una de las paredes de la cafetería, o mejor dicho, de lo que era la cafetería antes de que externalizaran el servicio de
catering
. La Corporación Zephyr mantiene desde hace ya bastante tiempo la política de anunciar toda vacante en el tablero con el fin de garantizar que el proceso de contratación sea completamente abierto y transparente; también publicitaba de forma totalmente abierta y transparente quién estaba interesado en dejar su actual puesto de trabajo. Los empleados que se acercan a mirar el tablero de anuncios notaban las miradas de sus compañeros. Oían cómo comenzaban a correr los rumores desde aquel mismo momento. Recientemente, sin embargo, el tablero de anuncios casi siempre ha permanecido vacío, prueba siniestra y palpable de lo mal que andaban las cosas. Luego se externalizó el servicio de catering, la cafetería cerró y no había ningún motivo para mirar el tablero.

Hoy, sin embargo, hay una sola hoja de papel colgando en el centro de una chincheta negra. Es breve y directa.

NO HAY VACANTES EN ESTE MOMENTO

Departamento de Recursos Humanos y Protección de Activos

Entonces es cuando los empleados se enfadan.

Eve se deja caer pesadamente en la moqueta: un momento está sentada y al siguiente vuelve a estar de pie. Los demás agentes también dan vueltas, incómodos y mirándose entre sí.

—Bueno —dice Blake—. ¿Estarás contento, verdad, Jones? Has conseguido que despidan a todos.

—No pierdas el tiempo.

—Estoy deseando ver cómo se lo explicas. Va a ser de lo más gracioso y pienso quedarme por aquí para ver la expresión que pones cuando te des cuenta de cómo te odian por ello.

Jones mira los monitores.

—Estoy seguro de que habrá odio de sobra para todos.

En el vestíbulo, un grupo de empleados —quizá la palabra más adecuada sería «turba»— observa mientras un hombre arremete contra la puerta de las escaleras.

Eso provoca un murmullo de alarma entre los agentes.

—¿Llamamos a los de Seguridad para que vengan? —pregunta Mona.

—Los de Seguridad no se van a poner de nuestro lado, Mona —responde Eve desde el suelo.

—No hemos hecho nada ilegal —dice Tom—. No tiene nada de malo lo que hemos hecho.

Jones se ríe.

—¿Son resistentes esas puertas? —pregunta Mona.

Hay un grito ahogado general.

—Por lo que se ve, no —dice Jones.

El sol se pone en la Corporación Zephyr. El edificio está bañado de un color amarillo naranja, como si estuviese en llamas. Los cristales arden con tal intensidad que parecen disolverse.

Un grupo de hombres sube por las escaleras de cemento. Las escaleras retumban por los pasos y el sonido reverbera en las paredes y duplica su intensidad.

—¡Deberíamos matarlos a todos! —grita alguien—. ¡
Deberíamos matarlos a todos
!

Mona lanza un gemido estridente que no cesa ni cuando Blake coge el teléfono para llamar a emergencias. Trata de hacerla callar mientras habla con la operadora y le dice que necesitan ayudan
de inmediato
porque están a punto de
ser atacados
. Algunos agentes salen corriendo de la sala de control para formar barricadas en las oficinas o esconderse bajo las mesas, supone Jones. Se arrodilla al lado de Eve. El pelo le cae por delante de la cara. Él lo aparta con cuidado y se sorprende al ver que está llorando.

—Le digo que son cientos, señorita —dice Blake hablando aún por teléfono—. Literalmente cientos de personas, ¿lo entiende?

Eve mira a Jones.

—Van a conseguir entrar aquí.

—Lo sé.

Ella le coge de la mano.

—Tienes que detenerlos, Jones. Por favor.

—¿Cómo narices voy a hacerlo?

—Por favor —su cuerpo tiembla—. Por favor, Jones, nos harán daño.

Jones no responde.

—Por favor, Jones, no dejes que me pongan la mano encima —
grita Eve.

La planta número trece no está señalada como tal, por supuesto. En la puerta hay un letrero que dice «Mantenimiento», pero está entre la planta doce y la catorce y, si la buscas, no resulta difícil encontrarla. El primero en llegar es un hombre con las mangas remangadas hasta la altura de sus abultados bíceps; probablemente usuario habitual del gimnasio hasta hace poco. Trata de girar el pomo de la puerta, pero está cerrada con pestillo. Le da un manotazo a la puerta en señal de frustración. Del otro lado se oye un grito asustado. El hombre se da la vuelta y grita por el hueco de las escaleras:

—¡Están aquí!

Blake va de un lado a otro sobre la moqueta. Cuando se alisa el pelo, le tiemblan las manos. De repente coge el parche que tiene en el ojo, se lo arranca y lo tira a la moqueta. La piel alrededor del ojo es gris y brillante. Algo —o alguien— choca contra la puerta de las escaleras y Blake pega un brinco.

—Debemos construir una especie de barricada —dice con voz tensa—. Algo que impida… —se da la vuelta—. Jones. Jones. ¿Cuál es tu plan?

Jones levanta la cabeza.

—¿Qué?

—Tu plan. Sí, de acuerdo. Muy bien, nos has ganado. Has acabado con Alpha. Felicidades. Pero ahora dime: ¿cómo vas a salir de ésta? No lo habrías hecho si no tuvieras una vía de escape al menos para ti.

Jones siente simpatía por él; no mucha, pero sí algo.

—Lo siento.

Blake lo mira fijamente y luego se echa a reír. Es una carcajada aguda y rota, y se corta cuando se oye otro golpe en la puerta de las escaleras.

Eve se ha hecho un ovillo encima de la moqueta. Jones piensa en decirle que se mueva. No es una buena idea que se quede allí, bajo el banco de monitores, cuando toda esa gente logre entrar. Eso empeoraría aún más las cosas.

Jones le acaricia el pelo y le dice:

—No creo que Zephyr externalice nada más —murmura Jones mientras cede el cerrojo de la puerta de las escaleras y la puerta se abre de golpe.

Jones oye a Mona gritar. Luego a otra persona, aunque no sabe a ciencia cierta si se trata de una voz masculina o femenina. Un aullido ahogado que jamás olvidará:


¡Sólo somos gente de negocios!
¡Sólo somos gente de negocios!

Elizabeth recorre el pasillo hasta llegar al ascensor. Regresa a Servicios de Personal para echar una última mirada de despedida, pero no hay nada que valga la pena mirar. Sus compañeros de trabajo ya se han marchado en busca de venganza y la decoración no tiene nada de especial. Ni siquiera se parece a la planta catorce, donde al menos hay un panel divisorio, el Muro de Berlín. En ese nuevo departamento no hay nada que merezca la pena recordar.

Quizá por eso se siente tan alegre de marcharse. Cuando llega al ascensor, no se lo piensa y entra directamente. A medida que desciende, su ánimo se eleva. ¡A paseo!, piensa. Siente deseos de echarse a reír.

Solía enamorarse de sus clientes. ¿Qué clase de persona hace algo así? Elizabeth aún no definiría como amor lo que siente por el embrión que tiene en sus entrañas, pero sabe que ese sentimiento está empezando a brotar. En comparación con su lugar de trabajo… bueno, no hay comparación que valga. Cuando piensa en la persona que era hace tan sólo cuatro meses, apenas se reconoce.

Se pregunta qué echará de menos de la Corporación Zephyr, ese lugar que ha dominado su vida durante más de una década. Sin embargo, cuando se pone a rememorar, lo único que le viene a la cabeza es el momento en que, sentada en los aseos, se dio cuenta de que estaba embarazada. Por eso, cuando la puerta del ascensor se abre en el aparcamiento y ve la rampa, y la luz que entra por ella, se dice: no mucho.

Capítulo 6

ABRIL

Aplauden con todas sus ganas, apasionadamente y durante demasiado rato, incluso cuando vuelven a encender la luz. La sala está atestada de gente, por eso el aplauso retumba como un trueno. Jones, que sabe que no es una estrella de rock, se siente incómodo. Se baja del podio y camina entre la audiencia, que se levanta de sus asientos y lo rodea con una mezcla de admiración y horror en el rostro.

Other books

QuarterLifeFling by Clare Murray
The Believers by Zoë Heller
Covert Evidence by Rachel Grant
Doomed Queens by Kris Waldherr
A Mating of Hawks by Jeanne Williams
Maybe Yes by Miles, Ella