Monster High (11 page)

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Authors: Lisi Harrison

Tags: #Juvenil

El grito ahogado colectivo fue lo único que hizo entender a Melody que lo que estaba sucediendo no era producto de su imaginación. Luego llegó la parte en la que los labios de Deuce, previamente untados de brillo, se relajaron y le devolvieron el beso. Y la parte en la que Melody percibió el olor de la cazadora de cuero que el traía. Y la parte en la que abrió los ojos un segundo y vio el reflejo en las gafas de sol de Deuce, junto al reflejo de la mitad de los alumnos del instituto, situados a sus espaldas.

“¡Lo estaba haciendo, de verdad!”

Melody se apartó. En lugar de pensar en los choques de palmas con que Bekka y Haylee la felicitarían, o en el respeto que se ganaría por parte de sus compañeros, o a la maravillosa humillación a la que sometería a Cleo, o en el daño que se podría haber causado a sí misma, sólo era capaz de pensar en Jackson, y preguntarse si a él le habría molestado.

—¡Bieeeeeen! —gritaron Bekka y Haylee a pleno pulmón. Era la primera vez que alguien la vitoreaba desde que dejara de cantar.

—Lo siento —se disculpó ante Deuce con un suave murmullo.

—Yo no —susurro él con una sonrisa.

—No estuvo mal —Cleo aplaudió la improvisada actuación con palmadas lentas y acompasadas—. La próxima vez, procura no poner cara de estreñida —hizo todo lo posible por mostrar indiferencia, pero sus ojos húmedos la delataban.

Melody no respondió. En cambio, volvió la vista a las manos de Cleo en busca de las flores de cerámica de Jackson. Pero sus puños, repletos de anillos, no contenían más que furia. Jackson había desaparecido.

—¿Estás bien? —preguntó Cleo a Deuce, como si lo hubieran atacado. Su expresión crispada daba a entender que luchaba por recuperar la compostura con la determinación de un jinete de rodeo.

—No… no lo sé —con apariencia aturdida, Deuce se restregó su frente bronceada—. ¿Qué paso? —preguntó mientras se apoyaba en la pared como si tuviera a punto de desmayarse.

Lo de besar se le daba bien lo de actuar, no tanto.

—¿Nos dejan un poco de espacio libre?—preguntó Cleo con tono indignado. Los mirones se dispersaron y formaron una serie de círculos secundarios.

Melody abrió de un empujón la puerta de doble hoja desesperada por respirar aire fresco. En lugar de una refréscate bofetada en las mejillas, se encontró con lo que recordaba a una toalla húmeda. Una capa de niebla envolvía el estacionamiento. La hilera de faros del atasco propio de la hora pico en el instituto destacaba sobre el escurridizo asfalto como si fuera un gigantesco marcador fluorescente, y los limpiaparabrisas luchaban sin descanso contra el incesante chaparrón. Aunque para Melody no era problema que se le mojara la ropa ya tenía el cuerpo entumecido.

—Espera, superestrella —la llamó Bekka, salpicando el agua en los escalones con sus botas amarillas de goma. Haylee corría a su lado.

Melody se detuvo en seco. No porque Bekka se lo hubiera pedido, sino porque vio algo en un charco, junto a sus Converse empapados. Algo por lo que valía la pena detenerse.

—Oh, oh —gruño Bekka.

Haylee ahogó un grito.

Melody se quedó sin palabras.

Todo cuanto necesitaba decirse estaba tallado con letra diminuta en uno de los pétalos del ramo de flores de cerámica, ahora hecho añicos.

“PARA MELODY”.

CAPÍTULO 10

CORTOCIRCUITO

El sábado seguía lloviendo. Con un ruido seco, Frankie abrió su paraguas del tamaño del Astrodome y el color del césped artificial y, a toda velocidad, se plantó bajo el aguacero. A pesar de la gruesa capa de F&F Aqua —la línea resistente al agua— que se había aplicado, la luz del día atravesaba el tejido del tono del licor de menta y arrojaba sobre su mano un resplandor verdoso.

«¡Ja!»

Le habría encantado comentar la ironía con las chicas a bordo del Cadillac Escalade negro. Pero era imposible. Tenían que tomar a Frankie por una normi. Sus padres, que observaban desde la puerta, suponían un silencioso recordatorio de la circunstancia.

Se giró y agitó la mano.

—Hasta luego.

Viktor y Viveka le devolvieron el gesto la preocupación tras los ojos de ambos entristecía las sonrisas de sus rostros.

—Que te diviertas en la biblioteca —dijo Viveka elevando la voz por encima de un trueno y ajustándose su chalina negra.

—Gracias —respondió Frankie, de cuyos dedos se escapó una pequeña chispa de electricidad que ascendió por la vara del paraguas. Era su primera mentira. Y la hizo sentirse peor de lo que había imaginado. Oscura. Estresada. Solitaria. Pero si sus padres se enteraban de que iba a ir a un spa para normis con Blue, Lala y dos chicas electrizantes que había visto por el instituto pero que aún no conocía, Viktor y Viveka se habrían agobiado por la posibilidad de que la auténtica piel de su hija quedara al descubierto. Pero cuando Lala mencionó que los hijos llevan siglos mintiéndole a sus padres, Frankie decidió probar. Al fin y al cabo, Vik y Viv quería que encajara entre las normis. Y si las normis mentían…

Blue sacó la cabeza por la ventanilla del auto. Los remolinos del cabello rubio que llevaba recogido en lo alto de la cabeza hacían pensar en una porción de dulce de azúcar mezclando con mantequilla, y sus facciones angelicales estaban libres de maquillaje.

—Buenos días, señores —agitó la mano, dejando al descubierto un guante de piel púrpura que le llegaba al codo.

—Hola, Blue —respondieron ellos. De pronto, se mostraron aliviados.

Frankie sonrió. Daba la impresión de que sus padres conocían a todos los vecinos de la calle. Y ella misma no tardaría en conocerlos.

—A tus tíos les gustará esta lluvia, ¿no? —preguntó Viktor con un dejo de familiaridad.

——Les encanta —Blue abrió la boca y levantó la cara en dirección al cielo cubierto de nubes. Frankie envidiaba su libertad y ansiaba que llegara el día en que ella misma pudiera sentir la caricia de una gota de lluvia en su mejilla desnuda. Pero entonces…

Se subió a toda prisa al todoterreno urbano para evitar que se le corriera el maquillaje y forcejeó para cerrar el paraguas sin empapar el suave cuero color canela del interior, que despedía el olor a ámbar de los vehículos de lujo.

—Guau —se colocó a los pies su bolsa de lona con la leyenda «EL VERDE ES EL NUEVO NEGRO»—. Qué coche tan bonito.

—Gracias —Lala sonrió con los labios aferrados a la dentadura.

—Se lo compraron a BeyonJay —bromeó Blue.

—¿No sería a Jay-B? —apuntó la desconocida morena sentada junto a la ventanilla.

Todas se echaron a reír.

—Me llamo Frankie —sonrió y tuvo la precaución de no saludarlas con un apretón de manos.

—Cleo —dijo la chica sentada a su lado. Tenía ojos tristes, del color azul eléctrico de su camiseta de amplio escote y electrizantes mechas doradas en el pelo. Frankie se preguntó cómo era posible que una belleza tan exótica diera una imagen de tanto desconsuelo. ¿Cómo podía pasarte algo malo siendo así de guapa? ¿Acaso le apretaban demasiado los
leggings
a rayas con estampado de tigre?—. No sabía que los señores Stein tuvieran una hija.

La chica situada al otro lado de Cleo soltó una risita.

—¿Te refieres a mí? —Frankie, incómoda, se rebulló en el asiento.

Cleo elevó sus arqueadas cejas y asintió lentamente como diciendo «¿A quién más me iba a referir?»

—Sí. El caso es que, hasta ahora, siempre he estudiado en casa…

—Oye, Frankie —interrumpió Blue—. ¿Ya te presentaron a Claudine?

—Hola —dijo mientras abría de un tirón un paquete de rebanadas de pavo orgánico deshidratado. Su belleza —ojos marrón amarillento, maraña de risos castaños, largas y cuidadas uñas pintadas de color bronce— era tan llamativa como la de Cleo, aunque de un modo más feroz, más salvaje. No obstante, su forma de vestir parecía más sosegada: estilo norteamericano clásico con un toque del antiguo
glamour
de Hollywood. El
blazer
negro entallado, la sudadera lila con capucha, los jeans oscuros ceñidos y la decoración de pulseras de bolas de plástico blanco que le cubrían el brazo eran la viva imagen del catalogo de J. Crew, los grandes almacenes. Sin embargo, la estola de piel color tabaco que asomaba por el cuello del
blazer
era otra historia. Con sólo mirarlo, Frankie empezó a sudar. La calefacción del coche de Lala estaba a tope.

—Encantada de conocerlas a las dos —Frankie esbozó una amplia sonrisa mientras cruzaba los brazos sobre el suéter largo de cuello tortuga y color melocotón que tanta vergüenza le provocaba. El espantoso color hacía juego con su maquillaje, por si este se le corría. El anticuado modelo había sido diseñado para cubrirle la piel. Los
leggings
negros y las botas planas por encima de la rodilla eran el resultado de una discusión de una hora con Viveka en la que, por suerte, Frankie había salido victoriosa. ¿De veras su madre esperaba que también se pusiera leotardos color melocotón? Estaba muy bien para las niñas que se presentaban a los concursos de belleza infantiles, pero lo que Frankie pretendía era hacer amigas.

—¿Todas listas? —Lala subió al máximo el volumen del estéreo. Las voces de The Black Eyed Peas bramaron por los altavoces.

I gotta feeling that tonight’s gonna be a good night…

—¡Listas! —respondieron las chicas al unísono.

Lala piso el acelerador a fondo y salió del camino particular de los Stein con un chirrido de llantas.

I gotta feeling that tonight’s gonna be a good night…

Las chicas se desplomaron hacia atrás en sus asientos y estallaron en carcajadas.

—Seguro que a tus padres les encantó, ¿eh? —bromeó Blue mientras saltaba al ritmo de lamúsica.

—Da igual —Frankie se encogió de hombros. No quería pensar en sus padres. No quería pensar en la piel verde, ni en los normis, ni en que los tornillos aun le escocían por culpa de su recarga matinal. Sólo quería pasar el día en el spa con sus amigas. Y no por medio de un recuerdo implantado, o el alquiler de un DVD. Quería respirar el día. Vivirlo. Olerlo. Sentirlo. Y recordarlo para siempre.

—Oye, La —Claudine se inclino hacia delante—. ¿Alguna posibilidad de que bajes la calefacción? Aquí atrás, mis rebanadas de pavo deshidratado están a punto de convertirse en salsa.

Frankie sonrió. El calor resultaba insoportable.

—A lo mejor deberías quitarte la bufanda —sugirió, tratando de demostrarles que no era tan tímida como para no intervenir en plena conversación.

—Aaaah —vociferó Blue—. Díganme que no dijo nada.

Todas se echaron a reír con excepción de Claudine, quien con sus ojos marrón amarillento lanzó a Frankie una mirada asesina y soltó un gruñido de advertencia que parecía decir: «Ándate con cuidado, novata».

—Lo siento —murmuró Frankie, deseando poder retirar lo que fuera que hubiese ofendido a Claudine—. Sólo trataba de ayudar —pellizco la lana de su suéter, que parecía un saco de dormir—. Me estoy asando con este cuello tortuga, y se me ocurrió que… —Cleo le golpeó en la espinilla con su zapato dorado de plataforma—. ¡Ay! —empezó a soltar chispas.

Cleo y Claudine intercambiaron una mirada fugaz.

Sin perder un segundo, Frankie se sentó sobre las manos para amortiguar la descarga.

—¿Por qué me diste un puntapié?

—Trataba de evitar que siguieras poniéndote en evidencia —explicó Cleo.

¿Qué? —repuso Frankie, inclinándose hacia delante para frotarse la pierna dolorida.

—Cleo sabe de esas cosas —Lala apagó la música de golpe.

—¿Qué se supone que significa eso?

—Que tienes mucha experiencia a la hora de ponerte en evidencia, nada más —comentó Lala, deteniéndose en el semáforo en rojo.

El chirrido de los limpiaparabrisas fue el único sonido que se escuchó en el coche.

—¿Te importa explicarte? —insistió Cleo, con el tono de quien ya conoce la respuesta.

Los ojos oscuros de Lala localizaron a Cleo a través del espejo retrovisor.

—Me refiero a que te has pasado la semana metiéndote con mi chico delante de todos.

Frankie tenía ganas de saber de quién hablaban, pero decidió que sería mejor no preguntar. Ignoraba a quién podría ofender ahora.

—¿De veras piensas que lo estuve besando por

? —preguntó Cleo, que por su tono parecía sinceramente dolida.

—Pues sí —replicó Lala.

El semáforo cambió a verde.

—Arranca —Blue dio un ligero codazo a Lala.

Ésta piso el acelerador ligeramente y avanzó con lentitud a través del empapado cruce, al tiempo que aleteaba sus pestañas oscuras para reprimir las lágrimas.

—Mira La, lo hice por ti —Cleo colocó una mano en el hombro de sus amiga, forrada de cachemir rosa—. Estaba ligando con esa chica nueva, Melopea, y… en fin…

—¿Qué? —Lala sorbió por la nariz—. ¿Acaso es más guapa que yo?

—¡No!—gritaron al unisonó Blue, Claudine y Cleo. Seguramente, casi todo el mundo argumentaría que Melody era más guapa y que su belleza clásica superaba el estilo «desenfrenado» de Lala. Pero bajo ese modo de vestir gótico chic, y enterrada bajo aquellos ojos rodeados de delineador negro, yacía una silenciosa confianza. Con un conocimiento del mundo precoz para su edad, Lala era un viejo espíritu con encanto juvenil. La enigmática combinación hacía pensar a Frankie que cualquier cosa era posible.

—La, tienes mucho más que ofrecer que Melopea —aseguró Cleo, prácticamente escupiendo las palabras.

—Es verdad —Claudine se metió en la boca una rebanada de pavo deshidratado.

Pero se le estaba lanzando —prosiguió Cleo, implacable—, y si alguien no la detenía, lo habrías perdido por segundo año consecutivo.

Frankie miró a Cleo con un nuevo aspecto. Hermosa, leal y generosa, decía mucho a favor de las normis.

—D.J. sabe que estoy con Deuce —añadió Cleo—. Y también sabe que un beso mío no significa nada. Pero Melopea no tiene ni idea. Y ella es…

—Más guapa que yo —concluyó Lala con un suspiro.

—¡No es más guapa! —insistieron las chicas.

—¿Cómo creen que me siento
yo
? —Cleo soltó un suspiro—. Melopea le plantó un beso en público a Deuce para vengarse de mí y… —su voz se apagó.

—A Deuce no le gustó para nada —declaró Claudine, como si no fuera la primera vez que hubieran mantenido aquella conversación—. Estaba en estado de
shock
, nada más.

—Lo sé, ya lo sé —Cleo se limpió el rabillo del ojo con su camiseta azul y sorbió por la nariz otros fluidos que había intentado mantener adentro.

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