Punto crítico (35 page)

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Authors: Michael Crichton

Tags: #Tecno-Thriller

No tenía ganas de seguir. Todavía no había cenado, y necesitaba comer algo. Además, la única duda que tenía con respecto a esa lista de fallos era acerca de las lecturas de AUX. Había consultado a Ron, que le había dicho que la primera correspondía a la unidad de potencia auxiliar, la segunda y la tercera no estaban en uso, y la cuarta, AUX COA, se refería a una conexión instalada por el cliente. Pero, según Ron, allí no había nada, pues una lectura cero era normal. Se trataba de una lectura por omisión.

De modo que había terminado con la lista.

Su jornada había concluido.

Casey se levantó, se estiró y consultó el reloj. Eran las diez y cuarto. Debía dormir un poco, pensó. Después de todo, al día siguiente saldría en la televisión. No quería que su madre la llamara después del programa y dijera: «Cariño, parecías tan cansada».

Casey dobló la lista de fallos y la guardó.

Cero, pensó, era la lectura por defecto ideal. Y eso era lo que había descubierto en esa noche de trabajo.

Un gran cero.

Nada.

—Un enorme y orondo cero —dijo en voz alta—. O sea, que no tengo nada.

Se resistía a pensar que lo que realmente significaba era que se le agotaba el tiempo, que su plan de acelerar la investigación había fracasado, y que cuando apareciera en la televisión al día siguiente, no tendría ninguna respuesta aceptable a las preguntas de Marty Reardon. Ninguna, salvo la respuesta que Marder quería que diera.

Tú mientes, pensó. Y al diablo con todo.

Quizá no tuviera otra opción.

Ya tienes edad para saber lo que te conviene, se dijo.

Casey apagó la lámpara de su escritorio y se dirigió a la puerta.

Se despidió de Esther, la señora de la limpieza, y salió al pasillo. Entró en el ascensor y apretó el botón de la planta baja.

La lamparilla del botón se encendió, iluminando el número 1.

Cuando las puertas comenzaban a cerrarse, bostezó. Estaba agotada. Trabajar hasta tan tarde era una tontería. Cometía errores absurdos, se le escapaban cosas.

Miró el botón iluminado.

Y su mente también se iluminó.

—¿Ha olvidado algo? —preguntó Esther al ver que Casey volvía a su despacho.

—No —respondió ella.

Rebuscó entre los documentos de la mesa con rapidez y torpeza, desordenado los papeles, dejando caer algunos al suelo. Ron había dicho que el valor por omisión era cero, y en consecuencia, cuando uno veía un cero no sabía si la línea estaba en funcionamiento o no. Pero si había un 1… significaba que… Encontró la lista y siguió las columnas de números con un dedo.

AUX 1
0
0
0
0
0
0
0
0
0
0
0
AUX 2
0
0
0
0
0
0
0
0
0
0
0
AUX 3
0
0
0
0
0
0
0
0
0
0
0
AUX COA
0
1
0
0
0
0
0
0
0
0
0

¡Había un 1! AUX COA había registrado un fallo en el segundo tramo del vuelo. Eso significaba que la línea AUX COA estaba en uso en el avión.

Pero, ¿para qué la habían usado?

Respiró hondo.

No se atrevía a acariciar esperanzas.

Ron había dicho que AUX COA significaba
Customer Optional Additions
, o sea, los dispositivos optativos añadidos por el cliente. El cliente usaba esa línea para dispositivos como el QAR.

El
Quick Access Recorder
, el Registrador de Acceso Rápido, era otro registrador de vuelo instalado para facilitar la tarea del personal de mantenimiento. Registraba los mismos parámetros del registrador de vuelo corriente. Si en el avión había uno de estos dispositivos, podría solucionar todos sus problemas.

Pero Ron insistía en que el reactor no tenía QAR.

Dijo que había mirado en la cola, el sitio donde se instalaba habitualmente en el N-22, y no lo había encontrado.

¿Habría buscado en otro sitio?

¿Habría registrado todo el avión?

Porque Casey sabía que un registrador optativo, como el QAR, no estaba sujeto a la normativa de la FAA. Podía estar en el lugar del avión que escogiera el operador, en el compartimiento posterior de acceso, en la bodega de carga, en el bastidor del equipo de radio, situado debajo de la cabina de vuelo… En cualquier sitio.

¿Ron se había fijado?

Decidió comprobarlo por sí misma.

Dedicó los diez minutos siguientes a hojear los manuales de mantenimiento del N-22, pero no encontró nada. Los manuales no mencionaban el QAR, o por lo menos ella no halló ninguna referencia. Sin embargo, los manuales que había en su despacho eran sus copias personales. Casey no estaba directamente involucrada en el mantenimiento del avión, de modo que no tenía las últimas versiones. La mayoría de los ejemplares eran de la época en que había entrado a la compañía; es decir, que tenían cinco años de antigüedad.

Entonces vio sobre su mesa el presentador virtual de datos. Vaya, pensó. Cogió las gafas y se las puso. Las conectó al reproductor de CD-ROM y apretó el interruptor de encendido.

No pasó nada.

Examinó el equipo durante unos instantes, hasta que cayó en la cuenta de que no había ningún disco dentro del aparato. Buscó en la caja de cartón, encontró un disco plateado, y lo introdujo en el reproductor. Volvió a pulsar el botón de encendido.

Las gafas se iluminaron. Proyectada en el interior de las gafas, vio la primera página del primer manual de mantenimiento. No entendía bien cómo funcionaba el aparato, pues las gafas estaban apenas a dos centímetros de sus ojos y sin embargo la página proyectada parecía flotar en el aire, a medio metro de distancia. La imagen era prácticamente transparente; podía ver a través de ella.

Korman solía decir que la realidad virtual era virtualmente inútil, excepto cuando se usaba para algunas aplicaciones especiales. El mantenimiento era una de ellas. Un técnico muy atareado, que debía trabajar con las manos ocupadas o cubiertas de grasa, no tenía tiempo ni ganas de ponerse a hojear un voluminoso manual. Si uno se encontraba a diez metros de altura, reparando el motor de un reactor, no podía cargar con tres kilos de manuales. De modo que los presentadores virtuales de datos eran ideales para esas situaciones. Y Korman había diseñado uno.

Tanteando los botones del reproductor de CD-ROM, Casey descubrió que podía explorar los manuales. También tenía una función de búsqueda, que proyectaba un teclado en el aire. Casey tuvo que apretar varias veces otro botón para mover el cursor hasta la letra «Q», luego la «A» y finalmente la «R». La maniobra resultaba muy torpe.

Pero funcionó.

Después de un momentáneo parpadeo, una página se proyectó en el aire:

N-22

REGISTRADOR DE ACCESO RÁPIDO (QAR)

UBICACIONES RECOMENDADAS

Pulsando otros botones, exploró una serie de diagramas que señalaban detalladamente los sitios donde podía instalarse un QAR en el N-22.

En total, había unos treinta sitios posibles.

Casey se enganchó el reproductor de CD-ROM al cinturón y se dirigió a la puerta.

22:20 H
AEROPUERTO DE MARINA

Marty Reardon todavía estaba en Seattle.

La entrevista con Gates se había prolongado, y Marty había perdido el avión. Viajaría por la mañana, de modo que Jennifer tendría que modificar su horario.

Sería un día de locos. El plan original de Jennifer era empezar a las nueve, pero ahora debería retrasar el comienzo hasta las diez por lo menos. Estaba sentada en la habitación del hotel, delante de su ordenador portátil, procurando organizar el horario.

09.00-10.00
Traslado desde aeropuerto de Los Ángeles
10.00-10.45
Barker en su despacho
11.00-11.30
King en el aeropuerto
11.30-12.00
FAA en el aeropuerto
12.15-13.45
Traslado a Burbank
14.00-14.30
Rogers en Burbank
14.30-15.30
Toma exterior de Norton
16.00-16.30
Singleton en Norton
17.30-18.00
Viaje a Los Ángeles

Demasiado justo. No había tiempo para comer, para atascos de tráfico, para los habituales problemas de producción. Y el día siguiente era viernes. Marty querría coger el vuelo a Nueva York de las seis de la tarde. Marty tenía una novia nueva y pasaba los fines de semana con ella. Si perdía el avión, se pondría furioso.

Y era evidente que iba a perderlo.

El problema era que cuando Marty terminara con Singleton, en Burbank, sería la hora punta. No llegaría a tiempo para coger el vuelo de las seis. En realidad, debería salir de Burbank a las dos y media. Lo que significaba anticipar la entrevista con Singleton y postergar la del abogado. Pero temía que un cambio de última hora le hiciera perder la entrevista con el tipo de la FAA. Aunque el abogado sería flexible. Si ella se lo pedía, esperaría hasta medianoche.

Ya había hablado con él. King era un charlatán, pero podía decir algo sustancioso en poco tiempo. Cinco, diez segundos. Frases impactantes. Aprovechables.

09.00-10.00
Traslado desde aeropuerto de Los Ángeles
10.00-10.45
Barker en su despacho
11.00-11.30
FAA en el aeropuerto
11.30-12.30
Traslado a Burbank
12.30-13.00
Rogers en Burbank
13.00-14.00
Toma exterior de Norton
14.00-14.30
Singleton en Norton
14.30-16.00
Traslado al aeropuerto de Los Ángeles
16.00-16.30
King en el aeropuerto
17.00-18.00
Relleno

Eso estaba mejor. Repasó mentalmente sus posibilidades. Si el tipo de la FAA servía (Jennifer aún no lo conocía; sólo había hablado con él por teléfono), Marty le sacaría provecho. Si el traslado a Burbank se prolongaba demasiado, suspendería la entrevista con Rogers, que de todos modos no serviría de mucho, y pasaría directamente a la toma de Marty delante de la Norton. Con Singleton terminarían pronto. Jennifer pensaba meterle prisa a Marty, para que no se ensañara con aquella mujer. Y el horario ajustado ayudaría.

De regreso en el aeropuerto de Los Ángeles, terminaría con King. Marty se marcharía a las seis, y Jennifer tendría la cinta. Se metería en una cabina de edición, cortaría las tomas y montaría el reportaje en Nueva York esa misma noche. El sábado por la mañana se lo pasaría a Dick, lo discutirían y harían un nuevo montaje a mediodía. Con tiempo suficiente para salir al aire.

Tomó nota de que debía llamar a la Norton por la mañana para avisar que adelantaría dos horas la entrevista con Singleton.

Finalmente cogió la pila de documentos que habían enviado desde la Norton a su despacho, material de investigación que Deborah a su vez le había enviado a ella. Jennifer no se había molestado en revisarlos, y tampoco le apetecía hacerlo en ese momento, pero no tenía ninguna ocupación mejor. Los hojeó rápidamente. Tal como había previsto, eran escritos elogiosos sobre el N-22, diciendo que el avión era seguro, que tenía un excelente historial de…

De repente se detuvo y miró fijamente un documento.

—No lo puedo creer —dijo.

Y cerró la carpeta.

22:30 H
HANGAR 5

Por la noche, la planta de la Norton parecía desierta; el aparcamiento prácticamente vacío, los edificios circundantes silenciosos. Pero estaba bien iluminada. El personal de seguridad mantenía las luces encendidas durante toda la noche. Y había cámaras de vídeo en todos los edificios. Mientras iba del edificio de Administración al hangar 5, Casey oyó el taconeo de sus propios zapatos sobre el asfalto.

Las grandes puertas del hangar 5 estaban cerradas con llave.

Vio a Teddy Rawley fuera del hangar, charlando con uno de los electricistas. Una nubecilla de humo de cigarrillo ascendía hacia los reflectores. Casey se dirigió a la puerta lateral.

—Hola, nena —dijo Teddy—. ¿Todavía por aquí?

—Sí —dijo.

Cuando iba a cruzar la puerta, el electricista le impidió el paso.

—El hangar está cerrado. No se permite la entrada a nadie. Estamos haciendo el test de ciclos eléctricos.

—Da igual —dijo ella.

—Lo siento, pero no puede entrar —repitió el electricista—. Ron Smith ha dejado orden de que no permitamos entrar a nadie. Si toca alguna pieza del avión…

—Tendré cuidado —prometió Casey.

Teddy la miró y se acercó.

—Sé que lo tendrás, pero necesitarás esto. —Le dio una pesada linterna, de casi un metro de longitud—. Ahí dentro está oscuro, ¿recuerdas?

—Y no puede encender las luces —advirtió el electricista—. Si el flujo eléctrico…

—Lo sé —lo interrumpió Casey. El equipo de prueba era sensible, y si encendía los fluorescentes del techo, podía alterar los resultados.

El electricista aún no estaba convencido.

—Quizá debería llamar a Ron y avisarle que va a entrar.

—Llame a quien le dé la gana —repuso ella.

—Y no toque las barandillas, porque…

—No las tocaré —dijo—. Por el amor de Dios, sé lo que hago.

Entró en el hangar.

Teddy tenía razón; dentro estaba oscuro. Más que ver, sintió el amplio espacio que la rodeaba. Apenas podía distinguir el contorno del avión que se alzaba sobre ella. Las puertas y los compartimientos estaban abiertos y colgaban cables por todas partes. Debajo de la cola, la caja de pruebas estaba iluminada por un pálido resplandor azul. Las pantallas parpadeaban a medida que los sistemas se activaban en serie. Las luces de la cabina de mando se encendieron y se apagaron casi de inmediato. A continuación se iluminó la parte delantera de la cabina de pasajeros, a diez metros por encima de su cabeza. Oscuridad otra vez. Un instante después se encendieron los faros de la cola y los extremos de las alas, iluminando el edificio con potentes fogonazos blancos. Y nuevamente oscuridad.

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