—¿Está bien, doctor Brown? —preguntó, a todas luces impaciente por saltarse los preliminares. Brown asintió sin hablar.
—En ese caso —prosiguió el general Borzov con tono comedido—, quizá pueda decirme en qué estaba pensando cuando le ordenó a Yamanaka pasar a manual. Será mejor que hablemos de eso aquí, lejos del resto de la tripulación.
El doctor David Brown siguió guardando silencio.
—¿Acaso no vio las luces de advertencia? —prosiguió Borzov tras una corta pausa—
¿No consideró, ni siquiera por un momento, que la seguridad de los otros cosmonautas podía verse comprometida por la maniobra?
Finalmente, Brown miró a Borzov con ojos hoscos y ominosos. Cuando finalmente habló, su voz era tensa y entrecortada, a causa de las emociones que estaba reprimiendo.
—Me pareció razonable mover el helicóptero un poco más cerca del blanco. Nos quedaba algo de margen, y era la única forma en que podíamos capturar al biot. Nuestra misión, después de todo, es traer a casa...
—No necesita decirme cuál es nuestra misión —interrumpió Borzov con vehemencia—. Recuerde que yo mismo ayudé a redactar la política. Y le recordaré de nuevo que la prioridad número uno,
en todo momento
, es la seguridad de la tripulación. En especial durante esas simulaciones... Debo confesar que me siento absolutamente asombrado ante esta loca acrobacia suya. El helicóptero ha resultado dañado, Tabori está herido, y tiene usted suerte de que no haya muerto nadie.
David Brown ya no le prestaba atención. Se había vuelto para terminar de meter su paracaídas en su bolsa transparente. Por lo rígido de sus hombros y la energía que derrochaba en aquella tarea de rutina, era obvio que estaba furioso.
Borzov regresó al lodo terreno. Tras aguardar varios segundos, le ofreció al doctor Brown llevarlo de vuelta a la base. El norteamericano agitó negativamente la cabeza sin decir nada, se echó la mochila a la espalda y empezó a andar en dirección al helicóptero y el ascensor.
Fuera de la sala de reuniones de la instalación de entrenamiento, Janos Tabori permanecía sentado en una silla de auditorio bajo una hilera de pequeños pero poderosos focos portátiles.
—La distancia al biot simulado estaba al límite de alcance del brazo mecánico — explicó a la pequeña cámara que sujetaba Francesca Sabatini—. Intenté atraparlo dos veces, y fallé. Luego el doctor Brown decidió poner el helicóptero en manual y acercarse un poco más a la pared. Recibimos una ráfaga de viento...
La puerta de la sala de conferencias se abrió y por ella asomó un sonriente rostro pelirrojo.
—Todos ahí dentro lo estamos aguardando —dijo el general O'Toole con voz agradable—. Creo que Borzov empieza a impacientarse.
Francesca apagó los focos y volvió a guardarse la videocámara en el bolsillo de su overol de vuelo.
—De acuerdo, mi héroe húngaro —rió—, será mejor que lo dejemos por ahora. Ya sabe que a nuestro líder no le gusta esperar. —Se puso de pie y tomó gentilmente del brazo al hombre bajo. Palmeó su hombro vendado. —Pero nos alegramos de que esté bien.
Un apuesto negro de unos cuarenta años había permanecido sentado lucra del campo de la cámara durante la entrevista, tomando notas en un teclado plano y rectangular de aproximadamente treinta centímetros de largo. Siguió a Francesca y Janos a la sala de conferencias.
Esta semana quiero hacer un artículo sobre los nuevos conceptos de diseño en la teleoperación del brazo y el guante —susurró Reggie Wilson a Tabori mientras se sentaban—. Hay un montón de mis lectores ahí fuera que hallan toda esta mierda técnica absolutamente fascinante.
—Me alegra que ustedes tres puedan unirse a nosotros —retumbó la sarcástica voz de Borzov en la sala de conferencias—. Estaba empezando a pensar que quizás una reunión del equipo fuera una imposición para todos ustedes, una actividad que interrumpía las tareas mucho más importantes de informar de sus desventuras o escribir eruditos artículos científicos y sobre ingeniería. —Señaló a Reggie Wilson, cuyo sempiterno teclado plano estaba sobre la mesa frente a él. —Wilson, lo crea usted o no, se supone que es ante todo un miembro de este equipo, y sólo después un periodista. Sólo por una vez, ¿cree que puede dejar a un lado esa maldita cosa y escuchar? Tengo unas cuantas cosas que decir, y deseo que sean
off the record.
Wilson retiró el teclado y lo guardó en su maletín. Borzov se puso de pie y empezó a caminar por la sala mientras hablaba. La mesa de la sala de conferencias del equipo era un largo óvalo de unos dos metros de ancho en su punto más amplio. Había doce asientos alrededor de la mesa, cada uno de ellos equipado con un teclado de ordenador y un monitor ligeramente embutido en la superficie y cubierto, cuando no era utilizado, por una pulida tapa igual a la madera de imitación del resto de la mesa. Como siempre, los otros dos militares de la expedición, el almirante europeo Otto Heilmann (héroe de la intercesión del Consejo de Gobiernos en la crisis de Caracas) y el general de las fuerzas aéreas norteamericano Michael Ryan O'Toole, flanqueaban a Borzov en un extremo del óvalo. Los otro nueve miembros del equipo Newton no se sentaban siempre en los mismos lugares, un hecho que frustraba particularmente al almirante Heilmann, un fanático del orden, y en menor extensión a su oficial al mando Borzov.
A veces los "no profesionales" del equipo se reunían en torno del otro extremo de la mesa, dejando que los "cadetes del espacio", como eran conocidos los cosmonautas graduados de la Academia del Espacio, crearan una zona intermedia. Tras casi un año de atención constante de los medios de comunicación, el público había relegado a cada miembro de la docena que formaban el equipo Newton a uno de tres subgrupos: los no profesionales, consistentes en los dos científicos y los dos periodistas; la troika militar y los cinco cosmonautas que se encargarían de la mayor parle del trabajo especializado durante la misión.
En este día en particular, sin embargo, los dos grupos no militares se hallaban muy mezclados. El científico interdisciplinario japonés Shigeru Takagishi, considerado ampliamente como el mayor experto mundial en la primera expedición ramana hacía setenta años (y también autor del
Atlas de Rama
, cuya lectura era obligatoria para todo el equipo), estaba sentado en el centro del óvalo, entre la piloto soviética Irina Turgeniev y el cosmonauta/ingeniero en electricidad británico Richard Wakefield. Frente a ellos estaba la ofíciala de ciencias vitales Nicole des Jardins, una escultural mujer de piel bronceada con una compleja ascendencia francoafricana, el tranquilo y casi mecánico piloto japonés Yamanaka, y la impresionante signora Sabatini. Las últimas tres posiciones en el extremo "sur" del óvalo, frente a los grandes mapas y diagramas de Rama en la pared opuesta, estaban ocupadas por el periodista norteamericano Wilson, el parlanchín Tabori (un cosmonauta soviético de Budapest) y el doctor David Brown. Brown parecía muy serio y profesional; tenía todo un conjunto de papeles esparcidos ante él cuando empezó la reunión.
—Me resulta inconcebible —estaba diciendo Borzov mientras caminaba decidido de un lado para otro de la sala— que alguno de ustedes haya podido olvidar nunca, ni siquiera por un momento, que han sido seleccionados para participar en lo que puede ser la más importante misión humana de todos los tiempos. Pero, sobre la base de esta última serie de simulaciones, debo admitir que estoy empezando a tener mis dudas acerca de algunos de ustedes.
"Están aquellos que creen que ese aparato Rama será una copia de su predecesor — prosiguió Borzov—, y que se mostrará igualmente desinteresado y no comprometido con respecto a cualquier insignificante criatura que acuda a estudiarlo. Admito que, ciertamente, parece tener el mismo tamaño y la misma configuración, según los datos del radar que hemos estado procesando durante los últimos tres años. Pero, aunque resulte ser otra nave muerta construida por unos alienígenas desaparecidos hace miles de años, esta misión sigue siendo la más importante de nuestras vidas. Y me gustaría pensar que exige los mejores esfuerzos de cada uno de ustedes.
El general soviético hizo una pausa para reunir sus pensamientos. Janos Tabori empezó a formular una pregunta, pero Borzov lo interrumpió y se lanzó de nuevo a su monólogo.
—Nuestros resultados como equipo en este último conjunto de ejercicios de entrenamiento han sido absolutamente abominables. Algunos de ustedes han sido excelentes, ya saben quiénes, pero un número casi idéntico han actuado como si no tuvieran la menor idea acerca de qué trataba esta misión. Estoy convencido de que dos o tres de ustedes ni siquiera han leído los procedimientos relevantes de los listados de protocolo antes de que empezaran los ejercicios. Admito que algunas veces son tediosos, pero todos ustedes
estuvieron de acuerdo
, cuando aceptaron su nombramiento hace diez meses, en aprender los procedimientos y seguir los protocolos y política del proyecto. Incluso aquellos de ustedes sin experiencia anterior en vuelo.
Borzov se había detenido frente a uno de los grandes mapas en la pared, una vista grabada de una esquina de la ciudad de "Nueva York" dentro de la primera nave espacial ramana. La zona de altos y delgados edificios parecidos a rascacielos de Manhattan, todos ellos apiñados en una isla en medio del Mar Cilíndrico; había sido cartografiada parcialmente durante el anterior encuentro humano.
—Dentro de seis semanas tendremos un encuentro con un vehículo espacial desconocido, quizás uno que contendrá una ciudad como esta, y toda la humanidad dependerá entonces de nosotros para representarla. No tenemos forma alguna de saber lo que vamos a encontrar allí.
Sea cual fuere la preparación que hayamos completado por anticipado, tal vez no sea suficiente. Nuestro conocimiento de nuestros procedimientos preplaneados debe ser perfecto y automático, de tal modo que nuestros cerebros estén libres para enfrentarse a cualesquiera que sean las nuevas condiciones que podamos hallar.
El comandante se sentó a la cabecera de la mesa.
—El ejercicio de hoy fue casi un completo desastre. Hubiéramos podido perder muy fácilmente tres valiosos miembros de nuestro equipo, así como uno de los helicópteros más costosos jamás construidos. Quiero recordarles a todos, una vez más, las prioridades de esta misión tal como fueron acordadas por la Agencia Internacional del Espacio y el Consejo de Gobiernos. La principal prioridad es la seguridad del equipo. La segunda prioridad es el análisis y/o la determinación de cualquier amenaza, si existe, a la población humana del planeta Tierra. —Borzov miraba ahora directamente a Brown, al otro lado de la mesa; éste devolvió la expresión de desafío del comandante con una mirada pétrea. — Sólo una vez satisfechas estas dos prioridades y considerado inofensivo el aparato ramano, tiene algún significado la captura de uno o más de los biots.
—Me gustaría recordar al general Borzov —dijo David Brown casi inmediatamente, con su sonora voz— que algunos de nosotros no creemos que las prioridades deban ser aplicadas ciegamente de una forma seriada. La importancia de los biots para la comunidad científica no puede ser ignorada. Como he dicho repetidamente, tanto en las reuniones de cosmonautas como en mis muchas apariciones en los noticiarios de televisión, si este segundo aparato Rama es exactamente igual al primero, lo cual significa que ignorará completamente nuestra existencia, y procedemos tan lentamente que fracasemos incluso en capturar a un solo biot antes de que debamos abandonar la nave alienígena y regresar a la Tierra, entonces una oportunidad absolutamente única para la ciencia será sacrificada para apaciguar la ansiedad colectiva de los políticos del mundo.
Borzov empezó a responder, pero el doctor Brown se puso de pie y gesticuló enfáticamente con las manos.
—No, no, escúcheme primero. Usted me ha acusado esencialmente de incompetencia en mi conducta en el ejercicio de hoy, y tengo derecho a responder. —Alzó algunas copias de impresora de ordenador que tenía ante sí y las agitó hacia Borzov. —Aquí están las condiciones iniciales para la simulación de hoy, tal como fueron planeadas y definidas por
sus
ingenieros. Déjeme refrescar su memoria con algunos de los puntos más sobresalientes, en caso de que usted los haya olvidado.
Condición Básica número 1: La misión está a punto de finalizar y ha quedado firmemente establecido que Rama II es totalmente pasivo y no representa ninguna amenaza para el planeta Tierra.
Condición Básica número 2: Durante la expedición los biots han sido vistos esporádicamente, y nunca en grupos.
David Brown pudo decir por el lenguaje corporal del resto del equipo que su presentación había tenido éxito en su arranque. Inspiró profundamente y continuó:
—Supuse, después de leer esas condiciones básicas, que este ejercicio en particular podía representar la última oportunidad de capturar un biot. Durante la prueba no dejé de pensar lo que podía significar si conseguíamos traer uno o varios de ellos a la Tierra..., en toda la historia de la humanidad, el único contacto absolutamente cierto con una cultura extraterrestre tuvo lugar en 2130, cuando nuestros cosmonautas abordaron esa primera nave espacial Rama.
"Sin embargo, los beneficios científicos a largo plazo de ese encuentro fueron menores de lo que hubieran debido ser. De acuerdo, tenemos resmas de datos de los sensores remotos de esa primera investigación, incluida la información de la detallada disección de la araña biot hecha por la doctora Laura Ernst. Pero los cosmonautas trajeron a casa sólo un artefacto, una pequeña pieza de alguna especie de flor biomecánica cuyas características físicas habían cambiado ya irreversiblemente antes de que pudiera ser comprendido ninguno de sus misterios. No tenemos nada más como souvenirs de esta primera excursión. Ni ceniceros, ni vasos, ni siquiera un transistor o una pieza de equipo que nos enseñara algo acerca de la ingeniería ramana. Ahora tenemos una segunda oportunidad.
El doctor Brown alzó la vista hacia el techo circular sobre su cabeza. Su voz estaba llena de energía.
—Si de algún modo pudiéramos hallar y traer a la Tierra dos o tres biots diferentes, y si luego pudiéramos analizar esas criaturas para desentrañar sus secretos, entonces esta misión sería sin duda el acontecimiento históricamente más significativo de todos los tiempos. En lo que a la comprensión en profundidad de la constitución de la mente de los ramanes se refiere, conseguiríamos, en un sentido muy real, un primer contacto.