—Probablemente algo de celos —interrumpió Nicole—. Por ambos lados. Francesca y yo estamos a años luz de distancia.
—¡Ya lo creo! —rió Richard—. He pasado la mayor parte de un año enviándole señales diciendo que la encontraba a usted inteligente e interesante y atractiva. Y, sin embargo, nunca he recibido más que una reservada y cortés repuesta profesional. Francesca, por su parte, se da cuenta apenas a uno se le ocurre mirarla con la cabeza ligeramente ladeada.
—Hay otras diferencias mucho más sustanciales —respondió Nicole, en absoluto disgustada por el hecho de que Richard hubiera expresado al fin verbalmente su interés por ella como mujer.
Hubo una pausa momentánea en la conversación. Nicole consultó su reloj.
—Pero no deseo pasar más tiempo hablando de Francesca Sabatini —dijo—. Dentro de una hora se hará oscuro de nuevo, y tenemos que planear una forma de escapar de esta isla. También tenemos que ocuparnos de, hum, algunos temas logísticos como la comida, el agua, y otros elementos no mencionables que hacen que el estar confinada en un pequeño pozo sea algo razonablemente desagradable.
—Traje una cabaña portátil..., por si la necesitábamos.
—Eso es estupendo —respondió Nicole—. Lo recordaré cuando llueva. —Tendió la mano automáticamente hacia su mochila en busca de un poco de melón maná, pero no sacó el paquete de la comida—. Por cierto —preguntó—, ¿se le ha ocurrido traer consigo algo de comida humana?
La cabaña les fue de maravilla a la hora de dormir un poco. Decidieron montarla justo al lado de la plaza central. Nicole se sentía más segura cerca de las aves. En cierto sentido eran sus amigas, y podían ayudarla en caso de emergencia. También eran la única fuente conocida de comida. Entre los dos, Richard y Nicole tenían apenas comida y agua suficiente como para que les duraran otros dos días ramanos.
Nicole no había puesto ninguna objeción a la sugerencia de Richard de compartir la cabaña. Él se había ofrecido galantemente a dormir fuera, "si eso la hace sentir más cómoda", pero las cabañas eran lo bastante grandes como para que cupieran en ellas dos sacos de dormir siempre que no hubiera más mobiliario. Estar tendidos a medio metro el uno del otro hacía su conversación muy fácil. Nicole hizo un resumen detallado de sus horas solitarias, omitiendo sólo la parte relativa al pequeño frasco y la visión. Eso era algo demasiado personal para compartirlo con nadie. Richard se mostró fascinado por toda su historia y absolutamente intrigado por las aves.
—Quiero decir, mire —indicó, apoyando la cabeza sobre un codo—, intente imaginar cómo demonios llegaron aquí. Por lo que usted ha dicho, excepto por ese tanque centinela, y estoy completamente de acuerdo con usted en que se trata de una anomalía, no están más avanzadas que un hombre prehistórico. Sería interesante averiguar su secreto.
"Pero no se puede descartar por completo que se trate de biots —prosiguió, incapaz de contener su entusiasmo—. Puede que no sean impresionantes como biología, pero Jesús, como inteligencia artificial serían una obra maestra. —Se sentó en su saco. — Simplemente piense en lo que significan en cualquier caso. Debemos descubrir esa respuesta. Usted es lingüista, quizá pueda aprender a hablar con ellas.
Nicole se mostró regocijada.
—¿Se le ha ocurrido, Richard? —inquirió— que toda esta discusión será puramente académica si nadie nos rescata?
—Un par de veces —reconoció Richard, riendo. Se echó de nuevo hacia atrás. —Ese maldito Heilmann me llevó a un lado, inmediatamente antes de que volviera al interior de Rama, y me dijo que yo estaba actuando "en flagrante violación de todos los procedimientos" regresando aquí. Me prometió que no iría tras de mí bajo ninguna circunstancia.
—Así pues, ¿por qué volvió?
—No estoy completamente seguro —dijo él lentamente—. Sé que deseaba recoger a Falstaff y ver si, por alguna casualidad, había recibido alguna otra señal de su radiofaro. Pero creo que había otras razones. La misión se estaba convirtiendo más en política que en ciencia. Me resultaba evidente que los burócratas de la Tierra iban a abortar la misión, "por razones de seguridad", y que el equipo no iba a volver a Rama. Sabía que las discusiones políticas proseguirían todavía otro día más o incluso dos. —Hizo una breve pausa. —Y deseaba echar una última mirada al más increíble espectáculo de mi vida. Nicole guardó silencio por unos instantes.
—Evidentemente no tenía miedo —dijo en voz baja—, porque no muestra ningún signo de miedo ni siquiera ahora. ¿Acaso el pensamiento de ser abandonado para morir a bordo de Rama no le preocupa?
—Un poco —reconoció Richard—. Pero morir en una situación excitante es mucho mejor que vivir en una situación aburrida. —Volvió a alzarse sobre un codo. —He estado ansiando esta misión desde hace tres años. Desde un principio pensé que tenía bastantes posibilidades de ser seleccionado. Excepto mis robots y Shakespeare, no hay nada en mi vida excepto mi trabajo. No tengo ni familia ni amigos en quienes pensar... —Su voz fue muriendo poco a poco. —Y tengo casi tanto miedo de volver como lo tengo a morir. Al menos Richard Wakefield, cosmonauta del Proyecto
Newton
, tiene un propósito claramente definido. —Empezó a decir algo más, pero se detuvo. Volvió a echarse hacia atrás y cerró los ojos.
—Hay otra razón para no abandonar las esperanzas —dijo alegremente Richard tan pronto como vio a Nicole abrir los ojos—, y que olvidé mencionar la otra noche.
Nicole siempre se había despertado muy lentamente. Incluso cuando era niña. Le gustaba saborear la última parte de su estado de sueño antes de enfrentarse a la dura realidad. En casa, tanto Genevieve como Pierre sabían que no debían hablarle de nada importante hasta que se hubiera tomado su café de la mañana. Parpadeó a Richard, que había encendido su pequeña linterna en el hueco entre los dos.
—Este vehículo espacial se encamina ahora hacia la Tierra —dijo—. Aunque la
Newton
se marche, puede haber aquí otras naves terrestres del espacio más pronto o más tarde.
—¿A qué se refiere? —dijo Nicole, sentándose y frotándose los ojos.
—Con toda la excitación de la otra noche —respondió Richard—, dejé fuera uno de los puntos más importantes. La maniobra, supongo que usted se la perdió porque estaba inconsciente en el fondo del pozo, situó a Rama en un rumbo de colisión con la Tierra. Eso hizo nuestra evacuación imperativa.
Richard se dio cuenta de que Nicole lo estaba mirando como si hubiera perdido la cabeza.
—La nave sigue todavía una hipérbole con respecto al Sol —aclaró—, pero está avanzando a toda velocidad hacia la Tierra. Chocarán dentro de veintitrés días.
—Richard —dijo Nicole, ansiando desesperadamente aquella taza de café—, no me gustan las bromas a primera hora de la mañana. Si ha gastado usted sus energías preparando...
—No, no —la interrumpió él—. Hablo en serio. Es verdad. Créame. Nicole extrajo su termómetro del bolsillo y lo comprobó.
—Entonces dígame, mi genio de la ingeniería, ¿por qué sigue subiendo la temperatura? Si ahora nos estamos alejando del Sol, ¿no debería estar bajando?
—Es usted más lista que eso, Nicole. —Richard sacudió la cabeza. —La energía térmica que recibe el exterior de Rama del Sol se difunde muy lentamente a través del casco externo y luego hacia el interior. La conductividad térmica es obviamente muy baja. No espero que la temperatura alcance su máximo hasta dentro de otras dos semanas como mínimo.
Nicole recordaba lo suficiente de su termodinámica base como para darse cuenta de que aquello tenía sentido. Era demasiado temprano por la mañana para la difusión térmica. Nicole luchó con la idea de que Rama se dirigía ahora hacia la Tierra. Pidió a Richard un poco de agua.
¿Qué está ocurriendo aquí?,
pensó.
¿Por qué se encamina ahora Rama hacia nuestro planeta?
Pareció como si Richard estuviera leyendo su mente.
—Debería haber oído usted las estúpidas discusiones acerca de por qué Rama ha cambiado su trayectoria y qué es lo que va a hacer probablemente. Hubo una conferencia de siete horas sobre ese tema.
Se echó a reír con fuerza.
—La AIE tiene un empleado, un canadiense creo, cuya especialidad es la psicología exobiológica. ¿Puede usted creerlo? Este idiota participó realmente en la conferencia, se presentó y ofreció sus teorías acerca de los motivos detrás de la maniobra ramana. — Richard agitó vigorosamente la cabeza. —Todas las burocracias son iguales. Drenan la vida de la gente auténticamente creativa y desarrollan como masa crítica resmas y resmas de papeles intrascendentes.
—¿Cuál fue el resultado final de la conferencia? —preguntó Nicole al cabo de un corto silencio.
—La mayor parte de la gente aún cuerda supuso que Rama entraría en órbita en torno de la Tierra y efectuaría observaciones pasivas remotas. Pero eran una minoría. En mi opinión, la cordura y la lógica se habían tomado vacaciones. Incluso David Brown, que actuaba de una forma muy extraña, en mi opinión, apenas regresamos a la
Newton
, reconoció que había altas probabilidades de que Rama hiciera algo hostil. Aclaró su posición afirmando que en realidad
no
sería un acto hostil; sin embargo, su intento de averiguar más acerca de la Tierra podía dar como resultado acciones que fueran
percibidas
por nosotros como hostiles.
El agitado Richard estaba ahora de pie.
—¿Ha oído hablar alguna vez en su vida de un galimatías así? Y el doctor Brown fue uno de los oradores más coherentes. Todo el Panel Consultor de la AIE votó acerca de hacia cuál de los proyectados escenarios se decantaba cada uno. ¿Piensa que muchos plenipotenciarios se limitaron a responder simplemente con: "Yo creo en la Opción A, impacto directo con resultado de destrucción y alteración del clima", o: "Me inclino por la Opción C, orbitar la Tierra con intenciones belicosas? ¡Cielo santo, no! Cada uno de ellos tuvo que dar una conferencia de algún tipo. Ese extraño doctor Alexander, el que le hizo a usted todas las preguntas después de su reunión pública sobre biometría en noviembre, se pasó incluso quince minutos explicando cómo la existencia de Rama había puesto al descubierto un fallo en la Carta de la AIE. ¡Como si a alguien le importara una mierda! — Richard se sentó de nuevo y se llevó las manos a las mejillas. —Todo esto es increíble. Nicole estaba ahora completamente despierta.
—Supongo —dijo, sentándose sobre su saco—, a juzgar por su evidente irritación, que está usted en desacuerdo con el consenso. Richard asintió.
—Casi tres cuartas partes del grupo principal que participó en la reunión, y que incluía a todos los cosmonautas del Proyecto
Newton
, así como la mayor parte de los científicos y ejecutivos principales de la AIE, estaban convencidos de que la maniobra ramana iba a ser perjudicial para la Tierra de alguna forma significativa. Casi todos ellos se centraron en lo mismo. Puesto que la primera Rama ignoró al parecer por completo nuestra existencia, argumentaron, el hecho de que Rama II haya alterado su trayectoria para dirigirse hacia una cita con la Tierra muestra que esta nave espacial opera bajo principios distintos. Ciertamente, estoy de acuerdo con esta conclusión. Pero lo que no puedo comprender es por qué todo el mundo supone necesariamente que la acción de Rama es hostil. Me parece igual de probable que los alienígenas puedan estar motivados simplemente por la curiosidad, o incluso por un deseo de ser, en algún sentido, nuestros benefactores.
El ingeniero británico hizo un momento de pausa para reflexionar.
—Francesca dice que los sondeos en la Tierra indican que una enorme mayoría de gente ordinaria, casi un noventa por ciento según ella, está aterrorizada por la aproximación de Rama. Exigen de los políticos que hagan algo.
Richard abrió la cabaña y salió a la oscura plaza. Paseó indolentemente el haz de su linterna por el octaedro.
—En una segunda reunión, dieciocho horas más tarde, se decidió que el equipo
Newton
no volviera al interior de Rama. Técnicamente, no estoy violando esa orden, puesto que abandoné la
Newton
antes de la proclamación oficial. Pero era obvio que la orden estaba en camino.
—Mientras los líderes del planeta Tierra discuten qué hacer con una nave espacial del tamaño de un asteroide que apunta directamente hacia ellos —dijo Nicole mientras salía a la plaza tras él—, usted y yo tenemos un problema mucho más práctico de inmediato. Debemos cruzar el Mar Cilíndrico. —Consiguió esbozar una ligera sonrisa. —¿Exploramos un poco mientras hablamos?
Richard dirigió el haz de su linterna hacia el fondo del pozo. El melón maná era claramente identificable, pero las piezas individuales en el montón de revuelto metal eran muy difíciles de desentrañar.
—¿Así que esos son repuestos de un ciempiés robot? Nicole asintió. Estaban arrodillados uno al lado del otro en el borde del pozo.
—Incluso a la luz del día los extremos del pozo quedan en las sombras. Necesitaba asegurarme de que no se trataba del cuerpo de Takagishi.
—Me hubiera encantado ver a un ciempiés robot repararse a sí mismo. —Richard se puso de pie y se dirigió hacia la pared del cobertizo. La golpeó. —Y a los científicos de materiales les encantaría esto. Las ondas normales de radio se ven bloqueadas en ambas direcciones, y uno no puede ver nada del interior desde fuera. Sin embargo, de algún modo, la pared es transparente si está dentro del cobertizo y mira hacia afuera. —Se volvió hacia Nicole. —Déjeme su escalpelo. Veamos si puedo cortar un trozo.
Nicole estaba intentando decidir si uno de ellos no debería bajar al fondo del pozo y recuperar el melón. No debería ser demasiado difícil, contando con que el hilo de sutura resistiera. Finalmente sacó su escalpelo y se dirigió al lado de Richard.
—No estoy segura de que debamos hacer esto —dijo. Dudó antes de aplicar el escalpelo a la pared del cobertizo. —En primer lugar, el escalpelo puede dañarse. Tal vez lo necesitemos más tarde. En segundo lugar, hum, eso puede ser considerado como vandalismo.
—¿Vandalismo? —dijo él retóricamente. Miró a Nicole con una expresión peculiar. — Qué curioso concepto homocéntrico. —Se encogió de hombros y se encaminó hacia uno de los extremos del cobertizo. —No importa —dijo—, probablemente tenga razón respecto del escalpelo.
Richard había entrado algunos datos en su ordenador de bolsillo y estaba estudiando el pequeño monitor cuando Nicole se acercó a él.