Todo va a cambiar (20 page)

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Authors: Enrique Dans

Tags: #Informática, internet y medios digitales

El desarrollo de un mercado dominado en más de un 90% por el sistema operativo de Microsoft ha traído como consecuencia una evidente falta de diversidad que ha generado no pocos problemas para la industria y los usuarios: para un delincuente, crear un virus o un programa malicioso capaz de saltarse la débil seguridad de Windows tenía el incentivo de una difusión rápida entre un porcentaje de mercado enorme, lo que podía generar un rendimiento económico considerable. Como ocurre en la Biología, la ausencia de diversidad convierte a los ecosistemas en mucho más vulnerables. A día de hoy, un porcentaje elevado de usuarios con sistemas mayoritariamente basados en Windows no originales y no convenientemente parcheados conforman las llamadas
botnets
, redes de miles de ordenadores denominados “zombies” que, sin conocimiento de sus usuarios, desarrollan tareas para el gestor de la red como por ejemplo reenviar mensajes de correo basura o hacer clic en páginas con anuncios fraudulentos en los que anunciantes legítimos pagan en función de los clics generados.

¿En qué momento entra en crisis el sistema? Lógicamente, en el momento en que una de las versiones del sistema operativo no es capaz de ofrecer un diferencial de prestaciones suficiente como para que los usuarios de la versión anterior quieran actualizarse a la nueva. Para Microsoft, este momento llegó con Windows Vista: un sistema operativo que llevó más de cinco años desarrollar - el tiempo más largo entre versiones jamás transcurrido en la compañía - y que fue “dejando caer” las prestaciones más interesantes de las inicialmente anunciadas en el año 2005. Al final, el sistema fue percibido por el mercado como un Windows XP hinchado y repintado (aunque realmente planteaba toda una nueva ingeniería desde el punto de vista de planteamiento), que requería de nuevo un cambio de ordenador, para el que no resultaba fácil encontrar hardware que funcionase, y que constantemente molestaba al usuario con el llamado
User Account Control
(UAC), un engendro destinado a ser el enésimo intento de la compañía por hacer un producto seguro pero que infinidad de usuarios terminaban desactivando, agotada su paciencia por las constantes peticiones de confirmación.

Windows Vista fue, efectivamente, un estrepitoso fracaso para la compañía de Redmond. La compañía lo mantuvo en el mercado menos de tres años, y llegó al punto de ser calificado por algunos analistas como “uno de los peores productos tecnológicos de todos los tiempos”. Con Vista en el mercado y en medio de una severa crisis económica, Microsoft pasó por sus peores momentos: recibió una multa de novecientos millones de euros de la Unión Europea por prácticas anticompetitivas, el valor de su acción cayó al mínimo de los últimos cinco años, y llevó a cabo su primera reducción de personal poniendo en la calle a cinco mil personas. Al tiempo, el auge de los llamados netbooks, equipos de bajo precio y prestaciones, perjudicó notablemente el margen de la compañía: ante la carencia de un sistema operativo adecuado para ese tipo de máquinas de especificaciones bajas e incapaces de mover esa especie de monstruo inflado llamado Vista, Microsoft optó por resucitar el ya caduco Windows XP como mal menor, reduciendo además el precio de su licencia para intentar competir con la gratuidad del software libre. Una estrategia a la desesperada, pero que al menos evitó un crecimiento fuerte de configuraciones basadas en versiones adaptadas de Linux, algo que la empresa consideraba una gran amenaza.

La lucha contra el software libre ha sido una de las cuestiones que han supuesto un mayor desgaste para la compañía. A lo largo de su historia, Microsoft ha llegado a identificar el software libre con todas las plagas del Apocalipsis, y ha utilizado constantemente el recurso a la creación de miedo, incertidumbre y dudas
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entre los usuarios para intentar ralentizar su adopción. La lucha en este sentido ha alcanzado el grado de cruzada, con fortísimos esfuerzos de lobby destinados a influenciar las decisiones de adopción de gobiernos, instituciones y empresas de todo tipo, y grandilocuentes anuncios de infracciones de patentes que resultaban estar escasamente sustentados por la realidad.

En la práctica, el software libre supone para Microsoft la mayor de las amenazas: mientras los productos de Microsoft progresan únicamente cuando la generación anterior de los mismos ya no vende lo suficiente, es decir, condiciona el progreso a determinantes puramente comerciales, las comunidades de software libre solucionan los problemas en el momento en que aparecen y mantienen una evolución y adaptación mucho más rápida. Mientras en el segmento de usuarios finales, la cuota de sistemas operativos basados en Linux se mantiene por debajo del 5%, en algunos segmentos estas cifras son muy superiores: actualmente, las mejores opciones para servidores están basadas en código abierto, la opción adoptada por la práctica totalidad de las compañías relevantes en Internet. El mejor servidor web es Apache, un producto de código abierto. El mejor navegador es para muchos Firefox, igualmente código abierto. Los mejores lenguajes de programación son PHP, Perl o Python, todos ellos de código abierto. Y el número de segmentos se incrementa con el tiempo. En la lucha contra el software libre, Microsoft se ha hecho mucho más daño a sí misma que el daño que ha podido causar a un supuesto enemigo invisible contra el que nunca supo competir.

Pero más allá de la crisis de ventas, el verdadero problema de Microsoft viene dado por la adaptación a los tiempos: a pesar de seguir siendo obviamente una gran compañía, con un potencial de investigación brutal y una enorme capacidad de influencia sobre la industria, su planteamiento de “un ordenador que funcione con nuestro software en cada escritorio y en cada hogar” ha caído en la más absoluta obsolescencia. A día de hoy, un número cada vez más alto de personas no tienen “un ordenador”, sino una amplia gama de dispositivos que incluyen máquinas de sobremesa, portátiles,
netbooks
, teléfonos móviles, etc. que pretenden compartir datos con aplicaciones que, cada día más, se sitúan ya no tanto en los dispositivos, sino en la web. El paso de un mundo ordenador-céntrico a uno red-céntrico, a pesar de producirse gradualmente a lo largo de muchos años, se ha encontrado con una compañía muy poco preparada para ello. En pleno 2010, la línea de negocio más importante de la compañía sigue siendo la venta de licencias de un software metido en cajas de cartón envueltas en celofán, un modelo de los años '80 en el que Microsoft resultó ser imbatible, pero la adaptación para competir en el entorno de la red con empresas de otro tipo parece más que dudosa. Microsoft, en Internet, es un competidor completamente mediocre, frente a una Google cada vez más grande y poderosa que se ha convertido en su principal bestia negra.

Ante la evidencia, la compañía intenta trabajar en este sentido: el lanzamiento de Windows 7 es un paso en la dirección adecuada. Hablamos de un sistema operativo que funciona adecuadamente, que recibe buenas críticas, y que funciona en máquinas existentes, sin que ello evite que siga suponiendo un incremento de ventas de ordenadores nuevos con Windows 7 preinstalado. Si en las últimas versiones de Windows eran muy pocos los usuarios que adquirían una licencia para instalarla sobre su máquina, sino que simplemente “venía puesta”, en esta ocasión, Microsoft puede encontrarse con un mercado de venta directa interesante de usuarios que abandonan finalmente el vetusto Windows XP, un producto de más de ocho años. Igualmente, Microsoft intenta el paso hacia un Office capaz de competir en la red, aunque evitando con ello perjudicar las ventas de licencias del programa, una combinación sin duda difícil y que se encuentra con un fuerte ascenso de los productos de Google entre particulares y empresas.

El mayor problema de Microsoft hoy en día es la sensación que produce de empresa “lenta y aburrida”, que provoca indiferencia, incapaz de protagonizar tendencias, y que se mueve siguiendo los pasos de otras: los usuarios considerados “punteros” o “cool” están en Linux o en Apple, que aun con cuotas de mercado mucho menores, generan comunidades mucho más entusiastas y comprometidas, dispuestas a hablar de la compañía en todo foro disponible. Cada vez que el fundador de Apple, Steve Jobs, se sube a un escenario, el mundo escucha, y legiones de usuarios con la misma dinámica que los fans de un grupo de rock acuden en tropel a adquirir los nuevos productos que la empresa ofrece. Los desarrollos de Apple marcan la tendencia que, posteriormente, Microsoft intenta copiar con resultados claramente inferiores. En comparación con el entusiasmo generado por Apple, las actualizaciones de Microsoft provocan aburrimiento, pereza y fatiga. Microsoft sigue siendo “la opción segura” en las empresas, la que los directores de tecnología adoptan sin pensar demasiado como exenta de riesgo, pero carece de imagen de líder, de vanguardia. El mercado bursátil no permanece ajeno a esa falta de entusiasmo: en los últimos cinco años, las acciones de Microsoft muestran un comportamiento casi completamente plano, que redunda en una caída global del valor de un 5%. Mientras, en el mismo período, Google ha subido más de un 200%, y Apple lo ha hecho casi un 800%.

Sin duda, la empresa se está preparando para competir en un escenario en el que las cosas van a ser muy diferentes a como fueron anteriormente. Nadie duda de la capacidad competitiva de Microsoft como compañía, pero sí de su papel como líder y generador de tendencias, y de que sea capaz de obtener las cuotas de mercado que sostuvo anteriormente. Fundamentalmente, porque la industria sabe que esa situación no es buena para nadie. Ahora, Microsoft ve ascender en cuota de mercado a una Apple que ha superado su mejor porcentaje de todos los tiempos (supera ya el 10%) y a sistemas basados en Linux que cuentan con una fuerte penetración en servidores.

En navegadores, el Internet Explorer de Microsoft cuyo logotipo en forma de “e” azul llegó a ser sinónimo de Internet y a alcanzar un 90% de cuota de mercado, ha caído ya por debajo del 60% ante un competidor, Firefox, generado a partir de las cenizas de Netscape y utilizando código abierto, o ante navegadores como Safari, de Apple, o Chrome, de Google. En telefonía móvil, el Windows Mobile de Microsoft es una opción cada vez menos popular en el segmento de los denominados
smartphones
, un segmento cada vez más repartido entre las BlackBerry de RIM, el iPhone de Apple, y los sistemas basados en el sistema operativo Android, creado por Google.

De Microsoft se puede decir, sin duda, que tuvo una participación fundamental en la popularización de la informática: fue capaz de llevar el ordenador a la vida diaria de millones de personas, y de conseguir que viésemos de manera natural tener un teclado en las manos. La evolución de esa ventaja tan bien conseguida, sin embargo, es mucho más dudosa: pocos dudan que el progreso tecnológico habría sido mucho más rápido sin el fuerte papel de freno que ha impuesto Microsoft, con sus tácticas de competencia desleal y su obsesión por el control del mercado. Microsoft y el ecosistema generado por sus productos es en gran medida responsable de una gran parte de la inseguridad existente en la red: mientras sus usuarios deben necesariamente instalar antivirus y cortafuegos, los de ordenadores con Linux y Apple viven completamente al margen de este tipo de problemas.

Para muchos, la compleja adaptación de Microsoft a los nuevos tiempos es un caso que requiere un auténtico cambio generacional. La salida de Bill Gates de la compañía en el año 2000 dejó un vacío importantísimo: con todas sus carencias y su incapacidad para entender el fenómeno del software libre en un contexto amplio, Bill Gates era un tecnólogo, una persona capaz de entender e interpretar la tecnología, mientras que la persona que le sucedió en la dirección ejecutiva, Steve Ballmer, respondía decididamente al perfil de un hombre de negocios, de un financiero. Bajo la dirección de Ballmer, en la primera década del siglo, la compañía ha logrado llevar la facturación desde los veintitrés mil millones de dólares hasta los cincuenta y ocho mil, pero lo ha hecho a cambio de hipotecar su futuro, de convertirse en una empresa burocrática y lenta, incapaz de mantener el ritmo trepidante de la industria. Sin duda, la compañía mantiene todavía una posición dominante en algunos aspectos, y apalanca muy bien las ventajas obtenidas durante muchos años: es el líder absoluto en sistemas operativos y en aplicaciones de escritorio, lo que podría llevarnos a calificar a Microsoft como “el líder de los mercados vetustos”. Pero de ahí a que pueda volver a ser la compañía que marque tendencias o la más relevante en la industria, la que señala la dirección a seguir en los nuevos mercados, va un largo trecho. Como caso de estudio, Microsoft, a pesar de su dominio del mercado y de su volumen de facturación, no puede, paradójicamente, ser calificada como de caso de éxito. Es, mucho más, la historia de una falta de adaptación.

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La evolución de la web

“Estamos contemplando nada más y nada menos que el nacimiento de una nueva economía, una economía digital, y un nuevo medio global que va a ser el motor de cambio social, económico y de negocios más importante de todo el siglo que viene.”

Lou Gerstner, CEO de IBM, 14 de junio de 1999

Internet, en muchos sentidos, funcionó como el descubrimiento de un nuevo continente: una abundancia de suelo fértil sobre el que desarrollar y lanzar innovaciones. Durante la segunda mitad de la década de los '90 y la siguiente, surgieron en Internet creaciones interesantísimas, que han ido añadiendo características y prestaciones para dar forma a la red que hoy conocemos. Repasarlas con una cierta estructura es un ejercicio que puede proporcionarnos una buena visión acerca de la evolución y características que han llevado a la web a ser lo que es hoy en día.

En 1994, Jeff Bezos creó Amazon, en su momento una librería online, hoy sin duda el mayor exponente de comercio electrónico y una de las tiendas líderes en volumen de negocio en todas las fiestas norteamericanas. En realidad, Bezos escogió comenzar por los libros por ser un producto de fácil descripción con el que poder “aprender el negocio”, pero su metodología comenzó pronto a extenderse a un número cada vez mayor de categorías, desde joyas hasta muebles de jardín. Pero a pesar de convertirse en la mayor tienda en la red, la importancia de Amazon proviene de otro tema posiblemente menos conocido: la capacidad de desarrollar un sistema de recomendaciones capaz de sugerir al visitante los artículos en los que puede estar interesado. El sistema de recomendaciones de Amazon origina más de la mitad de las ventas de la página, y sería el equivalente a tener una tienda cuyo escaparate cambiase en función de los gustos expresados anteriormente por cada cliente que dirigiese su mirada hacia él. Las recomendaciones comienzan a trabajar cuando alguien entra por primera vez en Amazon: en esa primera pantalla de bienvenida, el sistema le recomienda los artículos más vendidos porque es la forma de maximizar las probabilidades de acertar, pero pasa a mejorar sus recomendaciones a partir del primer clic. Cada vez que el usuario toma una opción, hace clic en un artículo o introduce palabras para una búsqueda, la enorme base de datos de Amazon extrae una consulta en la que agrupa a las personas que en algún momento han tomado una opción similar, y recomienda los elementos más comunes a ese subconjunto. Al cabo de unos cuantos clics y visitas, la exactitud del sistema puede ser mejor que la que tendría nuestro amigo el librero de la esquina que nos conoce desde que llevamos pantalón corto, y ni siquiera ha necesitado saber nuestro nombre o que adquiriésemos producto alguno. Por supuesto, en el momento en que lo hacemos, Amazon anota nuestro nombre, dirección de envío y datos de tarjeta de crédito, y los asocia con todo el historial de navegación del ordenador, poniendo así “cara y ojos” a ese registro de su base de datos. Ese marketing de base de datos, esa capacidad de dinamizar la oferta en función de las características del usuario, ha dado origen a los denominados “sistemas de recomendación”, que sin duda jugarán un papel importantísimo en la red del futuro. En una red con cada vez más opciones disponibles, todos necesitaremos agentes capaces de reducir la complejidad por nosotros en función de criterios sociales, personales, o de otros tipos.

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