Authors: Antonio Salas
»Dos organizaciones pasaron a la clandestinidad y a las armas, declarando la insurrección armada: el Partido Comunista y el MIR. Y así empieza la lucha armada, los primeros focos guerrilleros en la montaña, las primeras escuelas guerrilleras. Y el comienzo de la lucha guerrillera urbana, que era totalmente inédita en América Latina. Por lo menos al nivel que nosotros logramos. Tuvo en las grandes ciudades, sobre todo en Caracas, un gran desarrollo la lucha guerrillera urbana. El PC llegó a tener tres o cuatro destacamentos muy importantes, y el MIR otros tantos. Yo a finales del año 62 fundé el destacamento Alberto Rua Mesones, en memoria de un compañero mío del liceo que asesinó la policía, y empezaron operaciones de más envergadura. Operaciones que causaron muchísimo impacto en Venezuela y en el mundo...
—¿Por ejemplo?
—Por ejemplo, si no me equivoco, creo que el primer secuestro de un avión por una razón política fue acá, en Venezuela, que lo realiza el PC. Un avión que sobrevuela Caracas, y reparte por la ventanilla volantes en contra del gobierno, y se va a cobijar a Curasao. Por supuesto Curasao lo entrega al gobierno venezolano. Unos años más tarde el MIR hizo otro tanto. Secuestra un avión, pero en Ciudad Bolívar, sobrevolaron Ciudad Bolívar, repartieron miles de panfletos de publicidad, y se fueron a Trinidad. También fueron capturados y devueltos. Estuvieron presos... Lamentablemente mi compañero no está hoy aquí porque es uno de los fugados del túnel de San Carlos. La jefa de la operación fue una compañera, Olivia Olivo, que murió años después de cáncer. También tuvimos operaciones como la toma del buque
Anzoátegui
, que la realizó el destacamento nuestro, que lo llevamos a Brasil...
»Eran operaciones exitosas porque generalmente eran muy limpias, donde a veces no había ni disparos. Sin combate, sin heridos, sin muertos... En ocasiones sí había compañeros presos, pero generalmente eran muy limpias. Como el secuestro del coronel Small, el secuestro del coronel Chenol, de la Misión Militar Norteamericana; la toma de la misma Misión Militar Norteamericana. También la operación que se hizo en el Museo de Bellas Artes, en la que había una exposición muy importante de los cien años de pintura francesa, con cuadros de Picasso, Matisse, etcétera, cuadros que se llevaron los compañeros. Una operación muy limpia, muy inteligente, no hubo tiros ni heridos. Los cuadros se devolvieron una semana después, se le dejaron en la puerta al señor Arturo Uslar Pietri intactos, sin una raya. Es decir, hubo operaciones realmente brillantes. Hubo operaciones de rescate de armamento, de toma de puestos militares, de toma de puestos policiales, etcétera. Eran operaciones donde, en aquella época, no nos correspondía de ninguna manera el título de terroristas, porque nunca utilizamos el terrorismo. No quiero decir que no se hayan puesto bombas, porque se pusieron muchas bombas, sobre todo en oleoductos y en algunas empresas norteamericanas, pero que no causaron víctimas civiles. Combates con la policía, con el ejército, con la guardia nacional, en las calles, en los barrios... Eran unas épocas muy duras. Con voladuras de puentes... esa era la guerrilla urbana.
En aquella época, entre los años 1952 y 1957, el gobierno de Pérez Jiménez había instaurado un trofeo internacional de fútbol que se jugaba anualmente en el Estadio Olímpico de la Ciudad Universitaria, al que se invitaba a los mejores equipos del mundo. En 1957 se creó la Copa de Europa y el Mundialito dejó de jugarse. Sin embargo, en 1963 se retomó el trofeo de Pérez Jiménez, bautizado ahora Trofeo Ciudad de Caracas. Y para participar en la competición el Real Madrid viajó a Caracas, en aquellos momentos una ciudad convulsa por las guerrillas... En ese contexto se produjo el secuestro de Alfredo Di Stéfano, que en aquel entonces era el jugador más conocido del mundo.
—Una de las más famosas sin duda fue la de Di Stéfano...
—Ah, sí, el secuestro de Alfredo Di Stéfano fue una de las operaciones más sencillas y más elementales que hicimos. No es la primera vez que lo digo, porque, ya a partir del año pasado, el que fuera comandante de esa operación, el camarada Luis Correa, autorizó que se diera a conocer su nombre, que lo tuvo oculto durante cuarenta y dos años. Yo fui el segundo al mando de la operación. Al comienzo eran el aparato armado del MIR y el aparato armado del PC, y había una cierta competencia a ver quién operaba mejor y hacía operaciones más importantes. Pero en función de la unidad se crearon las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, las FALN, y a partir de final de 1962 comenzamos ya a operar juntos bajo la bandera de las FALN. Por eso nuestra fundación acá en el Cuartel San Carlos Libre se llama Capitán de Navío Manuel Ponte Rodríguez, porque fue el que dirigió el alzamiento de Puerto Cabello, en el año 62. Fue capturado y preso acá en el Cuartel San Carlos, y en su segundo infarto muere sin atención médica, no sé si en este mismo calabozo o en el de al lado. Y en ese momento era el comandante supremo de toda la guerrilla venezolana, un militar, capitán de navío. Y fue sustituido por el comandante Juan de Dios Moncada Vidal, que todavía vive. Hay gente de fuera que ve extraño, como un fenómeno, a Chávez y la unión de civiles y militares en Venezuela, pero eso para nosotros siempre ha sido más o menos normal. Esas primeras grandes operaciones para tomar el poder son operaciones cívico-militares, donde participan militares, en ese caso de la armada, pero se abren los cuarteles y se les entregan las armas al pueblo, a los estudiantes, y combatimos juntos. Muchos oficiales de las fuerzas armadas se fueron a la guerrilla. Muchos murieron en combate. Era un fenómeno más o menos normal. Porque nuestras fuerzas armadas nunca han sido elitescas. No han sido una secta, sino que han tenido las clases populares siempre la oportunidad de entrar en las escuelas militares e ir ascendiendo de rango sin dependencia de su color o clase social...
—¿En el caso de Di Stéfano también fue una operación conjunta?
—En el caso de Di Stéfano fue una operación de las FALN, y el compañero Luis Correa era el comandante del destacamento César Augusto Ríos, que fue el que realizó la operación. Y de parte del MIR participé yo como segundo al mando de la operación. Y fue una operación sumamente sencilla. Fue simplemente irlo a buscar al hotel, a las 6 de la mañana, y llevárnoslo detenido. Una cosa muy sencilla. Hubo operaciones muchísimo más complicadas. Lo que pasa es que fue una operación muy escandalosa, porque Di Stéfano en esa época era el mejor jugador de fútbol del mundo. Era la estrella. Entonces, tuvo mucha publicidad, pero aparte de esa circunstancia no se caracterizó por ser una de las operaciones más brillantes. También fue totalmente limpia, sin muertos, ni heridos, ni presos... Por esa operación nadie cayó preso nunca.
—Además de en Venezuela, tú conociste la guerrilla en otros países...
—Fui de voluntario a la guerra contra Somoza en Nicaragua con el Frente Sandinista. Combatí en el frente sur. Y eso también es común en Venezuela. El sentimiento del internacionalismo lo heredamos hace muchos siglos. Nos lo enseñaron quizás los caribes. Y luego, en la lucha de la independencia, los venezolanos pelearon y ayudaron a liberar América del Sur, igual que los peruanos y los argentinos subieron, y los colombianos bajaron... es decir, que ese internacionalismo para los latinoamericanos no es extraño, es común. Con una particularidad que es importante también hoy en día, que son actitudes totalmente voluntarias. Llenas de idealismo y de sacrificio y espíritu de solidaridad e internacionalismo revolucionario.
—¿Repetirías aquellas antiguas operaciones?
—La operación de secuestro del señor Di Stéfano fue... eso estaba previsto. Les voy a contar una cosa que no es primicia pues la he contado en alguna otra ocasión, pero estaba previsto hacer ese tipo de operación porque eran operaciones que tenían mucho impacto en la opinión pública, y nosotros garantizamos el bienestar... no puedo decir el bienestar porque una persona secuestrada no puede sentirse bien, pero sí garantizábamos la seguridad física, y la pronta liberación. Porque aquí los secuestrados nunca estuvieron más de setenta y dos horas. Eran operaciones muy rápidas. De causar un escándalo. Pero para la represión del gobierno era brutal. Los allanamientos eran salvajes. Y se soltaba a los secuestrados. Fue el caso de los coroneles norteamericanos y fue el caso de Di Stéfano. Duraron setenta y dos horas. En el caso de Smolen
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tuvo la intención de canjearlo por Nguyen Van Troy, que fue un combatiente vietnamita que había caído prisionero esas semanas anteriores en Vietnam, cerca de Saigón, tratando de hacer un atentado en un puente donde debía pasar McNamara... Esa operación se planteó como un canje de la vida de Van Troy por la vida de Smolen, sin embargo la dirección del PC, ante la arremetida de la represión, ordenó la libertad de Smolen sin que los norteamericanos cumplieran su compromiso. Realmente la operación detuvo durante tres días el fusilamiento de Van Troy, pero una vez que Smolen fue puesto en libertad, Van Troy fue fusilado inmediatamente. Esa historia la leen los niños de primaria en sus libros de texto. Nuestros niños no saben dónde queda Vietnam, pero los niños vietnamitas sí saben dónde está Venezuela gracias a esta operación.
—¿Y la operación Di Stéfano?
—El caso de Di Stéfano no fue por esa razón, pero sí el nombre de la operación, que se llamó Julián Grimau por un dirigente del Partido Comunista Español que había capturado Franco cuatro o cinco meses antes y lo había fusilado. Porque Franco en esa época, y años después, todavía fusilaba gente y aplicaba el garrote vil... Inclusive mi padre estuvo amenazado por el gobierno de la época a ser expulsado a España cuando tenía dos penas de muerte en España. Lo salvó la presión del movimiento anarquista internacional... En la película
Real Madrid
me pintan como un viejo arrepentido... Ellos me hicieron trampa en esa película, porque ellos cambiaron, yo llegué a acuerdos con ellos... Esto no lo estás grabando, ¿no?
Llegados a este punto, y sintiendo al guerrillero muy relajado, me atreví a sacar el tema de Ilich Ramírez,
el Chacal
, a quien Paúl se había referido como «Ilich, nuestro hermano mayor», y del que hablaba con la misma admiración y reconocimiento que mis camaradas tupamaros.
—Tu obra más famosa, la
Mano mineral
, está en la sede de la OPEP, que es donde Ilich salta a la fama. Es curioso, ¿no?
—Sí, lo que pasa es que yo iba por las buenas y él iba por la malas...
—A pesar de haber tenido vidas paralelas, tú has podido hablar con Ilich hace poquito, ¿no? ¿Cómo fue esa conversación?
—Sí, dentro de esa... tradición de internacionalismo revolucionario que afortunadamente tenemos los latinoamericanos, el caso emblemático es el de Ilich Ramírez Sánchez, a quien consideramos nuestro hermano mayor, por ser el internacionalista venezolano más prominente y que además ha tenido la desgracia de caer preso con el imperialismo francés, y estar condenado a cadena perpetua con pocas esperanzas, ¿no? Sin embargo, su espíritu lo mantiene como si nada. Esa es la grandeza, el mejor ejemplo que nos puede dejar él desde su cuarto. Nunca nos conocimos personalmente, pero espero conocerlo, si no en esta vida en la otra. Hay muchos compañeros que me están esperando y otros que irán después que yo... pero sí tuvimos la oportunidad, aquí en el Cuartel San Carlos Libre, que se ha convertido un poco en un símbolo hasta del surrealismo revolucionario, porque entiendo que es la primera vez que Ilich tiene la oportunidad de dar una conferencia de prensa, por teléfono, aquí en el cuartel, con la prensa venezolana, gracias a ustedes... a Vladimir, a ti, a los que lo han acompañado en ese comité de solidaridad que ustedes tan dignamente representan y mantienen, y que nosotros apoyamos de todo corazón...
En ese momento ocurrió algo que no esperaba, y menos ante el objetivo de mi cámara, aunque la contundencia de sus siguientes declaraciones solo puede explicarse en el contexto del conflicto diplomático y la furia que siguió al bombardeo del campamento de las FARC.
—Entonces le voy a contar una anécdota que, lamentablemente, no es muy agradable. Yo acabo de estar en el II Congreso Continental de Solidaridad Bolivariano, en Quito (Ecuador), representando a nuestra fundación y participé en una de las mesas, la mesa de solidaridad. En esa mesa nos pronunciamos hermanos de las FARC, no de ahora, de hace cuarenta años. El señor Bush los declara terroristas, imagínate qué nos puede declarar a nosotros: amigos de los terroristas... bienvenido sea. Prefiero ser amigo de los terroristas y enemigo de él. En todo caso nos pronunciamos hermanos de las FARC, hermanos del ELN y hermanos de la ETA, sin ningún problema. Y nosotros como venezolanos, como fundación y por el hecho de que somos venezolanos y Francia tiene esa deuda con nosotros, y nosotros tenemos esa deuda con Ilich, planteamos que en las conclusiones del congreso se tomara en cuenta nuestra petición de que se hiciera una parte de solidaridad, por lo menos con la delegación venezolana, con la solidaridad de nuestro reclamo de repatriación de Ilich a su patria. Lamentablemente, esa propuesta fue desechada, fue censurada a la hora de leer los acuerdos. A la hora de leer las propuestas, esa propuesta se desapareció... pero nosotros seguiremos haciendo todo lo que podamos por conseguir algún día la repatriación de nuestro hermano...
—Esto me interesa a mí a nivel personal, Paúl. ¿Cómo veis acá la lucha palestina?
—Es que justamente nosotros entendemos que terroristas son ellos, terroristas son los israelitas, los Estados Unidos, los franceses, es la derecha española. Terroristas son los colombianos. Entonces, por supuesto que la causa del pueblo palestino, del pueblo libanés, es una causa que es nuestra desde siempre. Se me olvidó decirlo en el II Congreso Continental de Solidaridad porque sí que había una gente de la ETA reclamando solidaridad para ellos, porque ellos habían ido hasta Ecuador para ofrecer su solidaridad a los pueblos latinoamericanos. No vi a los palestinos, no sé si estaban allí, pero sí somos hermanos de Hamas, de Hizbullah, de todos los pueblos del mundo que luchan contra el imperialismo, el fascismo y el racismo...
Paúl del Río, que a su edad ya se asusta con muy pocas cosas, no tenía problema en reconocer lo que en el fondo todos los revolucionarios de América Latina sabían, y es que entre ETA, las FARC, el ELN, los grupos bolivarianos armados y otras organizaciones insurgentes de izquierdas existe una pacto tácito de colaboración. Una alianza invisible. Una hermandad y camaradería que se materializa en el intercambio de información y conocimientos, como por ejemplo los cursos tácticos y operativos, de armas y explosivos, que miembros de ETA habían recibido e impartido en campamentos de las FARC, o los cursos que miembros de las FARC habían recibido e impartido en campamentos de los grupos bolivarianos en Venezuela. Y yo mismo iba a comprobar lo relativamente sencillo que resulta para un revolucionario acreditado, como yo, acceder a esos cursos de armas y técnicas de combate, en cuanto la crisis provocada por el ataque al campamento de Raúl Reyes en Ecuador se calmase un poco.