Hacia la Fundación (17 page)

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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción

–¿Te parece posible que un resto pueda ser peligroso?

–Lo dudo. Lo que hacía tan peligroso el movimiento era el carisma de Jo-Jo…, y ha muerto. Ni siquiera tuvo una muerte heroica o más o menos notable. Era un hombre destrozado que se fue marchitando hasta morir en el exilio.

Dors se puso en pie y cruzó rápidamente la habitación balanceando los brazos y apretando los puños. Después volvió sobre sus pasos y se detuvo delante de Seldon, quien seguía inmóvil en su silla.

–Hari, voy a ser sincera contigo -dijo-. Si la psicohistoria indica que hay posibilidades de que Trantor sufra disturbios realmente serios y si aún hay joranumitas sueltos, es posible que sigan planeando matar al Emperador.

Seldon dejó escapar una carcajada nerviosa.

–Te estás dejando asustar por sombras insustanciales, Dors. Relájate.

Seldon no tardó en descubrir que las palabras de Dors se habían quedado grabadas en su mente.

5

El sector de Wye tenía toda una tradición de oposición a la Dinastía Entun de Cleon I, que llevaba dos siglos gobernando el Imperio. La oposición se remontaba a los tiempos en que algunos alcaldes de Wye ocuparon el trono imperial. La Dinastía Wyan no duró demasiado, no pudo enorgullecerse de muchos éxitos, pero la población y los gobernantes de Wye no olvidaban que hubo un tiempo en el que -aunque sólo fuese de forma imperfecta y transitoria-, habían ostentado el poder supremo. Dieciocho años atrás, el breve período durante el que Rashelle se autoproclamó alcaldesa de Wye y desafió al Imperio, había servido para que tanto el orgullo como la frustración de Wye quedaran reforzados.

Todo eso hacía muy lógico y explicable que el grupito de conspiradores se sintiera tan a salvo en Wye como habría podido sentirse en cualquier otro lugar de Trantor.

Cinco conspiradores estaban sentados alrededor de una mesa en una habitación de una zona pobre del sector. Apenas contenía muebles, pero estaba concienzudamente protegida contra toda clase de escuchas.

El hombre que parecía el líder estaba sentado en una silla un poco más sólida y de mejor calidad que las otras. Su rostro era delgado, tez amarillenta, y tenía una boca bastante grande con labios tan pálidos que resultaban casi invisibles. Su cabellera estaba salpicada por algunas canas, pero sus ojos ardían con una ira inextinguible.

Tenía la mirada fija en el conspirador sentado delante de él, un hombre de mayor edad, apariencia menos feroz y cabellera casi canosa cuyas gruesas mejillas tendían a temblar cada vez que hablaba.

–¿Y bien? – preguntó secamente el líder-. Está claro que no has hecho nada. ¡Explícanos por qué!

–Soy joranumita desde hace mucho tiempo, Namarti -replicó el otro-. ¿Por qué he de justificar mis acciones ante ti?

Gambol Deen Namarti, el hombre que había sido la mano derecha de Laskin «Jo-Jo» Joranum, le fulminó con la mirada.

–Hay muchas personas que son joranumitas desde hace mucho tiempo. Algunas son incompetentes, se han ablandado, otras han olvidado lo que significa ser joranumita. Ser joranumita desde hace mucho tiempo sólo quiere decir que eres un viejo estúpido.

El hombre de la cabellera canosa se reclinó en su silla.

–¿Estás diciendo que soy un viejo estúpido? ¿Yo, Kaspal Kaspalov? Ya estaba al lado de Jo-Jo cuando tú aún no te habías unido al partido, cuando eras un don nadie harapiento en busca de una causa.

–No estoy diciendo que seas un estúpido -replicó Namarti-. Me limito a decir que algunos veteranos joranumitas son estúpidos. Ahora tienes la ocasión de demostrar que no eres uno de ellos.

–Mi relación con Jo-Jo…

–Olvida eso. ¡Jo-Jo está muerto!

–Creo que su espíritu sigue vivo.

–Si esa idea puede ayudarnos en nuestra lucha, entonces de acuerdo, su espíritu sigue vivo. Pero para otros, no para nosotros. Sabemos que cometió errores.

–¡No es cierto!

–No insistas en convertir en héroe a un hombre normal y corriente que cometió errores. Creyó que podría adueñarse del Imperio sólo con la fuerza de la retórica, con las palabras…

–La historia demuestra que las palabras han movido montañas en el pasado.

–Está claro que sus palabras no han movido ninguna montaña a causa de los errores. No supo esconder adecuadamente sus orígenes mycogenitas. Peor aun, se dejó engañar y acusó al Primer Ministro Demerzel de ser un robot. Le advertí de que no lo hiciera, pero no quiso escucharme…, y eso acabó con él. Empecemos de nuevo, ¿de acuerdo? Sea cual sea el uso que hagamos del recuerdo de Joranum, no debemos dar la sensación de que nos fascina hasta el punto de paralizarnos.

Kaspalov no dijo nada. Las miradas de los otros tres conspiradores fueron de Namarti a Kaspalov y volvieron a posarse en él. Los tres parecían dispuestos a dejar que Namarti llevara el peso de la discusión.

–Cuando Joranum fue exilado a Nishaya el movimiento joranumita se desintegró y pareció desaparecer -dijo Namarti con voz áspera-, y no cabe duda de que habría desaparecido…, de no ser por mí. Lo fui reconstruyendo fragmento a fragmento hasta convertirlo en una organización que se extiende por todo Trantor, como supongo que ya sabes.

–Lo sé, Jefe -murmuró Kaspalov.

El que hubiera utilizado ese título dejaba bien claro que Kaspalov buscaba reconciliarse con Namarti.

Namarti se permitió una leve sonrisa. No insistía en el uso del título, pero le gustaba oírlo emplear.

–Formas parte de la organización y tienes unos deberes que cumplir -dijo.

Kaspalov se removió en su asiento. Estaba manteniendo una discusión interna consigo mismo.

–Jefe, has dicho que aconsejaste a Joranum que no debía acusar al Primer Ministro de ser un robot -dijo por fin-. Dijiste que no te hizo caso, pero por lo menos te permitió hablar. ¿Puedo gozar del mismo privilegio y señalar lo que creo que es un error con la seguridad de que me escucharás, como Joranum te escuchó, incluso si luego decides imitarle ignorando mis consejos?

–Pues claro que puedes hablar, Kaspalov. Estás aquí para eso. ¿Qué quieres decirme?

–Jefe, las nuevas tácticas que estamos empleando son un error. Crean problemas y causan daños.

–¡Naturalmente! Han sido concebidas precisamente para eso. – Namarti se removió en su asiento y logró controlar su ira haciendo un considerable esfuerzo de voluntad-. Joranum utilizó la persuasión sin ningún éxito. Nosotros derribaremos a Trantor mediante la
acción
.

–¿Por cuánto tiempo y a qué precio?

–Por todo el tiempo que sea necesario…, y pagando un precio muy pequeño. Una interrupción del suministro de energía, una cañería de agua que revienta, una obstrucción en el sistema de alcantarillado, una avería del aire acondicionado… Molestias y trastornos, todo se reduce a eso.

Kaspalov meneó la cabeza.

–Esas acciones tienen un efecto acumulativo.

–Por supuesto, Kaspalov, y nosotros queremos que el resentimiento y el malestar público también crezcan de forma acumulativa. Escucha, Kaspalov: el Imperio se encuentra en decadencia, y todo el mundo lo sabe…, por lo menos todas las personas inteligentes y capaces de pensar lo saben. La tecnología terminará por fallar incluso suponiendo que no hagamos nada. Lo único que estamos haciendo es acelerar el proceso.

–Es peligroso, Jefe. La infraestructura de Trantor es increíblemente complicada. Un empujón demasiado fuerte puede hacer que se desmorone y quede reducida a un montón de ruinas. Si tiramos del hilo equivocado Trantor puede derrumbarse como un castillo de naipes.

–Eso todavía no ha ocurrido.

–Puede que ocurra en el futuro. ¿Y si la gente descubre que somos los culpables? Nos harían pedazos… No habría necesidad de recurrir a las fuerzas de seguridad o al ejército. Las turbas nos aniquilarían.

–¿Y cómo sabrán que somos los culpables? El blanco natural para el resentimiento del pueblo será el gobierno y los consejeros del Emperador. Nunca irán más allá.

–¿Cómo podremos seguir viviendo conociendo la realidad de los hechos?

El anciano pronunció esas palabras de forma casi inaudible y con gran emoción. Kaspalov alzó la cabeza y lanzó una mirada suplicante a su líder, el hombre al que había jurado lealtad y obediencia creyendo que seguiría enarbolando el estandarte de libertad transmitido por Jo-Jo Joranum; Kaspalov se preguntó si era así como Jo-Jo habría querido hacer realidad sus sueños.

Namarti chasqueó la lengua como un padre que reprueba las travesuras de su hijo.

–Kaspalov, espero que no sucumbas al sentimentalismo. Cuando logremos el poder recogeremos los fragmentos y lo reconstruiremos todo. Agruparemos al pueblo con las viejas ideas de Joranum sobre la participación popular en el gobierno y la promesa de que estará mejor representado, y cuando controlemos la situación crearemos un gobierno más eficiente y fuerte. Tendremos un Trantor mejor y un Imperio más sólido. Crearemos algún tipo de sistema parlamentario en el que los representantes de otros mundos puedan hablar hasta caer al suelo de puro agotamiento…, pero nosotros seremos gobernantes.

Kaspalov le miraba como si no supiera qué hacer.

Los labios de Namarti esbozaron una sonrisa desprovista de alegría.

–¿Lo entiendes? No podemos perder. Hasta ahora todo ha transcurrido a la perfección y seguirá así. El Emperador no tiene ni idea de lo que está ocurriendo, y su Primer Ministro es un matemático. Cierto, acabó con Joranum, pero desde entonces no ha hecho nada.

–Cuenta con algo llamado…, llamado…

–Olvídalo. Joranum siempre le dio mucha importancia, pero formaba parte de sus orígenes mycogenitas, al igual que su obsesión por los robots. Ese matemático no cuenta con
nada
que…

–Psicoanálisis histórico o algo parecido. En una ocasión le oí decir a Joranum que…

–He dicho que lo olvides. Limítate a cumplir con tu deber. Tienes a tu cargo la ventilación en el sector de Anemoria, ¿verdad? Muy bien. Haz que se estropee de la forma que mejor te parezca. Que se desconecte para que aumente la humedad, que produzca un olor desagradable…, lo que sea. Eso no matará a nadie, así que nada de sentimientos de culpabilidad y remordimientos. Lo único que harás será conseguir que la gente se sienta incómoda y que aumente el coeficiente general de disgusto e irritación. ¿Podemos confiar en ti?

–Pero lo que para un joven sólo sea una incomodidad irritante, puede ser algo más para los niños, las personas ancianas y los enfermos…

–¿Vas a seguir insistiendo en que nadie debe sufrir daño alguno?

Kaspalov farfulló algo ininteligible.

–Hacer
lo que sea
con la garantía absoluta de que nadie sufrirá ningún daño es imposible -dijo Namarti-. Tienes que hacer lo que se espera de ti. Si tu conciencia insiste en ello hazlo de forma que dañe al menor número de personas posible…, ¡pero
hazlo
!

–¡Espera! – exclamó Kaspalov-. Quiero añadir algo, Jefe.

–Pues entonces habla -replicó Namarti con voz cansada.

–Podemos pasar años manipulando la infraestructura, pero llegará un momento en el que deberás utilizar el sentimiento de insatisfacción general para adueñarte del poder. ¿Cómo pretendes conseguirlo?

–¿Quieres saber con toda exactitud lo que haremos?

–Sí. Cuanto más deprisa actuemos más limitados serán los daños y más eficiente será la operación quirúrgica.

–Aún no he decidido cuál será la naturaleza exacta de esa «operación quirúrgica» -dijo Namarti hablando muy despacio-, pero se hará. Hasta entonces, ¿cumplirás con tu deber?

Kaspalov asintió y puso cara de resignación.

–Sí, Jefe.

–Bien, pues entonces vete -dijo Namarti, y le despidió con un rápido gesto de la mano.

Kaspalov se puso en pie, giró sobre sí mismo y se fue.

Namarti le vio marchar.

–No podemos confiar en Kaspalov -dijo volviéndose hacia el hombre que estaba sentado a su derecha-. Se ha pasado al enemigo y quiere conocer mis planes futuros para traicionarnos. Ocúpate de él.

El hombre sentado a su derecha asintió y los tres salieron de la habitación dejando solo a Namarti. Apagó los paneles luminosos de la pared, a excepción de uno cuadrado en el techo para no quedarse a oscuras. «Todas las cadenas tienen un eslabón débil que ha de ser eliminado -pensó-. En el pasado así lo hemos hecho, y el resultado es que ahora contamos con una organización a la que nadie puede detener».

Sonrió en la penumbra, y una mueca de alegría salvaje contorsionó su rostro. Después de todo, los tentáculos de la organización llegaban incluso al palacio. Todavía no eran muy fuertes y no se podía confiar del todo en ellos, pero estaban allí y pronto serían más sólidos.

6

Hacía muy buen tiempo, el calor y el sol reinaban sobre todo el complejo del Palacio Imperial y sus jardines.

No ocurría muy a menudo. Hari recordó que Dors le había explicado por qué se escogió aquella zona de inviernos fríos y lluvias frecuentes para edificar el palacio.

–No es que fuera realmente
escogida
-le dijo-. En los primeros tiempos del reino de Trantor era una propiedad de la familia Morovian. Cuando el reino se convirtió en Imperio había muchos lugares en los que el Emperador podía vivir; fincas veraniegas, refugios invernales, residencias deportivas, casas en la playa… El planeta se fue cubriendo de cúpulas, y un Emperador vino a vivir aquí y le gustó tanto que la zona permaneció sin proteger. El hecho de que fuese la
única
zona no cubierta por una cúpula acabó por convertirla en especial, cualidad que atrajo al siguiente Emperador, y al que reinó después de él, y al que le sucedió, naciendo así una tradición.

Como le ocurría siempre que oía una historia de ese estilo, Seldon se preguntó cuál habría sido la respuesta de la psicohistoria. ¿Habría predicho que una zona permanecería descubierta, sin precisar cuál sería? De hecho, ¿habría podido llegar tan lejos? ¿O se habría equivocado prediciendo la existencia de varias zonas descubiertas o ninguna? ¿Cómo podía tomar en consideración la idiosincrasia de un Emperador instituido azarosamente en el momento crucial, que había tomado una decisión puramente impulsiva y caprichosa? Ese camino llevaba al caos… y a la locura.

Cleon I disfrutaba del buen tiempo.

–Me hago viejo, Seldon -dijo-. No hace falta que lo diga, ¿verdad? Tú y yo tenemos la misma edad… No tener ganas de jugar al tenis o ir de pesca, a pesar de que han repoblado el lago, y conformarme con dar un lento paseo por los senderos debe de ser una señal de que estoy envejeciendo.

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