Hacia la Fundación (52 page)

Read Hacia la Fundación Online

Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción

Tryma Acarnio se puso en pie apenas Seldon entró en el despacho del Jefe de Bibliotecarios. Ya había dejado su huella en la habitación: Zenow había llenado cada rincón con holodiscos y tridipublicaciones de los distintos sectores de Trantor, y cuando ocupaba el puesto un impresionante despliegue de visiglobos que representaban varios mundos del Imperio giraba en el aire. Acarnio había eliminado los montículos de datos e imágenes que a Zenow le gustaba tener al alcance de las manos. Una holopantalla de grandes dimensiones dominaba una pared, y Seldon supuso que Acarnio podría utilizarla para estar al corriente de cualquier publicación o emisión que le interesara.

Acarnio era bajito y corpulento, y tenía una perpetua expresión de distracción -producto de una corrección córnea llevada a cabo durante su infancia no muy acertada-, que disimulaba una inteligencia temible y una aguda consciencia de cuanto ocurría a su alrededor.

–Bien, bien, profesor Seldon… Entre y siéntese. – Acarnio le señaló una silla de respaldo recto colocada delante de su escritorio-. Creo que es una casualidad afortunada que solicitara esta entrevista, porque tenía intención de ponerme en contacto con usted tan pronto como me hubiera hecho una idea de mis nuevos deberes.

Seldon asintió. Que el nuevo Jefe de Bibliotecarios hubiese dado tanta prioridad a conocerle durante los ajetreados días de su toma de posesión le complacía.

–Pero en primer lugar, profesor, explíqueme por qué quería verme antes de que pasemos a ocuparnos de mis problemas, que es muy probable resulten bastante más prosaicos.

Seldon carraspeó y se inclinó hacia delante.

–Jefe de Bibliotecarios, tengo la seguridad de que Las Zenow le ha hablado del trabajo que estoy haciendo aquí y de mi idea de crear una Enciclopedia Galáctica. Las estaba entusiasmado con el proyecto y me ayudó mucho. Me proporcionó un despacho privado y acceso ilimitado a los vastos recursos de la Biblioteca Galáctica. De hecho, fue él quien dio con lo que será el hogar del Proyecto Enciclopedia, un mundo exterior muy remoto llamado Terminus.

»Pero hay una cosa que Las no pudo proporcionarme. Si quiero evitar retrasos en el proyecto necesito espacio y acceso ilimitado a cierto número de mis colegas. Sólo recopilar la información que será transferida a Terminus, antes de que iniciemos la auténtica labor de compilar la Enciclopedia, ya supondrá un trabajo enorme.

»Las no era muy popular entre los miembros del Consejo, como supongo que sabrá, pero usted sí lo es. Bien, Jefe de Bibliotecarios, lo que le pido es lo siguiente: ¿se ocupará de que mis colegas consigan los mismos privilegios de que yo he disfrutado para que podamos continuar con nuestra obra más importante?

Hari se calló. Casi se había quedado sin aliento. Estaba seguro de que su discurso -que había repasado mentalmente una y otra vez la noche anterior-, produciría el efecto deseado y aguardó en silencio la respuesta que quería oír de Acarnio.

–Profesor Seldon… -dijo Acarnio, y la sonrisa de Seldon se desvaneció. La voz del Jefe de Bibliotecarios había adquirido un tono seco y cortante que Seldon no esperaba-. Mi estimado predecesor me ha explicado con exhaustivo detalle todo lo referente al trabajo que ha llevado a cabo en la Biblioteca. Estaba entusiasmado con su investigación y se había comprometido con su idea de traer aquí a sus colegas. Yo también lo había hecho, profesor Seldon… -Acarnio hizo una pausa y Seldon se apresuró a levantar su mirada hacia él-, al principio. Estaba dispuesto a convocar una reunión especial del Consejo para proponer que usted y sus enciclopedistas pudieran utilizar un conjunto de despachos. Pero ahora todo ha cambiado, profesor Seldon.

–¡Que ha cambiado! Pero… ¿Por qué?

–Profesor Seldon, acaba de aparecer como acusado en un caso de agresión que ha causado un gran revuelo.

–Pero fui absuelto -dijo Seldon-. El caso nunca llegó a ser juzgado.

–Aun así, profesor, su última exposición a los ojos del público le ha proporcionado una innegable…, no sé cómo expresarlo…, una aureola de mala reputación. Oh, sí, fue absuelto de todas las acusaciones, pero para conseguir dicha absolución fue preciso exhibir su nombre, su pasado, sus creencias y su trabajo ante los ojos de todos los mundos. Y a pesar de que una juez progresista que respeta y defiende la ley le ha declarado inocente, ¿qué hay de los millones y, quizá, miles de millones, de ciudadanos que no ven a un pionero de la psicohistoria que intenta preservar la gloria de su civilización, sino a un lunático delirante que profetiza el desmoronamiento y la ruina de un inmenso y poderoso Imperio?

»La mismísima naturaleza de su trabajo amenaza la textura del Imperio, y no me refiero al Imperio monolítico que no tiene nombre ni rostro… No, me estoy refiriendo al corazón y el alma del Imperio…, sus habitantes. Cuando les dice que el Imperio está en decadencia les hace responsables de eso, y les recuerda que ellos también están en decadencia…, y, mi querido profesor, el ciudadano corriente no puede enfrentarse a esa acusación. Seldon, le guste o no, se ha convertido en un objeto de irrisión, un hazmerreír, un blanco al que ridiculizar.

–Discúlpeme, Jefe de Bibliotecarios, pero en ciertos círculos ya hace años que soy un hazmerreír.

–Sí, pero sólo en ciertos círculos, y este último incidente y su publicidad le han expuesto al ridículo no sólo en Trantor sino en todos los mundos. Profesor, si la Biblioteca Galáctica aprueba tácitamente su trabajo proporcionándole esos despachos, la Biblioteca se convertirá en el hazmerreír de todos los mundos. No importa lo que yo pueda opinar
personalmente
de su teoría y su enciclopedia: soy el Jefe de Bibliotecarios de la Biblioteca Galáctica de Trantor, y debo pensar en la Biblioteca antes que en ninguna otra cosa.

»Y ésa es la razón de que deba responder a su petición con una negativa.

Hari Seldon se echó atrás tan bruscamente como si acabara de ser golpeado.

–Aparte de eso -siguió diciendo Acarnio-, debo advertirle de que sus privilegios han sido suspendidos durante dos semanas…, y que la efectividad de dicha suspensión empieza ahora mismo. Profesor Seldon, el Consejo celebrará una reunión especial, y dentro de dos semanas le notificaremos si hemos decidido poner fin a nuestra relación con usted o si deseamos que prosiga.

Acarnio se quedó callado durante unos momentos. Después puso la palma de las manos sobre la reluciente e impoluta superficie de su escritorio y se levantó.

–Eso es todo, profesor Seldon…, por ahora.

Hari Seldon también se puso en pie, pero sin la flexibilidad y la rapidez con que se había incorporado Tryma Acarnio.

–¿Se me permitirá dirigirme al Consejo? – preguntó Seldon-. Quizá si pudiera explicarles la importancia vital de la psicohistoria y de la enciclopedia…

–Me temo que no será posible, profesor -dijo Acarnio en voz baja, y Seldon tuvo un fugaz atisbo del hombre del que le había hablado Las Zenow.

Pero el gélido burócrata volvió a ocultarle enseguida, y Acarnio le acompañó hasta la puerta.

–Dos semanas, profesor Seldon -dijo Acarnio mientras los paneles se deslizaban a un lado-. Hasta entonces.

Hari cruzó el umbral para dirigirse hacia el vehículo que le esperaba y los paneles volvieron a cerrarse tras él.

«¿Qué voy a hacer ahora? – se preguntó Seldon desconsoladamente-. ¿Será posible que esto signifique el fin de mi trabajo?»

28

–Wanda, querida, ¿qué es lo que te tiene tan atareada? – preguntó Hari Seldon al entrar en el despacho de la Universidad de Streeling que ocupaba su nieta.

La habitación había sido el despacho del brillante matemático Yugo Amaryl, cuya muerte había empobrecido considerablemente al Proyecto Psicohistoria. Afortunadamente durante los últimos años Wanda había asumido el papel de Yugo, y había seguido introduciendo mejoras y ajustes en el Primer Radiante.

–Estoy trabajando en una ecuación de la sección 33A2D17. Mira, he recalibrado esta parte… -Movió la mano señalando una mancha violeta que flotaba en el aire delante de sus ojos-. He utilizado el cociente habitual y… ¡Ahí! Justo lo que pensaba…, creo.

Wanda se echó atrás y se frotó los ojos.

–¿Qué es, Wanda? – Hari se acercó un poco más para estudiar la ecuación-. Vaya, esto parece la ecuación de Terminus y sin embargo… Wanda, es una
inversión
de la ecuación de Terminus, ¿no?

–Sí, abuelo. Verás, los números de la ecuación de Terminus no acaban de funcionar con precisión, y… Mira. – Wanda pulsó un botón disimulado en un panel de la pared y una segunda mancha, ésta de un rojo intenso, apareció al otro lado de la habitación. Seldon y Wanda fueron hacia ella para inspeccionarla-. ¿Ves lo bien que encaja todo ahora, abuelo? He necesitado semanas para conseguir que quedara así.

–¿Cómo lo has logrado? – preguntó Seldon admirando la estructura de la ecuación, su lógica y su elegancia.

–Al principio me concentré en ella desde aquí. Eliminé todo lo demás. Si quieres que Terminus funcione concéntrate en Terminus… Parece lógico, ¿verdad? Pero después comprendí que no podía limitarme a introducir esta ecuación en el Primer Radiante y esperar que encajara con fluidez como si no hubiera pasado nada. Colocar algo significa que habrá cambios de posición en otro sitio. Un peso necesita un contrapeso.

–Creo que el concepto al que te estas refiriendo es lo que los antiguos llamaban
yin y yang
.

–Sí, más o menos. Y
in y yang
… Bien, comprendí que para perfeccionar el
yin
de Terminus tenía que localizar su
yang
… cosa que hice… aquí. – Volvió a la mancha violeta, casi escondida en el otro semicírculo de la esfera del Primer Radiante-. Y en cuanto ajusté las cifras la ecuación de Terminus encontró el lugar adecuado. ¡Armonía!

Wanda parecía tan complacida consigo misma como si hubiera logrado resolver todos los problemas del Imperio.

–Resulta fascinante, Wanda. Luego tendrás que explicarme lo que crees que significa todo esto para el proyecto… Pero ahora tienes que acompañarme a la holopantalla. Hace unos minutos recibí un mensaje urgente de Santanni. Tu padre quiere que nos pongamos en comunicación con él inmediatamente.

La sonrisa de Wanda se desvaneció. Las recientes noticias de que había combates en Santanni le habían alarmado mucho. Los recortes presupuestarios del Imperio seguían produciéndose, y los ciudadanos más afectados siempre eran los de los mundos exteriores. Tenían acceso limitado a los mundos interiores, que eran más ricos y estaban más poblados, y cada vez les resultaba más difícil cambiar los productos de sus mundos por las importaciones que tanto necesitaban. Pocos hipernavíos imperiales visitaban Santanni y aquel planeta tan lejano se sentía aislado del resto del Imperio, con el resultado de que habían empezado a surgir focos de rebeldía.

–Abuelo, espero que todo vaya bien -dijo Wanda, y el tono de su voz revelaba el miedo que sentía.

–No te preocupes, querida. Si Raych ha podido enviarnos un mensaje deben de estar a salvo, ¿no?

Entraron en el despacho de Seldon y se colocaron delante de la holopantalla, que se activó al instante. Seldon tecleó un código en el panel que había junto a la pantalla y esperaron los escasos segundos necesarios para que se estableciera la conexión intergaláctica. La pantalla pareció retroceder lentamente hasta quedar incrustada en la pared como si fuera la entrada de un túnel, y la silueta familiar de un hombre de constitución muy robusta fue emergiendo poco a poco de ella. El sistema de conexión hizo los últimos ajustes, y los rasgos del hombre se volvieron más nítidos. La silueta cobró vida un instante después de que Wanda y Seldon distinguieran el frondoso bigote dahlita de Raych.

–¡Papá! ¡Wanda! – exclamó el holograma tridimensional de Raych proyectado hasta Trantor desde Santanni-. Escuchad, no dispongo de mucho tiempo… -Se encogió sobre sí mismo, como si le hubiese sobresaltado algún ruido muy fuerte-. Las cosas están bastante mal. El gobierno ha caído y un partido provisional se ha adueñado del poder, y ya podéis imaginar lo caótica que es la situación actual… Acabo de meter a Manella y Bellis en un hipernavío que va a Anacreon. Les dije que se pusieran en contacto con vosotros desde allí. El nombre del navío es
Arcadia VII
.

»Tendrías que haber visto a Manella, papá. Tener que irse la puso tan furiosa que… En fin, la única forma de convencerla de que se marchara fue apelando a la seguridad de Bellis.

»Ya sé lo que estáis pensando. Pues claro que habría querido irme con ellas…, si hubiese podido, pero no había sitio suficiente. Tendrías que haber visto lo que me costó conseguirles pasajes a bordo del navío… -Raych sonrió con una de aquellas sonrisas torcidas que Wanda y Seldon tanto amaban, y siguió hablando-. Además ya que estoy aquí tengo que ayudar a proteger la Universidad…, puede que formemos parte del Sistema de Universidades Imperiales, pero somos una institución dedicada al aprendizaje y la construcción del futuro, no a su destrucción. Os aseguro que si uno de esos rebeldes fanáticos consigue acercarse a nuestros equipos…

–Raych -le interrumpió Hari-, ¿tan grave es la situación? ¿Vais a tener que combatir?

–Papá, ¿corres peligro? – preguntó Wanda.

Esperaron los segundos necesarios para que su mensaje recorriera los nueve mil parsecs de galaxia que les separaban de Raych,

–Yo… No he podido entender muy bien lo que decíais -replicó el holograma-. Sí, ha habido unos cuantos combates. La verdad es que casi resulta emocionante -dijo Raych, y volvió a sonreírles con su mueca de siempre-. Bueno, tengo que marcharme. Acordaos de averiguar qué ha sido del
Arcadia VII
con destino a Anacreon. Volveré a ponerme en contacto con vosotros lo más pronto posible. Recordad que…

La conexión quedó interrumpida y el holograma se esfumó.

El túnel en que se había convertido la holopantalla se derrumbó sobre sí mismo, y Seldon y Wanda se encontraron contemplando una pared desnuda.

–Abuelo, ¿qué crees que iba a decir? – preguntó Wanda volviéndose hacia Seldon.

–No tengo idea, querida. Pero hay algo que sí sé, y es que tu padre puede cuidar de sí mismo. ¡Compadezco a cualquier rebelde que se le acerque lo suficiente para recibir una de sus temibles patadas de torsión! Anda, volvamos a esa ecuación y dentro de unas cuantas horas intentaremos averiguar algo sobre el
Arcadia VII

Other books

Club Prive Book 3 by Parker, M. S.
A Stitch on Time 5 by Yolanda Sfetsos
Assume Nothing by Gar Anthony Haywood
Beloved Strangers by Maria Chaudhuri