La Corporación (26 page)

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Authors: Max Barry

Tags: #Humor

El principal problema, sospecha Alpha, es que las reestructuraciones son divertidas, al menos para Dirección General; obviamente para nadie más. Si ha de elegir entre investigar las razones por las cuales el 50 por ciento de las ganancias se pierde por deficiencias de control del inventario, o elaborar una nueva y atrevida visión de la futura estructura de la empresa, Dirección General opta invariablemente por lo segundo. Si Dirección General capitaneara una nave, tardaría el doble en llegar a su destino y la embarcación sería enteramente reconstruida durante la travesía. Alpha no tiene nada en contra de esta visión, pero desearía que Dirección General se limitara a prestar atención al timón de la nave y dejara en paz las cuestiones arquitectónicas.

Sin embargo, hasta que llegue ese día, Alpha se conforma con encontrar alguna forma menos disfuncional de llevar a cabo las reestructuraciones. Ha puesto en práctica diversas técnicas, entre ellas la reestructuración «sorpresa» que se está ensayando en este momento, ideada por Eve Jentiss para eliminar la pérdida de productividad que conlleva normalmente la primera fase. Al parecer se ha logrado el objetivo, ya que Zephyr ha pasado de forma inequívoca a la segunda fase. Se están gestando varias guerras civiles. Comienzan a surgir alianzas. Aparecen los primeros señores de la guerra, como Roger en Servicios de Personal. El miércoles a las 8:50 horas de la mañana se lanza la primera campaña exterior. Procede de Control de Infraestructura y llega en forma de mensaje de voz dirigido a todos los jefes de departamento. En él lamenta anunciar un incremento de los costes aplicados por metro cuadrado, cubículo, plaza de parking y línea telefónica empleada por cada departamento. El edificio sigue siendo del mismo tamaño, señala Control de Infraestructura, al igual que el aparcamiento, y hay también el mismo número de líneas telefónicas, pero al haber menos empleados para cubrir los gastos, no les queda otra opción que incrementar los costes.

Los nuevos jefes superdepartamentales escuchan la noticia perplejos. ¡Novecientos dólares por los paneles divisorios de un cubículo! ¡Quinientos al mes por un simple ordenador! ¡Seis mil al año por una ventana! Los directores están que trinan en sus sillones de cuero, que son ahora tres veces más caros que antes. ¡Eso es especulación en toda regla! Las líneas telefónicas entre departamentos (doscientos dólares por conexión, además de los gastos de utilización) echan humo, mientras los directores comparten su furia. Se hacen juramentos de apelar a Dirección General, pero no se llevan a cabo, al menos no de momento. Los de Dirección General parecen estar un tanto irritados con la consolidación, al menos desde que vieron a doscientos empleados enfadados apostados en las puertas del edificio y arrojando objetos. Se convoca una reunión. En el vestíbulo, Gretel observa sorprendida cómo el ascensor se abre una y otra vez para dejar salir a un director tras otro, que se dirigen a la sala de reuniones con el paso firme y el ceño fruncido.

Pronto todos los directores están presentes, incluido Roger. La única excepción es Recursos Rumanos (o mejor dicho, Recursos Humanos y Protección de Activos, que es el nombre que se le ha dado al nuevo departamento), pues nadie lo ha convocado, ya que hasta los directores lo consideran una persona siniestra. Recursos Humanos está dirigido por un hombre de labios húmedos y pelo grasoso que se riza en las puntas; saber que tiene tu expediente a su disposición es suficiente para ponerte la carne de gallina. De modo que están todos salvo él, y cuando llega el director de Control de Infraestructura, el ambiente se puede cortar con un cuchillo.

El director de Control de Infraestructura es un hombre bajito y musculoso con barba negra. Es un caso extraño en la Corporación Zephyr, pues empezó abajo de todo y fue ascendido por su tesón, lo cual hace sentirse incómodos al resto de los directores. La idea de que se puede ascender mediante una competencia sana y no a base de intrigar, dar puñaladas traperas, escapar de los desastres inminentes y apuntarse en el último momento a los éxitos, echa por tierra todo lo que han aprendido. El director de Control de Infraestructura se dirige al centro de la sala, cruza sus musculosos brazos y pregunta:

—Muy bien, ¿cuál es el problema?

Control de Infraestructura recibe una lluvia de invectivas y gotas de saliva cuando los directores arremeten contra él para explicarle qué es lo que sucede exactamente. Sin embargo, el director no retrocede. Ni siquiera cambia de expresión. Cuando el pozo de furia se seca, se encoje de hombros y dice:

—No puedo hacer nada al respecto.

De nuevo se oye un abucheo y una oleada de protestas recorre la sala. A la vista de que Control de Infraestructura no ha reaccionado como esperaban a la furia, el segundo asalto adopta un tono más lastimero. Sin duda no tendrá intención de robarles a ellos, gimen los directores, para llenar sus propios cofres. Sin duda puede entender la situación en la que se encuentran. Debe entender que no pueden funcionar sometidos a unos aumentos de costes tan desaforados.

Control de Infraestructura encoge los hombros de nuevo y dice:

—Lo único que sé es la cifra total de nuestros costes y el número de personas entre las que debemos dividirlos.

¡Maldita sea! El tercer asalto es el más violento hasta el momento. Los directores se dan cuenta de que no están logrando ningún progreso, por lo que dan rienda suelta a sus sentimientos. Los ataques comienzan a hacerse un tanto personales, en referencia al pasado de obrero llano del director de Control de Infraestructura y a su carencia de educación formal. Control de Infraestructura hace frente a todas las miradas furibundas. Al final, también este asalto termina por perder fuelle.

—Si queréis que Zephyr reduzca el total de sus gastos fijos, ¿por qué no habláis con Dirección General? —dice. Luego se levanta y sale de sala.

Pues sí, los directores van a plantear la cuestión ante Dirección General. Es una idea magnífica, sobre todo ahora que Control de Infraestructura la ha sugerido, pues siempre pueden echarle la culpa a él si la molestia sienta mal en Dirección General. Los directores se apiñan alrededor de un altavoz Dirección General está anonadada. ¿Qué narices se cree que está haciendo Control de Infraestructura? ¡El objetivo de la consolidación es reducir gastos, no incrementarlos! Son personas como el director del Departamento de Control de Infraestructura las que están arruinando sus hermosos planes, comprende al fin Dirección General. Cuando llega a su oficina situada en la planta quince, ya le está esperando un mensaje de voz que le convoca de inmediato en la segunda planta.

Es la primera visita de Control de Infraestructura a la segunda planta y se siente gratamente sorprendido. Los espacios son amplios, las mesas de roble, se ven flores recién cortadas y bonitos cuadros colgando de las paredes. Hay una infraestructura nada desdeñable por aquí, ciertamente. Le conducen hasta la sala de juntas, donde le espera Dirección General al completo. Le señalan un asiento al final de una enorme mesa y, después de una pausa intimidatoria, le piden que se explique.

—Bueno, la razón es muy sencilla. Nuestros gastos fijos no han cambiado y ahora no hay tantos departamentos. Lo único que puedo hacer es cobrarle más a cada uno.

Dirección General espera, pero no parece haber más que eso. Están perplejos. ¿Dónde están las láminas de PowerPoint? ¿Dónde están las ideas clave? ¿Dónde están las referencias a los paradigmas empresariales cambiantes y a las oportunidades de mercado emergentes?

—Pero los departamentos son más
pequeños
—dice una mujer—. Usan menos infraestructura. Si acaso deberían pagar menos.

—¿Entonces, a quién le facturo los departamentos que han quedado vacíos?

—¿Por qué hay que facturárselos a nadie?

—Porque siguen estando ahí.

A Dirección General no le agrada el tono que emplea, ni las implicaciones de sus palabras. Intercambian miradas. Ellos preferirían una explicación alternativa, por ejemplo que Control de Infraestructura es un departamento codicioso y especulador.

—¿Qué podemos hacer entonces para mantener los mismos gastos departamentales de antes? —pregunta Dirección General como última oportunidad.

—Bueno, se pueden volver a llenar esas plantas contratando a más personal.

Todos los presentes contienen la respiración.
¡Contratar a más personal!
Eso es una herejía. Los miembros de Dirección General se miran entre sí, perplejos. Luego le dicen al director de Control de Infraestructura que puede irse.

Durante unos minutos reina un completo silencio en la sala, salvo por el ruido que hace la nevera del bar. Luego una de las mujeres se inclina hacia delante:

—Eso de facturar a los departamentos por unos recursos fijos… no es más que una artimaña contable, ¿no es verdad? La infraestructura ya está ahí. No se va a ir a ninguna parte si dejamos de facturar a los departamentos por ella. De modo que podemos resolver el problema en cuestión de segundos eliminando sencillamente el departamento de Control de Infraestructura.

Una leve sonrisa aparece lentamente en el rostro de todos los presentes. ¡Por fin han encontrado una solución! Se escuchan algunas protestas de un hombre cuya principal ganancia con la consolidación fue hacerse con la responsabilidad del departamento de Control de Infraestructura, pero las acallan rápidamente, la decisión es anunciada y notificada a Recursos Humanos; para cuando Control de Infraestructura regresa a su despacho, ya le esperan dos guardias de Seguridad.

Sydney, la diminuta ex directora de Ventas de Formación, está de pie en el ascensor, con las puertas abiertas y mirando el panel de botones. Tiene un dilema: no sabe qué botón debe apretar.

En ningún caso piensa ir a la planta once. Trabajar para Roger, hasta esta semana su subordinado, sería demasiado humillante para ella. Tal vez haya personas que recibirían una puñalada en la espalda y continuarían sonriendo, pero Sydney no es una de ellas. Desde que fue expulsada de su puesto, ha ido de departamento en departamento buscando la ayuda de sus viejos amigos; o mejor dicho, de los que consideraba sus amigos, pues por lo que se ve sólo le mostraban simpatía por el puesto que ocupaba. Darse cuenta de que todos han estado desde siempre en contra suya ha sido una sorpresa muy desagradable… aunque en realidad eso es justamente lo que ella misma ha ido a explicarles desde el principio.

Su mayor problema ahora es que se ha quedado sin alternativas. De todos los números que hay en el panel (que no son muchos), los únicos que no ha probado son los de escalafón más alto; es decir, Recursos Humanos y Dirección General.

La idea le resulta seductora. El lugar de Sydney no se encuentra entre los departamentos más bajos; debería estar arriba de todo. ¿Dónde si no podría estar una mujer con una visión tan panorámicamente hostil, con ese desagrado por las personas en general y con ese gusto por obligarlas a hacer sacrificios? En Dirección General, en la mismísima Dirección General; sí, ése es su lugar.

El problema es que uno no entra en Dirección General así como así. Uno tiene que abrirse camino en docenas de fiestas y partidos de golf, algo que Sydney no ha hecho ni parece muy dispuesta a hacer a pesar de la situación tan desesperada en que se encuentra, pues se considera demasiado buena para eso.

Una chica con grandes pecas se acerca.

—¿Sube? —pregunta alegremente.

Sydney le devuelve la mirada hasta que ella termina por marcharse.

Dirección General está descartada, por desgracia. Sólo queda un número: el tres. Recursos Humanos.

Sydney siente afinidad por ese departamento. Le gusta el nombre que tiene, con su casi explícita implicación de que los empleados son un recurso explotable como las acciones o los bienes inmuebles. Y no precisamente uno de los recursos más valiosos, a pesar de ese viejo dicho de que los empleados son el activo más importante de una empresa. Sydney sabe la verdad: denle a la empresa dinero en efectivo, denle alianzas estratégicas, denle recursos; es decir, denle cualquier cosa menos quisquillosos, idiosincrásicos y traidores seres humanos. La gente es lo peor de todo: no se la puede almacenar, no se la puede recolocar (fácilmente), ni siquiera puedes dejarla ahí para que vaya acumulando valor. Por eso las empresas necesitan un departamento de Recursos Humanos: un departamento que convierta a los seres humanos en recursos.

Sydney se pone de puntillas para presionar el botón número tres. Las puertas se cierran. Mientras el ascensor sube, canturrea una canción. Se siente nerviosa, pero optimista. Está convencida de que encajará en ese departamento.

Freddy entra en el panal de cubículos de la planta once y se detiene en el perchero. La chaqueta que ocupaba su percha el lunes cuelga dos perchas más abajo. Freddy sonríe. Cuelga la chaqueta en su percha y se dirige a su cubículo con paso enérgico.

Poco a poco va conociendo a los otros trabajadores de Servicios de Personal. Los que trabajan en Diseño de Tarjetas Profesionales son altos, pálidos y delicados. Los del antiguo departamento de Servicios de Recolocación son bajitos, robustos y sin sentido del humor. También son los que cuentan con la mejor proporción de empleados por metro cuadrado. Cualquier tipo alto, exuberante y con aspecto de estar en forma pertenece a Gestión del Gimnasio. Los empleados del Club Social tienen una mirada brillante y directa, y siempre están abiertos a la conversación. Luego están los de Ventas de Formación, que, en opinión de Freddy, son los malos de la película. Todo el mundo desconfía un poco de los de Ventas de Formación. Así son los empleados del nuevo departamento de Servicios de Personal: una mezcla de duendecillos, gigantes, pavos reales, gnomos y delincuentes organizados.

Freddy se dirige a su cubículo y se sienta. Se da cuenta de que en el nuevo departamento no están incluidos los de
Cursos de Formación
. Se queda perplejo. ¿Ha desaparecido ese departamento con ese asunto de la consolidación? De ser así, ¿qué se supone que va a vender el departamento de Ventas de Formación?

Probablemente haya una respuesta razonable. Probablemente Dirección General haya decidido redirigir las destrezas de Ventas de Formación hacia un sector de más valor que no tenga nada que ver con la formación. No obstante, Freddy lleva ya bastante tiempo trabajando en Zephyr. Está casi seguro de que es una metedura de pata.

Holly encuentra un mensaje de voz cuando llega a su escritorio. Roger le pide que se presente en su (nueva) oficina lo antes posible. La voz femenina que ha dejado el mensaje dice: «¡Recibido… hoy… a las… cinco… ¡cincuenta!… cuatro». Por lo que se ve, lo antes posible para Roger es mucho antes que para ella. Le da miedo pensar que Roger lleve trabajando casi tres horas. Por un lado, es incapaz de imaginar que Roger pueda ser peor jefe que Sydney. Por otro, teme que Roger le demuestre lo equivocada que está.

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