La Historia Interminable (39 page)

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Authors: Michael Ende

odas las flores y hojas de las orquídeas centelleaban de rocío al primer sol de la mañana cuando la caravana se puso de nuevo en marcha. Durante la noche no había ocurrido nada, salvo que se habían unido a los anteriores otros emisarios más, de forma que el tropel se componía ya de unos trescientos. Realmente era un espectáculo que valía la pena contemplar el de aquella comitiva de seres tan diversos.

Cuanto más se adentraban en el bosque de orquídeas, más formas y colores increíbles adoptaban las flores. Y pronto comprobaron los caballeros Hykrion, Hýsbald y Hydorn que la impresión inquietante que les había inducido a poner centinelas no había sido totalmente injustificada. En efecto, muchas de aquellas plantas eran carnívoras, y suficientemente grandes para tragarse un ternero. Verdad era que no se movían por sí solas —en ese sentido, los centinelas habían sido innecesarios—, pero cuando se las tocaba se cerraban como grilletes de acero. Y alguna vez tuvieron que hacer uso los caballeros de sus espadas para liberar el brazo o el pie de algún compañero de viaje o a su cabalgadura, cortando la flor entera y despedazándola.

Bastián, que cabalgaba sobre Yichá, se veía constantemente rodeado de todos los seres imaginables de Fantasia, que intentaban llamar su atención o, por los menos, echarle una ojeada. Pero él cabalgaba en silencio y con rostro impenetrable. Se le había despertado de nuevo un deseo y, por primera vez, era un deseo que lo hacía parecer inabordable y hasta sombrío.

Lo que más le molestaba en el comportamiento de Atreyu y de Fújur, a pesar de la reconciliación, era el hecho incontestable de que lo trataban como a un niño incapaz, del que se sentían responsables y al que tenían que proteger y dirigir. Pensándolo bien, había sido así desde el primer día de su convivencia. ¿Por qué actuaban de ese modo? Evidentemente, se sentían superiores a él por alguna razón… aunque sus intenciones fueran buenas. Sin duda, Atreyu y Fújur lo consideraban un muchacho indefenso, necesitado de protección. ¡Y a eso Bastián no estaba dispuesto, no estaba dispuesto en absoluto! ¡No era un muchacho inofensivo! ¡Ya verían! Bastián quería ser peligroso, ¡peligroso y temido! Alguien de quien todo el mundo tuviera que guardarse… incluidos Fújur y Atreyu.

El yinni azul —que, por cierto, se llamaba Illuán— se abrió paso entre la aglomeración de personas que rodeaban a Bastián y se inclinó ante él, con los brazos cruzados sobre el pecho.

Bastián se detuvo.

—¿Qué pasa, Illuán? ¡Habla!

—Señor —dijo el yinni con su voz de águila—, he oído decir algo a nuestros compañeros de viaje recién llegados. Algunos de ellos pretenden conocer esta comarca y saber hacia donde nos dirigimos. Y todos ellos tiemblan de miedo, señor.

—¿Por qué? ¿Qué comarca es ésta?

—Este bosque de orquídeas carnívoras, señor, se llama el jardín de Oglais y pertenece al castillo encantado de Hórok, llamado también la Mano Vidente. En él vive la maga más poderosa y perversa de toda Fantasia. Su nombre es Xayide.

—Está bien —respondió Bastián—, diles a los miedosos que se tranquilicen. Estoy yo con ellos.

Illuán se inclinó otra vez y se alejó.

Poco después aterrizaron junto a Bastián Fújur y Atreyu, que se habían adelantado volando. La expedición estaba precisamente en la pausa del mediodía.

—No sé qué pensar —comenzó a decir Atreyu—. A tres o cuatro horas de camino he visto, en medio del bosque de orquídeas, una construcción que parece una gran mano que saliera del suelo. Produce una impresión bastante siniestra. Si seguimos andando en la misma dirección que hasta ahora, iremos a dar con ella.

Bastián le informó de lo que, entretanto, sabía por Illuán.

—En ese caso —opinó Atreyu—, sería más sensato cambiar de dirección, ¿no crees?

—No —dijo Bastián.

—No hay ninguna razón que nos obligue a encontrarnos con Xayide. Sería mejor evitar ese encuentro.

—Hay una —dijo Bastián.

—¿Cuál?

—Que yo lo quiero —dijo Bastián. .

Atreyu calló, mirándolo con ojos muy abiertos. Como por todas partes se arremolinaban los fantasios para ver a Bastián, la conversación no siguió.

Pero, después de la comida, Atreyu volvió y le propuso a Bastián, en tono aparentemente despreocupado:

—¿No te apetecería dar un vuelo conmigo en Fújur?

Bastián comprendió que a Atreyu le preocupaba algo. Se subieron a las espaldas del dragón, Atreyu delante y Bastián detrás y se elevaron por los aires. Era la primera vez que volaban juntos.

Apenas estuvieron fuera del alcance de la voz, Atreyu dijo:

—Resulta difícil ahora hablar a solas contigo. Pero tenemos que hablar sin falta, Bastián.

—Eso pensaba —respondió Bastián sonriendo—. ¿Qué pasa?

—El sitio al que hemos llegado y al que nos dirigimos… —comenzó Atreyu titubeante—, ¿tiene algo que ver con algún deseo tuyo?

—Probablemente —repuso Bastián de forma un tanto fría.

—Sí —continuó Atreyu—, eso es lo que pensábamos Fújur y yo. ¿Qué deseo es ése?

Bastián guardó silencio.

—No me entiendas mal —añadió Atreyu—, no es que tengamos miedo de nada ni de nadie. Pero, como amigos tuyos, nos preocupamos.

—No hace ninguna falta que os preocupéis —replicó Bastián todavía más fríamente.

Atreyu guardó silencio largo rato. Finalmente, Fújur volvió la cabeza hacia ellos y dijo:

—Atreyu tiene una propuesta muy sensata que hacerte y que deberías escuchar, Bastián Baltasar Bux.

—¿Otro consejito? —preguntó Bastián con sonrisa de burla.

—No, no es ningún consejo, Bastián —respondió Atreyu—, sino una propuesta que quizá no te guste a primera vista. Sin embargo, debes pensar en ella antes de rechazarla. Nos hemos roto la cabeza todo el tiempo pensando en cómo ayudarte. Todo se debe al efecto que tiene en ti el signo de la Emperatriz Infantil. Sin el poder de ÁURYN no puedes seguir deseando cosas, pero con ese poder te pierdes a ti mismo y cada vez recuerdas menos hacia dónde te diriges. Si no hacemos nada, llegará el momento en que ya no lo sabrás.

—De eso hemos hablado ya —dijo Bastián—, ¿y qué más?

—Cuando yo llevaba la Alhaja —continuó Atreyu— todo era distinto. A mí me guiaba pero no me quitaba nada. Quizá porque no soy un ser humano y, por ello, no tengo ningún recuerdo del mundo de los seres humanos que perder. Quiero decir que no me perjudicó; al contrario. Y por eso quería proponerte que me dieras a ÁURYN y confiaras simplemente en mi dirección. Yo te buscaré el camino. ¿Qué te parece?

—Propuesta rechazada —dijo Bastián fríamente.

Fújur volvió otra vez la cabeza.

—¿No quieres pensarla un momento al menos?

—No —respondió Bastián—, ¿para qué?

Entonces, por primera vez, Atreyu se encolerizó.

—¡Bastián, vuelve en ti! ¡Tienes que comprender que no puedes continuar así! ¿No te das cuenta de que has cambiado por completo? ¿Qué tienes que ver ya contigo mismo? ¿Y en qué te convertirás aún?

—¡Gracias —dijo Bastián—, muchas gracias por ocuparos constantemente de mis asuntos! Pero, a decir verdad, preferiría mucho más que me dejárais en paz de una vez. Soy yo —en el caso de que lo hayáis olvidado—, yo quien salvó a Fantasia; soy yo a quien la Hija de la Luna ha confiado su poder. Y alguna razón debe de haber tenido para ello, porque si no hubiera podido dejarte a ÁURYN a ti, Atreyu. Sin embargo, ¡te quitó el Signo y me lo dio a mí! ¿Dices que he cambiado? Sí, mi querido Atreyu, ¡en eso puede que tengas razón! ¡No soy ya el bobo inofensivo y despistado que vosotros veis en mí! ¿Quieres que te diga por qué quieres realmente que te dé a ÁURYN? Porque, sencillamente, estás celoso de mí, nada más que celoso. Todavía no me conocéis, pero si seguís así —os lo digo una vez más por las buenas— ¡me vais a conocer!

Atreyu no respondió. El vuelo de Fújur había perdido de pronto toda su fuerza; el dragón se deslizaba fatigosamente por el aire, hundiéndose cada vez más, como un pájaro herido.

—Bastián —pudo decir finalmente Atreyu con dificultad—, lo que acabas de decir no puedes pensarlo de veras. Vamos a olvidarlo. No has dicho nada.

—Está bien —respondió Bastián—, como quieras. No he sido yo quien ha empezado. Pero por mí que no quede: borrón y cuenta nueva.

Durante un rato nadie dijo palabra.

En la lejanía surgió ante ellos, del bosque de orquídeas, el castillo de Hórok. Parecía realmente una mano gigantesca con los cinco dedos extendidos.

—Pero quisiera dejar una cosa en claro de una vez por todas —dijo Bastián súbitamente—: he decidido no volver. Me quedaré en Fantasia para siempre. Me gusta mucho. Y por eso no me cuesta ningún trabajo renunciar a mis recuerdos. Y, en lo que se refiere al futuro de Fantasia, puedo darle a la Emperatriz Infantil otros mil nombres. ¡No necesitamos al mundo de los seres humanos!

Fújur dio de repente un brusco giro y voló de regreso.

—¡Eh! —exclamó Bastián—. ¿Qué haces? ¡Sigue adelante! ¡Quiero ver Hórok de cerca!

—No puedo más —respondió Fújur con la voz rota—. Realmente no puedo más.

Cuando, más tarde, aterrizaron junto a la caravana, encontraron a sus compañeros de viaje muy excitados. Resultó que la comitiva había sido atacada por una banda de unos cincuenta tipos muy fuertes que llevaban corazas o armaduras negras como insectos. Muchos de los compañeros de viaje habían huido y sólo entonces volvían, solos o en grupos; otros se habían defendido valientemente con las armas, sin lograr, sin embargo, nada. Aquellos gigantes acorazados habían aniquilado toda resistencia como si fuera un juego de niños. Los tres caballeros Hykrion, Hýsbald y Hydorn se habían batido heróicamente, sin conseguir, no obstante, vencer a uno solo de sus contrarios. Por fin, dominados por fuerzas superiores, habían sido desarmados, cargados de cadenas y llevados a rastras. Uno de los negros acorazados había gritado con voz extrañamente metálica lo siguiente:

«Este es el mensaje de Xayide, señora del castillo de Hórok, a Bastián Baltasar Bux. Ella exige que el Salvador se le rinda sin condiciones y jure servirla como fiel esclavo con todo lo que es, posee y sabe. Si no estuviera dispuesto a ello y quisiera, con cualquier artimaña, contrariar la voluntad de Xayide, sus tres amigos Hykrion, Hýsbald y Hydorn morirán en el tormento una muerte lenta, ignominiosa y atroz. Habrá de decidirse rápidamente, porque el plazo acabará mañana al salir el sol. Éste es el mensaje de Xayide, señora del castillo de Hórok, a Bastián Baltasar Bux. Ha sido transmitido."

Bastián se mordió los labios. Atreyu y Fújur miraban fijamente ante sí, pero Bastián sabía exactamente lo que pensaban. Y precisamente el hecho de que no dijeran nada lo irritó más aún interiormente. Pero no era aquel el momento oportuno para hablar de ello. Más adelante encontraría oportunidad adecuada.

—No me voy a someter de ningún modo a esa coacción de Xayide, eso está claro —dijo en voz alta a los que le rodeaban—; debemos elaborar enseguida un plan para liberar rápidamente a los tres prisioneros.

—No será fácil —opinó Illuán, el yinni azul de pico de águila—: a esos tipos negros no los podemos dominar entre todos, eso se ha visto ya. E incluso aunque tú, señor, y Atreyu y su dragón de la suerte luchéis a nuestro frente, pasará demasiado tiempo hasta que lleguemos al castillo de Hórok. La vida de los tres caballeros está en manos de Xayide y, en cuanto vea que atacamos, los matará. Eso me parece indudable.

—Entonces no debe notar nada —declaró Bastián—. Tenemos que sorprenderla.

—¿Cómo? —preguntó un troll de cuatro cuartos, que había vuelto hacia adelante su rostro colérico, lo que le daba un aspecto bastante terrible—. Xayide es muy astuta y estará preparada para toda eventualidad.

—Eso me temo también —dijo el príncipe gnomo—. Somos demasiados para que no nos vea si nos acercamos al castillo de Hórok. Una expedición así no puede esconderse, ni siquiera de noche. Sin duda, Xayide habrá apostado centinelas.

—Entonces —reflexionó Bastián—, podemos servirnos precisamente de eso para engañarla.

—¿Qué quieres decir, señor?

—Tendréis que continuar con toda la caravana en otra dirección, de forma que parezca que huis, como si hubierais renunciado a liberar a los tres prisioneros.

—¿Y qué será de ellos?

—Yo me ocuparé de ellos, con Atreyu y Fújur.

—¿Los tres solos?

—Sí —dijo Bastián—. Naturalmente, si Atreyu y Fújur me apoyan. Si no, lo haré yo solo.

Le dirigieron miradas de asombro. En susurros, los que estaban cerca se lo contaron a los que no habían podido oírlo.

—Eso, señor —exclamó finalmente el yinni azul—, pasará a la historia de Fantasia, tanto si vences como si no.

—¿Venís conmigo? —dijo Bastián volviéndose a Atreyu y Fújur—. ¿O tenéis quizá otra de vuestras propuestas?

—No —dijo Atreyu suavemente—, vamos contigo.

—Entonces —ordenó Bastián—, la comitiva debe ponerse en marcha ahora, mientras aún es de día. Tenéis que dar la impresión de que huís, de manera que ¡apresuraos! Nosotros esperaremos aquí en la oscuridad. Mañana por la mañana nos reuniremos de nuevo con vosotros llevando a los tres caballeros… o no nos reuniremos nunca. ¡Idos ahora!

Los compañeros de viaje se inclinaron en silencio ante Bastián y se pusieron en camino. Bastián, Atreyu y Fújur se ocultaron en la maleza de las orquídeas y aguardaron la noche, inmóviles y silenciosos.

Cuando la noche cayó, oyeron de pronto un leve tintineo y vieron a cinco de los gigantescos sujetos negros entrar en el campamento abandonado. Se movían de una forma peculiarmente mecánica, exactamente del mismo modo. Todo en ellos parecía ser de metal negro; hasta sus rostros eran máscaras de hierro. Se detuvieron al mismo tiempo, se volvieron hacia la dirección en que la caravana había desaparecido y siguieron su rastro marcando el paso, sin haber cambiado una sola palabra entre ellos. Luego se hizo otra vez el silencio.

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