La isla de los perros (22 page)

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Authors: Patricia Cornwell

Tags: #Intriga, #Policíaco

UNAS PALABRAS SOBRE EL ACTO DE COMER ÁGUILAS por el Agente Verdad.

Es muy posible que un joven al que los arqueólo… gos de Jamestown apodaron J. R. fuera el primer blanco asesinado por otro blanco en América; sin embargo esto es sólo una manera de hablar, ya que América no se lla… maba todavía América en la época en que se colonizó Jamestown. Por cierto, J. R. significa Jamestown Redis… covery y es el prefijo que llevan todos los objetos encon… trados en el programa de excavaciones arqueológicas, en… tre ellos las tumbas y los cadáveres que se hallaron en el lugar. No sabemos quién mató a J. R. y, en el momento de escribir esto, ni siquiera estamos seguros de quién es J. R.

Sin embargo, gracias a la ciencia J. R. ha conseguido contarnos un par de cosas. Los resultados de la prueba del carbono 14 confirman que murió en 1607, pocos meses después de que los primeros colonos llegaran a Ja… mestown, por lo que podemos concluir que fue uno de los 108 ingleses, entre adultos y muchachos, que zarparon de la isla de los Perros y quedaron encallados en la desembocadura del Támesis. La antropología nos dice que se trataba de un hombre robusto, de metro sesenta y cinco, barbilla redondeada, mandíbula pequeña y entre diecisiete y veinticinco años, que no presentaba signos de artritis y tenía unos dientes en buen estado, lo cual in… dica que su dieta no incluía el azúcar. Las pruebas de plomo, estroncio e isótopos de oxígeno demuestran que creció en el Reino Unido, posiblemente en el sudeste de Londres o en Gales.

J. R resultó mortalmente herido en la pierna con más de veinte perdigones de un mosquete del calibre sesen… ta, que en esa época se consideraba un arma de combate.

Las pruebas forenses demuestran que el rifle de mecha que lo mató fue disparado desde demasiado lejos como para que la herida se la hubiese infligido él mismo. Murió desangrado y fue enterrado sin mortaja en un ataúd hexagonal, con los pies hacia el este, siguiendo la tradi… ción cristiana.

Si a J. R. lo mató otro colono, y yo creo que sí, esto nos lleva a las teorías del móvil, el cual puede inferirse de la documentación histórica. Un recorrido por los escri… tos de la época y la subsiguiente combinación de las palabras con los objetos y los huesos que se encontraron en las excavaciones puede sugerirnos varias posibles causas por las que J. R. podría haber sido asesinado.

Tal vez andaba metido en alguna intriga política o tenía dificultades domésticas o no trabajaba y se aprove… chaba de los demás o era un ladrón o tomaba más comi… da de la que le correspondía. Quizá se dedicaba al cani… balismo, como un colono posterior que fue ejecutado tras ser descubierto salando a su esposa muerta. 0 a lo mejor se encontró con un «natural» de la zona, que se había hecho con un arma y había querido probarla. O, lo que es más probable, J. R. tuvo un altercado con otro co… lono armado que decidió que el mejor lugar donde dis… pararle era la pierna, porque quizá J. R. llevaba casco y una coraza en el torso; tal vez el colono le disparó des… pués de descubrir que espiaba para los españoles o que era un pirata.

Yo sospecho que J. R. era un espía, o un pirata, o ambas cosas. Sea cual fuere la verdad, la muerte de J. R. no fue agradable, es muy probable que permaneciera cons… ciente el tiempo suficiente para advertir que se moría. Lo imagino yaciendo dentro de una fortaleza, cayendo lentamente en el estado de shock mientras veía que se desangraba por una arteria cortada detrás de la rodilla; e imagino la conmoción en el lugar, con los colonos transportando de un lado a otro trapos y agua del río y todas las medicinas que tenían a su alcance. Tal vez intentaron confortar a J. R., o quizá todos se enfrentaron al agresor y lo interrogaron.

Quién sabe. Pero mientras imaginan este trágico drama, mis fieles lectores, seguro que se están formulando la misma pregunta que me hago yo: ¿Por qué no hay ninguna mención de la muerte de J. R. en los escritos de John Smith? ¿Por qué, hasta la fecha, no hay ninguna re… ferencia en ninguna crónica a este joven colono que fue abatido de manera accidental o deliberada?

Así se demuestra que la historia no es más que lo que ciertas personas deciden que las generaciones futuras deben saber. Supongo que cuando John Smith escribía sus relatos y contaba historias destinadas al rey James y a la gente de su tierra natal, era lo bastante astuto y pers… picaz para saber que los patrocinadores financieros y los potenciales colonos quedarían un tanto decepcionados si se enteraban de que en Jamestown la gente era ingo… bernable y asesina, estaba constantemente asediada por los «naturales» y se veía obligada por el hambre a comer serpientes, tortugas y un águila por lo menos, según los restos que los colonos dejaron en la zona.

Los inicios de América no fueron excitantes, diver… tidos y ni siquiera patrióticos, pero realmente servirían como modelo para un reality show televisivo que conse… guiría que Supervivientes pareciera Isla Fantasía. Y debo admitir con pesar que las cosas no han cambiado dema… siado. ¡Miren el triste y sádico asesinato de Trish Trash! Tampoco sabemos quién la mató pero les pido, amigos lectores implicados en la comunidad, que me escriban un correo electrónico si, por casualidad, conocieron a Trish o saben algo de su vida, como sus intereses, aficio… nes, si leía, si utilizaba Internet o si había mencionado a alguien o algo nuevo en su vida en los últimos tiempos.

¡Tengan cuidado ahí afuera!

Capítulo 14

El gobernador Crimm llevaba una hora entera estu… diando la copia del último artículo del Agente Verdad y estaba fascinado, abrumado y disgustado por lo que leía. Mientras desplazaba la lupa de una palabra a la siguien… te, Major Trader lo puso al corriente de las cuestiones de Estado y le ofreció una cereza cubierta de chocolate, de confección casera.

—La Asamblea General empezará antes de que nos demos cuenta —apuntó Trader—. Y no estamos prepa… rados, sencillamente.

—Siempre dice usted lo mismo —replicó el gober… nador mientras engullía la golosina casi sin darse cuen… ta—. Pero ¿quién disparó contra J. R.? ¿Alguien ha in… terrogado a los arqueólogos al respecto? Y, si no lo ha preguntado nadie, ¿por qué? ¿Cómo cree que quedamos ante el público si somos incapaces de resolver un crimen que se cometió hace cuatrocientos años y del cual hubo, ciertamente, testigos presenciales? Quiero que llame a Jamestown y exija que el caso de J. R. se resuelva de inmediato. Y hagamos un gran comunicado de prensa que muestre a los ciudadanos de Virginia que no voy a tole… rar la delincuencia.

—Juvenil. La delincuencia juvenil —precisó Trader.

—Sí, sí, —corroboró el gobernador.

Y creo que podemos sugerir, con bastante certeza, que fue abatido por un pirata. Al menos nos convendría mucho que corriera esta explicación —añadió Trader—. Podríamos decir que fue cualquier pirata, no importa cuál, ¿entiende? Todos los piratas eran malvados enton… ces, y siguen siéndolo hoy día, de forma que no importa si exponemos que J. R. salió del fuerte a llenar un cubo de agua del río y de repente vio una nave española que enar… bolaba la bandera pirata, cayendo muerto a tiros acto se… guido.

—Pensaba que no queríamos despertar la atención sobre nuestros problemas de piratas.

—Los piratas de autopista son otro tema —respon… dió Trader, y se regocijó en secreto de sus actividades secretas de piratería que pronto lo harían rico.

Grimm detuvo la lupa sobre la palabra «caníbal».

—Imagine un colono salando a su difunta esposa pa… ra devorarla a continuación —comentó con asco.

El gobernador se imaginó descubriendo, al borde de la inanición, que su apetitosa esposa acababa de morir. Pensó en su cuerpo desnudo y carnoso y se preguntó có… mo podría nadie comerse a su esposa sin, al menos, co… cerla primero; pero supuso que si cocinaba a Maude, los demás colonos verían el humo y olerían la carne huma… na cocida y lo colgarían de una rama. ¡Ah, qué escena tan terrible! El submarino del gobernador dio bandazos hasta golpear unos escollos, causando una dolorosa sa… cudida en sus órganos huecos.

—En la época eso era un delito capital —apuntó Trader, como si le leyera el pensamiento—. Las visitas guiadas de Jamestown le informarán de que cualquiera que fuese descubierto devorando a su esposa o a cual… quier otra persona era capturado y ahorcado en el acto. Luego lo enterraban a toda prisa y en secreto para que otro colono no lo salara y cociera a él también.

—Me pregunto si el canibalismo sigue siendo delito capital; si no lo es, debería serlo. —El submarino del go… bernador dio nuevos bandazos, aún más violentos.

—Depende de las circunstancias —contestó Trader e imaginó a su esposa, rolliza y suculenta, y se preguntó si alguna vez tendría tanta hambre como para acariciar, ni siquiera por un instante, la idea de comérsela; siempre en el caso de que muriese de repente y nadie echara en falta su presencia—. Por ejemplo, según el código del Estado debería haber otro delito grave relacionado con ello. Si el hombre la hubiera asesinado antes y tal vez la hubiese violado o robado, sí que sería un delito capital y se le aplicaría una inyección letal, a menos que usted fre… nara la ejecución o concediera clemencia.

—Yo nunca freno ejecuciones ni concedo clemen… cia —respondió el gobernador, impaciente. Continuó revisando el ensayo con la lupa y lo atravesó otra onda de choque—. De hecho, quiero que redacte un comu… nicado de prensa y anuncie que cualquiera que prac… tique el canibalismo recibirá la pena máxima, siempre que se den esos otros delitos. Creo que nunca hemos tratado a fondo esa cuestión del canibalismo, y ya va siendo hora de que lo hagamos. De hecho, redactare… mos una ley y la presentaremos ante la próxima Asam… blea General.

Trader tomaba notas a lápiz, como era su costum… bre, porque a menudo se veía en la necesidad de borrar todo lo que había escrito.

—Tal vez podríamos decir que sorprendieron a J. R. en pleno acto de canibalismo y fue ejecutado por un pe… lotón de fusilamiento. ¿Qué le parece eso? —El gober… nador alzó la vista y miró a Trader con un ojo ampliado y reumático que estaba nublado, inyectado de sangre y cada vez más vidrioso.

—No sabía que disparar a alguien en la pierna era una forma habitual de ejecución —apuntó Trader—. No creo que los ciudadanos lo aceptaran.

—Claro que sí. Todo el mundo sabe que en esos tiempos las armas no eran nada fiables. Ahora, hablemos de otra cosa.

—Sí, pasemos a otros temas —dijo Trader, y pasó una hoja del bloc de notas—. ¿Qué quiere hacer respec… to a ese dentista que tienen retenido en la isla Tangier? Estoy seguro de que habrá visto los periódicos de la ma… ñana o habrá oído las noticias, ¿verdad?

—Todavía no. —El gobernador gruñó y se agarró la hinchada panza.

—Bien, parece que la policía de Reedville habló con un periodista y, por desgracia, ha corrido la noticia de que la vida del dentista podría estar en peligro porque los tangierianos están molestos con el VASCAR. Le recomiendo que suspendamos nuestras iniciativas en ese aspecto de inmediato hasta que el asunto se resuelva de forma pacífica. Puedo decirle que yo, personalmente, advertí a la superintendente Hammer sobre las conse… cuencias de que la Policía Estatal empezara a pintar controles de velocidad. Pero, por supuesto, no ha querido escucharme, como siempre.

—Fue idea de ella? —El gobernador estaba confu… so y mareado.

—Claro que sí, gobernador. ¿No se acuerda de que el otro día hablábamos del tema y le dije a usted que era la última muestra de los errores de juicio que comete y usted dijo: «Bien, de acuerdo. Pero si esto provoca un revuelo, asegúrate de que las culpas recaigan en ella y no en mí». Y yo le respondí: «Está bien, así será».

—¿Llegó a encontrar la perrita que perdió? —pre… guntó el gobernador mientras limpiaba la lupa con un paño especial y rezaba para que su último ataque subma… rino remitiera.

—Corre la teoría de que se lo robó uno de sus ene… migos políticos —replicó Trader con voz grave.

—Es una lástima que le caiga tan mal a tanta gente —comentó Grimm, sentado muy erguido, mientras el color desaparecía rápidamente de su rostro—. Cuando la nombré, no tenía idea de que resultaría tal patata cliente. ¿Por qué no la llama y tengo una pequeña charla con ella? Aunque no ahora mismo.

—Le recomiendo fervientemente que no lo haga, gobernador. Ni ahora ni más adelante —se apresuró a sugerir el ayudante—. No querrá que le salpique todo esto, ¿verdad? Esa mujer es un incordio político y cuanto más se distancie de ella, mejor.

Bueno, lamento de veras lo de la perra. Espero que recibiese mi nota de simpatía.

—Me aseguré de ello —mintió Trader, y recordó la nota y las otras numerosas comunicaciones que había in… terceptado.

—Sabe, si le sucediera algo a Frisky… —añadió el gobernador con un jadeo lastimero—. Ni yo ni Maude ni las chicas volveríamos a ser los mismos. Frisky es un amigo tan querido y leal… Gracias a Dios que tengo un equipo de escoltas para asegurarme de que nadie se lo lleva a fin de pedir rescate o forzar mi decisión en algún asunto impopular.

—Sus decisiones nunca son impopulares —le asegu… ró Trader con énfasis. Por lo menos, las que son res… ponsabilidad de usted.

—Pues estoy seguro de que me culparán también del reciente delito de violencia sexual —apuntó Grimm al tiempo que su submarino se metía en aguas inmundas.

—Insisto en recomendarle que hagamos correr la voz de que el asesinato de esa mujer, Trash, está relacio… nado con el caso de Moses Custer y, por lo tanto, que es responsabilidad de Hammer el que ninguno de los dos asuntos se haya resuelto —apuntó Trader, confiado y satisfecho—. Y, ya que estamos en ello, tal vez podamos establecer un vínculo con lo que J. R. muriese a manos de un pirata y meter en la cabeza del público la idea de que Hammer también es responsable de que no se haya resuelto el caso.

El gobernador se levantó de su asiento de un salto ya punto de caer mientras su submarino chocaba con nuevos objetos sumergidos.

—Déjeme —ordenó a Trader con un jadeo de apuro.— !Ahora mismo no estoy para pensar en piratas!

Possum sí podía y eso estaba haciendo. Llevaba pen… sando en piratas desde que leyera al Agente Verdad aquella mañana temprano. Possum estaba viendo la tele y reflexionaba sobre un fallo evidente de los perros de la carretera; excitado, creyó que lo podría utilizar para en… gatusar a Smoke y salvarle la vida a Popeye.

Cualquier pirata de siglos pasados que se preciara entendía la necesidad de enarbolar en el mástil una ban… dera que lo identificara ante los que iban a ser asaltados. Con la enseña negra de la calavera y las tibias cruzadas, el pirata informaba a la nave que iba a sufrir el abordaje de que era preferible rendirse sin lucha, so pena de… Si el barco hacía caso omiso de la enseña blanquinegra de la calavera sonriente, se izaba junto a ella un gallardete rojo que indicaba que el «so pena de…» era inminente. Si la embarcación seguía navegando sin obedecer, empe… zaban los disparos de cañón y otros actos de violencia.

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