Pasajero K (33 page)

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Authors: Adolfo García Ortega

Solo podemos hacer un gesto estremecedor y él lo hizo.

Por otra parte, algo empezaba de verdad en mí: di a luz a mi hija en Auvers, en el mismo lugar donde había nacido yo, en la granja Maudan. Me había refugiado allí al calor de Frédéric, de Charlotte y de la familia de Madi. Cuando nació mi hija, mi madre fue a visitarnos a la granja con su pareja. Era la primera vez que volvía a Auvers. Y mi padre le enseñó todas las fotos que tenía de ella. Solo se quedó un día, ni siquiera durmió allí. En cuanto a Yuri, se borró de mi vida para siempre.

Por entonces, le escribí un email a K. mandándole orgullosa varias fotos de la niña. Y luego le mandé otras imágenes de mí como madre. «Imágenes para tu película», le puse. No me contestó.

Hace pocos días, sin embargo, recibí por correo un pequeño paquete de K. Contenía la caja metálica con la inscripción
Europe Museum, open here
. «Acéptala. Es para ti», decía una nota. Estaba casi vacía: dentro había un
pendrive
. Era una copia de todo lo que filmó de mí. Me lo debía, según él. Estaba en un archivo con el nombre de «COMIENZO». ¿Cuándo, cómo, dónde había grabado todas esas imágenes mías? Ni siquiera yo lo recordaba. Estaba mucho más delgada y el rostro que en ellas aparecía reflejaba angustia e inquietud. Eran de apenas un año atrás, pero yo había cambiado tanto desde entonces que creía que eran de otra persona. «Dormida estabas preciosa», había escrito K. en la nota pegada a la caja. Las últimas imágenes eran recientes y no eran de mí, sino de una tarjeta de embarque para un vuelo a Nueva York y de unas calles de esa ciudad, donde ahora vivía probablemente. Las interpreté como él habría querido que lo hiciera: Europa quedaba atrás, era el pasado.

Cuando le escribí para agradecerle todo aquello y saber de él, me contestó enseguida. Se preguntaba a menudo si aún podría rehacer su vida, si aún sería posible. Se preguntaba si podría verme.

Claro, le respondí. Lo echaba de menos, en cierto modo. Lo echaba mucho de menos.

Ahora, mientras paseo bajo el gran hayedo centenario de Auvers, miro a mi hija recién nacida. Le he puesto el nombre de Zana. Tan frágil, tan pequeña, tan hermosa, no tiene ni tres meses. Es un animalillo que me busca todo el rato. Al mirarla, me doy cuenta de que hace mucho que ya no pienso en Yuri. Pero pienso en K.

Y me siento fuerte, capaz de todo. Iré hasta el final. Si no ha muerto, algún día la otra Zana se pondrá al teléfono y acabará la huida.

Aunque seamos un fragmento del mundo, un fragmento infinitesimal del mundo, somos el mundo. Nadie nos puede arrebatar esta realidad.

Pasajero K

Adolfo García Ortega

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© de la imagen de la portada, Michael Wong/CORBIS

© Adolfo García Ortega, 2012

Derechos exclusivos de edición en español reservados para todo el mundo:

© Editorial Seix Barral, S. A., 2012
Av. Diagonal, 662-664, 08034 Barcelona (España)
www.planetadelibros.com

Primera edición en libro electrónico (epub): enero 2012

ISBN: 978-84-322-0015-1 (epub)

Conversión a libro electrónico: Newcomlab, S. L. L.
www.newcomlab.com

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