Psicoanálisis de los cuentos de hadas (60 page)

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Authors: Bruno Bettelheim

Tags: #Ensayo

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Si comparamos este cuento, «Los dos hermanitos», con «El pescador y el genio», nos damos cuenta de que la única manera de que la riqueza de los cuentos sea completamente accesible al niño es la posibilidad de oír y asimilar gran número de historias. El Genio, arrastrado por las pulsiones del ello quiere destruir al que lo ha rescatado, la consecuencia es que se ve atrapado de nuevo y, para siempre, en la tinaja. «Los dos hermanitos», por el contrario, nos muestra cuán beneficioso es el control de los impulsos del ello. Aunque esta capacidad no esté perfectamente desarrollada —lo que es imposible en un niño—, incluso un nivel limitado de control del ello consigue una humanización bastante completa, como simboliza el paso del tigre al lobo y al ciervo.
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Esta misma secuencia de hechos podría considerarse como la expresión simbólica de que, a medida que disminuye el peligro de ceder a las pulsiones del ello —representado por el paso de la ferocidad animal encarnada por el tigre y el lobo a la docilidad simbolizada por el ciervo—, la voz admonitoria del yo y del super-yo va perdiendo su poder de control sobre el ello. Sin embargo, la interpretación que se ofrece en este texto parece acercarse al significado subyacente de la historia, por el hecho de que, en el cuento, el niño le dice a su hermana cuando está decidido a beber en la tercera fuente: «Tengo que beber, digas lo que digas. Estoy muerto de sed».
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En el lenguaje de los cuentos, la cacería no debe entenderse como una matanza innecesaria de animales; simboliza más bien una vida próxima a, y de acuerdo con, la naturaleza, una existencia conforme a nuestro ser primitivo. En muchos cuentos, los cazadores tienen buen corazón, son personas bondadosas, como sucede en la «Caperucita Roja». Sin embargo, el hecho de que el rey fuera de cacería nos indica que había cedido a sus tendencias más primitivas.
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[43]
El comentario de «Simbad el marino y Simbad el cargador» se basa en la traducción de Burton de
The Arabian Nights' Entertainments
.
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La colección de cuentos que se hizo famosa con el nombre de Las mil y una noches, o como
The Arabian Nights' Entertainments
, [versión que también se ha traducido en este volumen bajo el título castellano de
Las mil y una noches
. (
N. de la t.
)], en la traducción de Burton, procede de la India o de Persia y se calcula que tiene unos diez siglos de antigüedad. El número 1.001 no debe tomarse al pie de la letra. Por el contrario, «mil» en árabe significa un número infinito. Los últimos compiladores y traductores han tomado este número literalmente y han llegado a formar una colección con este número de historias, mediante subdivisiones y cuentos añadidos.
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[45]
En cuanto a la historia del origen de
The Arabian Nights Entertainments
y, especialmente, en cuanto al significado del número 1.001, véase von der Leyen,
Die Welt des Märchens
, 2 vols., Eugen Diederich, Dusseldorf, 1953.
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[46]
En lo referente a la historia que sirve de marco de referencia a los 1.001 cuentos, véase Emmanuel Cosquin, «Le Prologue-Cadre des
Mille et Une Nuits
» en sus
Études folkloriques
, Champion, París, 1922. En cuanto a la historia central de
Las mil y una noches
me he basado en la traducción de John Payne en
The Book of the Thousand Nights and One Night
, Printed for Subscribers Only, Londres, 1914.
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[47]
Las diferentes versiones del cuento de «Los dos hermanos» se comentan en Kurt Kanke, «Die zwei Bruder»,
Folk Lore Fellow Communications
, vol. 114 (1934).
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[48]
La historia bíblica de la mujer de Putifar y José, que se sitúa en Egipto, procede probablemente de esta antigua historia.
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[49]
Dante evoca esta imagen al principio de
La Divina Comedia:
«En mitad del camino de nuestra vida, me encontré en un bosque tenebroso en el que me había perdido». También en este caso hay quien le ayuda, Virgilio, que le ofrece ser su guía «mágico» en la famosa peregrinación a través del infierno y del purgatorio hasta alcanzar el cielo al final del viaje.
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[50]
Se da repetido énfasis a la identidad de los gemelos, aunque de un modo simbólico. Por ejemplo, se encuentran con una liebre, un zorro, un lobo, un oso y, finalmente, un león. Perdonan la vida a estos animales y, en compensación, cada uno de ellos les da dos de sus cachorros. Cuando se separan, se reparten estos animales, que siguen siendo sus compañeros fieles. Trabajan juntos y, al hacerlo repetidamente, salvan a sus amos de graves peligros. Esto muestra una vez más que una existencia fructífera requiere un trabajo conjunto, es decir, la integración de los diferentes aspectos de nuestra personalidad; simbolizados, en este caso, por las diferencias entre la liebre, el zorro, el lobo, el oso y el león.
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[51]
No suele ser corriente que en los cuentos de hadas se citen nombres propios de lugares determinados. Los que han estudiado este problema han llegado a la conclusión de que, si se menciona el nombre de un lugar, se quiere indicar que el cuento está relacionado de algún modo con un suceso que ocurrió realmente. Por ejemplo, en la ciudad de Hamelín, puede ser que en tiempos remotos desapareciera un grupo de niños, hecho que dio lugar a la historia del Flautista, que nos narra un acontecimiento semejante en aquella misma ciudad. Es un cuento moralista, pero difícilmente se le podría considerar un cuento de hadas, pues carece de resolución y de final. Sin embargo, sólo se puede encontrar una versión de este tipo de relatos que se basan en un hecho histórico.

La amplia difusión del tema de «Los tres lenguajes» y sus distintas versiones testifican que no hay núcleo histórico alguno al que este cuento pueda hacer referencia. Por otra parte, parece lógico que una historia que comienza en Suiza subraye la importancia del aprendizaje de tres idiomas diferentes y la necesidad de integrarlos en una unidad superior, ya que en Suiza coexisten cuatro grupos de idiomas: alemán, francés, italiano y romanche. No es extraño que el héroe sea enviado a tres lugares distintos para aprender otras tres lenguas, ya que una de ellas —probablemente el alemán— era su lengua materna. Lo que el lector suizo puede captar, a nivel manifiesto, como la necesidad de que las personas aprendan diferentes idiomas para conseguir una unidad superior —Suiza— se refiere asimismo, a nivel latente, a una necesidad de integración interna de las diversas tendencias que coexisten en nuestro interior.
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[52]
En cuanto a la costumbre de lanzar al aire una pluma para tomar la decisión acerca de qué dirección seguir, véase Bolte y Polivka,
op. cit
, vol. 2.
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[53]
Tolkien,
op. cit.
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[54]
Véase la historia de Joey en Bettelheim,
La fortaleza vacía
, Laia, Barcelona, 1972.
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[55]
Jean Piaget,
The Origins of Intelligence in Children
, International Universities Press, Nueva York, 1952, y
La construcción de lo real en el niño
, Proteo, Buenos Aires, 1965.
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[56]
Es como si la afirmación de Freud en cuanto a la esencia del desarrollo de la personalidad hacia cotas superiores, «donde estaba el ello tiene que estar ahora el yo», se hubiera tergiversado por completo «donde estaba el ello no tiene que haber nada más». Pero Freud afirmó claramente que sólo el ello puede proporcionar al yo la energía necesaria para moldear las tendencias inconscientes y usarlas de manera constructiva. A pesar de que la teoría psicoanalítica más reciente subraya que también el yo dispone, desde el nacimiento, de su propia energía, un yo que no pueda contar con los impulsos del ello será siempre muy débil. Además, un yo que se vea forzado a emplear su limitada cantidad de energía para reprimir al ello sufrirá un desgaste mucho mayor.
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[57]
Los cuentos de hadas estimulan las fantasías infantiles, lo mismo que otras muchas experiencias. Puesto que la objeción que los padres hacen a este tipo de historias se basa a menudo en los hechos violentos o terroríficos que en ellas ocurren, quisiera citar un trabajo experimental de unos estudiantes de quinto grado. En él se demuestra que, cuando un niño que dispone de una vida rica en fantasía —a lo que contribuyen los cuentos de hadas— se enfrenta a un material agresivo ficticio, como son los propios cuentos (en el experimento se utilizó una película de contenido agresivo), responde con una
disminución
muy acentuada de su conducta agresiva. Cuando no se estimulan sus fantasías agresivas no se observa cambio alguno en la conducta de tipo agresivo (Ephraim Biblow, «Imaginative Play and the Control of Aggressive Behavior», en Jerome L. Singer,
The Child's World of Make-Believe,
Academic Press, Nueva York, 1973).

Puesto que los cuentos de hadas estimulan en gran manera la vida de fantasía del niño, me gustaría citar las dos últimas frases de este estudio: «El niño de escasa fantasía, observada durante el juego, se presentaba más orientado desde el punto de vista motor, mostrando más acción que reflexión en las actividades lúdicas. Por el contrario, el niño de gran fantasía tenía una estructuración muy superior, era más creativo y tendía más bien a una agresividad de tipo verbal que a una física».
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Si contamos a un niño la historia de «Cenicienta» y le permitimos imaginarse a sí mismo en el papel de la protagonista y utilizar el cuento para fantasear sobre lo que sería su propia transferencia, hacemos algo muy distinto que si le dejamos representar abierta y seriamente esta fantasía. Lo primero es estimular la esperanza, mientras que lo segundo no es más que crear desilusiones.

Conocí en cierta ocasión a un padre que decidió —debido a sus propias necesidades emocionales y como una huida de sus problemas matrimoniales a través de la fantasía— que él podía ayudar mucho más a su hija que los cuentos de hadas. Para ello, le representaba noche tras noche una escena de «Cenicienta» en la que él era el príncipe y reconocía en ella, a pesar de sus harapos y ceniza, a la muchacha más bella del mundo, con lo que ésta —gracias a él— vivía como la princesa de un cuento de hadas. El padre no narraba este relato como si fuera un cuento, sino como un hecho real que estaba ocurriendo entre ambos, como una promesa de algo que estaba por venir. No comprendía que, al hacer de las condiciones de vida reales de su hija las mismas de Cenicienta, convertía a la madre de la niña — a su esposa— en la madrastra malvada de su propia hija. Puesto que no era un príncipe azul del país de nunca-jamás, sino él mismo el que escogió a Cenicienta como su amada, estas historias tuvieron como resultado la fijación de la niña en la situación edípica respecto a su padre.

Esta persona «esperaba» ciertamente algo de su hija, pero de una manera drástica e irreal. Las consecuencias fueron que, cuando la niña fue creciendo, encontraba una gratificación tal en las fantasías nocturnas con su padre, que no quería que la realidad se interpusiera y se fue negando a relacionarse con el mundo que la rodeaba. Por esta y otras razones se comprobó que no se comportaba de una manera adecuada a su edad, fue examinada por psiquiatras y el diagnóstico fue que había perdido todo contacto con la realidad. A decir verdad, no es que lo hubiese perdido, sino que nunca lo había establecido para proteger, así, su mundo imaginario. No deseaba que nada cambiara en su vida cotidiana, puesto que la conducta de su padre le indicaba que él no quería que lo hiciera y que ella no lo necesitaba. Vivió constantemente en sus fantasías hasta que se convirtió en una esquizofrénica.

Esta historia ilustra la diferencia entre la fantasía del país de nunca-jamás y las predicciones falsas sobre lo que puede pasar en la vida cotidiana. Las promesas de los cuentos son una cosa y las esperanzas que nosotros ponemos en los niños son otra muy diferente, que debe permanecer siempre atada a la realidad. Deberíamos saber que las frustraciones que los niños experimentan, las dificultades que deben vencer, no son más que las que nosotros mismos encontramos bajo circunstancias normales. Pero, ya que la mente infantil está llena de este tipo de dificultades, el niño necesita las fantasías de los cuentos en las que el héroe, con el que él se puede identificar, encuentra con éxito la manera de salir de situaciones increíblemente difíciles.
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[59]
Watty Piper,
The Little Engine That Could
, E. M. Hale, Eau Claire, Wisconsin, 1954.
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[60]
El poema de A. A. Milne «Disobedience», en
When We Were Very Young
, E. P. Dutton, Nueva York, 1924.
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[61]
El nombre del caballo, Falada, indica que este cuento tiene un origen remoto. Deriva del nombre del caballo de Rolando, que en la
Canción de Rolando
recibe el nombre de Valantin, Valantis, Valatin, etc.

Incluso más antiguo es el tema del caballo que habla. Tácito señaló que los germanos tenían la creencia de que los caballos podían predecir el futuro y los utilizaban como oráculos. Entre los países escandinavos se considera que el caballo tiene las mismas cualidades.
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[62]
En lo referente a «Roswal y Lilliam», véase Briggs,
op. cit.

Se puede encontrar por todo el mundo el argumento de la verdadera novia que es suplantada por una impostora malvada, que al final es desenmascarada y castigada por su acción, sólo después de que la novia haya pasado por situaciones que ponen a prueba su personalidad. (Véase P. Arfert,
Das Motiv von der unterschobenen Braut in der internationalen Erzähiungsliteratur
, Dissertation, Rostock, 1897.) Los detalles pueden variar según la cultura y los países, como ocurre con los cuentos de hadas en general, pues se introducen costumbres y características locales en el tema esencial de cada historia.
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