Psicoanálisis de los cuentos de hadas (59 page)

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Authors: Bruno Bettelheim

Tags: #Ensayo

[16]
Puede encontrarse una colección de artículos que comentan los cuentos de hadas desde una perspectiva psicológica profunda, cuyo valor estriba en representar, adecuadamente, las distintas escuelas de pensamiento, en Wilhelm Laiblin,
Märchenforschung und Tiefenpsychologle
, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt, 1960. Contiene también una bibliografía bastante completa.
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[17]
Hasta ahora no se ha encontrado ningún estudio sistemático de los cuentos de hadas desde un punto de vista psicoanalítico. Freud publicó dos breves artículos, en 1913, sobre este tema: «La presencia en los sueños de material de cuentos de hadas» y «El tema de los tres estuches». Los cuentos de los hermanos Grimm «Caperucita Roja» y «El lobo y las siete cabritas» desempeñan un importante papel en la famosa «Historia de una neurosis infantil», de Freud, que se conoce como «El hombre lobo». Sigmund Freud,
The Standard Edition of the Complete Psychological Works
, Hogarth Press, Londres, 1953 y ss., vols. 12 y 17.

En muchos otros escritos psicoanalíticos, demasiado numerosos para enumerarlos en la presente obra, se hace referencia a los cuentos de hadas, pero casi siempre de modo superficial, como en el trabajo de Anna Freud,
El yo y los mecanismos de defensa
, Paidós, Buenos Aires, 1950. De los estudios que tratan de los cuentos de hadas, en particular, desde un punto de vista freudiano, vale la pena citar: Otto Rank,
Psychoanalytische Beitrage zur Mythenforschung
, Deuticke, Viena, 1919; Alfred Winterstein, «Die Pubertätsriten der Mädchen und ihre Spuren im Märchen», Imago, vol. 14 (1928).

Además de los citados, se han comentado psicoanalíticamente unos pocos cuentos de hadas, por ejemplo: Steff Bornstein, «The Sleeping Beauty»,
Imago
, vol. 19 (1933); J. F. Grant Duff, «Snow White»,
ibid
., vol. 20 (1934); Lilla Veszy-Wagner, «Little Red Riding Hood on the Couch»,
The Psychoanalytic Forum
, vol. 1 (1966); Beryl Sandford, «Cinderella»,
ibid
., vol. 2 (1967). Erich Fromm,
The Forgotten Language
, Rinehart, Nueva York, 1951, hace algunas referencias a los cuentos de hadas, en especial a «Caperucita Roja».
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[18]
Los estudios de Jung y de sus seguidores tratan, más extensamente, de los cuentos de hadas. Desgraciadamente pocas de estas obras han sido traducidas al inglés. Un ejemplo típico de este interés de los psicoanalistas seguidores de Jung por los cuentos de hadas es el de Marie Louise von Franz,
Interpretation of Fairy Tales
, Spring Publications, Nueva York, 1970.

Probablemente, el mejor ejemplo del análisis de un famoso cuento de hadas desde el punto de vista de Jung es el de Erich Neumann,
Amor and Psyche
, Pantheon, Nueva York, 1956.

Se puede encontrar el comentario más completo sobre los cuentos de hadas desde el punto de vista de Jung en los tres volúmenes de Hedwig von Beit,
Symbolik des Märchens y Gegensatz und Erneuerung im Märchen
, A. Francke, Berna, 1952 y 1956.

Julius E. Heuscher toma una posición intermedia en su obra
A Psychiatric Study of Fairy Tales
, Charles Thomas, Springfield, 1963.
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[19]
Este cuento se ha traducido al castellano bajo el título de «Juan sin miedo», por esta razón se ha preferido, aquí, mantener la traducción literal, que ilustra mejor lo que el autor nos indica.
(N. de la T.)
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[20]
Para las distintas versiones de «Los tres cerditos», véase Briggs, op. cit. El comentario de este cuento se basa en su primera publicación, impresa en J. O. Halliwell,
Nursery Rhymes and Nursery Tales
, Londres, c. 1843.

En algunas versiones más recientes los dos cerditos pequeños sobreviven, lo cual despoja al cuento de su impacto original. Existen algunas modificaciones en que los cerditos poseen un nombre, cosa que disminuye la posibilidad de que el niño los considere como representaciones de los tres estadios de desarrollo. Por otra parte, algunas versiones afirman que la búsqueda del placer impidió que los cerditos pequeños construyeran sus casas más sólidas, y, por lo tanto, más seguras; el más pequeño hace su refugio de barro porque resulta muy agradable revolcarse en él, mientras que el segundo cerdito se sirve de coles para construir su vivienda porque le encanta comerlas.
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[21]
La cita que describe el pensamiento animista procede del artículo de Ruth Benedict, «Animism», en la
Encyclopedia of the Social Sciences
, Macmillan, Nueva York, 1948.
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[22]
Para los diversos estadios del pensamiento animista en el niño, y el poder que ejerce sobre él a los doce años, véase Jean Piaget,
The Child's Concept of the World
, Harcourt, Brace, Nueva York, 1929.
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[23]
«Al este del sol y al oeste de la luna» es un cuento de hadas noruego. Se puede encontrar una traducción del mismo en Andrew Lang,
The Blue Fairy Book
, Longmans, Green, Londres, c. 1889.
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[24]
«La bella y la bestia» es una historia muy antigua, de la que se pueden encontrar múltiples versiones. Una de las más famosas es la de Madame Leprince de Beaumont que se halla en Iona y Peter Opie, The Classic Fairy Tales, Oxford University Press, Londres, 1974.

«El rey rana» es otra de las historias de los Hermanos Grimm.
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[25]
Podemos encontrar un resumen de las teorías de Piaget en J. H. Flavell,
The Developmental Psychology of Jean Piaget
, Van Nostrand, Princeton, 1963.
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[26]
Podemos hallar comentarios referentes a la diosa Nut en Erich Neumann,
The Great Mother
, Princeton University Press, Princeton, 1955. «Al igual que la gran bóveda del cielo, protege a sus criaturas sobre la tierra, como una gallina abriga a sus polluelos». En la parte superior del sarcófago egipcio de Uresh-Nofer (XXX dinastía), Museo Metropolitano de Nueva York, podemos ver cómo se la representaba.
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[27]
«El acto de conocer incluye una apreciación, un coeficiente personal que da forma a todo conocimiento real», escribe Michael Polanyi. Si un importante científico tiene que confiar en un grado considerable de «conocimiento personal», parece evidente que los niños no podrán adquirir un conocimiento verdaderamente significativo para ellos, si antes no le han dado forma mediante la introducción de sus coeficientes personales.
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[28]
Michael Polanyi,
Personal Knowledge
, University of Chicago Press, Chicago, 1958.
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[29]
En este punto los cuentos se pueden comparar una vez más con los sueños, aunque tenga que hacerse con un cuidado extremo puesto que el sueño es la expresión más personal del inconsciente y de las experiencias de una persona concreta, mientras que el cuento es la forma imaginaria que han tomado los problemas humanos más o menos universales, al ir pasando, dichas historias, de generación en generación.

El significado de un sueño que vaya más allá de las meras fantasías de satisfacción de deseos casi nunca se puede comprender la primera vez que se evoca. Los sueños que son el resultado de complejos procesos inconscientes necesitan una profunda reflexión antes de llegar a una comprensión de su significado latente. Para encontrar un sentido profundo a lo que en un principio parecía absurdo o muy sencillo, se requieren cambios de énfasis, una meditación repetida y detallada sobre todas las características del sueño, ordenándolas de manera distinta a como se recuerdan, además de muchas otras cosas. Sólo cuando observamos repetidamente los rasgos, que antes parecían confusos, insustanciales, imposibles o incluso absurdos, empezamos a captar las claves básicas que nos permiten comprender el sueño. Para que un sueño llegue a su significado profundo, debemos acudir, a menudo, a otro material imaginativo para completar su comprensión. Por esta razón recurrió Freud a los cuentos de hadas al intentar dilucidar los sueños del Hombre Lobo.

En psicoanálisis, las asociaciones libres constituyen un método para conseguir claves adicionales que nos permitan llegar al significado de uno u otro detalle. También en los cuentos de hadas son necesarias las asociaciones del niño para que la historia adquiera su máxima importancia a nivel personal. Asimismo otros cuentos que el niño haya oído le proporcionarán un material adicional de fantasía y tendrán un mayor significado para él.
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[30]
Sigmund Freud, «Historia de una neurosis infantil»,
op. cit.
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[31]
Aunque no conozco ninguna obra que mencione lo que las ilustraciones de los cuentos de hadas pueden llegar a distraer, este hecho queda ampliamente demostrado en otro tipo de lecturas. Véase, por ejemplo, S. J. Samuels, «Attention Process in Reading: The Effect of Pictures on the Acquisition of Reading Responses»,
Journal of Educational Psychology
, vol. 58 (1967), y su revisión de otros estudios sobre este mismo tema: «Effects of Pictures on Learning to Read, Comprehension, and Attitude»,
Review of Educational Research
, vol. 40 (1970).
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[32]
J. R. R. Tolkien,
Tree and Leaf
, Houghton Mifflin, Boston, 1965.
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[33]
Existe una extensa bibliografía sobre las consecuencias de la privación del sueño; por ejemplo, Charles Fisher, «Psychoanalytic Implications of Recent Research on Sleep and Dreaming»,
Journal of the American Psychoanalytic Association
, vol. 13 (1965); y Louis J. West, Herbert H. Janszen, Boyd K. Lester y Floyd S. Cornelison Jr., «The Psychosis of Sleep Deprivation»,
Annals of the New York Academy of Science
, vol. 96 (1962).
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[34]
Chesterton,
op. cit.
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[35]
Sigmund Freud, «El romance familiar del neurótico»,
op. cit.
, vol. 10.
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[36]
El tema de los padres que desean con excesiva impaciencia tener un hijo, y que son castigados dando a luz extrañas mezclas de seres humanos y animales, es un tema muy antiguo y ampliamente extendido. Es, por ejemplo, el argumento de un cuento turco, en el que el rey Salomón restituye a un niño su plena categoría de ser humano. En estos relatos, si los padres tratan bien y con mucha paciencia a la extraña criatura, ésta acaba por convertirse en un ser humano completamente normal.

Es de destacar el fondo psicológico de este tipo de cuentos: la falta de control sobre las emociones por parte de los padres crea un hijo anormal. En los cuentos y en los sueños, la malformación física suele ir acompañada de una subnormalidad psicológica. En relatos de este tipo, la parte superior del cuerpo, incluyendo la cabeza, suele tener forma de animal, mientras la parte inferior corresponde a una forma humana normal. Esto indica que algo anda mal en la cabeza —es decir, en la mente— del niño, pero no en su cuerpo. Estas historias nos dicen también que el daño que se hace a la criatura a través de sentimientos negativos puede repararse mediante el impacto de emociones positivas que los padres pueden prodigarle si tienen la paciencia suficiente. Los hijos de padres iracundos se comportan a menudo como erizos o puercoespines: parecen estar cubiertos de espinas, por lo que es completamente adecuada la imagen del niño que es, en parte, un erizo.

Estos cuentos dan también algunos consejos: no concibáis hijos en estado de cólera; no los recibáis con malhumor e impaciencia cuando lleguen. Pero, como todos los cuentos buenos, estas historias indican asimismo los remedios adecuados para reparar el daño, que están de acuerdo con los mejores conocimientos psicológicos actuales.
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[37]
Este final es típico de las historias que pertenecen al ciclo animal-novio, y se discutirá al hablar de estos cuentos.
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[38]
«Los tres deseos» era originalmente un cuento escocés, divulgado por Briggs,
op. cit.
Como ya hemos dicho, se puede encontrar este mismo tema con algunas variaciones por todo el mundo. Por ejemplo, en un cuento indio, se ofrecen tres deseos a una familia. La esposa pide que se le conceda una gran belleza, y así agota el primer deseo, después de lo cual se fuga con un príncipe. El marido, encolerizado, desea que su mujer se convierta en un cerdo, y el hijo, por último, se ve obligado a usar el tercer deseo para devolverle su forma original.
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[39]
El hecho de dar nombres independientes a los procesos internos —ello, yo, super-yo— los convierte en entidades, cada una con sus tendencias propias. Si consideramos las connotaciones emocionales que tienen estos términos abstractos del psicoanálisis para la mayoría de personas que los usan, nos damos cuenta de que estas abstracciones no son tan diferentes de las personificaciones de los cuentos de hadas. Cuando hablamos del ello asocial e irracional que impulsa al yo débil, o del yo que cumple las órdenes del super-yo, estos símiles científicos no se diferencian mucho de las alegorías de los cuentos de hadas. En éstas el niño pobre y débil se enfrenta a la bruja poderosa que conoce sus deseos y actúa sobre ellos sin atenerse a las consecuencias. Cuando el sastrecillo del cuento «El sastrecillo valiente» de los Hermanos Grimm consigue vencer a dos gigantes enormes haciéndolos luchar mutuamente, ¿no está actuando como el yo débil que enfrenta al ello y al super-yo y que, al neutralizar sus energías contrarias, consigue un control racional sobre estas fuerzas irracionales?

Se evitarían muchos errores en la comprensión de cómo funcionan nuestras mentes si el hombre moderno fuera siempre consciente de que estos conceptos abstractos no son más que apoyos adecuados para manipular ideas que, sin una externalización semejante, serían muy difíciles de comprender. Actualmente, no se da, por supuesto, una separación entre ellos, de la misma manera que no hay una separación real entre la mente y el cuerpo.
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