Secreto de hermanas (48 page)

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Authors: Belinda Alexandra

Tags: #Drama

—No tuvimos tiempo —me contestó mientras entraba en el salón donde yo había dejado los canapés.

—Pensé que querrías relajarte antes de la cena —comenté.

Freddy se dejó caer en un sillón y aceptó el julepe que yo le ofrecía. No era raro que yo lo colmara de atenciones cuando llegaba a casa. Siempre me alegraba al verlo. Pero no era alegría lo que yo buscaba aquella noche, y Freddy me conocía bien como para percibirlo.

—¿Qué sucede? —me preguntó cuando me senté junto a él.

—Hoy he llevado a Thomas a un especialista infantil. Es nuestro viejo amigo el doctor Philip Page. Ha regresado de Inglaterra.

Freddy no comentó nada y me pregunté si me habría oído. Se sentó inmóvil durante unos instantes contemplándose las manos. Me maldije a mí misma. Había tratado de imprimirle a mis palabras un tono casual, pero había acabado soltándolo todo demasiado deprisa.

—¿Vas a volver a verlo? —me preguntó Freddy.

Era complicado saber, por la tranquilidad de sus palabras, en qué estaba pensando.

—No creo —le contesté, frotándome la frente—. Probablemente, Ranjana o Esther llevarán a Thomas a sus citas.

Freddy encendió un cigarrillo y exhaló una nube de humo hacia el aire.

—Philip tiene fama de ser el mejor pediatra de todo Sídney —comenté—. Confía en que logrará hacer que Thomas vuelva a caminar con normalidad, o al menos sin muleta.

Freddy se reclinó sobre su asiento, cavilando. Adoraba a Thomas, y yo sabía que la confianza de Philip le agradaría. Pero unas líneas de preocupación cruzaban su frente.

—¿Y cómo está Philip? —preguntó.

Cogí una galleta. Freddy y yo estábamos eludiendo aquello que más deseábamos decir.

—No tuvimos mucho tiempo para charlar de nada personal —contesté—. Hablamos principalmente sobre Thomas, pero parece que está bien. Un poco más viejo.

Freddy apagó el cigarrillo y dirigió su mirada hacia la cocina.

—¿Qué hay para cenar?

Me sentí aliviada y, aun así, un poco decepcionada porque aquella tensa conversación hubiera terminado. Me sentí aliviada porque le había confesado a Freddy que había visto a Philip. Y sin embargo, había mucho más que confesar. No obstante, mi marido no era como mi hermana. No podía contárselo todo sin hacerle daño. A padre le gustaba un proverbio que decía: «Mejor una mentira a tiempo que una verdad que hiera».

Durante la cena Freddy y yo charlamos sobre cosas intrascendentes. Le hablé sobre las hortensias que había plantado en el jardín y él me contó que los ejecutivos de Galaxy Pictures de Hollywood le habían escrito para preguntarle si la directora de cine Adéla Rockcliffe era su esposa.

—Freddy, puede que no les guste que estés casado con una directora de cine australiana —comenté.

—Bueno —me contestó Freddy con una sonrisa—. Mientras se dedican a refunfuñar sobre eso, no han prestado atención a las salas de cine que he adquirido con la ayuda de tu tío.

Tras la cena, llevamos los platos a la cocina y Freddy posó su mano sobre mi cadera. El silencio que flotaba entre nosotros pesaba sobre mí, pero no parecía hacer mella en él. Freddy solía ser como el perro braco de Weimar que tía Josephine tenía antes que Frip. Aquel perro pretendía ser la única criatura viviente que se acercara a tía Josephine y solía apartarnos a todos los demás empujándonos con la cabeza. Si yo entablaba una conversación con un hombre en el cine o en una fiesta, Freddy se apresuraba a colocarse junto a mí en un abrir y cerrar de ojos. Pero en lo tocante a que Philip reapareciera en mi vida, parecía sorprendentemente despreocupado.

Freddy regresó al salón y se tumbó en el sofá. Tenía por costumbre echarse una siesta después de cenar. Me senté junto a él y me atrajo hacia sí, apoyando mi cabeza en su pecho.

—Si quieres ir a visitar a Philip por el tratamiento de Thomas sabes que puedes hacerlo —me dijo—. Quiero que Thomas se recupere y pagaré lo que haga falta por asegurarme de que así sea. No quiero que pienses que no confío en ti. Agua pasada no mueve molino, Adéla. Ahora tú y yo somos marido y mujer.

Volví a pensar en mi visita a la consulta de Philip de ese día. Philip debía de haber visto que mi apellido era Rockcliffe y, sin embargo, no se había sorprendido. Ni siquiera lo había mencionado.

—Freddy, ¿fuiste a ver a Philip después de que regresara de Inglaterra? —le pregunté apartándome de él para poder verle la cara.

Freddy dejó caer la cabeza y volvió a levantarla bruscamente. ¡Yo tenía los nervios de punta y él se estaba quedando dormido!

—Era justo que fuera yo quien le avisara de que tú y yo estábamos casados antes de que intentara encontrarte —murmuró Freddy—. Su matrimonio con Beatrice es un desastre. Ella se ha quedado en Inglaterra.

—¿Beatrice todavía está allí?

Freddy bostezó.

—Se han separado. Beatrice no quiere concederle el divorcio, aunque no creo que hayan disfrutado de un solo día de felicidad desde que se casaron.

No podía creer lo que estaba oyendo. Pensé en el día en que Beatrice me había pedido que fuera con ella a dar un paseo por la ciudad y me había contado que adoraba a Philip y que él era su amigo de la infancia, su confidente y la razón por la que ella estaba viva. Philip se había descrito a sí mismo como la manta cálida y cómoda de Beatrice. Sin embargo, parecía que ella se había desembarazado de él a partir del momento en el que se casaron.

—Freddy, una vez me dijiste que Beatrice era alguien que escondía mucho más de lo que se veía a simple vista. ¿Qué querías decir con eso?

Freddy no contestó. Yo pensé que estaba meditando la respuesta. Esperé unos minutos y me volví hacia él. Su pecho subía y bajaba a un ritmo lento y regular.

—¡Oh, Dios mío! —exclamé—. ¡Yo estoy sufriendo lo indecible y tú te quedas dormido!

La confianza de Freddy de que no le sería infiel me resultaba tan desconcertante como el temor de que acabaría por serlo si volvía a ver a Philip de nuevo. Hice prometer a Thomas que no les contaría a Ranjana y a tío Ota que habíamos ido a ver al doctor Page hasta que yo tuviera la oportunidad de explicárselo. A la mañana siguiente fui a verlos al cine.

—¡Philip! —exclamó Ranjana—. ¿Piensa que puede ayudar a Thomas?

—Si alguien puede hacerlo, estoy seguro de que es él —aseguró tío Ota—. Muchísimas gracias, Adéla, por pensar en ello. Es la mejor noticia que hemos recibido en varios meses.

La reacción de Ranjana y tío Ota no hizo más que sumirme en una confusión aún mayor. Cuando le había explicado a Ranjana que ella y Esther tendrían que encargarse de llevar a Thomas a la consulta de Philip, ni siquiera pestañeó.

—Por supuesto —me dijo, abrazándome—. Comprendo que tú estás muy ocupada con los preparativos de la boda de Klára.

Tío Ota y Ranjana daban por hecho que ahora que yo estaba casada con Freddy, mis sentimientos por Philip habían cambiado. La única persona que hubiera podido entender mi confusión era Klára. Pero ella tenía sus propias preocupaciones.

Klára y Robert se iban a casar en el jardín de los Swan. Tendría que haber resultado bastante sencillo, pero, irónicamente para una persona tan tímida, a la señora Swan le hacía ilusión celebrar una multitudinaria boda con miembros de la alta sociedad. Mi hermana y ella habían acordado que Klára llevaría un vestido blanco puro con encaje de Bruselas, pero no se ponían de acuerdo en nada más.

—Es una mujer encantadora, pero no me imaginaba que podía llegar a ser tan terca con respecto a la boda —se quejó Klára una tarde—. Yo quiero llevar un ramo de lirios de los valles en honor a madre, pero ella insiste en que debo llevar calas con lazos. Cuando le dije que quería respetar nuestra tradición familiar de llevar una corona de romero sobre el velo, estuvo sin hablarme dos días. Es como si pretendiera que yo sencillamente me olvidara de dónde provengo.

Estábamos sentadas juntas en la terraza con una cesta de fruta entre las dos. Contemplé las jugosas fresas y nectarinas, y me pregunté por qué Klára y Robert tenían tanto interés en celebrar la boda antes de Navidades. Aquello estaba causándole a todo el mundo mucha ansiedad. Además, Klára también tenía que pensar en su graduación. Iba a actuar ante un gran público. La fecha de la boda se había fijado para el año siguiente, pero por alguna razón, Robert y ella habían cambiado de opinión.

—¿Por qué no me dejas encargarme a mí de los preparativos de la boda? —le propuse—. Reemplazaré a madre y crearé algo hermoso para ti. Y también me encargaré yo de la señora Swan. ¿Qué tal Mary? ¿Te parece bien?

—Mary es encantadora —respondió Klára—. Quiere preparar ella misma la tarta de bodas.

—Eso es maravilloso —comenté—. ¿Qué tipo de tarta?

Klára adoptó una sonrisa irónica.

—¡Una de seis pisos!

Ambas nos echamos a reír. Una urraca se posó sobre un montón de hojas secas y nos contempló con sus ojillos negros.

—Creo que las urracas son mágicas —dije yo—. Sus plumas blancas y negras resultan poco llamativas en comparación con el hermoso plumaje de los loris y los pericos australianos. Pero cuando miras a las urracas de una en una, se transforman: su personalidad se hace evidente.

—¿Te ha hablado tío Ota sobre Ángeles? —me preguntó Klára.

—Sí —le respondí—. Ha tenido otra cría. Ahora es una madre atareada.

A Klára le cambió la expresión de la cara.

—¿Hay algo que quieras contarme? —le pregunté.

Klára echó la cabeza hacia atrás y los rayos del sol bailaron sobre su piel.

—Vas a ser tita —me dijo.

Me erguí en mi asiento.

—¿Cómo?

—El bebé nacerá en junio.

Me sentía demasiado sorprendida como para pronunciar palabra. Quería a Klára con locura y me alegraba por ella, pero todo aquello era demasiado al mismo tiempo. Iba a contraer matrimonio, a graduarse y a tener un bebé en menos de un año. Me había asegurado que se sentía bien desde la noche antes de mi boda cuando tuvo el ataque de temblores, pero seguía estando pálida. Me pregunté cómo se habría podido quedar embarazada si yo la había estado vigilando de cerca. Freddy y yo acudíamos casi a los mismos sitios que Klára y Robert, y ella vivía en mi casa.

Klára no era una muchacha indecente, y se sonrojó muchísimo. No estaba bien visto quedarse embarazada antes de casarse.

—¿Te he decepcionado? —me preguntó.

Me puse en pie y le pasé el brazo por los hombros. No podía juzgarla porque lo mismo podría haberme sucedido a mí con Philip años antes, y al menos ella y Robert estaban formalmente prometidos.

—No, en absoluto. Estoy muy orgullosa de ti.

Klára presionó su mejilla contra la mía.

—Me siento muy afortunada de que seas mi hermana —me dijo.

Ranjana me llamó la semana siguiente para informarme de los progresos de Thomas. Philip lo había sometido a una terapia cíclica de baños calientes, fisioterapia y descanso. Por la manera en la que Ranjana hablaba sobre el primer día de tratamiento, estaba claro que pensaba que Philip era capaz de hacer milagros.

—Incluso ya puedo percibir la mejoría —me aseguró—. Y Thomas me ha dicho de camino a casa que el dolor ha desaparecido.

No podría haberme sentido más feliz por Thomas. Lo quería y estaba segura de que Philip lo ayudaría, tal y como había prometido. Pero Ranjana no tenía idea de lo mucho que me desestabilizaban sus comentarios.

Para evitar pensar en Philip, me encerraba todos los días en la sala de estar con vistas al este y trabajaba en un nuevo guion hasta que Freddy volvía a casa por las noches. Él me había asegurado que el éxito de
En la oscuridad
atraería a más inversores para la siguiente película. Yo deseaba tirar la casa por la ventana y crear algo que no solo resultara visualmente impresionante, sino extraordinario en todos los demás aspectos. Pretendía que mi siguiente película fuera una obra maestra.

Cuando terminé el primer borrador, le pedí a Hugh que nos reuniéramos en el Café Vegetariano para que pudiera explicarle mi idea antes de hablar con Freddy. Mi marido sería el mejor juez sobre si la historia resultaba atractiva, pero yo quería consultarlo primero con otro artista.

Hugh y Giallo ya se encontraban en el café cuando llegué. Casi antes de que me sentara y pidiera una taza de achicoria, Hugh ya me estaba rogando que le hablara sobre el guion.

—No es por darte coba, Adéla —me dijo—, pero me muero de ganas por trabajar contigo de nuevo.

Me sentí halagada, porque, desde que terminamos
En la oscuridad
, Hugh había rodado un largometraje con un director de Hollywood y había trabajado en documentales sobre el Outback.

—Soy muy lenta —le respondí con una sonrisa—. Y
prolífica
no es precisamente un adjetivo que puedas aplicarme.

Hugh se encogió de hombros y Giallo subió y bajó sobre su hombro.

—El arte lleva su tiempo. Entonces, ¿de qué trata la nueva historia?

Aparté mi taza a un lado.

—Es sobre un muchacho de diez años que ha quedado paralizado por la polio y está recuperándose en una casa de reposo —comencé a narrar—. El muchacho era muy deportista y empieza a perder las ganas de vivir cuando los médicos le anuncian que nunca volverá a caminar. En los jardines de la casa de reposo hay un grupo de pavos reales. Un día, cuando el muchacho se encuentra fuera bajo el sol, él solo en su silla de ruedas, uno de los pavos reales, que tiene una hermosa cola emplumada, capta su atención. El chico llama al animal y se sorprende cuando el ave se convierte en un hombre ataviado con elegantes ropajes y esmeraldas. El hombre le cuenta al muchacho que es un príncipe y que nació en un lugar muy lejano llamado el Valle de la Esmeralda, donde humanos y animales viven juntos en armonía.

Comprobé que no estaba aburriendo a Hugh. Freddy me decía que tenía que aprender a resumir mis ideas en unas pocas frases, pero me resultaba imposible. O proporcionaba una explicación completa o prefería no decir nada. Me alegró ver que Hugh estaba frunciendo los labios, pues ya conocía aquel gesto: era signo de que se estaba imaginando cómo se desarrollaría visualmente la historia.

Continué.

—Un día, un espíritu maligno de otro valle, el Valle de la Oscuridad, secuestró a la princesa que estaba prometida en matrimonio con el príncipe y lo convirtió a él en pavo. Durante una hora cada día el príncipe recuperaba su forma humana, pero claramente no le daba tiempo a viajar al Valle de la Oscuridad y salvar a su princesa. Por eso le pregunta al muchacho si puede ayudarlo. El chico no cree ser capaz, pero en presencia del príncipe descubre que su silla de ruedas se ha convertido en un carruaje volador. El príncipe y el muchacho corren juntos toda clase de aventuras y finalmente salvan a la princesa. Cuando triunfan, se celebra una fiesta en honor del muchacho en el Valle de la Esmeralda.

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