El cerrajero del rey (87 page)

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Authors: María José Rubio

Tags: #Narrativa, Novela histórica

Durante muchos años, José ignoró que en ese baúl arrumbado estaba el mítico manuscrito de los Flores, aquel que contenía la acertada sabiduría de su larga dinastía sobre la conversión del hierro en acero.

Se concentró en seguir el ejemplo del buen hacer de sus antepasados con respecto a la casa real y al gremio de cerrajeros, del cual llegó a ser examinador y veedor perpetuo, como lo habían sido todos ellos. Fue fácil seguir la senda de progreso marcada por su padre, ya que por doquier encontraba las huellas de sus pasos. Raro era el día en que alguien de la servidumbre regia, los oficiales que trabajaban en las reales fraguas, algún artesano o artista, no le contaran anécdotas e historias de la vida de Francisco Barranco. Muchas las recordaba de habérselas escuchado en persona, pero siempre era emocionante comprobar el prestigio y el afecto que éste se había ganado en todos los ámbitos de la corte.

Ambicioso en su proyección profesional, José Barranco y Flores logró ser el primer cerrajero de la Villa y Corte con una sólida formación en dibujo artístico, gracias a sus estudios en la academia de Bellas Artes. Su habilidad y buen gusto para el diseño fue notable en las obras de rejería artística que realizó para los palacios reales.

Con el tiempo, su mayor obsesión fue coger el testigo de la investigación sobre la fórmula del acero industrial en la que había estado inmerso su padre. Con el ansia de mejorar su fragua, sus procedimientos de trabajo, ampliar negocio y avanzar en el uso de modernas maquinarias y nuevos hornos, decidió una década después cerrar la vieja fragua del
altillo de palacio
y trasladarse a trabajar a los míticos talleres de hierro que fueron de Sebastián de Flores, más amplios y espaciosos, en la calle de Segovia. Josefa se llevó un gran disgusto, pero reconoció en su hijo el mismo afán de novedad y progreso que en su añorado esposo.

Fue en el traslado de materiales y herramientas a las nuevas fraguas cuando la vida de José Barranco y Flores dio un inesperado vuelco. Al remover muebles y enseres, encontró fajos de papeles pertenecientes a su padre que jamás había visto. Encontró allí una carta, con la tinta desvaída por el tiempo y doblada en cuatro, cuya lectura le emocionó y, ante todo, le abrió los ojos sobre un asunto que tenía olvidado. «Francisco, cuando leas estas palabras, habrá llegado mi hora…», rezaba el papel en su primera línea. Se dio cuenta de que era una carta escrita por su abuelo, el viejo José de Flores, en su lecho de muerte, a su yerno, Francisco Barranco. Era un texto sentimental y agradecido, que casi hizo llorar al joven José Barranco.

Lo que más le sorprendió fue la mención que se hacía al legendario manuscrito de la familia Flores. Su abuelo encomendaba a su padre que lo buscara a toda costa. José recordaba haber escuchado en su niñez hablar de este libro, pero jamás lo había visto. Su búsqueda se convirtió de repente en su principal objetivo. Imploró a Josefa para que le ayudara en esta misión. Estaba seguro de que su madre, a pesar de su galopante vejez y del dolor que le producía refrescar el pasado, podría recordar detalles que le pusieran en el camino de hallar el manuscrito. Pasaron muchos meses sin localizar ninguna pista, hasta que José, recogiendo otros tantos enseres de la vieja fragua, fue a dar en un almacén con el viejo baúl de cuero rojizo, arrumbado y desteñido por la humedad y el polvo de tantos años.

Descerrajar aquel baúl fue abrir la puerta al pasado y al futuro.

En él encontró el manuscrito de los Flores que buscaba, aquel que recogía la valiosa herencia de sus antepasados, aquel por el cual había luchado en vida su padre y finalmente le había costado la muerte.

Emocionado, extasiado por su buena suerte, allí mismo, sentado en el suelo del sucio almacén, se entretuvo en leerlo. Al igual que le pasó a Francisco Barranco la primera vez que lo contempló, quedó maravillado con aquel excepcional dibujo de símbolos alquímicos.

Una vez más, era imposible desentrañar su significado a primera vista.

José de Flores tuvo suerte. Las tapas de pergamino del libro estaban descosidas. Hurgó entre los recovecos y las primeras hojas despegadas, y allí encontró lo que menos se esperaba. En sus manos desplegó dos papeles que alguien parecía haber escondido allí hacía mucho tiempo. Eran dos cartas, escritas en refinada letra femenina.

En una de ellas, sin más preámbulos, se desvelaba el significado de cada uno de los símbolos alquímicos que presentaba el dibujo, junto a prolijas referencias a tiempos y medidas de sustancias, anotadas a su lado. José se quedó anonadado. ¡Se percató de que era la mítica fórmula de sus antepasados para fabricar buen acero! Ansioso, pasó a leer el segundo papel que había hallado. Para su sorpresa, se trataba de una carta sentimental, dirigida a su padre. La misma dama autora de las notas científicas le declaraba abiertamente su pasión por él. Hacía mención a su misión cumplida con el manuscrito y su intención de esconder el resultado de sus pesquisas junto al libro.

Quería ser cauta, temía que le pasara una desgracia y de esta forma, si ella desaparecía, su descubrimiento de la fórmula del acero, que tantos años y sueños le había costado, siempre iría aneja al libro, para quien tuviera la fortuna de encontrarlo en un futuro impreciso.

Daba las gracias a Dios porque esa investigación le había permitido conocer bien al hombre que admiraba y amaba, Francisco Barranco.

En los últimos párrafos, la remitente recordaba con emoción cierta ceremonia de unión espiritual en El Escorial, con la llave de maestría como talismán. Finalmente, le juraba amor eterno. Firmaba, María.

La condesa había escrito esa carta poco antes de morir, confiando en que Francisco sería capaz algún día de localizar el manuscrito.

Fue así como José Barranco y Flores se enteró de la historia de amor que marcó la vida de su padre y la condesa de Valdeparaíso.

Acudió a Pedro Castro, el viejo amigo familiar, ya bien entrado en años, consciente de que él sería el único capaz de contarle lo ocurrido. Los dos se sintieron conmovidos por los detalles de ese hermoso relato. A Pedro Castro, último superviviente de aquel grupo de fascinantes personajes que habían sido protagonistas de la corte durante la primera mitad del siglo, le sirvió para volver con nostalgia la mirada atrás, recordando a su querido amigo y lo vivido en el pasado. Para José Barranco y Flores, en cambio, fue un decidido empujón hacia el futuro. Había descubierto una parte desconocida de su padre; la más sentimental, la más profunda como hombre.

José se juró a sí mismo resarcir las ilusiones incumplidas y sueños rotos de su padre. Por su memoria, por la de sus antepasados, y por esa historia condicionada e imposible de amor y ciencia que le había unido la condesa de Valdeparaíso, prometió no cesar hasta convertirse en ese pionero de la metalurgia, con toda su grandeza, que siempre anheló ser Francisco Barranco. El esfuerzo tendría continuidad; no había sido en balde.

Biografías

Los hechos que relata esta novela, mitad realidad mitad ficción, recrean las peripecias vitales de un grupo fascinante de personajes que coincidieron en tiempo y espacio en aquella corte española de los reinados de Felipe V y Fernando VI, entre 1700-1759.

Algunos de ellos son de sobra conocidos; otros, aunque tan reales como los anteriores, serán completamente inéditos para el lector, ya que rescaté sus biografías de entre cientos de legajos y documentación que consulté en archivos históricos, a raíz de la elaboración de mi tesis doctoral, hace ya muchos años. Darles vida en este libro ha sido una de mis grandes satisfacciones como escritora e historiadora.

Cerrajeros

Barranco, Francisco
(… -1759). Maestro cerrajero. Natural de Morata de Tajuña (Madrid). Hijo de Felipe Barranco y de María Salado. Aprendiz y principal discípulo de José de Flores, maestro cerrajero, a quien sucedió en los cargos de la casa real. Se inició en la servidumbre regia como mozo del oficio de la furriera, en 1727, para ir después ascendiendo en el escalafón. Fue cerrajero de obras reales y cerrajero de cámara de Felipe V entre 1744-1746 y después de Fernando VI entre 1747-1759. Fue director de las reales fraguas construidas para la obra del nuevo palacio real entre 1743-1749, en terrible competencia con el francés Jean Baptiste Platón. Obtuvo igualmente honores de examinador y veedor perpetuo del gremio de cerrajeros. Responsable de la cerrajería en el entorno regio durante décadas y autor de numerosas obras de rejería artística para todos los palacios reales. Destacan entre las más significativas las siguientes: los grandes balcones de la fachada de La Granja de San Ildefonso (1728-1734), las puertas-rejas de los jardines de Aranjuez (1745), la gran barandilla de la escalera principal de Aranjuez (1745-1755) y la reja de la Puerta de Hierro de Madrid (1753). Se casó en 1734 con Josefa Nicolasa de Flores, hija de su maestro. Padre de un único hijo, José Barranco y Flores, su sucesor. Fue uno de los artesanos favoritos de la corte de Fernando VI y Bárbara de Braganza, de cuyo esplendor artístico formó parte. Falleció en Madrid en 1759.

Barranco y Flores, José
(1743-… ). Maestro cerrajero. Nacido en Madrid en 1743. Hijo de Francisco Barranco, maestro cerrajero, y de Josefa de Flores. Heredero de una gran estirpe como nieto de José de Flores y bisnieto de Tomás de Flores. Maestro cerrajero él mismo desde 1752, cuando obtiene el título con sólo nueve años de edad. Obtuvo cargo de cerrajero de cámara de Carlos III en 1760, en atención a los méritos de su padre. Fue el primer cerrajero en ser admitido en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando como alumno en dibujo.

María José Rubio,
nació en Madrid en 1965. Es historiadora y escritora y desde 1989 trabaja en diversos campos de la historia social y del arte en España. Entre sus publicaciones se encuentran numerosos artículos, catálogos de exposiciones y libros, caracterizados siempre por el rigor de la información y el valor de la investigación en los aspectos inéditos. Es autora de proyectos y guiones para series de televisión y cine. Colabora regularmente en medios de comunicación. En 1993 recibió el Premio Campomanes, otorgado por la Real Sociedad Económica Matritense, por su investigación sobre la historia de Madrid. Ha colaborado recientemente con la Real Academia de la Historia en su monumental
Diccionario biográfico español.

Es autora de
La Chata. La Infanta Isabel de Borbón y la Corona de España
(2003),
Reinas de España. Siglos XVIII-XXI. De María Luisa Gabriela de Saboya a Letizia Ortiz
(2009),
Reinas de España. Las Austrias
(2010), publicados con gran éxito por La Esfera de los Libros.

El cerrajero del rey
es su primera incursión en la ficción histórica.

Con amplia formación en Comunicación (Dale Carnegie, Toastmasters-Competent Comunicator) es conferenciante habitual en temas de su competencia.

En la actualidad es secretaria general de la
Sociedad Bicentenario General Prim 2014,
fundación cultural destinada a promover los actos conmemorativos del bicentenario de este insigne personaje de la historia de España.

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