—Yo nací en la isla, como todos mis antepasados —explicó Trader mientras se limpiaba la sangre del ros… tro con una servilleta de lino—. Creo que la conmoción de haber presenciado un asesinato me ha trastornado el cerebro.
—Mire, a mí no me importa que naciera en la isla. Lo mejor será que olvide si el acento con que habla es in… glés antiguo o inglés isabelino, o si John Smith decía «joder» o decía «jolines». ¿En la isla todo el mundo ha… bla como usted o ese acento es sólo cosa suya? —pre… guntó Regina en tono agresivo, aunque su curiosidad era auténtica—. Después de tantos siglos, ¿por qué no habla de forma que el resto de la gente entienda qué diablos dice? —Luego se volvió hacia la primera dama—: ¡Mamá, insisto en que papá despida a este hombre! Su voz me irrita. Si la sigo oyendo, no podré sacármela de la ca… beza en toda la vida. Y no puedo permitirme que me causen más irritaciones, porque ya estoy demasiado irri… tada y me fastidia hasta lo indecible que los de Protec… ción de Personalidades me lleven de un lado a otro como a una marioneta. ¡Quiero un coche y el permiso de con… ducir, y quiero moverme sin vigilancia!
—¡A callar! —ordenó la primera dama al advertir que Pony había oído pasos en la parte delantera de la ca… sa y se encaminaba hacia allí.
Al cabo de un momento se oyó un portazo en el ves… tíbulo y el tono de los murmullos indicó que Bedford Crimm no había tenido un día demasiado bueno.
—¡Huelo a jamón! —exclamó el gobernador cons… ternado—. Pensaba que cenaríamos marisco. No estoy en absoluto de humor para jamón. ¿Qué ha pasado con los cangrejos que mandé traer de la isla?
—Ordena alguna cosa más el señor? —le preguntó un agente de protección.
—¡No! —gritó Maude Crimm desde el comedor—. ¡No dejes que se vaya, cariño! ¡Esta noche necesitamos aquí a todos los agentes!
Aquello era muy impropio de la primera dama, que era famosa por lo mucho que le molestaba la omnipre… sente presencia de los de seguridad. Al principio, ir siempre a todas partes rodeada de unos fuertes agentes dispuestos a servirla en todo la había hecho sentir im… portante y admirada, pero más adelante se cansó de ello. Maude Crimm deseaba sentarse en el jardín o en la ba… ñera o ver la televisión o comprar por Internet sin cáma… ras ni testigos que vieran todo lo que hacía. Cada vez se mostraba más paranoica respecto a su intimidad y alber… gaba la creciente sospecha de que los agentes observaban todo lo que hacía; todo, incluidos sus esfuerzos por esconder las antigüedades que compraba.
—¿Qué ocurre? —preguntó el gobernador mientras entraba en el comedor y entrecerraba los ojos ante la luz de las velas para distinguir lo que cada uno tenía en el plato—. Jamón —murmuró con desagrado—. No lo soporto. ¿Qué ha pasado con los cangrejos? —preguntó, clavando sus opaca mirada en Regina.
—Los hemos soltado. —Regina fue sincera con su padre.
—¿Yo los mando traer en helicóptero y vosotros los soltáis?
—Los cangrejos y la trucha —añadió ella, sirviéndo… se más jalea de menta.
—Señor… —Andy se disponía a abordar el meollo de las dificultades de la primera familia—. Ha ocurrido algo que debe usted saber. Un negro que pescaba en el río acaba de ser asesinado y Major Trader nos ha infor… mado de que usted, su esposa y sus hijas podrían estar en peligro. Al parecer ha sido testigo del crimen y supone que el sospechoso es el mismo que asaltó a Moses Cus… ter y mató a Trish Trash.
Crimm agarró la lupa que llevaba colgando y, visi… blemente alarmado, miró a su secretario de prensa.
—¡Cielos, está usted sangrando! —exclamó el go… bernador—. ¿No debería ir al hospital?
A Trader le daba miedo hablar e hizo un gesto de ne… gación con la cabeza.
—¿Qué ha ocurrido? —inquirió el gobernador—. No querría ser desconsiderado, pero no me parece reco… mendable sentarse a la mesa en este estado.
Trader se puso en pie y se llevó la servilleta a la fren… te. Permaneció quieto sobre la antigua alfombra oriental, con los ojos desorbitados, mientras intentaba ordenar sus enmarañados pensamientos y se le ocurría algún plan. Para empezar, decidió que su momentáneo trastorno del habla era buena cosa; en aquellas circunstancias lo mejor era expresarse de una forma que los otros apenas pudie… ran comprender, así resultaba mucho más fácil mentir y la gente se sentía menos inclinada a hacerle preguntas. Además, siendo necesario que una tercera persona tradu… jera sus palabras el testimonio de Trader era una inter… pretación y no tenía ninguna validez ante un juez.
—Es horrible —dijo Esperanza, describiendo a con… tinuación lo ocurrido—. Ese monstruo hace arder en llamas a la gente y luego se escabulle a toda prisa. Es de Nueva York, habla español y tiene intención de hacernos lo mismo a cada uno de nosotros.
—Por poco que me guste —intervino la señora Crimm—, creo que necesitamos que todos los agentes vigilen la mansión hasta que detengan a ese espantoso individuo. Quizá necesitemos también la ayuda de la Guardia Nacional, querido.
El gobernador cogió una silla y se sentó, sin saber qué hacer y perplejo de que nadie le hubiera comunicado la emergencia hasta ese momento. A menudo recibía las malas noticias cuando iba camino de su casa para ce… nar, lo cual no contribuía en absoluto al buen funciona-miento de su submarino.
—Bien, que alguien me informe —exigió el gober… nador.
Trader quería contar muchos detalles falsos, pero sabía cómo reaccionaría el gobernador ante el repentino farfullar. El secretario de prensa indicó a Andy por señas que explicara los acontecimientos del día a Crimm. Andy lo hizo.
—¿Y qué nos recomienda? —preguntó el goberna… dor a Andy tras escuchar un relato que parecía carecer de toda veracidad y racionalidad.
—Yo no correría ningún riesgo —respondió Andy—. Mantenga una estrecha vigilancia, señor, pero este asunto debería someterse a investigación. Con fran… queza, opino que, pese a la narración de los hechos que como presunto testigo nos ha hecho el señor Trader, hay datos importantes que desconocemos. —Luego añadió, mirando a Trader—: Y lo digo sin ánimo de ofender, pero es posible que lo que usted supuestamente vio y lo que en verdad ocurrió no coincidan. Por ejemplo, me gustaría hacerle dos preguntas: ¿Qué sucedió con el cubo de fregar? ¿Alguien más vio el tiroteo?
Mediante gestos, Trader explicó que el cubo de fre… gar debía de estar por ahí y que los únicos testigos, apar… te de él, fueron la trucha y los cangrejos. Trader estaba seguro de que con eso las cosas quedarían claras.
—Pues si el cubo está por ahí —apuntó Andy—, eso nos lleva a pensar que usted soltó los cangrejos y la tru… cha antes de que se produjera el altercado, porque es prácticamente imposible que usted viera arder a alguien y luego pensara en tirar los peces al río, ¿verdad?
Trader negó con la cabeza y recordó cómo los can… grejos y la trucha saltaban al aire desde el cubo lleno de agua sucia y caían al río con un chapoteo mientras el pes… cador y él empezaban a pelear y a insultarse. Trader ha… bía vuelto a dejar el cubo en el suelo, o tal vez lo hiciera el pescador. En aquellos momentos la policía ya debía de haber encontrado el cubo y lo retenía como prueba. Tra… der tuvo el presentimiento de que el cubo iba a causarle problemas.
—Dígame —el gobernador encendió un habano y miró a Andy—, ¿nos sería de ayuda localizar los cangre… jos y la trucha?
—Eso es lo más estúpido que jamás he oído —le es… petó Regina—. ¿En qué podrían ayudarnos? ¿Y cómo sabríamos que son los mismos que estuvieron aquí, en nuestra cocina?
—Por el ADN —respondió Andy—. Si dejaron teji… dos o restos de células en el cubo, aunque sólo fuera una traza, podríamos identificarlos. Por ejemplo, la gente ni se imagina cuántas células se desprenden de los ojos; cuando te frotas los ojos, se te llenan los dedos de células y luego las depositas en cualquier cosa que tocas. Todos los seres vivos tienen un ADN único, excepto los hermanos gemelos.
—¿Quiere decir que quizá los ojos de los cangrejos dejaron células en el cubo? —el gobernador estaba fasci… nado—. ¿Cómo sabe todo esto?
—Siempre me ha interesado la ciencia forense y la investigación criminal, gobernador. Mi padre fue agen… te de policía en Charlotte.
—¿Y ahora dónde está?
—Murió en el cumplimiento de su deber, señor.
Aquello conmovió al gobernador. Siempre había querido un hijo varón; sus hijas no lo impresionaban en absoluto y rara vez disfrutaba de su compañía. En reali… dad, Bedford Crimm necesitaba tanto a alguien sensible con quien hablar que no fuera una mujer, que incluso ol… vidaba lo preocupado que estaba porque su esposa y Andy tal vez fueran amantes.
—Tomemos un poco de brandy y fumemos —dijo, volviendo un ojo acuoso ampliado detrás de la lupa hacia Andy—. ¿Juega usted al billar?
—Muy de vez en cuando, señor —respondió Andy.
—¿Y qué vamos a hacer con ese terrible asesino que aún anda suelto? —quiso saber la señora Crimm, preo… cupada.
—Informe de lo sucedido a los otros agentes —le dijo el gobernador a Andy para que se lo transmitiera a Trader—. Dígale que ponga en estado de alerta al resto de los agentes de Protección de Personalidades y que la Guardia Nacional vigile desde el aire y busque ese coche con matrícula de Nueva York. Tal vez convendría tam… bién que peinaran el centro de la ciudad.
—Asimismo podrían controlar los peajes de todas las autopistas —sugirió Andy—, por si ese asesino en se… rie supuestamente hispano quisiera marcharse de la ciu… dad —añadió, mirando a Trader con desdén. El secreta… rio de prensa desvió la mirada.
—Una idea excelente —convino el gobernador, cada vez más impresionado por aquel joven—. Tenemos que localizar los cangrejos y la trucha. Diga a Tra… der que empiece a buscarlos, ya que él fue el último que los vio.
—Dígaselo usted mismo, señor —apuntó Andy con cortesía—. Oye bien, lo que le ocurre es que no puede hablar o quiere que pensemos que no puede. Y me per… mitiría sugerir que la búsqueda de posibles testigos la realizara una persona más objetiva.
Andy estaba seguro de que si Trader encontraba los animales, se encargaría de que nadie volviera a verlos con vida nunca más. El gordo y mentiroso secretario de prensa pirata los herviría vivos y se los comería, pensó Andy mientras preveía la reacción del gobernador cuando leyera el ensayo que pensaba publicar tan pronto en… contrase un ordenador. Lanzó una mirada dura y ame… nazante a Trader.
—No se acerque a los cangrejos ni a la trucha —le advirtió Andy.
Esperó a que Trader desapareciera, renqueante, y luego hizo un aparte con la primera dama para hablar en privado con ella.
—Escuche —le dijo Andy—, no me gusta tener que pedirle favores o entrometerme en su intimidad, prime… ra dama Crimm. Sin embargo, parece que tenemos una larga noche por delante y he pensado que tal vez podría prestarme su ordenador un minuto para consultar una cosa.
—Por supuesto —respondió ella con gran impa… ciencia por llevarlo a su salón privado, donde había pa… sado tantas horas secretas y deliciosas sentada ante su es… critorio chino, comprando por Internet.
Mientras subían por la escalera, sintió un cosquilleo de excitación lasciva que aumentó cuando invitó al joven a ocupar su silla.
—Necesita que le enseñe cómo funciona alguna cosa? —preguntó al tiempo que se inclinaba sobre él ro… zándole la parte trasera de la cabeza con su busto grande y bien encorsetado.
—No, gracias —respondió Andy al tiempo que el perfume le provocaba una reacción alérgica que lo hacía estornudar—. Si pudiera dejarme a solas un momento… Me temo, señora, que éste es un asunto policial clasificado y sólo puedo verlo yo. —Estornudó tres veces más.
—Qué están haciendo ahí arriba? —preguntó el gobernador, celoso, con la vista clavada en las escaleras—. ¿Qué demonios traman? ¿Quién estornuda? —añadió mientras su mujer se corría un poco el carmín de labios y se despeinaba los cabellos, rígidos a causa de la laca, antes de volver al lado de su marido.
Andy colgó su siguiente artículo, que había terminado por la mañana. El momento no podía ser más apro… piado para publicarlo. Después se levantó de la silla en el preciso instante en que Regina irrumpía en el salón y le preguntaba qué hacía.
—Mamá lleva el maquillaje corrido, como si los dos hubiesen estado retozando —explicó con delicadeza—. Y tienen suerte de que papá no pueda ver su aspecto.
—Hace un momento su maquillaje estaba perfectamente —replicó Andy—. Lo único que ha hecho ha sido acompañarme hasta el ordenador y marcharse. Y su as… pecto era exactamente el mismo que durante la cena.
—Qué está haciendo aquí? —En los pequeños ojos de Regina brillaba la sospecha—. Apuesto a que usted es el Agente Verdad, ¿no es cierto?
—Vaya cosas de pensar —dijo Andy.
—¡Demuéstreme que no lo es!
—Probar que no lo soy resulta más bien difícil —re… plicó Andy mientras Regina se sentaba al ordenador.
La muchacha accedió a la página del Agente Verdad y, cuando vio que había un ensayo nuevo, soltó una exclamación de asombro. Hizo doble clic en el hiper… texto.
—¿Ve? —insistió Andy—. No es posible que el Agente Verdad estuviera escribiendo un ensayo y a la vez cenando aquí con la primera familia.
—Sí supongo que tiene razón —dijo Regina, impaciente por empezar a leer.
UNAS PALABRAS SOBRE ANNE BONNY. La mujer pirata más famosa que jamás haya existido (Nota: Muchos expertos en piratería difieren en sus biografías de Anne Bonny.) por el Agente Verdad.
La historia empieza con su nacimiento en el conda… do de Cork, Irlanda, el 8 de marzo de 1700, hija ilegíti… ma de un famoso abogado irlandés llamado William Cormac y de la doncella de su esposa, cuyo nombre nunca ha llegado a las crónicas. Cuando se conoció el escán… dalo, no tuvo más remedio que huir de Irlanda con su nueva familia y establecerse en Charleston, Carolina del Sur, donde trabó amistad con Barbanegra y algunos po… líticos corruptos. Muy pronto, William se convirtió en un rico comerciante y se trasladó a una plantación en las afueras de la ciudad.
De la infancia de Anne no se sabe mucho, a ex… cepción de que era una hermosa niña pelirroja cuyo temperamento feroz la llevó a matar a una sirvien… ta con un trinchante al final de una discusión entre ambas.
Cuando Anne fue lo bastante mayor para elegir su propia ropa optó por prendas de corte masculino, y enseguida empezaron a rondarla muchos admiradores. Las insinuaciones sexuales eran recibidas con tanta violencia que uno de sus pretendientes tuvo que guardar cama du… rante semanas.