La isla de los perros (30 page)

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Authors: Patricia Cornwell

Tags: #Intriga, #Policíaco

(Nota: Hago aquí un inciso porque quiero remarcar, querido lector, que casi desde el principio la conducta de Anne revelaría que se trataba de una sociópata con un mal ajuste genético. Este, por desgracia, se iba a trans… mitir de generación en generación hasta la Virginia actual, donde uno de sus descendientes directos ocupa un cargo de gran influencia y poder.)

Cuando Anne tenía dieciséis años, un nuevo aconte… cimiento desafortunado marcó su vida al enredarse con un pobre e inútil marinero llamado James (Jim) Bonny, que estaba decidido a arrebatarle la plantación a la fami… lia. El individuo pensó que la manera más fácil de lo… grarlo era casándose con Anne, cuya indumentaria no advertía o no parecía importarle. El padre de Anne no aprobó la boda y la pareja recién casada no obtuvo la plantación, ni tan siquiera una habitación decente en ella en caso de tener la intención de quedarse a vivir con la familia de Anne.

La joven pareja se marchó muy enojada de Charleston y llegó por mar a New Providence, en las Bahamas, donde Anne se aficionó enseguida a un establecimiento local llamado La Guarida de los Piratas, que era exactamente lo que su nombre indicaba. Jim constituía un la… mentable y débil ejemplo de virilidad y coraje y empezó a delatar a los marineros que no le caían bien, acusándo… los de ser piratas aunque no lo fueran; mientras, su espo… sa, insatisfecha y psicópata, cada vez pasaba más horas en La Guarida.

Muchos de los marineros que se convirtieron en sus compañeros de borracheras habían sido piratas y se abu… rrían. Un día, mientras bebían con Anne, a quien los ex piratas creían un hombre, ésta se quejó de la desagradable y mezquina cuñada del gobernador de Jamaica, Lawes, la cual había dicho de ella que no merecía la pena conocerla. No está claro en las crónicas si la mujer hizo tal co… mentario mientras Anne iba disfrazada de hombre o no. Lo que sí está bien documentado es que la respuesta de Anne fue saltarle dos dientes, lo cual en el siglo xviii era mucho más grave que ahora, pues no había dentistas ni protésicos y una sonrisa sin dientes era para toda la vida.

Tenía que haberle saltado todos los dientes —fan… farroneó Anne ante los ex piratas mientras bebían en La Guarida—. Y luego atarla a un árbol desnuda y no darle ni pan ni agua, y dejar que la picaran una miríada de hor… migas furiosas.

—Sí, tenías que haberlo hecho —asintió el capitán pirata Calico Jack—. ¿La habrías desnudado del todo, incluidas sus partes íntimas?

—Toda desnuda —respondió Anne—. Mejor no cu… brirle las partes íntimas para que las picaduras de las hormigas le dolieran más.

—Sí, mucho mejor.

Anne y Calico se hicieron muy amigos y un día ella quiso asegurarse de que supiese que era una mujer y se desabrochó la camisa. Calico se ofreció a comprarla al débil de su marido, Jim, el cual los delató a ambos al go… bernador Rogers, de Carolina del Sur. A Anne se le or… denó que se presentase para ser azotada como castigo y a continuación devolverla a su marido, por lo que Calico y ella decidieron que se reunirían en el muelle, vestidos los dos de hombre, y que robarían una chalupa para iniciar su vida como pareja pirata.

Durante los meses siguientes, Anne y Calico Jack asaltaron muchos barcos e instalaciones portuarias. El sexo de ella siguió siendo un secreto para todo el mundo excepto para él, hasta que capturaron un barco mercante holandés y reclutaron a unos cuantos marineros de la tripulación, incluido un joven de ojos azules increíblemente apuesto. Anne se quedó prendada de él y se desa… brochó la camisa para revelarle su verdadera identidad; entonces el hombre se desabrochó la suya y mostró que era Mary Read. No se sabe si ambas quedaron decepcio… nadas al ver que no eran hombres, pero se convirtieron en un dúo de piratas, hábiles con las pistolas y los espa… dines y bravas luchadoras cada vez que su tripulación irrumpía en barcos mercantes cuando éstos menos lo es… peraban.

A Anne y a Mary les gustaba mucho aquel ambiente y llegaron a ser unas bucaneras sanguinarias muy respe… tadas, que blandían sus espadas y abordaban barcos con más valentía que muchos hombres. En 1720 se quedaron embarazadas a la vez y sufrieron una sorprendente derrota cuando un antiguo colega reconvertido en caza… dor de piratas abordó su barco; la tripulación entera estaba borracha y escondida en la bodega, y había dejado a Mary y a Anne luchando solas contra un implacable fuego de cañón:

—¡Si entre vosotros hay algún hombre, que salga y pelee como se supone que hacen los hombres! —gritó Anne mientras blandía el alfanje, furiosa, y disparaba sus pistolas.

Los hombres de la bodega no contestaron y todos fueron capturados y colgados salvo las dos piratas emba… razadas, a las que encerraron en la cárcel. Mary murió de unas fiebres en su diminuta y húmeda celda y se cree que a Anne la indultaron, desapareciendo luego de los mares y de las crónicas de la época.

Mi teoría de lo que le ocurrió a Anne Bonny se basa en un estudio de los relatos que se han escrito de su vida; a través de ellos llegué a una conclusión que entra den… tro de la esfera de lo posible. Podemos estar seguros de que Anne no volvió a las Bahamas ni tampoco regresó al lado de su marido o a la piratería activa. Sospecho que tuvo el hijo que esperaba, decidió transgredir la ley y evitar a la vez la vida tradicional de una mujer; dio a luz en un lugar que fuera un puerto seguro para ella y que satisfaciera también su ansia de aventura. Probablemen… te supiera que Barbanegra y otros piratas frecuentaban la isla Tangier y que comerciaban con los isleños, y que si seguía vistiendo como un hombre, podría hacerse pa… sar por pescador. Eso le permitiría, al menos, salir en barco para enseñarle a su hijo los caminos del viento, la bahía y las artes de pesca.

Sospecho que el hijo era varón y creo que de ese linaje asesino desciende, precisamente, cierto funcionario del Gobierno. Y si el gobernador lee este ensayo, que piense en las muchas veces en que un individuo traidor y despreciable le ha ofrecido un dulce, al que siempre ha seguido un explosivo ataque gástrico.

Es una vergüenza que ese truhán, cuyo nombre por ahora seguirá en el anonimato, no hiciera constar nada de esto cuando aspiraba el alto cargo que ocupa en el Es… tado y se le sometió a la comprobación habitual de ante… cedentes. Aunque en la actualidad la comprobación de antecedentes no sirve de mucho, puesto que no revela las motivaciones que —en el caso de esta persona, al igual que en el de su antepasada, Anne Bonny— son controlar, acceder al poder político y militar y conocer las leyes para así transgredirlas cada vez que le apetece.

¡Tengan cuidado ahí afuera

Capítulo 18

Los enfermeros de la ambulancia no intentaron rea… nimar a Caesar Fender, todavía sin identificar. El cuerpo aún humeaba, tendido en el suelo junto a la caja de apa… rejos destrozada. Estaba quemado de una manera muy rara; sólo se había chamuscado el pecho y no había indi… cios de incendio alguno en las cercanías que pudiera ex… plicar aquella muerte insólita.

—Es como si se le hubiera incendiado el corazón —dijo el detective Slipper—. 0 los pulmones, quizá. ¿Podría ser consecuencia de fumar?

—¿Hablas de estar fumando y que, de pronto, se te enciendan los pulmones? —preguntó Treata Bibb, que llevaba quince años al volante de una ambulancia y jamás había visto nada parecido. Luego reflexionó y respondió su propia pregunta—: No. Imposible. No creo que el ta… baco tenga nada que ver con lo que ha matado a este po… bre hombre. —Se agachó para observar el cuerpo más de cerca—. Es como si se le hubiera abierto un cráter de extremo a extremo, desde el pecho hasta la espalda. Mi… ra, puede verse el pavimento a través del agujero. ¿Lo ves? —Treata tocó la carne ennegrecida con la mano enguantada—. Incluso los huesos están quemados en el pecho, pero el resto del cuerpo se halla intacto. —Descon… certada y asombrada, se preguntaba quién habría hecho aquello, cómo y por qué.

Los coches se detenían en la calle y la gente formó un cordón en ambas aceras, como si esperara el paso de un desfile. La policía tenía dificultades para controlar a la multitud de mirones y periodistas después de que corrie… ra la noticia de que un pescador había estallado en llamas junto a Canal Street, muy cerca de donde se localizara el cuerpo mutilado de Trish Trash, en la isla Belle.

—Qué sucede? —preguntó un ama de casa llamada Barbie Fogg por la ventanilla abierta de su mini furgo… neta.

—Tendrá que leerlo en los periódicos —respondió un agente, que le hizo señales con la linterna para que continuara la marcha.

—Nunca los compro.

La mujer se protegió los ojos del haz de luz de la lin… terna y se preguntó por qué estarían allí aquellos grandes helicópteros que volaban sobre la ciudad y los condados vecinos escrutando el suelo con sus grandes focos.

—Debe de haber algún asesino en serie que ha esca… pado de la cárcel, o algo así —decidió, horrorizada, y un escalofrío le erizó hasta las raíces de los cabellos—. ¡Quizá sea el mismo que asesinó a esa pobre mujer el otro día! ¡Y ahora no podré proteger a mi familia porque no recibo el periódico y usted no quiere darme el menor detalle! Luego se preguntan por qué la policía no cae bien a la gente…

La mujer aceleró y acto seguido se detuvo otro coche. Al volante iba una anciana cuya vista ya no era la misma de otros tiempos.

—Discúlpeme, busco la autovía que lleva al centro —dijo la anciana, que se llamaba Lamonia, al agente de la linterna—. Llego tarde al ensayo del coro. ¿Qué es todo este alboroto? —Volvió la cabeza en dirección a unos helicópteros Blackhawk que no alcanzaba a ver; en cam… bio, el oído lo conservaba en perfecto estado—. Parece que estemos en guerra.

—Hay un pequeño lío, pero ya nos ocupamos de todo, señora —respondió el agente—. A la autovía se va por ahí. —Señaló la dirección con la linterna—. Tome a la izquierda por la Octava y llegará directamente.

—Ya la he encontrado otras veces —dijo Lamonia con un leve tono dolido y humillado en la voz—. El año pasado me di contra el guardarraíl. A decir verdad, agen… te, probablemente no debería conducir de noche; apenas veo nada cuando oscurece. Pero si sigo faltando al ensa… yo, me echarán del coro y eso es lo único que me queda en esta vida. Hace dos años que enviudé, ¿sabe?, y luego se me murió el gato cuando di marcha atrás y, sin darme cuenta, lo aplasté bajo el coche.

—Tal vez sería mejor que dejara de conducir…

Lamonia miró a izquierda y a derecha y creyó detec… tar un punto de luz que le recordó las pruebas de visión que consistían en poner la cara ante una máquina y pul… sar un botón cada vez que aparecía una lucecita en su vi… sión periférica. La semana anterior había pulsado el bo… tón al azar y repetidas veces, con la esperanza de engañar otra vez al oftalmólogo.

—Sé perfectamente lo que está haciendo —le había dicho el médico mientras echaba unas gotas en las pupi… las de Lamonia—. No crea que es la primera que lo in… tenta —añadió.

—¿Y si probamos otra vez la cirugía con láser?

Según el oftalmólogo, la mala visión nocturna de Lamonia no tenía remedio. Si se las había arreglado sola hasta entonces era sólo porque tenía una buena me… moria y sabía cuántos pasos había hasta el porche y dón… de se encontraba exactamente cada mueble. Sabía al tacto qué falda o vestido se ponía en la oscuridad, pero conducir de noche era otro asunto. Las calles de la ciu… dad no habían cambiado, pero la memoria no la podía ayudar cuando los coches cambiaban de carril o se dete… nían delante de ella o los peatones decidían cruzar al otro lado. Todo esto le explicó Lamonia al agente, que ya se había marchado a otra parte.

—Así que, si hace el favor de indicarme con la lin… terna, me guiaré por ella y aparcaré —continuó la ancia… na mientras otro helicóptero pasaba a baja altura con un ruido atronador, iluminando la escena del crimen con su foco.

Lamonia detectó la zona iluminada, se dirigió hacia allí, tocó el bordillo y advirtió que algo crujía bajo la llanta.

—¿Qué ha sido eso? —murmuró al tiempo que gol… peaba una camilla y la mandaba directamente al río antes de chocar por detrás con la ambulancia.

—¡Alto! ¡Stop! —gritaron varias voces en torno a su Dodge Dart.

Lamonia piso a fondo el freno, aunque ya se había detenido. Confusa y asustada, puso marcha atrás y retrocedió, llevándose unos metros de cinta policial que pro… tegía la escena del crimen, hasta que notó otro bulto ba… jo la rueda trasera izquierda.

—¡Alto! —Los gritos se hicieron más apremiantes—. ¡Alt000!

Hooter Shock advirtió que había alguna urgencia cuando el agente Macovich se presentó con una furgo… neta cargada de conos y luces de tráfico.

—Eh, ¿qué hace cerrando al paso todos esos carriles? —preguntó mientras el agente colocaba los conos de co… lor naranja fluorescente que siempre le recordaban los gorritos que se repartían en las fiestas cuando era niña.

—Instalo un control —informó Macovich al tiempo que colocaba unas bengalas encendidas a lo largo de la autopista 150 Norte, una concurrida vía de cuatro carri… les de entrada y salida de la ciudad.

Hooter observó con interés y con cierta inquietud cómo Macovich cerraba cada carril con un muro de plástico naranja y fuego y sólo dejaba abierto el de «importe exacto», obligando a todos los vehículos que iban en dirección norte a pasar ante su cabina, donde los con… ductores tenían que darle el importe en mano. La mujer era una veterana cobradora de peaje de las autovías de la ciudad y recordaba los viejos tiempos en que tenía que llevar guantes quirúrgicos, que siempre se rompían por efecto de sus uñas artificiales. En la actualidad, los co… bradores sólo parecían preocupados por no entrar en contacto con los dedos de los conductores cuando, en realidad, los billetes y las monedas estaban mucho más sucios que las manos de los desconocidos.

La mujer sabía que el dinero pasaba por millones de manos. Con frecuencia era recogido del suelo y las mo… nedas se frotaban unas con otras dentro de las carteras y los monederos; las piezas tintineaban en los bolsillos de unos pantalones que no habían pasado por la lavandería en mucho tiempo; los billetes eran de un papel poroso que absorbía bacterias como una esponja y, en los locales de topless de la ciudad los hombres los introducían en las minúsculas ropas de las camareras, y así entraban en contacto directo con partes del cuerpo enfermas.

Hooter podía pasarse semanas hablando de los luga… res que frecuentaba un billete y de cómo se ensuciaba és… te. Así pues, se había alegrado mucho cuando, por fin, se había dado cuenta de que al Ayuntamiento no le impor… taba si cambiaba los guantes quirúrgicos por otros de al… godón, que no se le rompían con las uñas. En cambio, cada vez que tenía que sacar la mano enguantada por la ventanilla se sentía fatal, como si el conductor tuviera al… guna enfermedad contagiosa. Cada turno hería miles de sentimientos, y nunca tenía ocasión de explicar al auto… movilista que el guante no tenía nada que ver con él o con ella misma, sino con la situación insalubre de la eco… nomía.

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