—Durante algún tiempo me he preocupado por esta misión tuya —dijo Henry—, y al principio no podía comprender por qué. Pero hará unos cuatro meses, una noche que estaba jugando con el príncipe Charles y la princesa Eleanor, me di cuenta de lo que me inquietaba. Mi sentido intuitivo me dice que este equipo tuyo va a tener problemas. Sé que suena a locura, particularmente viniendo de mí, pero no estoy preocupado por los ramanes. Ese megalomaníaco de Brown probablemente tenga razón: a los ramanes los terrestres les importamos un rábano. Pero vas a pasar cien días en un espacio confinado con otras once personas...
Se dio cuenta de que Nicole no lo estaba siguiendo.
—Toma —dijo—, ten este cubo. Hice que mis agentes de inteligencia elaboraran unos dossier detallados y completos de cada miembro de la docena del equipo Newton, incluida tú. —El entrecejo de Nicole se frunció. —La información, gran parte de la cual no se halla disponible en los archivos oficiales de la AIE, ha confirmado mi visión personal de que el equipo Newton contiene unos cuantos elementos inestables. No sé qué hacer con...
—Esto no es asunto tuyo —interrumpió Nicole, furiosa. Se sentía afrentada por el entremetimiento de Henry en su vida personal. —¿Por qué te mezclas...?
—Eh, eh, tranquila, ¿quieres? —respondió el Rey—. Te aseguro que mis motivos son completamente buenos. Mira —añadió—, probablemente nunca necesitarás toda esta información, pero pensé que quizá te fuera útil. Tómala. Tírala si quieres. Tú eres el oficial a cargo de las ciencias vitales. Puedes darle el uso que prefieras.
Henry podía darse cuenta de que había estropeado la reunión. Se alejó y se sentó en una silla frente al fuego. De espaldas a Nicole.
—Cuídate, Nicole —murmuró.
Ella pensó durante un largo momento, se guardó el cubo en la parka, y avanzó hasta situarse detrás del Rey.
—Gracias, Henry —dijo. Apoyó una mano en su hombro. Él no se volvió. Alzó la mano y, muy lentamente, envolvió los dedos de ella con los suyos. Permanecieron en esa posición durante casi un minuto.
—Hay algunos datos que escaparon incluso a mis investigadores —dijo al fin en voz muy baja—. Un hecho en particular en el que estaba extremadamente interesado.
Nicole pudo oír su propio corazón entre el crujir de los troncos en la chimenea. Una voz dentro de ella gritó:
Díselo, díselo
. Pero otra voz llena de sabiduría, le aconsejó silencio.
Retiró lentamente sus dedos de entre los de él. Él se volvió para mirarla. Ella sonrió. Se dirigió hacia la puerta. Volvió a ponerse el pañuelo en la cabeza y cerró la cremallera de su parka antes de salir.
—Adiós, Henry —dijo.
La nave espacial combinada
Newton
había maniobrado de modo que Rama llenara la portilla de visión expandida en el centro de control. La nave espacial alienígena era inmensa. Su superficie era de un opaco y pardusco gris, y su largo cuerpo era un cilindro geométricamente perfecto. Nicole permanecía de pie junto a Valeri Borzov, en silencio. Para cada uno de ellos, la primera visión del vehículo Rama a la luz del sol era un momento para saborear.
—¿Ha detectado usted alguna diferencia? —preguntó al fin Nicole.
—Todavía no —respondió el comandante Borzov—. Parece como si ambas hubieran salido de la misma línea de montaje. —Hubo un nuevo silencio.
—¿No le gustaría ver esa línea de montaje? —preguntó Nicole.
Valeri Borzov asintió. Un pequeño aparato volador, como un murciélago o un colibrí, pasó a toda velocidad al otro lado de la portilla y se encaminó en dirección a Rama.
—Los abejorros de exterior nos confirmarán las similitudes. Cada uno de ellos tiene almacenado un juego de imágenes de Rama I. Cualquier variación será registrada e informada en el término de tres horas.
—¿Y si no hay ninguna variación no explicada?
—Entonces procederemos según lo planeado —respondió el general Borzov con una sonrisa—. Anclaremos las naves, abriremos Rama y soltaremos los abejorros de interior.
—Consultó su reloj. —Todo lo cual tiene que producirse en un término de veintidós horas a partir de ahora, siempre que el oficial de ciencias vitales confirme que el equipo está preparado.
—El equipo está en perfecta forma —informó Nicole—. Acabo de revisar de nuevo una sinopsis de los datos de salud del viaje. Es sorprendentemente regular. Excepto las anormalidades hormonales de las tres mujeres, que no eran totalmente inesperadas, no han aparecido anomalías significativas en cuarenta días.
—Así que físicamente estamos todos preparados para ir ahí dentro —dijo pensativamente el comandante—. Pero, ¿qué hay acerca de nuestra preparación psicológica? ¿No está usted inquieta por este reciente estallido de discusiones? ¿O podemos achacarlo a la tensión y a la excitación?
Nicole guardó silencio durante unos instantes.
—Admito que estos cuatro días desde la unión han sido un tanto difíciles. Por supuesto, conocíamos el problema Wilson-Brown desde antes incluso del lanzamiento. Lo resolvimos parcialmente manteniendo a Reggie en su nave durante la mayor parte del viaje, pero ahora que hemos unido las dos naves y el equipo está junto de nuevo, parece
que todos se lanzan sobre los demás a la menor oportunidad. Sobre todo si Francesca está presente.
—Intenté hablar dos veces con Wilson mientras las dos naves estaban separadas — dijo Borzov con tono frustrado—. Ni siquiera quiso discutir de ello. Pero resulta claro que está furioso acerca de algo.
El general Borzov se dirigió al panel de control y empezó a apretar las teclas. Una secuencia de información apareció en uno de los monitores.
—Ha de tener algo que ver con Sabatini —prosiguió—. Wilson no hizo mucho trabajo durante el viaje, pero su diario de a bordo indica que pasó una cantidad desorbitada de tiempo en el videófono con ella. Y siempre estaba de un humor de perros. Incluso ofendió a O'Toole. —El general Borzov se volvió y miró intensamente a Nicole. —Como mi oficial de ciencias vitales, quiero saber si tiene usted alguna recomendación "oficial" que hacer respecto del equipo, en especial acerca de las interacciones entre sus miembros.
Nicole no esperaba eso. Cuando el general Borzov había dispuesto aquella "evaluación de la salud del equipo" con ella, no pensó que la reunión se extendiera también a la salud mental de la docena de miembros del equipo Newton.
—¿Está pidiendo también una evaluación psicológica profesional? —preguntó.
—Por supuesto —enfatizó su anterior afirmación el general Borzov—. Deseo de usted un A5401 que compruebe la condición tanto física como psicológica de cada uno de los miembros del equipo. El procedimiento establece claramente que el oficial al mando, antes de cada incursión, debe solicitar la certificación de todo el equipo del oficial de ciencias vitales.
—Pero durante las simulaciones usted pidió solamente los datos físicos de salud. Borzov sonrió.
—Puedo esperar, Madame des Jardins —dijo—, si necesita usted tiempo para preparar su informe.
—No, no —dijo Nicole tras una breve reflexión—. Puedo darle mis opiniones ahora, y luego entregarle los documentos oficiales a última hora de la noche. —Vaciló varios segundos antes de proseguir: —No pondría a Wilson y Brown juntos como miembros en ningún grupo o subgrupo, al menos no en la primera incursión. Y tengo algunas reservas, aunque esta opinión no es por supuesto tan fuerte como la anterior, acerca de combinar a Francesca en un grupo con cualquiera de los dos hombres. No plantearé ninguna otra limitación de ningún tipo para este equipo.
—Bien. Bien. —El comandante sonrió ampliamente. —Aprecio su informe, y no solamente porque confirme mis propias opiniones. Como puede comprender usted, esos asuntos pueden ser a veces un tanto delicados. —El general Borzov cambió bruscamente de tema. —Ahora tengo otra cuestión de una naturaleza completamente distinta que plantearle.
—¿De qué se trata?
—Francesca vino a mí esta mañana y me sugirió que celebráramos una fiesta mañana por la noche. Afirma que el equipo se halla tenso y que necesita algún tipo de liberación antes de la primera incursión al interior de Rama. ¿Está usted de acuerdo con ella?
Nicole reflexionó por unos instantes.
—No es una mala idea —respondió—. La tensión ha estado mostrándose de una forma clara... Pero, ¿qué tipo de fiesta tiene usted en mente?
—Una cena todos juntos, aquí en la sala de control, un poco de vino y vodka, quizás incluso un poco de diversión. —Borzov sonrió y apoyó un brazo en el hombro de Nicole.
—Le estoy pidiendo su opinión profesional, ¿comprende?, como mi oficial de ciencias vitales.
—Por supuesto —rió Nicole—. General —añadió—, si cree usted que es el momento de que el equipo celebre una fiesta, entonces me sentiré encantada de dar una mano...
Nicole terminó su informe y transfirió el archivo por línea de datos al ordenador de Borzov en la nave militar. Había sido muy cuidadosa en su lenguaje al identificar el problema como un "conflicto de personalidad" antes que como cualquier tipo de patología del comportamiento. Para Nicole, el problema entre Wilson y Brown era directo: puros y simples celos, el antiguo monstruo de ojos verdes en persona.
Estaba segura de que era aconsejable impedir que Wilson y Brown trabajaran juntos durante las incursiones al interior de Rama. Se censuró por no haber planteado ella misma el tema con Borzov. Se dio cuenta de que su relación de cometidos incluía también la salud mental, pero de alguna manera tenía dificultad en considerarse como la psiquiatra del equipo.
Lo evito porque no se trata de un proceso objetivo
, pensó.
Todavía no tenemos sensores para medir la buena o mala salud mental
.
Nicole recorrió el pasillo de la zona de vivienda. Tuvo cuidado de mantener un pie en el suelo en todo momento; estaba ya tan acostumbrada a un entorno de ingravidez que era casi una segunda naturaleza. Se alegraba de que los ingenieros de diseño de las
Newton
hubieran trabajado tan duro para minimizar las diferencias entre permanecer en el espacio y en la Tierra. Hacía el trabajo de ser cosmonauta mucho más simple permitiendo al equipo concentrarse en los elementos más importantes de su trabajo.
Su habitación estaba al extremo del corredor. Aunque cada uno de los cosmonautas tenía sus aposentos privados (resultado de acaloradas discusiones entre la tripulación y los ingenieros de sistema, que insistían en que dormir por parejas era un uso mucho más eficiente del espacio), las habitaciones eran muy pequeñas y daban una sensación de confinamiento. Había ocho dormitorios en aquel vehículo más grande, llamado la nave "científica" por los miembros de la tripulación. La nave militar tenía otros cuatro pequeños dormitorios más. Ambas naves espaciales disponían también de salas de ejercicios y "salones", habitaciones comunes dotadas con un mobiliario más confortable, así como algunas opciones de entretenimiento no disponibles en los dormitorios. Cuando Nicole pasó junto a la habitación de Janos Tabori en su camino a la zona de ejercicio, oyó su inconfundible risa. Su puerta estaba abierta como de costumbre.
—¿Realmente espera de mí —estaba diciendo Janos— que haga intercambio de alfiles y deje a sus caballos al mando del centro del tablero? Oh, vamos, Shig, puede que no sea un maestro, pero aprendo de mis errores. Caí en esa trampa en una partida anterior.
Tabori y Takagishi estaban enfrascados en su habitual partida de ajedrez de después de cenar. Casi cada "noche" (el equipo seguía rigiéndose por un día de veinticuatro horas que coincidía con la hora del meridiano de Greenwich), los dos hombres jugaban durante una hora más o menos antes de irse a dormir. Takagishi era un maestro reconocido en ajedrez, pero también era de corazón blando y deseaba animar a Tabori. Así que, virtualmente en cada partida, tras establecer una sólida posición, Takagishi dejaba que sus flancos se fueran erosionando.
Nicole asomó su cabeza por la puerta.
—Entre, hermosura —dijo Janos con una sonrisa—. Obsérveme como destruyo a su amigo asiático en sus labores seudocerebrales. —Nicole había empezado a explicar que iba a la sala de ejercicios cuando una extraña criatura, aproximadamente del tamaño de un ratón grande, se deslizó por entre sus piernas y penetró en la habitación de Tabori. Dio un involuntario salto hacia atrás cuando el juguete, o lo que fuera, se encaminó hacia los dos hombres.
El mirlo macho, tan negro de tono,
con su pico naranja tostado,
el tordo, con su nota tan firme,
el abadejo, con sus pequeñas plumas...
cantó el robot mientras se deslizaba hacía Janos. Nicole se dejó caer sobre sus rodillas y examinó al curioso recién llegado. Tenía la parte inferior del cuerpo de un ser humano y la cabeza de un asno. Siguió cantando. Tabori y Takagishi pararon el juego y ambos se echaron a reír ante la desconcertada expresión de Nicole.
—Vamos —indicó Janos—, dígale que lo quiere. Eso es lo que haría la reina de las hadas Titania.
Nicole se encogió de hombros. El pequeño robot se mantuvo temporalmente quieto. Cuando Janos la animó de nuevo, Nicole murmuró "Te quiero" al robot de veinte centímetros de altura.
El Bottom en miniatura se volvió hacia Nicole.
—Me parece, señorita, que usted debería tener pocas razones para eso. Y, sin embargo, si he de decir la verdad, razón y amor se hacen muy poca compañía hoy en día.
Nicole se asombró. Adelantó una mano para tomar a la diminuta figura, pero se detuvo cuando oyó otra voz.
—Señor, que estúpidos son esos mortales. ¿Dónde está ahora ese juguetón al que cambié por un asno? Bottom, ¿dónde estás?
Un segundo pequeño robot, éste vestido como un elfo, entró en la habitación. Cuando vio a Nicole, saltó del suelo y flotó a la altura de sus ojos durante varios segundos, con sus diminutas alas negras batiendo a un ritmo frenético.
—Soy Puck, muchachita —dijo—. No te había visto por aquí antes. —Se dejó caer al suelo y guardó silencio. Nicole estaba desconcertada.
—¿Qué demonios...? —empezó a decir.
—Shhh... —dijo Janos, haciéndole señas de que se mantuviera quieta. Señaló a Puck. Bottom estaba durmiendo en la esquina cerca del borde de la cama de Janos. Puck lo había descubierto y estaba rodándolo con un fino polvillo que sacaba de una bolsita. Mientras los tres seres humanos miraban, la cabeza de Bottom empezó a cambiar. Nicole hubiera podido decir que las pequeñas piezas de plástico y metal que formaban la cabeza del asno estaban simplemente reordenándose, pero aun así se sintió impresionada por el alcance de la metamorfosis. Puck desapareció justo en el momento en que Bottom despertaba con su nueva cabeza humana y empezaba a hablar.