Rama II (16 page)

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Authors: Arthur C. Clarke y Gentry Lee

Tags: #Ciencia Ficción

—He tenido una visión de lo más extraña —dijo—. He tenido un sueño, pero se necesita algo más que la inteligencia de un hombre para decir qué sueño era. No será un hombre sino un asno si llega a explicarlo.

—Bravo, bravo —exclamó Janos mientras la criatura guardaba silencio.


O medetó
—añadió Takagishi.

Nicole se sentó en la única silla desocupada y miró a sus compañeros.

—Y pensar —dijo, agitando la cabeza— que acabo de decirle al comandante que ustedes dos estaban psicológicamente cuerdos. —Hizo una pausa de dos o tres segundos. —¿Querría alguno de ustedes decirme por favor qué está pasando aquí?

—Es Wakefield —dijo Janos—. El hombre es absolutamente brillante y, al contrario de algunos genios, también es muy listo. Además, es un fanático de Shakespeare. Tiene toda una familia de estos pequeños tipos, aunque creo que Puck es el único que vuela y Bottom el único que cambia de forma.

—Puck no vuela —dijo Richard Wakefield, entrando en la habitación—. Apenas es capaz de flotar, y sólo por períodos muy cortos. —Parecía azorado. —No sabía que estaba usted aquí —le dijo a Nicole—. A veces entretengo un poco a esos dos en medio de su partida de ajedrez.

—Una noche —añadió Janos mientras Nicole seguía sin habla—, acababa de concederle la derrota a Shig, cuando oímos lo que creímos era un estruendo en el pasillo. Un momento más tarde, Tybalt y Mercutio entraron en la habitación, maldiciendo y haciendo entrechocar sus espadas.

—¿Es esto un hobby suyo? —preguntó Nicole al cabo de unos segundos, señalando hacia los robots con un gesto de la mano.

—Mi señora —interrumpió Janos antes que Wakefield pudiera responder—, nunca, nunca confunda una pasión con un hobby. Nuestro estimado científico japonés no juega ajedrez como un hobby. Y este joven de la ciudad natal del Bardo, Stratford-upon-Avon, no crea estos robots como un hobby.

Nicole miró a Richard. Estaba intentando imaginar la cantidad de energía y trabajo necesarios para la creación de sofisticados robots como los que acababa de ver. Sin mencionar el talento y, por supuesto, la pasión.

—Muy impresionante —le dijo a Wakefield.

La sonrisa del hombre fue un reconocimiento a su cumplido. Nicole se disculpó y se dispuso a abandonar la habitación. Puck pasó velozmente por su lado y se detuvo en el umbral.

Sí nosotros las sombras os hemos ofendido,

pensad, y todo quedará enmendado,

que simplemente os habéis adormecido aquí,

mientras estas visiones aparecían.

Nicole estaba riendo cuando pasó por encima del diminuto espíritu y dio las buenas noches a sus amigos con un movimiento de su mano.

Nicole permaneció en la sala de ejercicios más tiempo del que había esperado. Normalmente, treinta minutos de pedaleo o de correr sobre la cinta sin fin eran suficientes para liberar las tensiones y relajar su cuerpo para el sueño. Aquella noche, sin embargo, con la meta de su misión ahora tan al alcance de la mano, le era necesario trabajar más tiempo para calmar su hiperactivo sistema. Parte de su dificultad residía en su preocupación residual acerca del informe que había archivado recomendando que Wilson y Brown estuvieran separados en todas las actividades importantes de la misión.

¿No me habré precipitado?,
se preguntó.
¿No habré dejado que el general Borzov influyera en mi opinión?
Nicole se sentía muy orgullosa de su reputación profesional, y a menudo analizaba constructivamente sus decisiones importantes. Hacia el final de sus ejercicios se convenció de nuevo a sí misma de que había archivado el informe adecuado. Su cansado cuerpo le dijo que estaba preparado para echarse a dormir.

Cuando regresó a la zona de vivienda de la nave espacial, todo estaba a oscuras excepto el pasillo. Cuando iba a girar a la izquierda hacia el pasillo que conducía a su habitación, su vista se posó más allá de la sala, en dirección a la pequeña habitación donde guardaba todo su material medico.
Es extraño,
pensó, forzando la vista a la escasa luz.
Parece como si hubiera dejado la puerta abierta.

Cruzó la sala. La puerta de la habitación estaba realmente entreabierta. Había activado ya la cerradura automática y empezado a cerrar la puerta cuando oyó un ruido en el interior de la habitación a oscuras. Entonces entró y encendió la luz. Sorprendió a Francesca Sabatini, sentada en un rincón ante una terminal de ordenador. Había información exhibida en el monitor frente a ella, y Francesca sostenía en una de sus manos una botellita.

—Oh, hola, Nicole —dijo con voz intrascendente, como si fuera normal el que ella estuviera sentada en la oscuridad ante el ordenador en la sala de material médico.

Nicole avanzó hacia el ordenador.

—¿Qué ocurre? —preguntó casualmente, mientras sus ojos escrutaban la información de la pantalla. Por las cabeceras codificadas, Nicole pudo decir que Francesca había solicitado la subrutina de inventario para listar los dispositivos anticonceptivos disponibles a bordo de la nave espacial. —¿Qué es esto? —preguntó, señalando el monitor. Ahora había una huella de irritación en su voz. Todos los cosmonautas sabían que la sala de material médico estaba vedada para todo el mundo excepto la oficial de ciencias vitales.

Cuando Francesca siguió sin responder, Nicole se puso furiosa.

—¿Cómo ha entrado aquí? —preguntó. Las dos mujeres estaban a sólo unos pocos centímetros la una de la otra en el pequeño hueco contiguo al escritorio. Nicole extendió bruscamente la mano y tomó la botella que sostenía Francesca. Mientras leía la etiqueta, Francesca se deslizó por el pequeño espacio que quedaba libre y se encaminó hacia la puerta. Nicole descubrió que el líquido que tenía en su mano era un abortivo y siguió rápidamente a Francesca fuera de la sala.

—¿Va a explicarme esto? —exigió.

—Devuélvame la botella, por favor —dijo finalmente Francesca.

—No puedo hacerlo —respondió Nicole, agitando la cabeza—. Éste es un medicamento muy fuerte con serios efectos residuales. ¿Qué pensaba que estaba haciendo? ¿Tenía intención de tomarlo y esperar a que pasara inadvertido? Tan pronto como hubiera completado un inventario de comparación habría detectado que había desaparecido.

Las dos mujeres se miraron durante varios segundos.

—Mire, Nicole —dijo al fin Francesca, esbozando una sonrisa—, se trata de un asunto realmente muy simple. He descubierto recientemente, con mucho pesar por mi parte, que me hallo en los primeros estadios de un embarazo. Quiero abortar el embrión. Es un asunto privado, y no deseo implicarla a usted ni a ningún otro miembro del equipo.

—Usted no puede estar embarazada —respondió rápidamente Nicole—. Yo lo hubiera detectado en sus datos biométricos.

—Lo estoy sólo de cuatro o cinco días. Pero estoy segura. Ya puedo sentir los cambios en mi cuerpo. Y es la fecha correcta del mes.

—Usted sabe cuáles son los procedimientos adecuados para los problemas médicos — dijo Nicole tras una cierta vacilación—. Esto habría podido ser muy sencillo, como usted misma dice, si primero hubiera acudido a mí. Lo más probable es que hubiera respetado su petición de confidencialidad. Pero ahora me pone en un dilema...

—Olvide toda esta conferencia burocrática —interrumpió secamente Francesca—. No estoy interesada en las malditas reglas. Un hombre me ha dejado embarazada, e intento librarme del feto. Ahora, ¿va a darme la botella, o debo hallar alguna otra forma?

Nicole se sintió ultrajada.

—Es usted sorprendente —le respondió a Francesca—. ¿Espera realmente que yo le dé esta botella y me marche? ¿Sin hacerle ninguna pregunta? Puede que usted sea así de inconsciente acerca de su vida y su salud, pero yo no. Primero tengo que examinarla, comprobar ;su historial médico, determinar la edad del embrión... sólo entonces podré
considerar
el prescribirle esta medicina. Además, es probable que me sienta impulsada a señalarle que hay otras ramificaciones morales y psicológicas...

Francesca dejó escapar una carcajada.

—Ahórreme sus ramificaciones, Nicole. No necesito que su moralidad de clase alta de Beauvois juzgue mi vida. Mis felicitaciones si usted ha criado a una hija como madre soltera. Mi situación es muy distinta. El padre de este bebé dejó de tomar a propósito sus píldoras, pensando que dejándome embarazada podría reavivar mi amor por él. Estaba equivocado. Este bebé no es deseado. Ahora, si debo ser más gráfica...

—Ya es suficiente —interrumpió Nicole, frunciendo disgustada los labios—. Los detalles de su vida personal no son asunto mío. Lo único que debo decidir es lo que es mejor para usted y la misión. —Hizo una pausa. —En cualquier caso, debo insistir en un examen adecuado, incluida la habitual imagen pélvica interna. Si se niega, entonces no autorizaré el aborto. Y, por supuesto, me veré obligada a hacer un informe completo...

Francesca se echó a reír de nuevo.

—No necesita amenazarme. No soy
tan
estúpida. Si la hace sentir mejor meter su sofisticado equipo entre mis piernas, entonces adelante. Pero hágalo ya. Quiero a ese bebé fuera de mí antes de la incursión.

Nicole y Francesca apenas intercambiaron una docena de palabras durante la siguiente hora. Fueron juntas a la pequeña enfermería, donde Nicole utilizó sus sensibles instrumentos para verificar la existencia y el tamaño del embrión. También comprobó si Francesca podía recibir con garantías de seguridad el líquido abortivo. El feto estaba creciendo cinco días dentro de Francesca.
¿Quién podrías llegar a ser?,
pensó Nicole mientras contemplaba en el monitor la microscópica imagen del diminuto saco pegado a las paredes del útero. Incluso en el microscopio en la sonda no había forma de decir que la colección de células era una cosa viva.
Pero ya estás vivo. Y buena parte de tu futuro se halla ya programado por tus genes
.

Nicole hizo que la impresora listara para Francesca lo que podía esperar físicamente una vez que hubiera ingerido el medicamento. El feto sería barrido, rechazado por su cuerpo, en el plazo de veinticuatro horas. Era posible que se produjeran algunos ligeros calambres con la menstruación normal que seguiría inmediatamente.

Francesca bebió el líquido sin la menor vacilación. Mientras su paciente se vestía de nuevo, Nicole retrocedió mentalmente a la época en que ella había sospechado por primera vez su propio embarazo.
Ni por un momento tomé en consideración... y no sólo porque su padre fuera un príncipe. No. Era una cuestión de responsabilidad. Y amor
.

—Puedo decir lo que usted está pensando —indicó Francesca cuando ya estaba preparada para irse. Se hallaba de pie junto a la puerta de la enfermería. —Pero no pierda su tiempo. Ya tiene suficientes problemas propios.

Nicole no respondió.

—Así que mañana el pequeño bastardo habrá desaparecido —dijo fríamente Francesca, con los ojos cansados y furiosos—. Es malditamente bueno saberlo. El mundo no necesita otro bebé medio negro. —No aguardó la respuesta de Nicole.

16 - Rama, Rama, que ardes brillante

El descenso cerca de la escotilla de entrada a Rama fue suave y sin incidentes. Siguiendo el precedente del comandante Norton setenta años antes, el general Borzov dio instrucciones a Yamanaka y a Turgeniev de que guiaran las dos
Newton
, reducidas ahora a una sola, hasta un punto de contacto justo fuera del disco circular de un centenar de metros centrado en el eje de rotación del gigantesco cilindro. Un conjunto de bajas estructuras temporales en forma de cajas de pastillas mantenía la doble nave espacial de la Tierra en su lugar contra la ligera fuerza centrífuga creada por el giro de Rama. Al cabo de unos pocos minutos, unos fuertes tensores anclaban firmemente la doble
Newton
a su blanco.

El gran disco era, como habían anticipado, la compuerta externa de la esclusa de aire de Rama. Wakefield y Tabori partieron de la
Newton
enfundados en su equipo autónomo y empezaron a buscar una rueda embutida. La rueda, que era el control manual de la esclusa de aire, se hallaba exactamente en el lugar previsto. Giró como se esperaba y dejó al descubierto una abertura en el casco exterior de Rama. Puesto que nada acerca de Rama II había variado todavía en ninguna forma de su predecesora, los dos cosmonautas siguieron adelante.

Cuatro horas más tarde, tras considerables recorridos arriba y abajo por el medio kilómetro de corredores y túneles que conectaban el gran interior hueco de la nave alienígena a la esclusa externa de aire, los dos hombres terminaron abriendo las tres compuertas cilíndricas redundantes. También habían desplegado el sistema de transporte que conduciría a la gente y al equipo desde la
Newton
al interior de Rama. Ese transbordador había sido diseñado por los ingenieros de la Tierra para que se deslizara a lo largo de los surcos paralelos que los ramanes habían tallado en las paredes de los túneles exteriores, hacía nadie sabía cuánto tiempo.

Tras una breve pausa para comer, Yamanaka se unió a Wakefield y Tabori, y los tres construyeron la planeada estación de enlace de comunicaciones Alfa en el extremo interior del túnel. La disposición del conjunto de antenas había sido cuidadosamente estudiada para que, si el segundo vehículo ramano fuera idéntico al primero, fuese posible una comunicación en ambas direcciones entre los cosmonautas localizados en cualquier parte de las escaleras o en la mitad norte de la Planicie Central. El plan maestro de comunicaciones exigía el establecimiento de otra estación central de comunicaciones, que sería llamada Beta, cerca del Mar Cilíndrico; ese par de estaciones proporcionaría un fuerte enlace desde cualquier parte en el Hemicilindro Norte y se extendería incluso hasta la isla de Nueva York.

Brown y Takagishi ocuparon sus posiciones en el centro de control una vez verificada la operación de la estación de enlace Alfa. Siguió la cuenta regresiva al despliegue interior de los abejorros. Takagishi estaba obviamente nervioso y excitado cuando terminó sus pruebas prevuelo con su abejorro. Brown parecía relajado, casi casual, mientras completaba sus preparativos finales. Francesca Sabatini estaba sentada frente a los múltiples monitores, preparada para seleccionar las mejores imágenes para trasmitir a tiempo real a la Tierra.

El propio general Borzov fue anunciando los acontecimientos más importantes en la secuencia. Hizo una pausa para una dramática inspiración ames de dar la orden de activar los dos abejorros. Luego éstos partieron volando hacia el oscuro vacío interior de Rama. Unos segundos más tarde la pantalla principal en el centro de control, cuya imagen venía directamente del abejorro controlado por David Brown, se vio inundada de luz cuando la primera bengala entró en ignición. Cuando la luz disminuyó un poco, pudo verse la silueta de la primera foto gran angular. Desde un principio se había planeado que esa imagen inicial fuera un compuesto del Hemicilindro Norte, cubriendo todo el territorio desde el extremo en forma de cuenco donde habían entrado en el Mar Cilíndrico y el punto medio del mundo artificial. La nítida imagen que finalmente se congeló en la pantalla era abrumadora. Una cosa era leer acerca de Rama y realizar simulaciones dentro de su réplica; otra completamente distinta hallarse anclado a la gigantesca nave espacial cerca de la órbita de Venus y echar una primera hojeada a su interior...

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