Rama II (20 page)

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Authors: Arthur C. Clarke y Gentry Lee

Tags: #Ciencia Ficción

El doctor Brown se dio por enterado de la presencia de las dos mujeres con una inclinación de cabeza. Había una cierta autoridad en la forma en que formulaba sus preguntas que sugería que estaba al control de la reunión.

—¿Es eso cierto, Irina? —preguntó—. ¿Cree usted, como Wilson, que Rama estaba intentando enviarnos algún mensaje específico realizando esa maniobra durante la operación del general?

Irina e Hiro Yamanaka eran los dos cosmonautas que hablaban menos durante las reuniones del equipo. Con todos los ojos vueltos hacia ella, Irina murmuró un "no" apenas audible.

—Pero cuando hablamos de ello esta noche... —insistió Wilson a la piloto soviética.

—Ya basta de este tema —interrumpió imperiosamente David Brown—. Creo que tenemos consenso, compartido por los oficiales del control de nuestra misión en la Tierra, de que la maniobra ramana fue una coincidencia y no una conspiración. —Miró al furioso Reggie Wilson. —Ahora tenemos otros asuntos más importantes que discutir. Me gustaría pedirle al almirante Heilmann que nos contara lo que ha averiguado acerca del problema de la jefatura.

Otto Heilmann se puso de pie ante aquellas palabras y leyó sus notas:

—De acuerdo con los procedimientos del Proyecto Newton, en caso de muerte o incapacidad del oficial de mando, se espera que la tripulación complete todas las secuencias en curso según sus anteriores directivas. Sin embargo, una vez que estas actividades "en curso" hayan terminado, se supone que los cosmonautas aguardarán a que la Tierra nombre un nuevo oficial al mando.

David Brown volvió a intervenir en la conversación.

—El almirante Heilmann y yo empezamos a discutir nuestra situación hará una hora, y hemos llegado rápidamente a la conclusión de que teníamos razones válidas para sentirnos preocupados. La AIE se halla ocupada en su investigación sobre la muerte del general Borzov. Ni siquiera han empezado a pensar en su reemplazo. Una vez que empiecen a hacerlo, pueden pasar semanas antes de que se decidan. Recuerden, se trata de la misma burocracia que nunca fue capaz de seleccionar un ayudante para Borzov, de tal modo que finalmente decidieron que no lo necesitaba.

Hizo una pausa de varios segundos para permitir que el resto de los miembros del equipo consideraran lo que estaba diciendo.

—Otto sugirió que quizá no debiéramos aguardar a que la Tierra decidiese —continuó el doctor Brown—. Fue idea suya que desarrolláramos nuestra propia estructura de mando, una que fuera aceptable para todos los reunidos aquí, y luego enviáramos a la AIE como una recomendación. El almirante Heilmann piensa que la aceptarán porque eso les evitará lo que puede ser un largo debate.

—El almirante Heilmann y el doctor Brown vinieron a verme con esta idea —dijo entonces Janos Tabori—, y remarcaron lo importante que es para nosotros empezar con nuestra misión dentro de Rama. Incluso plantearon una organización provisional que para mí tenía sentido. Puesto que ninguno de nosotros tiene la amplia experiencia del general Borzov, sugirieron que quizá debiéramos tener ahora dos jefes, posiblemente el almirante Heilmann y el propio doctor Brown. Otto podría cubrir los temas militares y de ingeniería espacionaval; el doctor Brown se encargaría de los esfuerzos de exploración de Rama.

—¿Y qué ocurrirá cuando estén en desacuerdo en asuntos en los que sus áreas de responsabilidad se entrecrucen? —preguntó Richard Wakefield.

—En ese caso —respondió el almirante Heilmann— someteremos el asunto a votación entre todos los cosmonautas.

—¿No es hábil? —dijo Reggie Wilson. Todavía estaba furioso. Había estado tomando notas en su teclado, pero se puso de pie para dirigirse al resto de los cosmonautas—. Brown y Heilmann estaban preocupados acerca de este problema crítico, y mira por dónde han desarrollado una nueva estructura de mando en la que todo el poder y la responsabilidad se divide entre ellos. ¿Soy yo el único que huele algo podrido en todo esto?

—Oh, vamos, Reggie —dijo Francesca Sabatini enérgicamente. Dejó caer la videocámara a su lado. —Hay lógica en esta proposición. El doctor Brown es nuestro principal científico. El almirante Heilmann ha sido un íntimo colaborador de Valen Borzov durante muchos años. Ninguno de nosotros posee una sólida capacidad de mando en ningún aspecto de la misión. Dividir los deberes significará...

Le resultaba difícil a Reggie Wilson argumentar con Francesca. No obstante, la interrumpió antes que terminara.

—Estoy en desacuerdo con este plan —dijo en un tono controlado—. Creo que deberíamos tener un solo mando. Y, basándome en lo que he observado durante mi tiempo en este equipo, sólo hay un cosmonauta al que todos podamos seguir con facilidad. El general O'Toole. —Hizo un gesto con la mano en dirección a su compatriota norteamericano. —Si esto es una democracia, lo nomino para nuestro nuevo oficial al mando.

Hubo voces generalizadas tan pronto como Reggie se sentó de nuevo. David Brown intentó restablecer el orden.

—Por favor, por favor —exclamó—, una cosa detrás de otra. ¿Deseamos decidir nuestras propias cadenas de mando y luego someterlas a la AIE como un
fait accompli
Una vez que hayamos llegado a un acuerdo sobre esta cuestión, entonces podremos decidir quiénes deben ser los que manden.

—Yo no había pensado en nada de esto antes de esta reunión —dijo Richard Wakefield—. Pero estoy de acuerdo con la idea de adelantarnos a la burocracia de la Tierra. Ellos no han vivido con nosotros en esta misión. Más importante aún, ellos no están a bordo de una nave espacial pegada a una creación alienígena en alguna parte dentro de la órbita de Venus. Somos nosotros quienes vamos a sufrir, si se efectúa una mala decisión; en consecuencia, somos nosotros quienes debemos decidir nuestra propia organización.

Resultaba claro que todo el mundo, con la posible excepción de Wilson, prefería la idea de definir ellos mismos su estructura de mando y luego presentarla a la AIE.

—De acuerdo —dijo Otto Heilmann al cabo de unos minutos—, ahora debemos elegir a nuestros mandos. Se ha hecho una proposición, sugiriendo un liderazgo compartido entre yo y el doctor Brown. Reggie Wilson ha nominado al general Michael O'Toole como nuestro nuevo oficial al mando. ¿Hay alguna otra sugerencia a discutir?

La sala permaneció en silencio durante diez segundos.

—Discúlpenme —dijo entonces el general O'Toole—, pero me gustaría hacer unas observaciones. —Todo el mundo escuchó al general norteamericano. Wilson tenía razón. Pese a la conocida preocupación de O'Toole por la religión (que no obligaba a nadie a compartirla), tenía el respeto de todo el equipo de cosmonautas. —Creo que debemos ser muy cuidadosos con este punto a fin de no perder el espíritu de equipo para desarrollar el cual hemos luchado durante este último año. Una elección contestada en este punto podría crear una división. Además, esto no es tan importante ni necesario. Independientemente de quién se convierta en nuestro jefe nominal, o jefes, cada uno de nosotros ha sido entrenado para realizar un conjunto específico de funciones. Las haremos bajo cualquier circunstancia.

Hubo asentimientos de cabeza a lo largo de toda la sala.

—En lo que a mí respecta —prosiguió el general O'Toole—, debo admitir que sé poco o nada acerca de los aspectos del interior de Rama en esta misión. —Nunca he sido entrenado para hacer nada excepto manejar las dos naves espaciales
Newton,
evaluar cualquier amenaza militar potencial y actuar como nexo de comunicación a bordo. No estoy calificado para actuar como oficial al mando. —Reggie Wilson intentó interrumpirlo, pero O'Toole siguió sin hacer ninguna pausa: —Me gustaría recomendar que adoptemos el plan ofrecido por Heilmann y Brown y seguir adelante con nuestra tarea primordial... es decir, la exploración de este leviatán alienígena que ha acudido a nosotros procedente de las estrellas.

Al terminar la reunión, los dos nuevos jefes informaron al resto de los cosmonautas que un diseño general del escenario de la primera incursión estaría preparado para revisión a la mañana siguiente. Nicole se encaminó a su habitación. De camino se detuvo y llamó a la puerta de Janos Tabori. Al principio no hubo respuesta. Cuando llamó por segunda vez, oyó a Janos preguntar:

—¿Quién es?

—Soy yo, Nicole —respondió.

—Entre —dijo el hombre.

Estaba tendido de espaldas en la pequeña cama, con un fruncimiento muy poco característico en su rostro.

—¿Qué ocurre? —preguntó Nicole.

—Oh, nada. Sólo tengo un poco de dolor de cabeza.

—¿Ha tomado algo?

—No. No es tan serio. —Seguía sin sonreír. —¿Qué puedo hacer por usted? —preguntó, en un tono casi poco amistoso.

Nicole se sintió desconcertada. Enfocó con cautela el tema.

—Bueno, he estado releyendo su informe sobre la muerte de Valen...

—¿Y por qué lo ha estado haciendo? —interrumpió bruscamente Janos.

—Para ver si había alguna cosa que hubiéramos podido hacer de un modo distinto — respondió Nicole. Le resultaba obvio que Janos no deseaba hablar del tema. Tras aguardar unos segundos, murmuró: —Lo siento, Janos. Creo que me estoy imponiendo a usted. Volveré en otro momento.

—No, no —dijo él—. Suelte lo que tenga que decir.
Ésa es una curiosa forma de decirlo,
pensó Nicole mientras formulaba su pregunta.

—Janos —dijo—, en ninguna parte de su informe menciona usted haber intentado alcanzar la caja de control del CirRob inmediatamente antes de la maniobra. Y hubiera jurado que vi sus dedos en el teclado del panel de control cuando fui empujada hacia atrás contra la pared.

Nicole se detuvo. No había expresión de ninguna clase en el rostro del cosmonauta Tabori. Era casi como si estuviera pensando en alguna otra cosa.

—No lo recuerdo —dijo al fin, sin la menor emoción—. Puede que tenga usted razón. Quizás el golpe que me di en la cabeza borró parte de mi memoria.

Déjalo correr, se dijo Nicole mientras estudiaba a su colega.
No hay nada más que puedas averiguar aquí.

19 - Rito de iniciación

Geneviéve se echó bruscamente a llorar.

—Oh, mamá —dijo—. Te quiero tanto, y esto es absolutamente horrible.

Se alejó apresuradamente del campo de la cámara y fue reemplazada por el padre de Nicole. Pierre miró hacia su derecha durante unos segundos, para asegurarse de que su nieta no podía oírlo, y luego se volvió hacia el monitor.

—Estas últimas veinticuatro horas han sido especialmente duras para ella. Ya sabes cómo te idolatra. Parte de la prensa extranjera ha estado diciendo que tú fallaste en la cirugía. Incluso ha habido una sugerencia esta tarde por parte de un periodista de televisión norteamericano de que estabas borracha durante la operación.

Hizo una pausa. La tensión se apreciaba claramente en el rostro de su padre.

—Tanto Geneviéve como yo sabemos que nada de eso es cierto. Te queremos profundamente y te enviamos todo nuestro apoyo.

La pantalla quedó vacía. Nicole había iniciado la llamada videofónica y, al principio, le alegró hablar con su familia. Tras la segunda trasmisión, sin embargo, cuando su padre y su hija reaparecieron en la pantalla veinte minutos más tarde, resultó evidente que los acontecimientos a bordo de la Newton habían trastornado también la vida en Beauvois. Geneviéve se mostraba particularmente alterada. Había llorado intermitentemente mientras hablaba acerca del general Borzov (lo había tratado personalmente en varias ocasiones, y el paternal ruso siempre era especialmente amable con ella), y apenas había conseguido dominarse antes de echarse a llorar de nuevo inmediatamente antes del fin de la trasmisión.

Así que también te he puesto a ti en un compromiso,
pensó Nicole mientras se sentaba en su cama. Se frotó los ojos. Se sentía extremadamente cansada. Lentamente, sin darse cuenta de lo deprimida que estaba, se desvistió para meterse en la cama. Su mente estaba atormentada por imágenes de su hija en la escuela en Luynes. Hizo una mueca cuando imaginó a una de las amigas de Geneviéve preguntándole acerca de la operación y la muerte de Borzov.
Mi querida hija,
pensó,
debes saber lo mucho que te quiero.
Si
tan sólo pudiera ahorrarte este dolor.
Deseaba poder consolar de alguna manera a Genevieve, apretarla contra sí, compartir una de esas caricias madre-hija que hacen huir a los demonios. Pero no era posible. Genevieve estaba a cien millones de kilómetros de distancia.

Nicole permaneció tendida de espaldas en la cama. Cerró los ojos, pero no consiguió dormir. Era consciente de una profunda y absoluta soledad, una sensación de aislamiento más aguda que ninguna otra cosa que hubiera sentido antes en su vida. Sabía que anhelaba algo de simpatía, algún ser humano que le dijera que sus sentimientos de inadecuación eran excesivos y no encajaban con la realidad. Pero no había nadie. Su padre y su hija estaban allá en la Tierra. De los dos miembros del equipo Newton que conocía mejor, uno estaba muerto y el otro se comportaba en forma sospechosa.

He fracasado,
pensó mientras permanecía tendida en la cama.
En mi misión más importante, he fracasado.
Recordó otra sensación de fracaso, cuando tenía sólo dieciséis años. Por aquel entonces había entrado en competencia para conseguir el papel de Juana de Arco en un enorme concurso nacional asociado con el septingentésimo quincuagésimo aniversario de la muerte de la Doncella. De haber ganado, Nicole habría interpretado a Juana en una serie de representaciones que durarían más de dos años. Se había lanzado de cabeza al desafío, leyendo todos los libros que pudo encontrar acerca de Juana y viendo docenas de representaciones en vídeo. Obtuvo las máximas puntuaciones en virtualmente todas las categorías excepto "adecuación". Hubiera debido ganar, pero no lo logró. Su padre la consoló diciéndole que Francia aún no estaba preparada para que sus heroínas tuvieran la piel oscura.

Pero eso no fue exactamente un fracaso,
se dijo la oficial de ciencias vitales de la
Newton
a sí misma. Y
siempre tuve a mi padre para consolarme
. Una imagen del funeral de su madre acudió a su memoria. Ella tenía diez años entonces. Su madre había ido sola a la Costa de Marfil para visitar a sus parientes africanos. Anawi estaba en Nidougou cuando una virulenta epidemia de fiebre Hogan barrió el poblado. La madre de Nicole murió rápidamente.

Cinco días más tarde Anawi fue incinerada como una reina senoufo. Nicole había llorado mientras Omeh le cantaba al alma de su madre a través del mundo inferior y a la Tierra de la Preparación, donde descansaban los seres mientras aguardaban a ser seleccionados para otra vida en la Tierra. Cuando las llamas ascendieron en la pira y las regias ropas de su madre empezaron a arder, Nicole sintió una abrumadora sensación de pérdida. Y de soledad. Pero esa vez también mi padre estaba a mi lado, recordó.
Sujetó mi mano mientras contemplábamos desaparecer a mi madre. Juntos fue más fácil de soportar. Me sentí mucho más solitaria durante el Poro. Y más asustada.

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