Como es lógico, sólo a Gladys le dijo que esperaba un niño para diciembre.
«Por fin vas a ser abuela. ¡Ay, me muero de ganas!»
Norma Jeane se sentó a la mesa del Dramaturgo. La cámara se acercaría a ella, en picado. Le gustaba la vieja y fiel Olivetti de su marido, con la cinta deshilachada. Había papeles esparcidos por la mesa,
tan reales
como pensamientos de un genio dispersos. Puede que fueran notas, borradores. Fragmentos de escenas. El Dramaturgo hablaba poco de su trabajo. Superstición, tal vez. Pero Norma Jeane sabía que andaba enfrascado en dos o tres obras a la vez, entre ellas un guión de cine. (Habría sido capaz de hacer la película por él, tan complacida y orgullosa estaba.) Mientras buscaba un folio en blanco, sus ojos se posaron involuntariamente en…
X: ¿Sabes una cosa, papá? Quiero que el niño nazca aquí. En esta casa.
Y: Pero, cariño, habíamos planeado…
X: Podríamos buscar una comadrona. Lo digo en serio.
(X, emocionada y con los ojos dilatados; se sujeta la barriga con ambas manos como si ya la tuviera hinchada.)
En otro folio, con múltiples correcciones:
X
(irritada)
: No me defendiste. Nunca.Y: No estaba claro quién se equivocaba.
X: ¡Me despreciaba!
Y: No. Tú te despreciabas a ti misma.
Y: No. Tú te desprecias a ti misma.
(X no soporta que ningún hombre la mire sin desearla. Tiene treinta y dos años y teme que su juventud se agoste.)
25
¿Adónde vas cuando desapareces? Norma había oído ruido en el sótano. Se lo dijo a él sin mirarlo, sabiendo que no la creía, que no quería creerla. La acarició para tranquilizarla y se puso tensa.
—¿Qué te pasa, Norma?
Norma no podía hablar. Él fue a inspeccionar el sótano, con la linterna, pero no encontró nada. Sin embargo, ella lo había oído. Un maullido, un gemido quejumbroso. Otras veces era una especie de correteo. De agitación, de zarpazos. Recordaba (¿en un sueño?, ¿en una película?) un grito infantil. Por la mañana temprano, durante el día, cuando estaba sola en la planta baja, y a menudo en mitad de la noche por lo demás silenciosa, cuando despertaba sudorosa y con unas ganas incontenibles de ir al lavabo. Pensaba que podía ser un gato extraviado o un mapache, «un animal atrapado ahí. Muerto de hambre». La llenaba de horror imaginar que una criatura viva estuviera atrapada como en una trampa en aquel sótano nauseabundo. El Dramaturgo advirtió que estaba muy agitada y quiso aplacar sus temores. No quería que ella bajase al sótano, con aquella oscuridad deprimente.
—¡Te prohíbo que bajes, cariño!
Había descubierto que bromear con su mujer era la táctica más inteligente. De este modo invitaba a la sensata Norma a enfrentarse a la irracional Marilyn. Apretándose la nariz para no oler (más que a manzanas podridas había ahora un hedor a carne descompuesta mezclado con los olores de la tierra y el tiempo), el Dramaturgo bajó otra vez al sótano, barrió con la linterna todos los rincones y volvió junto a ella jadeando, irritable (porque era un día demasiado caluroso y húmedo para la costa de Maine) y con telarañas colgando de la cara, pero estuvo amable con Norma cuando le repitió que no, que no había nada allí abajo, que por lo menos él no había visto nada; ni había oído los ruidos que ella decía. Norma pareció calmarse. Parecía aliviada. Se llevó impulsivamente la mano del Dramaturgo a la boca y la besó, poniéndolo a él en un aprieto. ¡La mano estaba sucia!
—Ay, papá. Deberías seguir la corriente a una embarazada.
La verdad es que Norma se había puesto a dar de comer a los gatos sin hogar en el jardín trasero a la semana de instalarse en la casa. A pesar de los sabios consejos del Dramaturgo. Al principio sólo a un gato, un macho flaco y negro con las orejas mordisqueadas; luego se apuntó una hembra manchada, flaca también, pero con un embarazo muy avanzado; pronto hubo media docena de animales que aguardaban pacientes la comida ante la puerta trasera. Todos eran extrañamente silenciosos y se sentaban separados entre sí; mantenían la distancia cuando Norma aparecía con los platitos, luego se abalanzaban sobre ella, veloces como máquinas en miniatura, y en cuanto terminaban se alejaban trotando sin volver la cabeza. Norma, al principio, había querido congeniar con ellos, incluso hacerles mimos, pero retrocedían bufando y enseñándole los dientes. Puesto que se podía entrar en el sótano por fuera, no era ilógico suponer que un gato se hubiera metido y quedado atrapado. Si era así, el animal se había escondido del Dramaturgo, que había ido a rescatarlo.
—Cariño, ¿por qué no dejas de alimentar a esos gatos? —sugirió el Dramaturgo.
—Claro que sí. Pronto.
—Cada vez vienen más. No puedes alimentar a todos los gatos de la costa de Maine.
—Ya lo sé, papá. Tienes razón.
Él sabía, sin embargo, que ella no desistiría, y así fue. No quería saber cuántos animales famélicos y esqueléticos aparecían cada mañana para comer lo que ella les daba.
Su extraña tozudez. Su voluntad poderosa. El hombre se sabía eclipsado por ella en lo esencial. Sólo en los asuntos superficiales se alzaba él triunfante
.
Estaba arriba, sentado a su mesa, escribiendo estas palabras u otras parecidas cuando oyó un grito. «Lo sabía. Sabía que ocurriría.»
Bajó corriendo y la vio tendida al pie de la escalera del sótano, gimiendo y frotándose. La linterna se le había caído y su haz cónico perforaba las entrañas del sótano como si fueran las sombras informes e indefinibles del olvido.
Le pidió ayuda, que salvase al niño. Cuando él se inclinó sobre ella, ella se aferró a sus manos, tiró de sus manos. Como si quisiera que la ayudase a parir.
El Dramaturgo llamó a una ambulancia. La llevaron al hospital de Brunswick.
Aborto accidental en la decimoquinta semana de embarazo.
Era el 1 de agosto.
Empezamos a morir entonces, ¿verdad? Tú me echabas la culpa.
Nunca. A ti no.
Porque no os salvé ni a ti ni al niño.
A ti no.
Porque no fui yo quien sufrió. A quien se le desgarraron las tripas.
A ti no. Era a mí. Me lo merecía todo. Yo ya había matado al niño una vez, el niño ya estaba muerto.
Ella, la lesionada, pasó una semana en el hospital. Había perdido mucha sangre y estuvo a las puertas de la muerte en la sala de urgencias. Tenía la piel del color blanco mate de la cera, las ojeras realzadas, cortes y contusiones en la cara, en el cuello y en los brazos. Al caer se había torcido una muñeca. Se había fracturado varias costillas. Tenía conmoción cerebral. Tenía arañazos superficiales junto a los exánimes ojos y los yertos labios. Cuando el asustado marido la vio inconsciente en una camilla de la sala de urgencias pensó que sin duda estaba muerta; aquel cuerpo era ya cadáver. Ahora, en la habitación del hospital, donde no se admitían más visitas que las de él, recostada en las almohadas, con goteros blancos en ambos brazos y un tubo de oxígeno en la nariz, parecía una superviviente de alguna catástrofe; de un terremoto, un bombardeo. Parecía una superviviente que no pudiera expresarse en ningún idioma conocido para decir a qué había sobrevivido.
Ha envejecido. La juventud la ha abandonado por fin
.
Estaba «en observación» porque, según dijeron al Dramaturgo, había caído en un delirio suicida.
No obstante, ¡qué alegre la habitación de la enferma! Llena de flores.
Aunque aquella enferma estaba allí con nombre supuesto. Un nombre que no se parecía ni remotamente a ninguno de los suyos.
El personal del Hospital General de Brunswick no había visto nunca semejante despliegue de flores. Desbordaban la habitación y llegaban hasta la sala de las enfermeras y de las visitas.
Claro que en el Hospital General de Brunswick no había ingresado hasta la fecha ninguna cara famosa de Hollywood.
Los periodistas y fotógrafos estaban prohibidos, como era natural. Sin embargo, en la portada de
The National Enquirer
aparecería una foto de Marilyn Monroe, la mujer lesionada en la cama del hospital, entrevista por el hueco de una puerta desde unos cinco metros.
M
ARILYN
M
ONROE ABORTA AL
4.°
MES DE EMBARAZO
.
S
E TEME SUICIDIO
Una foto semejante apareció en el
Hollywood Tatler
con una «entrevista telefónica en exclusiva desde la cama» con Marilyn Monroe, firmada por un, o una, columnista apodado «Keyhole».
El Dramaturgo impediría que ella conociese éstos y otros escarnios.
Cuando habló por teléfono con sus amigos de Manhattan, dijo con voz nerviosa y forzada:
—No he hecho más que desestimar los temores de Norma. Ahora no me lo perdono. No, no sobre el embarazo: tener un niño no la atemorizaba, en absoluto. Me refiero a su obsesión por el Holocausto, por «ser judía». A su obsesión por la historia. Ahora entiendo que sus temores no eran exagerados ni imaginarios. Su miedo es una percepción inteligente de… —hizo una pausa. Estaba aturdido, jadeando y a punto de sufrir un ataque de nervios, como los que había sufrido varias veces en público desde la catástrofe, y no sabía ya de qué hablaba. En aquellos momentos de desánimo, el Dramaturgo, el señor del lenguaje, había perdido buena parte de su poder; él mismo se veía como un niño que se afanaba por expresar ideas que flotaban en su cerebro como globos que huían cuando alargaba las manos para cogerlos—. Otros hemos aprendido a minimizar este miedo. Este sentido trágico de la historia. Somos frívolos, somos supervivientes. Pero Marilyn, quiero decir Norma…
Pero, Señor, ¿qué estaba diciendo?
Buena parte del tiempo que pasó en el hospital estuvo callada. Yacía con los hinchados ojos entornados, como si flotase un poco por debajo de la superficie del agua. Una misteriosa sustancia le entraba gota a gota en las venas y por las venas le llegaba al corazón. Su respiración era tan superficial que el Dramaturgo no estaba seguro de que respirase en realidad, y si el Dramaturgo daba una ligera cabezada, un velo de un blanco destellante en su cerebro, porque estaba agotado, porque no era joven, porque estaba perdiendo los siete kilos de más que tenía desde que se había casado, despertaba aterrorizado por la posibilidad de que su mujer hubiera dejado de respirar. Le cogía las manos para garantizarle la vida. Le acariciaba las hinchadas y yertas manos. ¡Pobres manos lastimadas! Viendo con horror que aquellas manos eran más bien pequeñas y de dedos cortos, manos vulgares, con una franja de mugre bajo las mordisqueadas uñas. Su pelo, su famoso pelo, oscurecido en las raíces, seco, quebradizo y raleante. Le murmuraba con voz queda, como a una niña: «Te amo, queridísima Norma. Te amo», con la certeza de que ella lo oiría. Ella también lo amaba, y lo perdonaría. Y de repente, al atardecer del tercer día, le sonrió. Le cogió las manos y pareció revivir.
¡El genio del actor! Sacar energía de las indescriptibles profundidades del alma. No podemos abarcarte. No es extraño que te temamos. Estamos en una lejana orilla, alargándote las manos con veneración
.
—Volveremos a intentarlo, ¿verdad, papá? Las veces que haga falta —quien no había abierto la boca durante días se puso a hablar con rapidez. Estuvo enérgica e implacable. Sus ojos de enferma brillaban. El marido no quería que ella le viese la cara—. No nos rendiremos nunca, ¿verdad, papá? Nunca. ¿Me lo prometes?
1959 - 1962
La muerte vino inesperadamente, porque yo lo quise.
V
ASLAV
N
IJINSKY
,
Diario
Mi bonita hija perdida:
Enterado de tu trágica pérdida, te doy mi más sentido pésame.
La muerte de un alma nonata puede depararnos más dolor que ninguna otra porque la inocencia es inmaculada.
Querida Norma, he sabido de tu recentísimo dolor en un momento en el que yo también estoy transido de tristeza por la defunción de la que fue mi amada esposa durante muchos años. Estoy a la espera de un período de calma, antes de pensar en la dirección que daré a mi vida. No soy joven ya ni estoy bien de salud. Probablemente venderé la casa y demás pertenencias (demasiadas para un viudo solitario que va a cumplir los setenta y tiene gustos ascéticos). Vivo cerca de Griffith Park y por el sur veo el cementerio de Forest Lawn donde mi querida Agnes está enterrada y donde ocuparé algún día una fosa.
Es demasiado triste y solitario
Querida hija, he aquí lo que se me ha ocurrido, que es posible que tu vida haya cambiado tanto que quieras vivir conmigo. Mi casa es realmente grande, los de la inmobiliaria la llaman mansión.
He sabido de tu dolor por un medio que témome vulgar. Por una «columna de chismes» del
Hollywood Tatler
. (En la barbería.) Naturalmente, ya ha saltado a la prensa. Lo mismo que tu actual «crisis matrimonial».
Se diría que tu talento para el cine es superior, querida hija, que tu talento para la vida.
De tu pobre madre llegué a creer que llevaba veneno en las entrañas, como la araña violín
Pero no te envío esta tarjeta de pésame para regañarte. Perdóname, hija mía. Y Dios te bendiga.
No he visto tus películas pero sí tu bonita cara a menudo y me extraña que parezcas tan indiferente, aunque el alma no siempre se refleja en el rostro, supongo
De una mujer de treinta y tres años
Espero verte pronto, querida Norma. Perdona a este anciano por querer abrir antiguas heridas.
Tu arrepentido y amante padre
I wanna be loved by you / / nobody else but you / / Quiero que me quieras / / solamente tú / / Quiero que me quieras / / solamente tú / / Quiero que me quieras / / solamente / /
¡no se lo quitaba de la cabeza! no se quitaba de la cabeza aquel
Quiero que me quieras solamente tú Quiero que me quieras solamente tú / /
¡se estaba asfixiando! ¡quemando! / /
Quiero que me beses / / solamente tú / / Quiero que me beses solamente tú / /
era Sugar Kane Kowalczyk de las Muchachas Sincopadas de Sweet Sue / / era Sugar Kane la ukelelista rubia platino / / era un cuerpo femenino / / era un culo y unas tetas de mujer / / era Sugar Kane la ukelelista rubia platino que huía de los saxofonistas / / a los saxofonistas les atraía su ukelele / / ¡no era capaz de resistirlo! / / una y otra vez y siempre la querían por aquello / /
Quiero que me quieras solamente tú / /
y ocurría otra vez / / ocurría siempre y por toda la eternidad / / ocurría otra vez / /
Quiero que me quieras solamente tú / /
canturreaba y sonreía al público mientras rasgaba el ukelele que había aprendido a tocar y sus dedos se movían con destreza sorprendente para estar tan drogada, sedada y aterrorizada, mientras su boca besable y fabulosa murmuraba
¡Quiero! ¡Quiero! ¡Quiero que me quieras! / /
otra variante de la zorra enferma, patética, pero la adoraban y un hombre se enamoraba de ella en la pantalla / /
Quiero que me quieras / / solamente tú / /
¿y esto era gracioso? ¿era gracioso? ¿era gracioso? ¿por qué era gracioso? ¿por qué era graciosa Sugar Kane? ¿por qué era gracioso ver a hombres vestidos de mujer? ¿por qué era gracioso que los hombres se disfrazaran de mujer? ¿por qué era gracioso que hombres calzados con zapatos de tacón alto trastabillaran? ¿por qué era Sugar Kane graciosa, porque era la suprema imitadora de lo femenino? ¿era esto gracioso? ¿por qué era gracioso? ¿por qué la mujer es graciosa? ¿por qué iba la gente a reírse de Sugar Kane y a enamorarse de Sugar Kane? ¿por qué, una vez más? ¿por qué la ukelelista Sugar Kane Kowalczyk tuvo tal éxito de taquilla en Estados Unidos? ¿por qué Sugar Kane, la ukelelista rubia platino y alcohólica, fue un éxito? ¿por qué
Con faldas y a lo loco
es una obra maestra? ¿por qué la Monroe es una obra maestra? ¿por qué es la película más comercial de la Monroe? ¿por qué la amaban? ¿por qué, cuando su vida estaba hecha jirones como seda rasgada? ¿por qué, cuando su vida estaba hecha pedazos como un vaso roto? ¿por qué, cuando se había desangrado por dentro? ¿por qué, cuando le habían sacado las entrañas? ¿por qué, cuando llevaba veneno en su seno? ¿por qué, cuando la cabeza le iba a estallar de dolor y tenía la boca en carne viva? ¿por qué, si todos los del plató habían sentido por ella aversión, resentimiento, temor? ¿por qué, cuando se estaba hundiendo ante los ojos de los demás? / /
¡Quiero que me quieras tú, bup bupi du!
¿por qué era tan seductora Sugar Kane Kowalczyk de las Muchachas Sincopadas de Sweet Sue? / /
Quiero que me beses tú / / solamente tú / / ¡Quiero! ¡Quiero! ¡Quiero que me quieras / / solamente tú! / /
pero ¿por qué? ¿por qué era Marilyn tan graciosa? ¿por qué el mundo adoraba a Marilyn? ¿que se despreciaba a sí misma? ¿era éste el porqué? ¿por qué el mundo amaba a Marilyn? ¿por qué, si Marilyn había matado a su hijo? ¿por qué, si Marilyn había matado a sus hijos? ¿por qué el mundo quería joder con Marilyn? ¿por qué el mundo quería joderse a Marilyn sin parar? ¿por qué el mundo quería meterse en Marilyn hasta la puta empuñadura, como una espada larga y gorda? ¿era un enigma? ¿una advertencia? ¿era un chiste de tantos? / /
Quiero que me quieras tú / / bup bupi du / / solamente tú / / solamente tú / / solamente