Conspiración Maine (22 page)

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Authors: Mario Escobar Golderos

Tags: #Intriga, #Aventuras, #Histórico

Campos de entrenamiento de los Caballeros de Colón. Donado más tarde al ejército de los Estados Unidos.

Capítulo 26

La Habana, 21 de Febrero.

Sin duda aquélla era una noche de misterios y sorpresas. Desde el espantoso relato del asesinato del padre Pophoski, la historia de la Orden de los Caballeros de Colón, que de nuevo aparecía y desaparecía abriendo más incógnitas que cerrándolas, hasta el intento de robo en el despacho del profesor Gordon y la insignia encontrada en el camarote del capitán Sigsbee. Todos aquellos enigmas conectados, pero al mismo tiempo disparatados y desconcertantes.

El profesor Gordon se levantó de la mesa y con un gesto algo teatral, se dirigió a sus invitados. Su cara resplandeció y, sonriente, levantó su copa. Todos sus invitados le imitaron.

—Sin duda, ésta es la mejor noche de todo el siglo. Caballeros y señora, me han sacado de la pereza intelectual de los últimos años, no puedo menos que revelarles un secreto. Con toda seguridad no tenga ninguna relación con homicidios, buques hundidos y maléficas órdenes intrigantes, pero puede que esté en el origen de este arcano —dijo el profesor enigmático.

—Profesor, será un honor escucharle. Si esto tiene una raíz desde la que podamos desentrañar el misterio, sin duda es usted el más adecuado para descubrirla.

—Me halaga, querido Hércules. Pero sólo soy un viejo profesor solitario, con dificultades para alcanzar el corazón de los hombres, lo que me vela el verdadero significado del mayor y más grande de todos los misterios. El alma humana.

El resto de los comensales se quedaron en silencio con los ojos clavados en el cuerpo desgarbado del profesor. El vino había suavizado la mirada del sabio, sus ojos húmedos anticipaban que aquella clase magistral era mucho más que eso, una clase magistral. Era un hombre desvelando el más profundo de sus secretos.

—Hay muchos protagonistas de la Historia que han ocupado mis horas. Héroes que me han fascinado hasta el punto de pasar días sin comer intentando encontrar en los libros su esencia, pero el hombre más atrayente de todos, el más misterioso y sublime es para mí Cristóbal Colón.
Christoforo Colonnus, Christofel Colonus, Cristoforo Colombo
, con todos estos nombres se le conoce, pero su verdadero nombre es Pietro Colón. El hermano franciscano Pietro Colón.

—No sabía que Colón hubiese sido fraile —comentó Hércules sin salir de su asombro.

Colon vestido de monje franciscano. En las últimas investigaciones se ha demostrado que Cristóbal Colón ingresó de joven en el monasterio de Evora (Portugal).

—Pietro Colón era un fraile, aunque por su servicio a Dios tuvo que ocultar su vocación durante años. Contentándose con mostrarse al mundo como un simple hermano terciario y un sencillo devoto de San Francisco, pero él fue novicio del monasterio de Évora junto a su hermano Bartolomé; que también cambió su nombre al ordenarse por el de Rafael. De que fue monje franciscano no hay la menor duda. Esta orden fue la que le acogió y ayudó en su empresa, presentándole en la Corte de los Reyes Católicos. También fueron los que le enseñaron todo lo que sabía. Con los religiosos aprendió astronomía, gramática, filosofía y teología.

—Pero, ¿por qué él no confesó su condición de religioso? —preguntó Helen.

—Desde 1476 la orden franciscana le preparó para una arriesgada misión que podía salvar a la Iglesia de Roma del desastre moral en el que se encontraba. Durante los años 1476 a 1478, Colón se estableció en Madeira, isla que usó como base para emprender viajes por África y Europa del norte, lo que le permitió conocer las corrientes marinas del Atlántico y prepararse para un viaje especial. Un viaje que desconocía por completo hasta que uno de sus superiores le mandó llamar urgentemente. El navegante acudió al Convento de La Rábida para hablar con Fray Antonio de Marchena, uno de los astrólogos y cosmógrafos más sabios de su tiempo.

—Pero eso no tiene nada de extraño, todo el mundo sabe que el Almirante estuvo en el monasterio de La Rábida y el propio hijo de Colón, Hernando de Colón lo relata en la biografía que escribió sobre su padre —comentó Hércules.

—Pero lo que no contó Hernando, con toda seguridad porque lo desconocía, es que Colón no fue el que presentó a los frailes su plan de descubrir nuevas tierras, fueron los frailes los que le comisionaron para que lo hiciera.

—¿Cómo? No puede ser —dijo el español sin dar crédito a lo que oía. El profesor Gordon era un hombre muy preparado, el pensador más sabio de América, pero aquella historia era descabellada.

—Si eso les sorprende, creerán que estoy perturbado cuando continúe narrando mi historia —dijo el profesor sin poder evitar una sonrisa. Le fascinaba observar cómo el conocimiento de las cosas era capaz de transformar por completo a cualquier ser humano. El profesor continuó su disertación—. Los franciscanos llevaban más de doscientos años protegiendo un secreto que podía devolver a la cristiandad su antiguo esplendor, esperando al hombre providencial que les ayudara a cumplir todas las profecías. Las profecías de Raimundo Lulio.

—¿Quién? —preguntó Lincoln que a duras penas lograba seguir la conversación en español.

—Raimundo Lulio, uno de los personajes más controvertidos del siglo XIII. El padre Feijoo en pleno siglo XVIII dijo de él que
por cualquier lado que se remirase era un objeto bien problemático: unos le hacían santo, otros, hereje; unos doctísimo, otros ignorante; unos iluminado y otros alucinado
. Renán, en cambio, lo colocó entre los grandes doctores medievales. Un hombre, sin duda, adelantado a su tiempo —el profesor guardó silencio unos instantes, dejando que sus invitados digirieran toda la información antes de continuar su increíble historia—. Instigó al Papa, los obispos y los reyes de toda Europa, para que conquistaran África con la fuerza del Evangelio. Logró que el papa Nicolas III mandara más misioneros franciscanos a los pueblos sarracenos y que se crearan varias escuelas especializadas en lenguas orientales para llevar el mensaje cristiano a todo el mundo. Pero eso no es lo que más nos interesa del doctor medieval. Lulio visitó Asís, la cuna de los franciscanos, y fue iniciado en un gran misterio.

—¿Un gran misterio? —preguntó Helen, mientras apoyaba los codos sobre la mesa, hipnotizada por la historia del profesor.

—Al parecer San Francisco sufrió su conversión después de leer un libro. Dicho libro revelaba grandes misterios y un secreto. Pero el santo conjuró a sus discípulos más cercanos para que no lo rebelaran hasta que llegara el hombre providencial. Lulio fue iniciado en el secreto, pero su carácter enérgico y rebelde le impulsó a abandonar precipitadamente Asís llevando el libro con él. Desde entonces sus hermanos franciscanos vertieron todo tipo de acusaciones sobre él para que terminara en la hoguera. Lulio, en venganza, descubrió una pequeña parte de los misterios en su libro
Cuestiones per artem demostrativam solubiles
.

—¿De qué trata ese libro? —dijo Hércules.

El profesor se levantó e invitó a los asistentes a que pasaran al salón. Una vez sentados, el anfitrión se acercó a una de las estanterías de la sala y extrajo un libro encuadernado en una piel blanca muy pulida.

—Hay muy pocos ejemplares de este libro en el mundo. Por favor Hércules, puedes leer el párrafo —dijo el profesor señalando una de las hojas del manuscrito.

Retrato de Raimundo Lulio, uno de los personajes más controvertidos de su época.

—No sé tanto latín profesor.

—Es verdad. Se lo traduzco: «
Toda la principal causa del flujo y reflujo del Mar Grande, o de Inglaterra, es el arco del agua del mar, que en el poniente estriba en una tierra opuesta a las costas de Inglaterra, Francia, España y todo el continente de África, en la que ven los ojos el flujo y el reflujo de las aguas, porque el arco que forma el agua como cuerpo esférico, es preciso que tenga estribos opuestos en que se afiance, pues de otro modo no pudiera sostenerse; y por consiguiente, así como a esta parte estriba nuestro continente, que vemos y conocemos, en la parte opuesta del poniente estriba en otro continente que no vemos ni conocemos desde acá
». —Lulio habla de América—comentó Helen llevándose las manos a la cabeza.

—Doscientos años antes de que Colón la descubriese —apuntó el profesor al tiempo que cerraba el libro—. Pero, ¿cómo sabía Lulio esto? El doctor medieval no era astrólogo ni tenía conocimientos de física o cosmografía. Lo que hizo fue desvelar uno de los misterios de aquel libro. Lulio murió poco después martirizado por los moros y el libro de San Francisco desapareció. ¿Pueden imaginar en manos de quién estaba? Los franciscanos recuperaron el misterioso libro y el doctor medieval murió oportunamente. El mismo libro que dio el padre Marchena a Cristóbal Colón en el monasterio de La Rábida en 1484. Poco después, el
Guardián de la Rábida
, que así se llamaba al padre Marchena, escribió a la reina Isabel, para que aceptara el proyecto de Colón.

Una copia del siglo XII del famoso Libro de San Francisco. El original del siglo XI se encuentra en la Biblioteca Vaticana

Las obras de Raimundo Lulio desvelaron algunos de los secretos del Libro de San Francisco, como la existencia de un continente en el occidente.

—Pero, ¿por qué encomendaron esa misión precisamente a Colón? —preguntó Hércules.

—Colón era el hombre providencial. Bartolomé de Las Casas, tan poco dado a elogiar al descubridor dice de él que o Colón no era nada o tenía que ser el «
traedor y llevador de Cristo
». Su propio nombre lo indicaba
Christum ferens, «el que porta o lleva a Cristo
».

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