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Authors: Don Winslow

Tags: #Intriga

Los reyes de lo cool (27 page)

—¡Basta!

Chon agarra la pistola de Crowe y se quita de encima, sin dejar de apuntarle.

Crowe rueda sobre su estómago, se lleva las palmas de las manos a los ojos y gimotea:

—No veo nada, no veo nada.

Chon se acerca a su escopeta y la recoge. Nota que está sangrando por el costado izquierdo, donde se le han abierto las heridas debido a la pelea. Cuando regresa, Crowe está de rodillas, intentando levantarse.

Chon vuelve a derribarlo de una patada.

Le pone el cañón de la escopeta en el cuello.

—¿Para quién trabajas?

—Me matarán.

—Ahora mismo no es de ellos de quien tienes que preocuparte —dice Chon—. Es de mí. ¿Para quién trabajas?

Crowe niega con la cabeza.

Chon está sin aliento y su pierna ha comenzado a palpitar. Dice:

—Ellos no morirían por ti.

Crowe le da un nombre.

Chon lo encaja como un puñetazo en el pecho.

Se inclina sobre Crowe y dice:

—Dime la verdad. ¿Fuiste tú quien mató a esos dos chavales?

Crowe asiente.

Chon aprieta el gatillo.

Lo siento, Ben.

Arrastra el cuerpo de Crowe junto al de Hennessy, después pone la escopeta en manos del segundo y deja la pistola junto a Crowe.

Justicia o venganza.

Qué más da.

Chon extrae su cuchillo, corta una tira de su camiseta y la presiona contra la herida de la pierna.

Entonces se da cuenta de que ha empezado a llover.

243

—¿Qué pasó? —pregunta Ben cuando Diane termina de contar su historia.

244

Chon empieza a correr.

Un trote constante, disciplinado.

Solo son diez u once kilómetros.

Eso no es nada.

Ahora llueve con más fuerza.

Gotas gordas y pesadas caen sobre sus hombros y ruedan sobre su costado y su pierna.

La sangre se mezcla con el agua.

245

Juan 14,2

«En la casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera dicho.

Voy, pues, a preparar lugar para vosotros.»

246

¿Qué paso?, repite Stan.

¿Con nosotros?

¿Con el país?

¿Qué pasó cuando la infancia terminó en Dealey Plaza, en Memphis, en la cocina del Ambassador, con tus creencias tus esperanzas tu confianza tiradas en un charco de sangre
otra vez
? Cincuenta y cinco mil de tus hermanos muertos en Vietnam, un millón de vietnamitas, fotos de niños desnudos abrasados con napalm corriendo por un camino de tierra, Ken State, tanques soviéticos en las calles de Praga, de modo que abandonas tu educación para buscar iluminación porque sabes que no puedes reinventar el país pero a lo mejor puedes reimaginarte a ti mismo y crees de verdad crees que puedes que puedes que puedes crear un mundo propio y después reduces las expectativas y te conformas con un pedazo de terreno sobre el que poder plantar cara pero después descubres que dicho pedazo de terreno cuesta un dinero del que careces.

¿Qué pasó?

Altamont, Charlie Manson, Sharon Tate, el Hijo de Sam, Mark Chapman, vimos un sueño convertido en pesadilla vimos paz y amor convertidos en guerra y violencia interminable nuestro idealismo convertido en realismo nuestro realismo en cinismo nuestro cinismo en apatía nuestra apatía en egoísmo nuestro egoísmo en avaricia y después la avaricia fue buena y tuvimos

Hijos, Ben, te tuvimos a ti y tuvimos esperanzas pero también temores, creamos nidos que se convirtieron en búnkeres hicimos nuestras casas seguras para bebés y compramos asientos de niño para el coche y zumo de manzana orgánico y contratamos canguros multilingües y pagamos matrículas en escuelas privadas por amor pero también por miedo.

¿Qué pasó?

Empiezas intentando crear un nuevo mundo y después te descubres deseando únicamente añadir una botella a tu bodega, un par de metros adicionales al solario, te ves envejecer y te preguntas si has ahorrado lo suficiente y de repente te percatas de que te atemorizan los años que te quedan por delante ¿qué

pasó?

Watergate, Irangate, Contragate, los escándalos y la corrupción te rodean y nunca piensas que puedas acabar corrompiéndote a tu vez pero el
tiempo
te corrompe, te corrompe con la misma certeza que la gravedad y la erosión, te desgasta te desgasta y creo, hijo, que al país le pasó lo mismo, sencillamente terminó agotado, desgastado por los asesinatos, las guerras, los escándalos, por

Ronald Reagan, Bush I vendiendo cocaína para financiar a terroristas, una guerra para proteger la gasolina barata, Bill Clinton y la realpolitik y lefa en los vestidos mientras unos fanáticos perturbados tramaban, Bush II y sus adiestradores, un juerguista universitario controlado por ancianos perversos, y entonces una mañana enciendes la tele y las torres se están viniendo abajo y la guerra ha llegado hasta nosotros ¿qué

pasó?

Afganistán e Irak la más completa locura los asesinatos las bombas los misiles la muerte volvemos a estar en Vietnam y podría echarle todas las culpas a eso pero en última instancia en última instancia

somos nosotros los responsables.

¿Qué pasó?

Nos cansamos, envejecimos, renunciamos a nuestros sueños nos acostumbrarnos a burlarnos de nosotros mismos a despreciar nuestro idealismo de juventud nos vendimos baratos no somos

Quienes queríamos ser.

247

Rupa está tumbada en el sofá.

Sobre la mesita del café, una botella de ginebra, un frasco de pastillas.

Los efectos en su rostro, en sus ojos. Ve entrar a O y dice:

—Vas inusualmente presentable.

—¿Dónde está Cuatro?

—Eso tiene gracia —dice Rupa, arrastrando un poco las palabras—. Cuatro se ha marchado.

—He ido a ver a Paul.

—Te dije que no lo hicieras.

—Lo sé.

—Pero lo has hecho de todos modos.

—Evidentemente.

Rupa se incorpora hasta quedar sentada, vuelca el culo de la botella en su vaso y dice:

—¿Y eres más feliz ahora? ¿Has tenido una epifanía? ¿Una que podría inspirarte a abandonar esta perpetua adolescencia tuya?

—Me ha dicho que no es mi padre.

—Siempre fue un mentiroso.

—Yo le creo.

—Claro que sí —dice Rupa—. Creíste en el Ratoncito Pérez hasta los once años. Llegué a pensar en llevarte a que te hicieran pruebas.

—¿Quién fue?

—¿Quién fue qué?

—Mi padre —dice O.

Solo dímelo.

248

Conoce a su viejo.

Lo conoce como solo la sangre puede conocerlo.

El código secreto compartido que yace oculto en lo más hondo del ácido desoxirribonucleico.

ADN.

Padres e hijos son en realidad hermanos

Gemelos de la doble hélice

Destinos entrelazados

Inseparables

Inextricables

Sabe que su padre

no habría acudido sin preparación a esta fiesta

porque
él
no lo haría

Sabe que su padre

no puede permitir que esto acabe aquí

Porque
él
no podría

Sabe que ahora tiene que hacer

La única cosa

Que le costará más de lo que puede pagar

Y que nunca haría por nadie

Ni siquiera por sí mismo

Pero lo hará

Por Ben

Irá a casa de su padre

Y pedirá

Clemencia.

249

INT. SALA DE ESTAR DE RUPA — NOCHE

Rupa le da un largo trago a su bebida y mira por encima del vaso a O, que está plantada de pie frente a ella, furiosa y decidida.

RUPA

Mírate, mi chiquilla, enérgica y resuelta. Tienes un aspecto ridículo. ¿Qué quieres, que se te quede la cara congelada con esa mueca?

O no dice nada, se limita a seguir mirándola con furia.

RUPA (CONT.)

Ojalá tuvieras la misma determinación para encontrar trabajo. Igual.

Rupa ya no sabe ni lo que dice. El efecto del alcohol y las pastillas le ha golpeado con contundencia.

RUPA (CONT.)

Claro, que quién soy yo para hablar. No he hecho absolutamente nada con mi vida. Nada. Excepto tenerte a ti. Y no te ofendas, por favor, no te lo tomes como algo personal, pero has acabado siendo tal… decepción. Muy bien. ¿Quieres saber quién es tu padre? ¿Quién era?

250

Elena sorbe un poquito de jerez mientras ve las noticias de la noche.

Un pequeño placer antes de la cena frente a una mesa vacía, ya que Magda se niega a salir de su cuarto, dejando a Elena en compañía de los recuerdos y las posibilidades truncadas.

Está acabándose el vasito cuando los guardas dejan entrar a Lado.

—He oído que ha habido una matanza en el Club Revolución —dice ella.

—Yo he oído lo mismo.

—Terrible —dice Elena—. Vivimos en tiempos terribles.

—Alguien me ha susurrado un nombre —dice Lado.

—¿Susurrado o gritado?

Elena se acerca a la ventana para mirar el patio, en el que todavía espera ver aparecer a Filipo en su coche para que la estreche entre sus brazos. Y dice:

—Buen viaje.

251

—El tal John —pregunta Ben—. ¿Qué aspecto tenía?

—¿Por qué? —pregunta Diane.

—Necesito saberlo.

Diane rebusca entre sus cosas hasta encontrar un álbum de fotos. Lo abre y los resultados son casi cómicos, sus padres de hippies, el pelo largo, flecos, casi como si estuvieran en un baile de disfraces.

Diane selecciona una instantánea de un grupo reunido sobre los escalones de entrada de una vieja librería y señala a un joven en vaqueros y con el pecho descubierto.

—Este es John —dice.

—Tengo que irme.

252

Se llamaba Halliday, dice Rupa, pero todo el mundo le llamaba «Doc».

Y cuando se enteró de que me había quedado embarazada de ti se

llevó una pistola a la sien, apretó el gatillo y echó a perder el interior de un coche muy caro.

No sé si mi embarazo fue el… motivo causante… pero ahí lo tienes.

¿Ya estás contenta?

O sale corriendo de casa.

253

Ben desciende el cañón en su coche a la vez que marca el número de Chon.

No obtiene respuesta.

¿Dónde coño te has metido?, piensa Ben.

Chon estaba tirando del hilo de Crowe y Hennessy. Si ha tenido éxito, el hilo le habrá conducido hasta su propio padre.

Ben no puede permitirle que lo haga.

Deja que el teléfono suene una y otra vez.

Chon no responde.

254

Chon está hecho polvo.

La sangre fluye libremente por su pierna mientras asciende pesadamente la colina en la que se alza la casa de John.

Una vez alcanzada la calle, se detiene para recuperar el aliento y estudiar el entorno.

Hay un coche aparcado en el camino de entrada, en cuyo interior distingue tres siluetas de hombre, dos en el asiento delantero, una en el trasero.

Chon respira hondo tres veces, se deja caer sobre el estómago y cruza arrastrándose el jardín del vecino hasta llegar a la parte trasera. Después salta la verja del jardín de John, arranca otra tira de su camiseta, se la envuelve alrededor de la mano y rompe de un puñetazo la ventana del cuarto de baño.

Mete la mano, quita el pasador de la ventana, la abre y penetra en la casa.

Sale del cuarto de baño y se dirige al salón.

John está allí de pie.

Vieja camisa vaquera, tejanos.

255

—¿Sorprendido de verme? —pregunta Chon.

—Creía que estabas en Irak. Algún sitio de esos. —John se vuelve y desciende un par de escalones que dan paso a la sala de estar, se coloca detrás de la barra y empieza a prepararse un combinado—. ¿Quieres algo? ¿Una cerveza?

—No.

—¿Un peta? —pregunta John—. ¿Te apetece fumar?

—Mantén las manos por encima de la barra.

—¿No te fías de tu viejo?

—No —dice Chon—. Me lo enseñaste tú, ¿recuerdas? ¿«Nunca te fíes de nadie»?

—Y tenía razón.

John le da un sorbo a su copa y se deja caer pesadamente sobre el sofá. Es la primera vez que Chon se da cuenta de que tiene barriga.

—Siéntate.

—No, gracias.

—Como quieras. —Se reclina sobre los cojines—. ¿Quién me ha delatado? ¿Crowe?

Casi parece divertido.

—Tanto Crowe como Hennessy están muertos.

—Nos has hecho un favor —dice John—. De todos modos tenían que desaparecer.

—Creía que habías dejado el negocio.

—Y yo no sabía que andabas metido en esto —dice John. Levanta una mano—. Lo juro por Dios, hijo. Pero supongo que de tal palo, tal astilla, ¿eh? Aunque tú hayas acabado siendo una especie de héroe de guerra, ¿verdad? ¿No es así?

—No.

John se encoge de hombros.

—Bueno, ¿qué te trae por aquí?

—Créeme cuando te digo que no quería venir.

—Y sin embargo aquí estás.

256

Ben va al apartamento de Chon.

No está allí.

Ben conduce por todo Laguna: la CCP, el cañón, Bluebird, Gleneyre, Brooks. Ni rastro de Chon.

Por supuesto que no, piensa Ben.

Cuando Chon no quiere que le encuentren, no le encuentran.

Ben marca su número una y otra vez.

257

INT — CASA DE JOHN — NOCHE SUENA EL TELÉFONO DE CHON

Chon no responde.

CHON

Nunca te he pedido nada.

JOHN

Pero ahora lo vas a hacer. ¿Qué es lo que quieres?

CHON

Un indulto para Ben Leonard.

John niega con la cabeza.

JOHN

Olvídate de él.

CHON

No sería yo.

John se ríe.

JOHN

¿Ahora vas a contarme quién eres y quién no? Ya sé quién eres.

CHON

No sabes una puta mierda sobre mí.

JOHN

Tu madre quería tirarte por el retrete. Sé eso.

CHON

Me lo contó.

JOHN

Muy propio. (Pausa) No se lo permití. No sé, debí ponerme sentimental, supongo.

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