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Authors: Don Winslow

Tags: #Intriga

Los reyes de lo cool (30 page)

La puerta cuelga de sus bisagras como un borracho apoyado en el quicio y el siguiente equipo de Lado irrumpe como un torrente en la casa.

291

Schneider y Pérez suben las escaleras de acceso a Brooks Street y localizan el apartamento de Ben.

Pérez envía a Schneider a la parte trasera y después se dirige a la puerta.

Sosteniendo la pistola tras la espalda, llama al timbre.

292

Chon cruza la habitación arrastrándose por el suelo.

Enfocando su campo visual quince grados hacia la izquierda, desactiva los nervios occipitales que intentan distinguir los colores, lo cual le permite ver un poco mejor en la oscuridad, lo suficiente al menos para distinguir la silueta de Boland echado en el suelo con las manos en su pistola ametralladora.

Chon llega hasta él, le pasa una pierna por encima como si estuviera montando a un caballo y después rueda sobre sí mismo de tal manera que acaba decúbito supino con Boland también de espaldas sobre él. Chon pasa un antebrazo por encima de la garganta de Boland y lo enlaza con su otra mano por detrás del cuello. Enreda sus pies alrededor de los tobillos de Boland como si fueran serpientes, después arquea la espalda estirando el cuerpo de Boland como en un potro.

Después lo estrangula.

Los músculos de Chon acusan el esfuerzo y se agotan rápidamente mientras Boland corcovea y se sacude e intenta liberar los brazos, pero Chon aguanta hasta que el esfínter y la vejiga de Boland se relajan y lo que era un hombre pasa a ser un cadáver.

Chon coge la Glock y se siente mejor ahora que está armado, pero armado ¿contra qué? ¿Contra quién? Las balas zumban sobre su cabeza y las oye hundirse en la madera y el yeso, oye gritos y gemidos y todo le resulta muy familiar, pero está acostumbrado a encontrarse al otro extremo de esta ecuación letal, penetrando desde el exterior, no atrapado en el interior como un civil, como una baja colateral en una guerra entre adversarios desconocidos. Es incapaz de diferenciar a un Berrajano de un Lauter, para él todos son mexicanos, está a oscuras figuradamente además de literalmente y solo sabe que la oscuridad le brinda una oportunidad de
salir cagando leches de allí
pero recuerda que no está solo en aquel caos y distingue a su padre tirado bocabajo en el suelo cubriéndose la cabeza con los antebrazos para protegerse de las astillas y los pedazos de cristal que saltan por los aires con la pistola todavía en la mano derecha y su dedo apretando por reflejo el gatillo disparando sin mirar mientras los destellos de la boca de la pistola brotan como relámpagos rojos. Chon piensa por un segundo que, después de todo, su viejo aún podría acabar matándolo por accidente y se acerca a rastras hasta él, le arrebata la pistola, le pega el cañón a la sien y dice:

293

—Cancélalo.

John rebusca en su bolsillo y saca el móvil.

Es curioso el modo en que hoy día la vida o la muerte pueden llegar a depender de que haya cobertura.

294

Ben abre la puerta y se encuentra a un tipo plantado allí con un teléfono móvil en la mano.

—Hola —dice Ben.

—Hey —dice el tipo—. Creo que me he equivocado de casa. Busco a Jerry Howard.

—Efectivamente, creo que se ha equivocado.

—Siento haberle molestado.

—No pasa nada.

295

Chon grita por encima del estruendo
Hora de marcharse haz lo mismo que yo
y empieza a arrastrarse y su viejo se arrastra tras él, pues por regla general si permaneces agachado puedes tener alguna oportunidad y lo cierto es que no salimos andando del caldo primigenio e informe, salimos a rastras.

296

En la oscuridad por supuesto no hay vistas sino sonidos, así que Sigue el combate según el ritmo de los disparos

Como la mayoría de las batallas

No termina en un crescendo atronador

Sino en ráfagas esporádicas

después tiros aislados

después el silencio.

No hay clímax

Solo anticlímax o, hablando con propiedad,

aclímax.

Los hombres de Lado recorren la casa de un extremo a otro

Pasillo por pasillo

Puerta por puerta

Habitación por habitación

Asesinando metódicamente y

Muriendo metódicamente

Y después todo ha acabado.

297

Chon consigue salir al patio.

Su padre se arrastra tras él.

Hay una posibilidad, solo una posibilidad, de que logren llegar hasta el coche y darse a la fuga entre todo el caos, a pesar de que Chon oye que los disparos están decreciendo y sabe que la confusión reinante terminará rápidamente y el tiempo se les está acabando. Pero aun así existe una posibilidad, y está a punto de colocar las piernas para echar a correr hacia el coche cuando oye el chomp-chomp-chomp de los rotores del helicóptero y entonces el foco le ilumina.

298

Desde lo alto

el haz proyector de un helicóptero

cerniéndose sobre ellos

iluminando la carnicería.

La luz es
cegadora
, Chon apenas es capaz de distinguir nada, se ahoga con el polvo alzado por los rotores a su alrededor y oye la orden amplificada, en inglés:

—¡Quietos! ¡Tiren las armas y levántense con las manos en la cabeza!

Chon obedece.

Se pone en pie luchando contra el vendaval, deja caer la pistola y alza los brazos por encima de la cabeza.

Ve que John hace lo mismo.

Mira a su alrededor para encontrarse una escena de ejecución: hombres vestidos de negro se encargan de rematar a los heridos pegándoles tiros en la nuca mientras otros atienden a los heridos de su bando.

El helicóptero aterriza, levantando un remolino de tierra.

Un hombre sale, agachándose bajo los rotores. Se endereza y camina hacia ellos, sosteniendo en alto una placa.

—Agente Especial Dennis Cain, DEA. Vengan conmigo, por favor.

Le siguen hasta el helicóptero.

299

Lado está de pie junto al cuerpo de Doc.

Después se acuclilla, abre en canal el estómago del muerto, le saca los intestinos y forma cuidadosamente con ellos la palabra

«P-A-P-A»

La petición de Magda.

300

Sentado en el helicóptero, esperando a que despegue, Chon dice:

—Dame tu teléfono.

John se lo entrega.

Chon teclea el número de Ben.

Ben responde al primer tono.

—Gracias a Dios —dice Ben.

—¿Estás bien?

—Sí —dice Ben—. ¿Y tú?

—Sí, bien —responde Chon—. ¿O?

—Está aquí conmigo. ¿Qué ha…?

—Ya te lo contaré todo —dice Chon—. Cuando te vea.

Cuelga.

301

—Lo quería vivo —dice Dennis, mirando el cadáver de Doc—. Habría sido la mayor detención de mi carrera.

Lado se encoge de hombros.

—O sea que ahora estás a sueldo del cartel —dice Dennis.

Lado le mira. Dice:

—Igual que tú.

Quinientos de los grandes por hacer la vista gorda y Filipo lo tenía todo grabado.

—Ahora trabajas para nosotros —dice Lado—. Voy a mudarme al norte. Con mi familia. Quiero un permiso de residencia y estatus de IC.

Dennis asiente.

Las encimeras de granito no son baratas.

302

INT. HELICÓPTERO — DÍA

JOHN

Solo para que quede claro: esto no cambia nada entre nosotros.

CHON

En ningún momento he pensado que fuera a cambiar nada.

JOHN

Tú sigue a lo tuyo, yo seguiré a lo mío. Si nos cruzamos en la calle, nos saludamos en silencio y cada uno por su lado.

CHON

Me parece bien.

Siguen sentados mientras ven a Dennis Cain subir al helicóptero y supervisar la carga del cuerpo de Doc en una bolsa para cadáveres.

JOHN

Dejamos el pasado en el pasado.

303

A Chon le parece bien.

Pero sabe

Que el pasado no está en el pasado.

Siempre nos acompaña.

En nuestra historia.

Nuestros cerebros, nuestra sangre.

304

Cielo de julio.

California azul y soleada.

Turistas felices.

O sea, esta sí es la California por la que uno se ha rascado el bolsillo. La California que habéis visto en la tele y en las postales y en los carteles de la agencia de viajes. Esta vez sí que sí.

Ben, Chon y O están sentados en el Coyote viendo la rueda de prensa de Dennis en el televisor que cuelga sobre la barra.

El tío es un
genio
.

Dennis —estrella del rock— posa junto a una foto ampliada de Doc tomada en los sesenta.

—Doc Halliday —dice— resultó muerto al resistirse al arresto mientras intentaba cruzar la frontera. Esto representa el desmantelamiento definitivo de una de las bandas de narcotraficantes más antiguas y poderosas de Norteamérica, una muy conectada con los violentos carteles mexicanos

—¿Estás bien? —le pregunta Ben a O.

—De maravilla —dice ella, mirando a sus chicos.

Sabe que tienes dos oportunidades de tener una familia: aquella con la que naces y aquella a la que eliges.

O tiene la suya.

Su padre siempre estuvo muerto para ella.

Ahora la boca de Dennis se tuerce en una mueca sombría.

—Lamentablemente, un policía corrupto, William Boland, estaba implicado en la banda y también resultó muerto. Otros dos miembros de la misma, Duane Crowe y Brian Hennessy, se mataron al parecer mutuamente en un tiroteo. Ambos eran sospechosos de haber estado implicados en los asesinatos de Scott Munson y Traci McDonald.

El karma, piensa Ben, es un hijoputa.

El de ellos y el mío.

Puede que no sea culpable de los asesinatos de Scott y de Traci, pero sí soy responsable. Mucho karma que compensar.

Quizá pueda montar una especie de fundación, para ayudar al Tercer Mundo. Empezar a pagar mi deuda.

Algunas cosas debes cargarlas solo, piensa Chon, mirando a las dos personas a las que ama en este mundo.

En tu interior.

Pesadas, pero tolerables.

Como tu ADN.

Vuelve a mirar hacia el televisor.

—El desmantelamiento definitivo de la Asociación —dice Dennis, mirando a cámara—, es una gran victoria en la Guerra de la Droga.

305

—Creo que he salido muy bien en la tele —dice Dennis—. ¿No os parece?

—Eres un hombre apuesto —dice Ben.

Chon no dice nada.

Se han reunido en su lugar habitual en Los Cristianitos. Dennis saca un sándwich de pollo picante de la bolsa de Jack-In-The-Box.

—No tengo tiempo ni para comer. ¿Tenéis algo para mí?

Ben le pasa un sobre.

—El primero de cada mes —dice Dennis—. Vuestra novia puede retrasarse, vosotros no.

—Siempre y cuando mantengas a la DEA lejos de nosotros —dice Ben.

—Sí, esa es la idea.

—¿Garantizado?

—Si quieres garantía, compra en Midas —dice Dennis. Ve a Chon fruncir el ceño, le da un bocado a su sándwich y dice—: Vamos, hombre, alegra esa cara.

Se limpia los labios con una servilleta de papel, los mira a los dos de arriba abajo y dice:

—Qué no daría por ser vosotros. Tenéis juventud, dinero, ropa molona, chicas. Lo tenéis todo. Sois reyes.

306

Lo somos, piensa Ben.

AGRADECIMIENTOS

Quiero dar las gracias a Jonathan Karp por su apoyo y por creer en mí y en este libro, a Jofie Ferrari-Adler por su cuidadosa edición del manuscrito, y a Richard Rhorer y su equipo por su trabajo en el lanzamiento de
Savages
y
Los reyes de lo cool
. Me gustaría también agradecer a todos los de Simon & Schuster su duro trabajo y su apoyo a esta novela.

También estoy agradecido a The Story Factory y a Joe Cohen, Matthew Snyder, Todd Feldman y Risa Gertner, y a Jon Cassir, de CAA.

Y quiero darle las gracias también a Deborah Randall, Toni Boim, Chris Kubica y Emily Horng por su trabajo entre bambalinas en lo relacionado con lo empresarial, lo legal, las redes sociales y en mi página web.

Muchas personas compartieron conmigo sus historias sobre los viejos tiempos en Laguna, y la mejor manera de expresar cuánto se lo agradezco es no mencionar sus nombres. Además, estoy en deuda con dos libros de no-ficción:
Orange Sunshine
, de Nick Schou, y
The Brotherhood of Eternal Love
, de Stewart Tendler.

Y gracias, siempre, a mi hijo, Thomas, y a mi esposa, Jean, por su paciencia, por darme ánimos y apoyo, y por traerme de vez en cuando la comida a mi mesa de trabajo.

Y, para acabar, quiero darle las gracias a mis seguidores, tanto a los fieles lectores que me leen desde hace dos décadas como a los nuevos. Por favor, seguidme en Twitter: @donwinslow.

DON WINSLOW, (New York, 1953), antes de dedicarse a la escritura, desempeñó todo tipo de trabajos relacionados con la televisión y el cine, ejerció de investigador privado, guía de safaris y actor, entre otras ocupaciones. Con su primera novela,
A Cool Breeze on the Underground
, fue nominado al Premio Edgar Allan Poe de novela de crimen y misterio. Su siguiente novela,
Muerte y vida de Bobby Z
, fue llevada al cine en 2007. Con
El poder del perro
ha obtenido el éxito de los lectores y el reconocimiento de la crítica allá donde se ha publicado. Actualmente vive en San Diego con su esposa y su hijo.

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