Read Los reyes de lo cool Online

Authors: Don Winslow

Tags: #Intriga

Los reyes de lo cool (24 page)

—Paso.

Crowe arroja la bala al suelo, después otra, finalmente agarra la tercera. La abre con el cuchillo y saca otro puñado de marihuana. La huele y asiente aprobadoramente.

—Solo quería asegurarme de que el resto no fuese grifa reseca.

—Tu confianza en mí es conmovedora.

—No hay nada en este negocio que tenga que ver con la confianza —dice Crowe. Después se vuelve hacia Brian—. Cárgala.

—¡Eh! —dice Ben—. ¿Mi dinero?

—Casi se me olvida.

—Menos mal que estoy aquí, entonces.

—Trae el dinero —le dice Crowe a Brian.

Brian va al coche, regresa con un maletín y se lo tiende a Crowe.

207

Chon estira los hombros para asegurarse de que están relajados y afina nuevamente la puntería.

Si pretenden jugársela, este es el momento.

El maletín está vacío o

Crowe saca una pistola de su interior o

Se cargan a Ben mientras está contando, solo que

No lo harán porque los dos habrán muerto antes de que puedan apuntarle con sus armas.

208

LMM le tiende el maletín a Ben.

—Cuéntalo si quieres.

—Por supuesto que lo haré.

Dándoles la espalda

(Oh, Ben, piensa Chon)

apoya el maletín sobre una bala de hierba y cuenta los fajos de billetes. Está todo allí, los 42.000 $. Ben cierra el maletín y asiente en dirección a la droga.

—Toda vuestra.

Brian empieza a cargar las balas en el maletero de su coche.

—¿Qué me dices del equipo, lo quieres? —pregunta Ben.

—Monta un mercadillo —dice LMM.

Brian termina de cargar la maría.

—Supongo que aquí nos despedimos —dice Ben.

—Más te vale que así sea —dice LMM—. Si volvemos a oír hablar de ti, como se te ocurra venderle aunque solo sea una papela a un universitario, será
tu
cabeza la que acabará desparramada sobre el volante. ¿Entendido?

—Entendido.

—Bien.

LMM se toma un momento para dedicarle una última mirada de tío chungo y después entra en el coche.

Ben les observa alejarse, pensando

209

Que te jodan.

210

Dennis estudia la lucecita del GPS que parpadea en su monitor.

—¿Cuándo quieres que les paremos? —pregunta el otro agente.

Y es en este momento cuando Dennis siente un destello de inspiración. Estudia el mapa de los puntitos rojos, pulsa un par de botones, señala la pantalla y dice:

—Vamos a esperar mejor a que pasen junto a ese instituto.

Genio.

Perverso.

211

Duane y Brian circulan frente al Laguna High cuando el mundo explota a su alrededor. Luces estroboscópicas, sirenas, coches patrulla que aparecen desde todos los puntos cardinales.

Duane se plantea por un momento intentar darse a la fuga, pero es consciente de que sería inútil y dice:

—Rápido, arroja la pistola.

—¿Qué?

—¡Arroja la puta pistola por la ventana! —grita Duane.

La presencia de un arma en una detención por narcotráfico dobla automáticamente la sentencia, y además no quiere darles a los polis una excusa para que los vaporicen.

Brian tira la pistola y Duane detiene el vehículo.

Los policías les montan todo el numerito dramático de salgan del coche y caminen de espaldas hacia el sonido de mi voz y después el numerito de las manos a la espalda y Duane se queda allí de pie esposado mientras

Dennis abre el maletero y le monta todo el numerito de vaya qué es lo que tenemos aquí y después se aproxima a Duane y le monta todo el numerito de tiene derecho a permanecer en silencio cualquier cosa que diga puede ser y será utilizada mientras otro agente hace lo propio con Brian montándole todo el numerito de le hemos visto lanzar algo por la ventanilla si es una pistola haga lo correcto y díganoslo para evitar que algún estudiante la encuentre y acabe haciéndose daño.

Después Dennis se pone chulo. Dice:

—La SB 420 autoriza hasta 225 gramos de cannabis seco y procesado. A ojo de buen cubero, diría que estás unos cincuenta y nueve kilos con setecientos setenta y cinco por encima del límite, jefe.

Duane no dice nada.

Después Dennis abre con una navaja uno de los paquetes y saca una bolsa de

Heroína.

212

—Oh-oh —dice Dennis.

A lo que Duane responde

213

—Dile a Leonard que es hombre muerto.

214

Leonard lo sabe.

Ben está sentado en su apartamento y piensa:

No es que sea exactamente justicia por los asesinatos, pero tendrá que bastar.

Parte del trato incluye la promesa de Dennis de que el proceso será federal, no estatal, cosa posible debido al volumen incautado.

Así pues:

Penas de entre diez y veinte años por el alijo de marihuana. Un mínimo de veinte por la heroína, proximidad a zona escolar, posesión de arma de fuego y la imposibilidad de reducción de sentencia por «buen comportamiento». Las sentencias federales se cumplen en su totalidad.

Lo más probable es que Crowe muera en la cárcel.

Brian saldrá convertido en un anciano.

E intentarán matarme.

Pero el riesgo merece la pena.

Por un poco de justicia.

215

El problema es que a Dennis no le preocupa demasiado la justicia.

Sino los ascensos.

Es como participar en un concurso televisivo.

Uno va ascendiendo la pirámide hasta alcanzar el gran premio.

Dennis intenta explicarle el concepto a Crowe, pero empieza en términos bíblicos:

—Yo soy el camino, y la verdad, y la vida —le dice a Crowe, sentado al otro lado de la mesa metálica—. Nadie viene al Padre, en este caso al Tío Sam, sino por mí.

—¿Qué coño estás diciendo?

—En la casa de mi Padre hay muchas moradas —dice Dennis—, y podrás ocupar una de ellas durante muchos, muchos años o…

—¿Qué?

—Deja que lo exprese en términos profanos —dice Dennis—. Estás total, completa y absolutamente jodido. Estás más jodido que dos adolescentes vírgenes en su noche de bodas. Estás más jodido que un voluntario para las pruebas de la Viagra. Estás más jodido que…

—Vale, vale.

—Duane —dice Dennis—. Esta situación no tiene pérdida para mí. Puedo plantarme ahora mismo y ganar o puedo seguir concursando y ganar. Si me planto ahora, el que pierde, a lo grande, eres tú, pero si eres capaz de convencerme para que siga jugando un poco más, puede que tus pérdidas sean menores. ¿Me sigues?

—No.

Así pues, Dennis recurre a la pirámide.

—Es una pirámide —dice Dennis—. El objetivo de nuestro juego es alcanzar la punta de dicha pirámide. Ahora mismo, contigo, he llegado más o menos a la mitad. Podemos plantarnos, cobrar nuestro dinero y enviarte a una prisión federal en la que pasarás los próximos treinta o cuarenta años. O puedes entregarme a los individuos situados en la parte superior de la pirámide y en ese caso tendríamos un nuevo juego llamado «Hagamos un trato».

—Me matarían —dice Duane.

—Podemos buscar una alternativa —dice Dennis—, dependiendo de lo que me ofrezcas. Podemos plantear la posibilidad de enviarte a una instalación particularmente segura, podemos hablar del Programa de Protección de Testigos (la palabra clave aquí es «testigos», Duane), podríamos incluso plantearnos la posibilidad de dejarte en libertad sin cargos, pero antes necesito nombres y necesito oírte decir que estás dispuesto a ponerte un micro.

—Quiero un abogado —dice Duane.

—Voy a fingir que no he oído eso —dice Dennis—, por tu propio bien. Reflexiona un momento. Si llamas a ese abogado en el que estás pensando, lo primero que hará nada más salir de aquí será acudir a los tipos en lo alto de la pirámide para decirles que te han detenido. Con lo cual tus opciones quedarán severamente limitadas, ya que dichos tipos no querrán volver a hablar contigo y yo no podré recompensarte por conversaciones que no estás en condiciones de mantener. Pero tienes el derecho a un abogado y por supuesto que puedes…

—Esperaré un poco —dice Duane.

—Para
pensar
—dice Dennis—. Y mientras piensas, piensa en esto:

216

—Uno, no eres el único participante en este concurso —dice Dennis—. Ahora mismo voy a ir a charlar con el señor Hennessy, y si es él quien hace sonar antes la campana… te jodes. Así que tampoco te lo pienses demasiado, pero piensa, eso sí, que…

»Dos: una pregunta.

»¿Van a mostrarte los tipos a los que pretendes ser leal la misma lealtad que tú a ellos? ¿O van a decidir, si se enteran o cuando se enteren de que te enfrentas a una pena que oscila entre los treinta y la perpetua, que no mereces el riesgo y que para eso mejor liquidarte? En cuyo caso, tu lealtad hacia ellos es discutible. Así que vuelvo a mi discurso original:

»Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí.

Dennis 4.16.

217

—No quiero pasar el resto de mi vida en la cárcel —dice Brian.

Dennis se ríe de él.

—¿A quién le importa un carajo lo que quieras

? Aquí lo único que importa es lo que quiero
yo
. Así que más te vale estrujarte a base de bien las meninges para averiguar
qué
es lo que quiero. Un, dos, tres, responda otra vez.

Resulta doloroso ver a Brian intentando poner en orden sus ideas para formar una cadena de causa y efecto.

A Dennis se le acaba la paciencia.

—Deja que sea el noticiario local —dice— y te cuente lo que está pasando en tu mundo. ¿Crees que no quieres pasarte el resto de tu vida entre rejas? Tu amigo Crowe

que no tiene la menor intención. De hecho, acabo de dejarle para poder ir a buscar una nueva caja de Kleenex, de lo mucho que está llorando y sorbiendo y moqueando ahí dentro. ¿Estás listo para oír esto? Quiere convencerme de que eres el único responsable de los asesinatos de Munson y su chica.

Porque, a pesar de toda su corrupción, Dennis es un hombre de palabra.

Le ha prometido a Ben Leonard que lo intentaría. Y le basta una mirada a los ojos de Brian para saber que es cierto. Hennessy y Crowe mataron a Munson y a la chavala.

—¡¿Qué?! —chilla lastimeramente Brian.

—Ajá —presiona Dennis—. Dice que fuiste tú quien apretó el gatillo. Ahora mismo ha conseguido que la aguja apunte directamente hacia tu puto brazo.

—Ni hablar. Él…

Brian se interrumpe en seco.

—Sabemos que fue uno de vosotros dos —dice Dennis—. La cuestión es: ¿cuál?

Omitiendo que, en realidad, no importa cuál de los dos apretase el puto gatillo. Pero si Brian no sabe eso, que se joda. La ignorancia tiene su precio. Si vas a ser un criminal, más te vale conocer las putas leyes, gilipollas.

—Personalmente no creo que fueses tú —dice Dennis—. No me parece que seas del tipo capaz de matar a una chica. Simplemente no cumples el perfil. Creo que fue Duane, pero ahora mismo le tengo ahí dentro sollozando, diciendo que te vio hacerlo… que tiene pesadillas… «Brian le reventó la cabeza. Se reía mientras lo hacía.» A los jurados les encantan esas mierdas, Brian.

Una expresión de astucia animal aparece en el rostro de Brian.

—¿No sería culpable de todas maneras? —pregunta—. ¿Aunque solo fuese por haber estado allí? Que no estuve, pero ¿si hubiera estado?

Maldita sea, piensa Dennis.

Si hay algo que odia particularmente es toparse con un cretino mínimamente informado.
Ley y orden
se ha cargado para siempre la sala de interrogatorios.

—Cierto —dice Dennis—. Pero hay matices en lo que se refiere a la condena. Una te cuesta la perpetua, la otra el cóctel en vena. Una diferencia que no te parecerá demasiado grande hasta que te inmovilicen con los cintos. Entonces sí que te lo parecerá, porque Duane seguirá comiendo a diario y cagando y haciéndose pajas y tú… en fin, dicen que es indolora, pero dicen tantas cosas, ¿verdad?

Brian se envalentona.

—No sé nada sobre esos asesinatos.

—Es una lástima —dice Dennis—, porque entonces no puedes darme lo que necesito.

Se dirige hacia la puerta, después se detiene y se da media vuelta.

—Por si todavía no lo has adivinado solito —dice Dennis—, Duane y sus muchachos no pueden arriesgarse a dejar que andes por ahí suelto.

—¿Está diciendo que me van a matar?

—No, te van a regalar un poni —dice Dennis—. ¿Qué cojones te crees que van a hacer?

Imbécil.

218

Lado ha dejado a uno con vida.

Para que vea la vivisección de sus amigos y aprenda.

Lo tiene desnudo y encadenado a la pared. Ahora Lado coge su cuchillo ensangrentado y presiona la punta contra el estómago del hombre, con la fuerza justa para hacerle sangrar.

—Y ahora dime —dice Lado.

—Lo que sea —solloza el hombre.

—¿Qué güero?

—¿Qué?

Lado empuja el cuchillo con un poco más de fuerza.

—¿Qué americano autorizó el asesinato de Filipo Sánchez?

El hombre se lo dice.

Criado en las barriadas de Tijuana, Lado encontró muchas de las comidas de su infancia en las montañas de basura que se alzaban en su barrio como templos mayas. Cuando su padre tenía trabajo, era de carnicero, y cuando la familia obtenía carne, normalmente era una cabra.

De modo que Lado conoce el sonido que profieren las cabras cuando les rajas el vientre; es el mismo sonido que profiere el hombre cuando Lado alza el cuchillo entre sus tripas.

219

INT. CELDA DE CONTENCIÓN — NOCHE

Crowe sigue sentado a la mesa cuando Dennis entra en el cuarto.

DUANE

Quiero un abogado.

DENNIS

Mala elección, aunque estás en tu derecho de tomarla.

DUANE

Eso es.

DENNIS

Sé a quién vas a llamar. Creo que le tengo en llamada rápida. Pero antes de que lo hagas, debes saber que las pruebas no van a desaparecer, nadie va a cometer errores en la cadena de custodia. A lo mejor conseguirá que te quiten diez años, pero ¿qué ganas con eso?

DUANE

Quiero un abogado.

DENNIS

Entonces busquemos un teléfono, fracasado.

Other books

The Quest of the Missing Map by Carolyn G. Keene
Texas Gold by Lee, Liz
Las edades de Lulú by Almudena Grandes
The Man who Missed the War by Dennis Wheatley
City Without End by Kenyon, Kay
Harvest Moons by Melisse Aires