Read Los reyes de lo cool Online

Authors: Don Winslow

Tags: #Intriga

Los reyes de lo cool (22 page)

Cosa que O tenía.

Cosa que O hizo.

Simplemente echó la pierna hacia atrás y alzó la rodilla con todas sus fuerzas y entonces fue Quarterback quien se encontró
de rodillas
en la arena, y O debería haberse marchado de inmediato, pero se detuvo a admirar su obra y Quarterback se levantó de un salto y le dio una bofetada en la cara.

O se quedó conmocionada.

El tipo la agarró del frontal de la camisa, la tiró al suelo y cayó sobre ella. Tenía demasiado doloridos los huevos como para concentrarse en su anterior propósito, pero ahora estaba furioso: lo único que deseaba era hacerle daño, de modo que la empujó contra la arena y le aplastó las costillas. O apenas podía respirar, la cabeza le daba vueltas y sabía que se había metido en un lío bien gordo.

Solo que no fue así.

Porque repentinamente notó que alguien le quitaba literalmente el peso de encima y vio que un tipo tenía a QB agarrado del cuello mientras otro la ayudaba a ponerse en pie.

—¿Estás bien? —preguntó Ben.

—¿Tengo pinta de estar bien? —respondió O.

Ben dijo que no.

—¿Te ha pegado este tipo? —preguntó Chon.

No se reconocieron mutuamente. Habían pasado años desde la escuela en el cañón. O simplemente los identificó de forma vaga como alumnos de último curso.

—Sí.

Chon meneó la cabeza en dirección a QB y dijo:

—No mola.

QB estaba encabronado y excesivamente seguro de sí mismo gracias al gimnasio y al hecho de que cinco de sus colegas acababan de aparecer para respaldarle, de modo que dijo:

—Métete en tus putos asuntos, gilipollas.

Después agarró a O por la pechera de la camisa como si fuese a llevarse su propiedad a rastras.

Chon lanzó una patada y el codo de QB se partió igual que el palo de un polo.

QB cayó al suelo chillando.

Ninguno de sus colegas quiso vérselas con Chon después de aquello, así que recogieron a QB y se lo llevaron a rastras por la playa.

Chon siguió allí de pie, jadeando, notando el bajón de la adrenalina.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó Ben a la muchacha.

—O.

—O.

—En realidad Ophelia —admitió O.

—Yo soy Ben. Este es Chon.

Sí, pensó O.

Claro que lo es.

Mi muchacho mágico.

177

Ya, solo que el muchacho mágico estaba
jodido
.

No había vudú suficiente en el mundo para sacarle de aquel marrón.

El prometedor quarterback no iba a seguir jugando con el ala rota —al menos no la siguiente temporada, quizá nunca más—, y su familia tenía una considerable influencia en Orange County. Poned eso a un lado de la balanza y al hijo de un traficante de drogas, conocido a su vez por su mal historial, al otro y

Chon iba a cumplir condena.

Quizá en prisión, porque acababa de cumplir los dieciocho años.

O quiso defenderle. Dijo que presentaría cargos contra QB por intento de violación, agresión, su madre conocía abogados que le ayudarían, pero

Chon le dijo que no lo hiciera.

Superviviente a su vez de la experiencia estudiantil, sabía lo que ella ignoraba: que como alumna de primer año, su vida en el instituto ya iba a ser lo suficientemente miserable. Si se ponía de su parte en aquel asunto, todo el alumnado la convertiría en la guarra del instituto, la calientapollas que había provocado que el quarterback estrella acabase lesionado, la que les había echado a perder la temporada. Iba a ser desagradable de por sí y no tenía ningún sentido empeorar la situación.

Chon le dijo a O que lo dejara estar como una simple pelea en la playa.

Ben le convenció para que fuese a ver a su padre.

Veamos por qué puede que no fuese la mejor idea de Ben:

178

Os contaré una historia sobre Chon y su padre:

La madre de Chon se marchó de casa el mismo día que John salió de la cárcel, pero regresó un par de días más tarde con el pretexto de recoger su exprimidor, aunque en realidad solo pretendiese tocarle las pelotas.

Eligió mal el momento, porque John estaba encocado y cabreado y ambos se enzarzaron en una pelea. No una discusión, una
pelea
, y John empujó a Taylor contra la pared y alzó la mano.

Chon, que en aquel momento tenía catorce años, se interpuso. Le dio un empellón a su padre y gritó:

—¡Deja en paz a mi madre!

John sonrió burlonamente.

—¿Qué? ¿Ahora eres un hombre? ¿Eres el hombre?

Chon se mantuvo firme.

Lo cual fue un error, porque John le golpeó con el puño cerrado, de lleno en la cara, y su cabeza salió disparada hacia atrás con el impacto. Chon levantó las manos y se arrojó contra él, pero, mientras Taylor gritaba, John le quitó la mala leche a su hijo de una hostia. Le empujó de manera que tropezase contra el brazo del sofá y le dio puñetazos en la cara, la cabeza y el cuerpo. Lo tiró al suelo y le dio un par de patadas, y cuando Taylor intentó separarle de él, se volvió hacia ella.

Chon intentó levantarse, pero fue incapaz, y finalmente su madre salió corriendo por la puerta, John regresó, se cernió sobre Chon y dijo:


Jamás
vuelvas a levantarme la mano. A mí muéstrame
respeto
.

Chon no llamó a la policía ni a los Servicios de Protección al Menor. Lo que hizo fue esperar a que su viejo perdiera el conocimiento aquella noche, después abrió en silencio el cajón del escritorio de su padre, encontró su .38 y pegó el cañón contra la sien de John.

Gran John abrió los ojos.

—Vuelve a tocarme —dijo Chon— y esperaré a que estés durmiendo para desparramar tus sesos por toda la pared.

Gran John parpadeó.

Chon amartilló el arma.

—A menos que quieras que lo haga ahora mismo —propuso.

Gran John negó lentamente con la cabeza.

Chon desengarzó el martillo, devolvió la pistola a su cajón y se fue a su cuarto.

Su padre no volvió a ponerle una mano encima.

179

Lo que hizo John fue sonreír burlonamente cuando Chon le contó que le había partido el brazo al quarterback.

—Todavía defendiendo a las damiselas en peligro —dijo—. Bueno, ¿qué quieres de mí?

—Tienes abogados.

—Ah, ¿sí? —preguntó John sonriendo—. ¿Cómo se te ocurre pensar que tengo abogados?

Chon le miró directamente a los ojos.

—Porque eres traficante de drogas.

—Era —le corrigió John—.
Era
traficante de drogas. Como suele decirse, he pagado mi deuda con la sociedad. Ahora pongo tejados sobre las casas de la gente.

—Ya.

John sacó una cerveza y le ofreció otra a Chon, que la rechazó. John se encogió de hombros y dijo:

—Si eres lo suficientemente hombre como para meterte en este tipo de líos,
Chon
, eres lo suficientemente hombre como para salir de ellos. Si quieres algún tipo de consejo que te ayude a arreglártelas en el trullo, puedo dártelo: nunca aceptes un favor ni un regalo porque acabarás pagándolo con el culo.

—¿Lo dices por experiencia personal? —preguntó Chon.

—Te diré lo que puedes hacer, chaval —dijo John—. Alístate en la marina, saca tu culo de esta ciudad. Hale, ya te he ayudado.

Chon se marchó y fue en busca de Ben.

Ben le llevó en su coche hasta San Diego.

180

Ahora, en la cama, O le cuenta a Chon todo lo de su plan para encontrar a su padre.

Chon escucha su entusiasta perorata, después pregunta:

—¿Y eso en qué te va a beneficiar?

—¿Qué quieres decir?

Chon se encoge de hombros.

—Yo conozco a
mi
padre y ojalá no lo conociera.

181

La llamada llega por la mañana.

Ben saca su brazo de debajo del moreno hombro de Kari y coge el teléfono.

Escucha.

—¿Estás leyendo el
New York Times
?

Ben, adormilado.

—Todavía no.

—Bueno, prueba entonces con el
Orange County Register
, don Intocable.

182

Ben no suele comprar el
Register

(demasiado Republicano.)

Baja corriendo a la calle en busca de un dispensador de periódicos, inserta sus monedas y extrae uno.

Primera plana, justo debajo de la cabecera:

HALLADOS DOS MUERTOS EN MISSION VIEJO

Hay una foto de un coche salpicado de sangre.

Un Volvo.

Frenéticamente, Ben lee: «Los nombres seguirán manteniéndose en el anonimato hasta que haya podido notificarse a las…».

Pero cree reconocer el coche.

Saca su teléfono y pulsa el número de Scott Munson. Suena seis veces, después oye la voz de Scott:

—Ya sabes cómo va esto: deja un mensaje. Nos vemos. Scott.

Por primera vez, Ben se siente absolutamente aterrorizado. Peor aún, se siente indefenso. No deja un mensaje, sencillamente cuelga.

Su teléfono vuelve a sonar.

—¿Scott? —pregunta Ben.

—Qué bonito.

—¡¿Qué has hecho?!

—No —dice LMM—. Lo que deberías preguntarte
a ti mismo
es: ¿qué has hecho

?

Buena pregunta.

Después LMM le presenta otra aún mejor.

¿Qué es lo que
vas
a hacer?

183

—¿Por qué no me habías contado nada de todo esto? —pregunta Chon después de que Ben le haya explicado la situación.

—¿Qué ibas a poder hacer desde Afganistán? —pregunta Ben—. ¿Y luego desde una cama de hospital?

—Siempre nos lo habíamos contado todo —dice Chon—. Ese era el trato.

—Lo sé. Lo siento.

—Ya, bueno, yo también soy culpable —dice Chon, y le cuenta a Ben todo el asunto con Brian y sus muchachos—. Tuvo que ser cosa de LMM, poniéndonos a prueba, para ver cómo reaccionábamos. Tan pronto como me marché, fue a por ti.

Ben está
muy
alterado. Dos personas han muerto por su culpa. Está mal, dice Ben, rematada y jodidamente mal, permitir que se salgan con la suya tras haber cometido dos asesinatos.

Ben no puede tolerarlo.

Y no va a tolerarlo.

184

—Me alegra oírte decirlo —dice Chon.

—No te va a alegrar oírme decir esto —responde Ben—: no pienso entrar en una «guerra de la droga». Nada de «ojo por ojo».

—¿Qué sugieres entonces?

—Acudiré a la policía.

—¿A qué policías? —pregunta Chon—. ¿A los suyos?

—No todos los policías están vendidos.

Lo que a Ben no parece entrarle en la cabezota, piensa Chon, es que el sistema judicial está organizado para favorecer al sistema, no a la justicia. Las leyes antidroga nos convierten en
criminales
. Al margen de la protección de la ley. La única protección con la que contamos es la defensa propia, y para eso no sirve de nada ponerte en plan Gandhi, no puedes tenderte en mitad de la calle, porque el otro bando estará encantado de pasarte por encima y volver a hacerlo marcha atrás para repetir la jugada.

—No te estoy pidiendo que participes —dice Chon—. Solo te estoy pidiendo que te mantengas al margen y me dejes hacerlo.

Ben dice:

185

No.

186

El poder del no es absoluto.

Ben siempre lo ha creído.

Una negativa a participar

En lo erróneo

En el mal

En la injusticia.

No tienes que hacerlo.

Simplemente di que no.

187

INT. APARTAMENTO DE BEN — DÍA

Ben y Chon se miran mutuamente con ferocidad.

CHON

¿Qué coño quieres decir, «no»?

BEN

Quiero decir que no. Quiero decir que no me mantendré al margen ni te «dejaré» asesinar a otras personas.

CHON

¿Crees que tienes otra opción?

BEN

Creo que siempre hay más opciones, sí.

CHON

¿Como cuál?

BEN

Tengo un plan.

CHON

Tu último plan solo ha servido para que mueran dos personas. Si hubiéramos eliminado a estos tipos la

primera vez que nos amenazaron…

BEN

¿Como hiciste tú?

CHON

Tienes razón. Ese fue mi error, dejarles con vida.

BEN

Esa es siempre tu respuesta, ¿verdad?

CHON

Hay gente mala en el mundo, Ben. No vas a cambiarlos ni a persuadirlos, ni a convencerlos para que escuchen al sentido común. Hay que librarse de ellos. Son residuos tóxicos.

BEN

Qué mundo tan agradable.

CHON

No lo he creado yo, yo solo vivo en él.

BEN

No, tú solo matas en él.

CHON

Eres igual que el resto de este puto país, B. No quieres saber lo que hay que hacer para impedir que te sigan cayendo edificios sobre la cabeza. Quieres sentarte ahí a hablar de la «paz» y a ver
Entertainment Tonight
mientras permites que otras personas maten por ti.

BEN

Nunca te he pedido que mates por mí.

CHON

Demasiado tarde, Ben.

BEN

Y en este preciso momento te estoy pidiendo que no mates por mí. Solucionaré la situación a mi manera.

CHON

Que es ¿cuál exactamente?

188

Ben se pone al teléfono y dice:

—Tú ganas.

189

Quizá lo que más lamenta Elena es que Magda vaya a asociar para siempre el día de su cumpleaños con la muerte de su padre.

Un dato cruel para una muchacha que tanto quería a su papá.

Elena se sienta y observa el ataúd cerrado, blanco, cubierto de flores.

Hombres armados montan guardia en la parte trasera de la sala y junto a las puertas, aguardando un ataque que bien podría producirse en cualquier momento.

Elena ha tenido que decirle a Magda que no podría asistir al velatorio de su propio padre ni al funeral de mañana.

Other books

Nightrunners by Joe R. Lansdale
Espejismos by Alyson Noel
Butting In by Zenina Masters
Dearest Vicky, Darling Fritz by John Van der Kiste
Black House by Stephen King
Rebel's Cage (Book 4) by Kate Jacoby
Summer According to Humphrey by Betty G. Birney