Read Los reyes de lo cool Online

Authors: Don Winslow

Tags: #Intriga

Los reyes de lo cool (26 page)

Problemas.

Tiene en el rostro esa expresión de «lugares a los que ir, gente a la que ver» mientras se acerca a su Benz dando grandes zancadas, sube y parte.

Ben lo sigue.

Hacia el oeste por Jamboree.

Hacia el norte por la CCP.

Hasta llegar al Club Náutico de Newport Beach.

Qué sorpresa, piensa Ben.

El dinero es un palomo.

Siempre encuentra el camino de regreso a casa.

229

El Club Náutico de Newport Beach es un epicentro del republicanismo. El partido podría organizar allí mismo la convención de California y Ben se siente como si necesitara visado solo para entrar.

Un billete de veinte en la palma extendida del portero

(—¿Es usted socio, señor?

—No, pero él sí)

demuestra ser documentación suficiente, pero Ben se siente Fuera de Lugar y un poco hostil mientras se abre camino por el vestíbulo y observa a Meldrun salir a la terraza.

Ben se está esforzando por jugar al detective, intentando pasar desapercibido entre la multitud sin perder de vista a Meldrun, cuando oye:

—¿Ben?

230

Es una voz de mujer.

—¿Ben? ¿El amigo de Ophelia? ¿Eres tú?

A Ben le entra un pánico momentáneo porque

(a) no quiere perder de vista a Chad y

(b) no recuerda el nombre real de su interlocutora, solo le viene a la cabeza «Rupa».

—Ah, hola, señora…

A punto está de decir «Cuatro».

—Ahora es Bennett —dice ella, en un tono que consigue aunar cierto encanto irónico con la advertencia de no ahondar en el tema. (De hecho, ha ido al club náutico en busca de un reemplazo. Cuatro está a punto de pasar a ser des
cuatrizado
.)

—Señora Bennett.

Es escultural, sexy, hermosa, con toda la calidez humana propia de una talla de hielo.

(Solo que, recuerda Ben, O jura y perjura que no hay manera de derretirla. O ha visto
El mago de Oz
unas doce mil veces en busca de consejo.)

—¿Qué te trae por aquí? —Rupa parece ligeramente sorprendida, como si no pudiera comprender por qué iba a estar un amigo de su hija en el club o hubiese olvidado que ahora permiten la entrada a judíos.

Ben vislumbra la espalda de Chad.

—Oh, ya sabe. Viernes… la terraza.

Rupa se mira la mano izquierda.

—Sí, un lugar muy apropiado para conocer a jovencitas en edad de merecer.

Subtexto: más te vale no estar montándotelo con mi hija.

—¿Está O con usted? —pregunta Ben, consciente de que, de ser así, iría esposada y con hierros en las piernas, pues O preferiría beber orina de gato directamente del gato antes que un té helado con su madre en la terraza del club náutico.

Rupa pasa por alto la referencia a «O».

—No, creo que hoy está buscando empleo.

Y yo creo, piensa Ben, que Bin Laden está aprovechando la noche de micro abierto en el Holiday Inn de West Akron para estrenarse como humorista.

Vislumbra a Chad aproximarse a un individuo —Ben no consigue distinguir su cara— junto a la barandilla.

—¿Y

a qué te dedicas? —pregunta Rupa.

—¿Perdón?

—¿Qué es lo que
haces
, Ben? —pregunta Rupa—. ¿Para ganarte la vida?

—Soy asesor medioambiental —dice Ben, todavía incapaz de ver con claridad al tipo con el que está hablando Chad.

—¿Qué significa eso?

Significa que algo tengo que contarle a Hacienda, piensa Ben.

—Cuando alguien construye un gran edificio o un complejo, aconsejo a los arquitectos paisajistas sobre qué tipo de árboles, plantas y hierbas deberían utilizar.

—Suena fascinante —dice Rupa—. Muy «verde». ¿Es esa la palabra?

—Una de ellas.

—¿Cuál sería otra? —pregunta ella.

Ese es el momento en el que Ben se da cuenta de que está un poco bebida.

—Chorradas —le cuenta Ben—. Son todo chorradas, señora B.

Ella le mira directamente a los ojos.


Esa
sí que es la condenada verdad, Ben.

Sí que lo es.

Porque en ese preciso instante un grupito se quita de en medio y Ben ve al fin con quién está hablando Meldrun.

Con Stan.

231

O —con un vestido azul hasta la rodilla— se acerca a una distinguida y vetusta mansión de Balboa Island y llama al timbre. Cuando el hombre abre la puerta, dice:

—Hola. ¿Eres tú mi donante de esperma?

El hombre parpadea y dice:

—¿Podrías darme únicamente tres cajas de Thin Mints,
[8]
por favor?

232

Brian Hennessy abre la puerta de su apartamento para encontrarse con una desagradable sorpresa.

Chon.

Que le hunde la culata de su escopeta en la base del cráneo.

233

Lugares En Los Que Ben Esperaría Ver A Su Padre Antes Que En La Terraza Del Club Náutico:

  1. Una fiesta de recaudación de fondos para el comité del partido republicano.
  2. El parque temático de Dolly Parton
  3. Una licorería cutre
  4. Un espectáculo de monster trucks
  5. El intestino delgado de Rush Limbaugh
  6. Cualquier otra parte

A Ben le da vueltas la puta cabeza.

Se gira y se marcha.

La verdad siempre regresa a casa, pero no

a la
suya
.

234

Cuando Brian recupera el conocimiento, se descubre atado a una silla con cinta de embalar.

Chon está sentado frente a él.

—¿Qué te dije? —dice Chon—. ¿Qué te dije que haría si volvías a ponerle la mano encima a alguno de los nuestros?

Brian recuerda la respuesta.

—No. Por favor.

—Dilo. ¿Qué te dije?

—Que me matarías.

—¿Creías que estaba de broma?

—No.

—¿Crees que estoy bromeando ahora?

—No. Por favor. Jesús.

—Voy a darte una última puta oportunidad —dice Chon—. Una. Para que me digas la verdad. Si mientes, lo sabré y te mataré. Dime que lo entiendes, Brian.

—Lo entiendo. —Le tiemblan las piernas.

—Scott Munson y la chica. ¿Quién apretó el gatillo?

—Duane.

—Duane Crowe.

Brian asiente.

—¿Qué le has dicho a la poli?

—Nada.

—Te diré lo que vas a hacer —dice Chon—. Vas a llamar a Crowe y le vas a decir que quieres verle.

—No vendrá.

—Dile que o viene o se lo cuentas todo a los federales —dice Chon—. ¿Cuál es su número?

Brian se lo dice.

Chon coge el teléfono de Brian, pulsa el número de Crowe y pega el aparato a la boca de Brian.

235

—Me refería a «donante de esperma» no en plan: «déme un poco de esperma, por favor» —dice O—, sino preguntando si es usted el hombre que hizo un depósito de esperma con, o mejor dicho,
en
mi madre, cuyo resultado fui, en fin, yo.

Paul Patterson recupera rápidamente la compostura y dice:

—Entra, por favor.

Guía a O hasta un salón bellamente amueblado que parece, bueno, antiguo.

Rancio abolengo en Newport Beach.

Fotos de veleros en la pared. Maquetas de barcos de madera en vitrinas de cristal.

—¿Navegas? —pregunta O.

—Solía hacerlo —dice Patterson—. Antes de… En fin, antes de hacerme viejo.

Es mayor que en su fantasía.

En su fantasía, Patterson tiene posiblemente cuarenta y muchos, atractivo, por supuesto, con una única franja plateada en las sienes de su por lo demás negrísima cabellera. En su fantasía es atlético, se ha mantenido en forma, quizá juega al tenis o practica el surf o participa en el triatlón Iron Man.

El Patterson real es sexagenario.

Tiene el pelo ralo, de un extraño color amarillo blanquecino.

Y parece frágil. Su piel es translúcida, como un papel transparente.

Su padre se está muriendo.

—Por favor, siéntate —dice él, señalando una poltrona tapizada.

O se sienta y se siente incómoda.

Pequeña.

—¿Quieres beber algo? —pregunta Patterson—. ¿Té helado o un poco de limonada?

O pierde la cabeza.

Se le va la pinza

del todo.

Toda la lava emocional acumulada entra sencillamente en erupción.

236

INT. CASA DE PAUL PATTERSON — DÍA

O

¿Té helado? ¿Limonada? ¡¿Eso es todo?! Después de diecinueve putos años, ¿eso es todo? ¿Ni abrazos ni besos ni cómo me alegro de conocerte al fin siento tanto haberte abandonado antes incluso de que nacieras y haberte roto el corazón y haber jodido por completo tu vida?

Patterson parece triste. Más triste incluso cuando responde:

PATTERSON

Mi querida Ophelia…

237

Patterson es el anti Darth Vader:

—No soy tu padre.

238

Ben aparca en el camino de entrada de la casa de sus padres, en el cañón, sale del coche, se dirige a la puerta y llama al timbre.

¿Qué coño tienen que ver ellos en todo esto?, se pregunta Ben. A pesar de todas sus gilipolleces de hippies reconvertidos, son personas esencialmente amables y cariñosas. Terapeutas afables, buenos padres, si bien excesivamente protectores.

Parece tardar una eternidad, pero finalmente su madre abre la puerta.

Parece agitada.

—Ben…

Stan aparece por detrás de ella. Apoya las manos sobre sus hombros y dice:

—Ben, ¿en qué andas metido?

—¿Que en qué ando metido? —pregunta Ben—. ¿En qué andáis metidos
vosotros
?

239

Entran en el aparcamiento.

Un polígono industrial en el cañón.

Viejos vagones de tren ligero amontonados.

Vacío. Silencioso.

El Charger de Crowe ya está allí.

Chon está echado en el suelo de la furgoneta, detrás de Brian. Presiona el cañón de la escopeta contra el respaldo del asiento.

—¿Notas eso, Brian? Atravesará el asiento y te destrozará la columna vertebral. En el mejor de los casos acabarías con un mono amaestrado para que te haga las labores de la casa.

—Lo noto.

—Aparca a su lado y sal.

Chon nota que la furgoneta reduce la velocidad y después se detiene.

La puerta se abre.

Brian sale.

Crowe baja la ventanilla

y le pega un tiro a Brian en la cabeza.

240

—Era consciente —dice Patterson— de que tu madre se casó conmigo por mi dinero. Yo tenía cuarenta y tantos, ella veintipocos y era muy bella. Lo sabía, todo el mundo lo sabía. Me casé con ella de todas formas.

O escucha, sentada. Patterson continúa:

—Sabía que era su segundo marido, pero que no sería el último. Me parecía bien. Me contentaba con tomar prestada su belleza durante un par de años.

¿Tomarla prestada, se pregunta O, o alquilarla?

—No firmamos ningún acuerdo prenupcial —dice Patterson—. Mi familia estaba furiosa, mis abogados más aún, pero Emily no quería ni oír hablar del tema. Yo sabía en lo que me estaba metiendo, pero el dinero nunca ha sido un problema en mi vida. Un acuerdo al que sí llegamos, sin embargo, fue que no habría hijos.

O pone una mueca de dolor.

—Yo era demasiado mayor —dice Patterson—, y no quería adoptar la ridícula figura del padre de mediana edad que intenta seguir el ritmo de un crío. Pero había otra razón para ello: sabía que el matrimonio no duraría y, siendo hijo de padres divorciados, no quise infligirle eso a nadie más.

Pero lo hiciste, piensa O.

—Sabía que me era infiel —dice Patterson—. Desaparecía durante horas sin dar ninguna explicación. Hacía viajecitos. Lo sabía, pero no quería saberlo, de modo que nunca la presioné al respecto. Hasta que me comunicó que estaba embarazada.

—De mí —dice O.

Patterson asiente.

241

Ben les sigue hasta el estudio, las paredes forradas con estanterías repletas de tratados de psicología, estudios sociológicos, historias de la economía, prueba de la creencia de sus padres en que la verdad del mundo está contenida en los libros. Solo hay que ser capaz de leer los suficientes y que sean los adecuados.

Pero ahora Ben quiere una verdad que no encontrará en los libros, y dice:

—Por favor, necesito saberlo.

—Llegamos aquí en la flor de nuestro idealismo —explica Diane—. Creíamos que íbamos a cambiar el mundo.

Ben está a punto de protestar ante todo el monólogo en plan «Diamonds & Rust» que intuye se avecina, pero entonces su madre empieza a hablarle de un tipo que invitaba a todo el mundo a tacos.

242

Chon ve a Crowe salir del coche y cernirse sobre el cadáver de Brian, para asegurarse.

No es que haya mucho lugar a dudas. Los ojos sin vida de Brian contemplan inertes la luna y la sangre ha formado un charco bajo su cabeza.

Chon abre la puerta corredera de la furgoneta y se arroja al suelo. Avanza arrastrándose hasta que Crowe se percata del ruido y gira sobre sí mismo.

Crowe ve a Chon y dispara.

Pero Chon ya se ha colocado de cuclillas. No puede dispararle ni puede arriesgarse a matarle, de modo que suelta la escopeta, se abalanza sobre Crowe y le hace un placaje en la cintura, derribándolo sobre la arena.

Un movimiento que ha practicado cincuenta y ocho mil putas veces un poco más al sur, en la playa de Silver Strand, pero ahora está débil, oxidado, por lo que deja que

la mano en la que Crowe lleva la pistola se acerque mientras este intenta encajar el cañón bajo la cabeza de Chon y el disparo

es
ensordecedor
, un rugido como el de una enorme ola al romper y Chon nota la quemazón y el rugido en su cabeza mientras alza la rodilla y entierra el brazo de Crowe en la arena y lo inmoviliza allí, pero Crowe es

grande y fuerte y hunde el puño izquierdo en las costillas de Chon y después en un costado de su cara, levanta las caderas y arquea la espalda, intentando sacudirse a Chon de encima, pero Chon

se desliza sobre él y clava su otra rodilla en el antebrazo izquierdo de Crowe y ahora hinca con fuerza y nota la sangre que le fluye ardiente por la cara, el pulso que late desbocado en su cuello, y extiende los pulgares y los aprieta contra los ojos de Crowe.

Los antebrazos de Chon tiemblan debido al esfuerzo, intenta controlarlo hasta que Crowe grita y suelta la pistola y chilla:

Other books

Warshawski 09 - Hard Time by Paretsky, Sara
Come Together by Jessica Hawkins
Shrinking Violet by Danielle Joseph
Across the Ocean by Heather Sosbee
When We Were Animals by Joshua Gaylord
Marked by Destiny by May, W.J.
Den of Sorrows by Quinn Loftis