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Authors: Don Winslow

Tags: #Intriga

Los reyes de lo cool (25 page)

220

—¿Qué les has contado? —pregunta Chad Meldrun, sentado al otro extremo de la mesa.

—Nada —dice Crowe.

—No juegues conmigo —dice Chad—. Necesito saberlo.

Ya, Duane sabe quién necesita saberlo.

Siempre ha sido así. Si te detienen con una cantidad considerable, tienes permitido jugar ciertas bazas. Puedes dar la localización de algún alijo, pisos francos… Simplemente díselo al abogado para que pueda advertir a los chicos y puedan trasladar los bienes.

Lo que no puedes entregar para mejorar tu situación es a gente. Si lo haces, tenemos un

problema.

—No les he contado una mierda —dice Duane.

—Pues adelante, dales algo —dice Chad.

Duane niega con la cabeza.

—No quieren nada. Solo quieren a los jefes.

—Y no te has ido de la lengua.

—¿Cuántas veces necesitas oírlo?

—De acuerdo, todo va bien.

—No,

estás bien —dice Duane—. Yo estoy jodido. He caído en una trampa. El puto federal está conchabado con Leonard. Leonard nos la ha jugado.

—Si lo sabías, ¿por qué accediste al trato?

—La cagué —dice Duane—. Creía que lo habíamos, ya sabes, acojonado. Y treinta y cinco centavos por dólar… Hostias.

—Vale, vale —dice Chad—. ¿Qué me dices de Hennessy? ¿Será capaz de mantener la boca cerrada?

Duane se encoge de hombros.

—Vamos a enviar a otro abogado para que se encargue de él — dice Chad—. Conseguirá sacarlo con fianza.

—Que le den por culo —dice Crowe—. Lo que tenéis que hacer es sacarme a

, coño.

—Haré lo que pueda, vaquero.

—No soy un vaquero —dice Duane con irritación—. ¿Dónde has visto las botas y el sombrero de paleto?

Vaquero…

Me cago en la puta.

221

—Señoría, teniendo en cuenta la severidad potencial de la más que probable sentencia —dice la ayudante del fiscal del distrito, Kelsey Ryan—, el acusado presenta un claro riesgo de fuga. Solicitamos que se deniegue la petición de fianza.

La AFD es despampanante.

Guapa, rubia, ojos azules.

Y va directa a la yugular.

Muuuy ambiciosa.

A Dennis le gustaría darle un tiento.

Chad Meldrun se pone en pie.

Muy interesante que Chad haya aparecido, piensa Dennis. O bien los jefes de Duane van a respaldarle a lo grande o lo quieren en la calle para poder matarlo.

—Señoría —dice Chad sonriendo como si estuviera a punto de soltar una perogrullada—, el señor Crowe nunca ha sido detenido con anterioridad por delitos relacionados con la droga y mucho menos condenado. Tiene fuertes lazos con la comunidad y es propietario de un negocio. Tanto usted como yo sabemos que este caso ni siquiera debería estar en un Tribunal Federal, es un claro ejemplo de intromisión por parte del Gobierno, y de hecho estoy preparando una moción solicitando que el caso sea transferido a la jurisdicción del Estado de California, donde debería estar. Como ambos sabemos que lo más probable es que dicha moción sea aceptada, voy a solicitar que apruebe la solicitud de fianza y que establezca una cantidad razonable, de modo que mi cliente pueda seguir ganándose la vida y también participar activamente en su propia defensa.

—¿Y desde dónde lo va a hacer, desde Costa Rica? —salta Ryan.

—No siga por ese camino —dice la juez Giannini.

—El acusado presenta un claro riesgo de fuga, señoría —repite Ryan—. Y si la corte me lo permite, quisiera recordar que los cargos incluyen posesión de arma de fuego durante el cometimiento de un delito de narcotráfico. El señor Crowe es un peligro público.

—La pistola no estaba en posesión del señor Crowe —replica Chad—. Fue hallada en las cercanías del vehículo del señor Crowe.

—Con las huellas dactilares del señor Hennessy.

—El señor Hennessy no es el señor Crowe —dice Meldrun.

Ryan dice:

—Si la corte me lo permite, quisiera recordar también…

—La corte no tiene Alzheimer —salta Giannini.

Está de mal humor, piensa Dennis.

Bien.

Ryan insiste:

—No se trata solo de un cargo por marihuana. Estamos hablando de heroína, un narcótico de Categoría 2, y en las proximidades de un centro escolar.

—A la una de la madrugada —dice Chad, alzando las manos hacia el cielo—. Ningún jurado se va a creer que el señor Crowe pretendiese venderle a escolares.

—La ley no especifica intencionalidad —responde Ryan—. Con cercanía es suficiente.

Chad se vuelve y mira directamente a Dennis.

—Ya nos conocemos las artimañas del agente Cain. Un perro viejo recurriendo a sus trucos de siempre. Se trata de un escandaloso abuso de autoridad.

Dennis le sonríe.

—Señoría —dice Ryan—. No estamos juzgando al agente Cain.

—Deberíamos —replica Chad—. Todo este caso es un montaje de principio a fin, señoría, un claro ejemplo de incitación. El Gobierno utilizó a un hasta ahora anónimo IC para engatusar a un por lo demás inocente…

—Presentaremos al testigo durante el juicio —dice Ryan.

—Volvamos a lo que nos ocupa —dice Giannini—. Me inclino a estar de acuerdo con que la alegación de posesión de armas probablemente no resistirá un escrutinio judicial en lo que al señor Crowe se refiere. También me inclino a estar de acuerdo con que la severidad de las posibles penas es un acicate para la fuga. La posición del señor Crowe en la comunidad y el hecho de que tiene su propio negocio son factores mitigantes. Por lo tanto, me inclino a conceder la libertad bajo fianza. ¿Desea el Gobierno sugerir una cifra, señorita Ryan?

—Diez millones de dólares.

—Míreme a la cara —dice Giannini—. ¿Le parece que estoy de humor para bromas, señorita Ryan?

—¿Me permite sugerir OC?

—Le respondo lo mismo, Chad, pero buen intento —dice Giannini—. Ciertamente no me siento inclinada a liberar al señor Crowe bajo obligación contraída y veo la necesidad de una cantidad disuasoria lo suficientemente seria como para prevenir la fuga. ¿Quiere usted rebajar su propuesta, señorita Ryan?

—Un millón.

—La fianza queda establecida en quinientos mil dólares —dice Giannini—, más la residencia y el negocio del señor Crowe como garantías. ¿Puede ingresar el diez por ciento hoy mismo, señor Crowe?

—Puede, señoría —dice Chad.

Ya lo creo que puede, piensa Dennis.

Los muchachos lo quieren en la calle, de eso no cabe duda.

La duda es

¿Quiénes son los muchachos?

222

—¿Les habéis dejado en libertad? —pregunta Ben.

Están sentados en el coche de Dennis, en el aparcamiento de Albertson’s en Laguna.

—No podemos retenerles por el asesinato —explica Dennis—. A menos que uno delate al otro, no tenemos nada.

—Declararé —dice Ben—. Si ese es el problema, yo…

—No serviría de nada —dice Dennis—. No puedes demostrar que estuvieron en la escena del crimen y los dos tienen coartada.

—Si hago una declaración jurada contra Crowe por extorsión…

—Lo máximo que podrías decir es que te amenazó —responde Dennis—. Ni siquiera puedes vincularle a la paliza que te dio Boland, mucho menos a los asesinatos.

—Entonces, ¿ahora qué?

—Huye.

—¿Qué?

—Huye, Ben.

Porque estos tipos están en la calle y van a matarte.

223

Porque, como dice Chon, el sistema judicial se preocupa más del sistema que de la justicia.

Quizá Crowe y Hennessy decidan fugarse, quizá se la jueguen a los dados en un juicio por los cargos de narcotráfico, quizá se arriesguen mutuamente a que el otro mantenga la boca cerrada, pero el caso es que

ahora tienen problemas.

Y sus jefes también.

Alguien ha pagado mucho dinero para liberar a Crowe y Hennessy, temiendo que pudiesen cantar en la sala de interrogatorios. Pero Duane y Brian siguen teniendo un buen motivo —sentencias carcelarias de doble dígito— para hacer saltar la liebre, así que la pregunta es:

—¿Los han sacado solo por sacarles —le pregunta Chon a Ben— o para quitarles de en medio?

El último caso dejaría dos opciones:

Crowe y Hennessy incumplen la fianza y desaparecen o

Alguien los hace desaparecer.

En cualquier caso, el plan ha funcionado: hundir a Crowe en la mierda y ver quién le lanza una cuerda.

Pero ¿cómo rastrear la cuerda hasta llegar al que la empuña?

Una de las películas favoritas de Ben y Chon es
Todos los hombres del presidente
. Se saben los diálogos prácticamente de memoria. Bueno, «prácticamente» no. Literalmente. Mientras conducen de regreso tras la reunión de Ben con Dennis, rememoran algunos de ellos:

Hunt surge como una aparición
. Y
probablemente tiene un abogado que le defiende por 25.000 dólares más o menos inconfesables
.

Los precios han subido, Bob
.

Siga el rastro del dinero
.

—Seguir al abogado que trajo el dinero —dice Ben—. Alguien ha enviado a Chad a fin de que consiguiera la libertad bajo fianza para Crowe. Tendrá que pasarle el informe a ese alguien. Y no lo hará por teléfono.

—¿Puedes hacerlo, tío? —pregunta Chon—. ¿Seguirle sin que te vean?

¿Sin que te maten?

—Creo que sí —dice Ben.

—Yo tiraré del otro hilo.

Crowe y Hennessy tienen que estar acojonados. Saben que caminan sobre hielo quebradizo. Van a buscar ayuda.

Tendrán que recurrir a los de arriba.

La situación nos es propicia, piensa Chon. Si Crowe y Hennessy se hubieran delatado mutuamente, Ben habría obtenido su «justicia», pero los que mandan no se habrían visto afectados y lo habrían hecho matar.

Mejor así.

—¿Ben?

—¿Sí?

—Mantén la cabeza agachada.

—Tú también.

—Siempre.

A pesar de pruebas recientes que demuestran lo contrario.

224

Duane Crowe regresa a casa el tiempo justo como para coger un par de cosas.

Porque la situación podría decantarse en cualquier sentido.

Mete su camiseta de Los Maduros Molan en la bolsa de lona y piensa en la conversación telefónica que ha resultado de todo menos tranquilizadora.

Sí, tenemos jueces, pero hablamos de un tribunal federal, Duane. Eso complica las cosas. Digamos que te condenan a doce, cumplirás diez. Podrás soportarlo. Yo lo hice. Seguirás siendo joven cuando salgas
.

Dejé de ser joven hace mucho, piensa Duane. Saca un par de vaqueros de un cajón de la cómoda y los arroja a la bolsa. Tengo una hija en la universidad. Tengo que pagar su educación. No puedo pasar ni un año en prisión, ni permitirme los gastos del juicio, la defensa.

Y eso solo en lo referente a los cargos por narcotráfico.

Lo otro…

… es un problema. Si el otro tipo acaba flaqueando… La has jodido
. Y
a sabes, con lo de la chica. Es un problema
.

Ya, un millón de gracias, joder. Cuéntame algo que no sepa. Muy propio de los que mandan, te pelas el culo trabajando para ellos, les haces ganar dinero y cuando surge un «problema» te dejan tirado.

Pero Duane capta el mensaje.

Los que mandan se arriesgarán a que vaya a juicio por narcotráfico, pero ¿los homicidios?

Si no hago algo respecto a Brian, se encargarán ellos de hacerlo conmigo. Eliminarán todos los rastros: Brian, Leonard, yo.

Si es que no están ya de camino.

Duane se guarda el revólver en el bolsillo y sale de casa.

225

Ben llama a Chad Meldrun desde el coche.

La aburrida y distante recepcionista le mantiene a la espera. Un par de segundos más tarde vuelve a ponerse y entona:

—Chad me ha dicho que le diga que no puede seguir representándole.

—¿Ha dicho por qué no?

—Conflicto de intereses.

—¿Conmigo o con usted?

Ella cuelga.

Pero Ben sabe lo que quería saber: Chad está en su despacho.

Lo cual le viene de perlas, porque Ben está en el aparcamiento.

Todos los hombres del presidente
.

226

Hablando de conflictos, O no sabe qué ponerse.

Entra en su vestidor, inspecciona las perchas cargadas de ropa e intenta dirimir la mejor manera de presentarse.

O sea, ¿qué debería ponerse una Princesa de Orange County conocedora de las tendencias que va a verse por primera vez con su padre?

¿Elegante o informal?

¿Más madura o más juvenil?

Se le ocurre ir con un vestido de lunares y hacerse unas coletas, pero decide que sería
demasiaaaaado
depravado, porque quizá Paul Patterson carezca de sentido del humor y la ironía.

Estudia un típico «vestido corto negro» —en plan, mira en qué joven encantadora ha acabado convirtiéndose la hija a la que dejaste tirada—, pero le preocupa cruzar la finísima línea que separa lo sofisticado de lo sensual.

Se plantea no ir.

Hablamos de una chica que ha llegado a pasarse quince minutos delante de una máquina expendedora, indecisa entre F-3 (M&M) y D-7 (galletas Famous Amos con chips de chocolate), para acabar marchándose con las manos vacías solo por no tener que elegir.

O sabe que ese es un lujo que no va a poder permitirse en esta ocasión. Ha de ponerse
algo
, no puede salir a la calle desnuda como vino al mundo, por muy simbólicamente apropiado que pudiera ser.

Una podría pasear desnuda por Laguna sin levantar voces de alarma (ni siquiera una ceja), pero ¿en Newport Beach? ¿Un sitio en el que no se desvisten ni para follar? En Newport podrían arrestarte solo por seguir vistiendo blanco pasado el uno de septiembre.

Vale, no estás llegando a ninguna parte, piensa O.

Pero a lo mejor ahí es precisamente adonde deberías ir.

A lo mejor deberías echarte un rato, encender un peta y olvidarte de todo.

227

Chon aparca cerca de la casa de Crowe, en Laguna Canyon, y estudia el camino de entrada.

El coche de Crowe no está.

Chon sale, se encaja la pistola en la cinturilla del pantalón y se dirige hacia la puerta de entrada. Está cerrada con llave.

El pájaro ha volado.

Chon no le culpa por ello, pero es un problema.

No un problemón, pero sí un problema.

228

Chad «Sin Problemas» Meldrun entra en el aparcamiento con pinta de preocupado. Como si tuviese un problema.

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