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Authors: Don Winslow

Tags: #Intriga

Los reyes de lo cool (4 page)

Hizo falta dinero, y mucho.

21

Gastos iniciales.

Ya tenían el componente primordial, la planta de primera, de modo que el resto era cuestión de equipamiento.

El elemento principal era una casa.

Cuya selección era algo complicado, no tanto por la casa como por lo que tenían que meter
en
la casa. Marihuana, sí, gracias, pero cultivar marihuana suponía, entre otras cosas:

Lámparas de cultivo.

Haluro metálico para el estado vegetativo.

(O les aseguró que
ella
era capaz de alcanzar un estado vegetativo
sin
lámparas de cultivo, aunque uno de esos reflectores para el sol siempre era agradable.)

Vapor de sodio a alta presión para la fase de germinación.

Cada lámpara admitía una bombilla de 1.000 vatios.

Cada bombilla podía iluminar 15-20 plantas.

Durante el estado vegetativo, dichas lámparas iban a estar encendidas 16-18 horas al día, de modo que iban a producir, además de luz, mogollón de calor, lo cual, a menos que tengas pensado practicar bikram yoga allí dentro, es un problema.

(—Yo probé el bikram yoga —les dijo O a los muchachos.

—¿Y?

—No me gustó.

—¿Por?

—Me
gritaron
—dijo ella—. Si quisiera que me gritaran en un ambiente de humedad elevada, me limitaría a dejar abierta la ducha esperando a que apareciese Rupa.)

Semejante calor no es admisible en un criadero porque

(a) La gente tiene que trabajar en él, y

(b) Es perjudicial para las plantas.

La marihuana de primera crece mejor en una temperatura controlada de 24ºC, así que lo que necesitaban además de —de hecho,
debido
a— todas aquellas lámparas era

Aire acondicionado.

Cada una de aquellas lámparas requería 2.800 UTB (Unidad Térmica Británica) de refresco y un ventilador para hacer circular el aire frío.

Por tanto, un criadero con cincuenta luces —eso son mil plantas- requiere 140.000 UTB. Añádasele a eso la energía necesaria para alimentar las lámparas y los ventiladores y estamos hablando de 80 kilovatios de energía.

Por término medio, los salones de las casas residenciales están preparados para soportar una única bombilla de 1.000 vatios.

Así pues, no solo tenían que cambiar por completo la instalación eléctrica de la casa, sino que además debían obtener más potencia y hacerlo

fuera del sistema

Porque las empresas eléctricas, además de estar controladas por una panda de sociópatas comepollas rapaces y sin conciencia, también son…

Chivatas.

Si observan una factura de la electricidad por un importe, digamos, veinte veces más elevado que el de una casa normal, informan a la policía.

Oh, la cobrarán de todos modos (ya te digo), pero también compartirán la información.

(Es lo único que permitirán que salga de entre sus avaras, avariciosas y agarradas manos.)

En cualquier caso, el criadero iba a necesitar más electricidad e iba a necesitar más electricidad en secreto, de modo que había dos maneras de obtenerla.

Robarla, que no es sino cuestión de taladrar agujerillos en el contador (buscadlo en Google), pero la familia Gambino es menos peligrosa de robar que la compañía eléctrica, y Ben tenía una objeción moral al robo.

(—Quien roba a un ladrón, tiene cien años de perdón —arguyó Chon.

—Ellos son responsables de su karma —dijo Ben—, yo del mío.

—¿Podemos pedir helado? —preguntó O.)

La alternativa era un generador.

Y no era barata. El generador necesario para alimentar un criadero de mil plantas costaba entre diez y veinte de los grandes y además

HACÍA RUIDO

Un ruido de la hostia

Prácticamente gritaba: «¡Eh, que aquí hay un criadero! ¡Eh!
¡¡¡¡
EH
!!!!
».

Así que, si instalaban el generador en el patio trasero, los vecinos acabarían por aparecer, y no para invitarles a una barbacoa. Puede que hubieran conseguido aplacar a uno o dos de ellos regalándoles producto casero, pero era impepinable que alguno acabaría haciendo la llamada, eso por no mencionar que cualquier día podría pasar un coche patrulla que oyese el retumbar del armatoste y pensara: «causa probable».

No, tenían que instalar el generador en el sótano, y ¿cuántos sótanos hay en California del Sur?

Algunos.

No muchos.

Ben y Chon salieron a buscar casa.

22

De alquiler, no para comprar.

(Con disculpas a Tom Waits.)

Para empezar, las casas en CalSur —con o sin sótano— son caras.

Pero es que además

es que además, es que
además
resulta que

bajo toda esa enredada y esquizofrénica maraña de espaguetis pasados que son las leyes antidroga, si la policía localiza tu criadero y eres el propietario, pueden confiscar tu inversión de 600.000 $. Así que no solo pierdes tu maría y tu libertad, sino también la entrada y todos los plazos de la hipoteca que ya hayas pagado y aún le deberás al banco los intereses del préstamo.

Pero si alquilas la casa y el propietario puede afirmar de manera razonable que no sabía que la estabas utilizando para cultivar una sustancia prohibida, él no perderá su propiedad y tú podrás ir a la cárcel libre de
ese
karma al menos.

De modo que Ben y Chon salieron en busca de una casa de alquiler que

Tuviera sótano

No tuviera vecinos demasiado cercanos

No estuviera próxima a una escuela ni a un parque infantil (máxima sentencia según los estatutos)

Ni a una comisaría de policía

Cuya instalación eléctrica pudiese ser renovada

Y a la que el casero no estuviera acudiendo cada veintiocho minutos

O nunca.

Esto reducía las posibilidades.

No puedes poner un anuncio en el periódico listando tus necesidades, porque la policía estará encantada de hacerte una oferta; cuentan con varias casas similares para tal propósito.

Tampoco la encontrarás en Craig’s List.

(Al menos, no en la web; véase más abajo.)

Necesitas

Un corredor de bienes raíces.

23

Afortunadamente, hablamos de Orange County.

(Antes de que el mercado inmobiliario se derrumbase como un jugador de fútbol europeo.)

En los paradisíacos días de las hipotecas basura, uno podía entrar en cualquier hotel elegante de OC (el Ritz, el St. Regis o el Montage), dejar caer algo, lo que fuese, en el vestíbulo…

Y lo más probable era que, fuese quien fuese quien lo recogiera, sería un agente inmobiliario.

O uno podía conducir Carretera Costera del Pacífico arriba (o abajo, no importaba) y empotrar su coche contra cualquier BMW, Mercedes, Lexus, Audi, Porsche, Land Rover, Land Cruiser… en realidad cualquier vehículo que no fuese una camioneta de jardineros mexicanos. Simplemente arrojarse sobre él como si estuviera en la ducha de la cárcel y lo más probable era que la persona que saliese del interior le ofreciera su tarjeta profesional antes que los datos del seguro.

Todo el mundo en OC tenía una licencia de agente inmobiliario.

Todo el mundo.

Hasta la última esposa trofeo de OC necesitada de una «profesión» para mejorar su autoestima se sacaba la licencia. Hasta el último surfista gandul necesitado de algún tipo de ingresos (es decir, todos) se sacaba la licencia. Había perros, gatos,
jerbos
con licencia de agente inmobiliario.

Cuando no estaban vendiendo, estaban financiando la hipoteca, redactando el título o la tasación. Consultando la mejor manera de preparar la propiedad para «mostrarla».

Otros se dedicaban a la «financiación creativa», es decir, al fraude.

Toda la economía estaba basada entonces en el intercambio de propiedades inmobiliarias, incrementando el precio con cada operación. Todo el mundo vivía de la descomunal estafa piramidal que era en aquel momento el mercado inmobiliario y todo el mundo esperaba no verse sorprendido con la patata caliente entre las manos en el momento en el que sonara la campana.

La gente utilizaba créditos basura para comprar tres, cuatro, cinco casas de las cuales esperaba ser capaz de librarse, por lo que abundaban las casas en alquiler y los agentes inmobiliarios especializados en arrendamientos.

De modo que encontrar un corredor de bienes raíces no iba a ser un problema.

Encontrar al corredor adecuado sí.

Porque, por lo general, los corredores odian a los cultivadores de marihuana.

24

Veréis, la mayoría de los cultivadores de maría no tienen la conciencia social de Ben.

Lo que hacen es destrozar la vivienda.

Pican las paredes, montan una instalación eléctrica barata y peligrosa que a menudo prende fuego a la casa. Sus necesidades energéticas provocan apagones en el vecindario. Ciegan las ventanas con plástico para ocultar sus nefandas labores. Reciben continuamente visitas a cualquier hora del día y de la noche. Sus generadores son ruidosos, su marihuana es olorosa. No solo reducen el valor de una vivienda en particular, reducen el valor de todo el barrio.

Son escoria.

Los corredores y agentes inmobiliarios les rehuyen.

De modo que Ben y Chon tenían que encontrar uno que fuese felizmente ignorante.

La categoría esposa de OC era problemática porque Chon se había acostado con probablemente la mitad de ellas.

Es lo que hacía Chon entre destacamentos: leía libros, jugaba al voleibol y follaba con esposas trofeo, muchas de ellas (por supuesto) agentes inmobiliarias.

Así que Ben, él y O se pusieron a repasar el listado de corredores.

—Mary Ingram —leyó Ben.

—Choneada —dijo O.

—Susan Janakowski.

—Choneada.

—Terry Madison.

Ben y O miraron a Chon.

—¿No estás seguro? —preguntó Ben.

—Estoy pensando.

—Ese es mi
hombre
—dijo O.

Renunciaron a las esposas de OC y pasaron a la categoría surfista.

—Aquí está nuestro chico —dijo Ben,

Señaló el anuncio de un tal Craig Vetter.

—¿Es surfista? —preguntó Chon.

—Mírale bien.

Pelo rubio quemado por el sol, bronceado marcado, ancho de hombros, expresión ligeramente vacua en los ojos azules.

—Se ha golpeado la cabeza unas cuantas veces —concluyó O.

Le llamaron.

25

Craig asumió que eran una respetable pareja gay.

Un poco más jóvenes que la mayoría de compañeros estables de Laguna Beach, pero Craig era el típico colega de «vive y deja vivir, colega».

Colega.

Coleeeeeeega
.

—Necesitamos un sótano —le dijo Ben.

—Un sótano.

—Un sótano —afirmó Chon.

Craig observó a Chon y supuso que lo que querían era montarse una pequeña mazmorra.

—¿Insonorizado? —preguntó.

—Eso estaría bien —dijo Ben.

Vive y deja vivir, colega.

Craig les enseñó cinco casas con sótano. Los gays las rechazaron todas: los vecinos estaban demasiado cerca, la sala de estar era demasiado pequeña, había una escuela en los alrededores.

Aquella última pega despertó las sospechas de Craig:

—No estaréis en una de esas listas, ¿verdad?

—¿Qué listas? —preguntó Ben.

—Ya sabes —dijo Craig—. Una lista de delincuentes sexuales.

Había arrastrado a aquellos dos por todo Laguna, Dana Point, Mission Viejo y Laguna Niguel, sin encontrar un solo lugar que les gustase. Ya casi ni le importaba perderlos como clientes. Además, lo último que necesitaba era que a los vecinos les diese por montar un piquete frente a una de sus propiedades.

—No —dijo Ben.

—Es solo que odiamos a los críos —aportó Chon convenientemente.

—No tendrás algo más rural, ¿verdad? —preguntó Ben.

—¿Rural? —preguntó Craig. ¿Granjas y mierdas de esas?

—No sé, ¿a lo mejor al este del condado? —sugirió Ben—. ¿Majeska Canyon?

—¿Majeska Canyon? —repitió Craig.

Se le encendió la bombilla.

—Vosotros lo que estáis buscando es un
criadero
.

26

Fumaron durante el trayecto a Majeska Canyon.

Por supuesto, Ben y Chon no confirmaron en ningún momento que estuviesen buscando un criadero, pero ahora Craig y ellos habían llegado a un entendimiento.

Les mostró un «a reformar» situado en un
cul-de-sac
. Vecinos separados a cada lado por sendas franjas de árboles y setos. Apartado de la vista. Un solo piso con sótano. Alquiler por debajo de la media porque la vivienda estaba bastante echada a perder.

—¿El casero se pasará por aquí? —preguntó Ben.

—No entre cinco y diez años —respondió Craig.

—¿Drogas? —preguntó Ben.

No quería comenzar su operación en un criadero de segunda generación cuya existencia ya era conocida por la policía.

Vamos
, Craig.

—Atracó un banco —respondió Craig.

—Vale.

—En Arkansas.

Perfecto.

27

Preparar un criadero lleva mucho trabajo.

Sobre todo si eres Ben.

—¿Paneles solares?
—preguntó Chon.

—¿Sabes cuánta energía vamos a utilizar? —preguntó Ben.

La energía solar serviría de suplemento para el generador, que, por lo tanto, gastaría menos gas natural.

—¿Sabes cuánto cuestan los paneles solares? —replicó Chon.

—¿Y tú?

—No.

—Bien.

Porque cuestan un huevo.

Para Ben el desembolso merecía la pena. Tener convicciones es fácil cuando son baratas. Además, Ben no iba a degradar la casa ni el barrio.

En aquella cuestión, Ben y Chon compartían una fusión mental vulcaniana.

Ben por motivos éticos, Chon por motivos de seguridad, pero ambos habían llegado a la misma conclusión: no hagas que el criadero parezca un criadero.

Chon hizo los deberes e investigó qué es lo que suele buscar la policía:

Condensación en las ventanas o

cristales cubiertos con plástico negro o periódicos.

Zumbido eléctrico o ruido de ventilación constante.

Fuertes luces encendidas en el interior durante largos periodos.

Cortes eléctricos en el vecindario.

(Si provocas un apagón mientras la vecina está viendo
The Bachelorette
en TiVo, denunciará tu culo sin pensárselo dos veces.

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