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Authors: Don Winslow

Tags: #Intriga

Los reyes de lo cool (14 page)

(Doc no sabe

Emily
no sabe

que lleva toda la vida

intentando no actuar con

naturalidad.

Lo natural es una cueva

Lo natural es sucio.)

Ahora solo hay dos personas por delante de ella. Emily carga el peso del cuerpo sobre la cadera, adoptando la postura de una adolescente impaciente.

—Si te pillan —dijo Doc—, lo cual no harán, te preguntarán quién te ha dado la droga. Di simplemente que unos tipos mexicanos te abordaron por la calle, te ofrecieron dinero y no pudiste resistir la tentación.

—¿Cuánto dinero? —preguntó Emily, siempre pragmática.

—Quinientos dólares —dijo Doc.

Iban a reunirse contigo en la parada del tranvía junto a la estación de tren de San Diego. Debías entrar en el servicio de señoras, entregarle la droga a una mujer que te estaría esperando y cobrar.

Ahora Emily ensaya la historia en su cabeza.

Unos mexicanos me han abordado en Avenida Revolución. Uno de ellos se llamaba Miguel. Me ha ofrecido quinientos dólares. Es muchísimo dinero, soy camarera. He entrado en el cuarto de baño de un restaurante con su novia, creo que ha dicho que se llamaba Rita, y ella me ha pegado las drogas al cuerpo. Lo siento, lo siento mucho. Nunca había hecho nada parecido. Y nunca volveré a hacerlo, lo juro. Nunca.

Ahora ya solo queda una persona por delante de ella.

Emily nota que su corazón se acelera.

Le entran ganas de darse media vuelta y alejarse de allí.

Entonces el agente de aduanas le hace una señal para que avance.

91

Doc cuelga el auricular de la cabina telefónica de Ocean Avenue y vuelve a entrar en el Marine Room.

John está sentado frente a la barra, sosteniendo una cerveza y viendo sin demasiado interés el partido de béisbol en la tele.

—Está en la cola —dice Doc.

Su tono es relajado, pero John sabe que Doc está

nervioso.

92

Stan y Diane se hallan sentados en su pequeña sala de estar.

Leyendo.

Updike él, Cheever ella.

Diane alza la mirada de su libro y dice:

—Me he follado a John McAlister.

93

El agente de aduanas le pide que deje su bolso sobre la mesa y lo abra.

Mientras Emily obedece, el agente no está pendiente del bolso, sino de ella.

Y qué ve:

Nada.

Una muchacha completamente tranquila

despreocupada.

Distante, indiferente.

El agente estudia el interior del bolso y qué ve:

el hilo del tampón que le dio Doc, diciéndole que lo pusiera encima del todo.

Emily mira al agente de aduanas con indiferencia, como diciendo:

Eh, has sido

quien me ha dicho que lo abriera.

El agente le devuelve el bolso y le da la bienvenida de nuevo a Estados Unidos.

Emily cruza el puente.

94

Emily entra en la zapatería y pide probarse los Charles Jourdan.

La vendedora estudia su uniforme rosa de camarera con expresión de «me estás haciendo perder el tiempo», pero algo en la mirada de Emily la induce a ir en busca de un par del 36.

Emily le hace sacar también un par del 35 y otro del 37, solo para asegurarse, pero los del 36 le ajustan

perfectamente

y Emily dice que se los queda.

La vendedora lleva los zapatos hasta el mostrador y solicita una tarjeta de crédito.

Emily paga en efectivo.

A Dios pongo por testigo que nunca volveré a pasar hambre
.

95

Tía Anna la viste.

Sin saber para qué

Pero

la muchacha es hermosa.

No, hermosa no…

Exquisita.

96

Durante una semana, Stan no dice nada sobre el anuncio de Diane.

Es lo suficientemente astuto como para saber que esta aparente indiferencia es la mejor venganza, el modo más duro de castigarla, de infligirle dolor en represalia, fingir que su infidelidad

no es lo suficientemente importante como para que merezca la pena hablar de ella, y además

no sabe qué decir, después de haberle confesado que verla besando a John le había excitado, y además, lo cierto es que

le asusta hablar sobre ello.

Le asusta que la confrontación pueda prender una

conflagración

que podría acabar con él exigiendo un divorcio

(¿Y si Diane no se disculpa? ¿Y si dice que piensa volver a hacerlo? ¿Con John? ¿Con otros hombres? ¿Y si exige una «relación abierta»?)

que en realidad no desea.

De modo que Stan finge que su silencio es un castigo y Diane finge creerlo, a pesar de que está bastante segura de que

En realidad Stan tiene miedo, lo cual incrementa su

Desprecio, lo cual atempera su

vergüenza

No tanto por haber engañado a su esposo, como por el hecho de haberse ofrecido a John sin que a este le hubiese parecido

gran cosa.

Lo hicieron y fue agradable, estuvo bien, pero no fue nada especial, y después él se levantó y cogió una cerveza y le ofreció una (Diane declinó) y no preguntó «ahora qué» ni «qué hacemos ahora», así que ella simplemente regresó a casa y se sacó a John de dentro con una ducha y no pudo evitar la certeza de que había traicionado a Stan por

nada

y después Stan decidió castigarla con el silencio, lo cual fue una estupidez porque ¿acaso no era capaz de entender que lo había hecho en gran medida para darles

algo
de lo que hablar
?

Pero se acomodaron en el silencio

un acuerdo tácito para fingir y

Diane comienza a pensar que quizá uno de los requerimientos del matrimonio sea permitir que el tejido cicatricial se forme sobre las heridas hasta que ambos acaben siendo, literalmente,

insensibles.

Se acomodaron en el silencio hasta que

esta noche

Stan deja su Updike a un lado, se levanta y dice que va a ir a la tienda para

hacer inventario.

97

Emily hace una pausa en el recibidor frente al baile benéfico y experimenta

un momento de duda.

Las mujeres son tan elegantes, tan bellas, tan seguras de su riqueza y su belleza. Los hombres son tan atractivos y despreocupados, y van tan bien vestidos. Sus risas brotan del salón como desafiándola, como diciendo:

Este no es tu sitio

Basura de parque de caravanas

Camarera

Tu madre limpia nuestras casas y

Viviste en una
cueva.

Emily se detiene en seco.

Le entran ganas, como en el control fronterizo, de dar media vuelta y volver a casa, al tráiler en el que debería estar.

Hoy cumple dieciocho años.

98

Stan se hace con un arma.

Freudiano, cierto, pero ahí lo tenéis.

Encontrar una pistola en Dodge City es como encontrar arena en la playa. Lo único que tiene que hacer es acercarse hasta casa de John y entrar sin avisar.

La pistola está bajo la cama de John.

99

Hace que se vuelvan cabezas.

Es así de hermosa.

Exquisita, Emily entra en el baile benéfico sin haber sido invitada

con la cabeza bien alta

podríais llamar su porte

regio

y nadie la detiene en la puerta, nadie tiene el valor de decirle a esta adorable criatura que no puede entrar.

Incluso las mujeres, aunque celosas, se sienten intrigadas. Quieren ver qué es lo que va a suceder, quieren poner a prueba a sus esposos y novios e incluso su propio atractivo frente a aquella recién llegada.

Emily camina entre la multitud, sin ser aparentemente consciente de sus miradas —completamente despreocupada—, se acerca hasta la barra, pide una copa de Chablis y la obtiene

Parece tener veintitrés años, como poco

Nadie le pide el carnet ni una invitación

Y después, con la copa en los labios, se vuelve fríamente para inspeccionar a la multitud como determinando si son

dignos de su interés.

Es un debut deslumbrante.

Ciertamente Emily no es una debutante, ni siquiera tuvieron dinero para celebrar su decimosexto cumpleaños, pero esta es su

Puesta de Largo.

100

John está en una fiesta muy distinta.

La que acabaría siendo conocida en Laguna como la Gran Ventisca del 76.

Aquella noche nevó de narices en casa de Doc.

Había cocaína
por todas partes
, y la mayor parte de los chicos de la Asociación tenían metidas las narices en ella. Cocaína sobre los espejos, cocaína sobre las mesas, cocaína sobre portadas de revistas. Y Doc presidiendo los festejos como una especie de Sombrerero Loco surfista a la hora del té.

John está recostado observando el circo.

Él no se mete coca.

Bueno, la probó cuando la trajeron de México. Esnifó un par de veces igual que un viticultor podría dar un par de sorbos, la declaró «curiosa» y después se olvidó de ella.

La cocaína es demasiado loca para él.

La gente se altera demasiado.

Pero esta es una fiesta de puesta de largo para la coca, al menos en Laguna, una especie de seminario motivacional para los vendedores de la empresa…

Solo puedes vender lo que te gusta. ¡¿Está todo el mundo emocionado
?!

… así que a John se la pela bastante. Se fuma un peta, sorbe un poco de escocés y deja que nieve, que nieve, que nieve.

Y estudia el ganado.

Joder, Doc realmente ha llenado el estanque. Hay mujeres esbeltas de piernas largas por todas partes, y están encantadas con la coca. Ni siquiera tiene que levantarse del sofá; pim, pam y una chavala increíblemente hermosa de pelo rojizo que viste minifalda se acerca y se sienta junto a él.

—Soy Taylor —dice.

—John.

El manchurrón blanco que tiene bajo la nariz le queda simpático, pero John se inclina para limpiárselo.

—No la desperdicies —dice ella. Le agarra de la muñeca y chupa la coca de sus dedos, después dice—: Un anticipo de lo que te espera.

Solo que John oye:

Te has acostado con mi mujer
.

John alza la mirada y frente a él se cierne Stan, ridículo con sus tejanos y su chaqueta vaquera, más ridículo aún con aquella expresión de ira en el rostro.

—Te has acostado con mi mujer —repite.

Taylor ríe tontamente.

John intenta tomar la vía caballerosa.

—Stan, no sé de qué estás…

—Me lo ha dicho.

John dice:

—De acuerdo, me he acostado con tu mujer.

En plan: ¿ahora qué?

Stan no lo sabe.

Sigue allí plantado con aspecto confundido e incierto y ridículo, y el único deseo de John es que desaparezca para poder volver a concentrarse en Taylor y lo que le espera, y a punto está de decírselo tal cual cuando

Stan se saca una pistola del bolsillo.

101

Emily triunfa en el baile benéfico.

Pensad en Cenicienta (si es que no lo habéis hecho ya), pensad en Sabrina (véase más arriba), el caso es que arrasa.

Ni siquiera las zorras de Orange County, que normalmente la habrían hecho pedazos como una pandilla de cocineros del Benihana enloquecidos por la Benzedrina, pueden tocarla. No es cuestión de amabilidad, bien lo sabe Dios, sino de cobardía. Ninguna de ellas es lo suficientemente valiente como para ser el primer tiburón que haga brotar la sangre dando inicio al frenesí carnívoro, y para cuando han acumulado entre todas la indignación colectiva necesaria para someterla a una violación social en grupo, es

demasiado tarde

porque uno de los Jóvenes Herederos reconoce su papel de tropo cultural e interpreta obedientemente al

Príncipe Azul.

Brad Donnelly es vástago de la nobleza de OC. Veinticinco años, estudiante en UCLA, triunfando a lo grande en la inmobiliaria de su padre, físico a juego.

—Soy Brad —dice—. Creo que no nos han presentado.

—Soy Emily —dice ella.

Está saliendo bien

tal como ella

lo había imaginado un millón de veces

tal como ella

lo había planeado.

Brad sonríe y la escolta hasta la amplia terraza, con sus portentosas vistas a la playa y el océano, mientras el sol se pone como si fuera consciente de estar interpretando un papel en su película.

—¿Quién
eres
? —pregunta Brad—. ¿Por qué no te había visto nunca antes?

—Supongo que no estabas mirando.

—Ahora sí que miro.

—Ya veo.

Brad señala con la barbilla hacia la fiesta que prosigue en el interior.

—Todos están hablando sobre nosotros, ¿sabes?

—Lo sé. ¿Te importa?

—Me da igual —responde Brad. Charlan sobre nimiedades durante un par de minutos, después Brad pregunta—: ¿Quieres que nos larguemos de aquí y vayamos a una fiesta guay de verdad?

—Me encantaría.

102

Para que veáis lo jodida que es la coca:

Resulta
divertido
.

Un tipo saca un arma y se la planta a otro en la cara y a la mayor parte de los juerguistas le parece la monda. Si conoces a Stan, resulta más gracioso incluso, porque no es nada propio de él.

Winnie de Pooh con una pipa en la mano.

En gran medida es la reacción de John.

No dice:

Stan, no.

Ni

Por favor, no me mates. Dice:

—Stan, ¿de dónde has sacado
eso
?

—Da igual —dice Stan, dándose cuenta de que está haciendo el ridículo—. Debería matarte.

El «debería» le delata.

«Debería», no va a hacerlo.

John dice:

—No la
violé
, Stan.

Doc, siempre el perfecto anfitrión, se acerca y dice:

—Vamos, aparta eso, Stan. Estamos de
fiesta
.

—Se ha acostado con Diane —dice Stan.

Doc reflexiona un momento y a continuación ofrece una respuesta que acabará siendo
legendaria
en Laguna.

—Bueno —dice Doc—, tú
también
.

Lógica cocainómana.

Irrefutable.

—Vamos, tío —dice Doc, pasándole un brazo a Stan por los hombros—, únete a la fiesta, métete un par de rayas.

Stan deja la pistola sobre la mesita del café y empieza a llorar.

—Buen chico —dice Doc.

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