Psicoanálisis de los cuentos de hadas (15 page)

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Authors: Bruno Bettelheim

Tags: #Ensayo

El cuento no deja ninguna duda en la mente infantil de que el dolor tiene que soportarse y tienen que correrse todos los riesgos, puesto que uno tiene que llegar a una propia identidad personal; y, a pesar de todas las ansiedades, uno está convencido del final feliz. Aunque no todos los niños hereden un reino, al conocer su mente, se convertirán en dueños de su reino, de manera que podrán sacar el máximo partido de esta situación.

Continuando con la historia de «Los dos hermanitos». Al día siguiente, mientras van caminando, se encuentran con una fuente en la que el niño quiere beber; pero la hermana, que no esta dominada por su ello (impulsos instintivos), capta que los murmullos del agua repiten: «El que me beba se convertirá en un tigre». Viendo la insistencia de su hermana, el niño se abstiene de beber a pesar de la sed que lo atormenta.

La niña, representando las funciones mentales superiores (yo y super-yo), advierte a su hermano que —dominado por el ello— está dispuesto a ser arrastrado por su deseo de gratificación inmediata (de la sed), sin importarle las consecuencias. Pero si el hermano cediera a los impulsos del ello, se convertiría en un ser asocial, tan violento como un tigre.

Llegan después a otro manantial, cuyas aguas repiten constantemente que pueden convertir en un lobo al que beba en ellas. La hermana, representando al yo y al super-yo, reconoce de nuevo el peligro de buscar una satisfacción inmediata y convence al niño para que resista la sed. Finalmente se encuentran con una tercera fuente, que murmura que su castigo por ceder a los deseos del ello es la transformación en un ciervo, animal mucho menos salvaje. Esto es lo que consigue el aplazamiento de la satisfacción, es decir, una obediencia parcial de los aspectos represores de nuestro aparato mental. Pero, al aumentar la presión del ello (la sed del hermano), acaba por vencer las represiones del yo y super-yo: las advertencias de la hermana pierden su poder de control y, cuando el hermano bebe en la fuente, se transforma en un cervatillo.
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La hermana promete que nunca abandonará al hermano-cervatillo. Aquélla simboliza el control del yo, puesto que, a pesar de su sed, fue capaz de resistir y no beber. Se desata su cinturón de oro y lo anuda alrededor del cuello del ciervo; arranca algunos juncos y los trenza formando una delicada correa para atar al animalillo. Sólo una atadura personal muy positiva —el cinturón de oro— nos permite vencer nuestros deseos asociados y nos lleva a una humanidad superior.

Caminaron muchas horas y al fin llegaron a una casita abandonada en la espesura del bosque —característica de los cuentos de hadas— en la que encuentran cobijo y que transforman en su morada. La niña, con hierbas y musgo, hace una cama para el ciervo; cada mañana recoge raíces y frutas para ella y hierba fresca para el animalito: el yo proporciona lo que la persona necesita. Todo marcha muy bien mientras el ello cumpla las órdenes del yo. «Si el hermano hubiese tenido su forma humana, hubiesen vivido maravillosamente.»

Pero hasta que no alcanzamos la integración completa de nuestra personalidad, el ello (nuestros impulsos instintivos, nuestra naturaleza animal) vive en constante oposición con el yo (nuestra racionalidad). Este cuento nos muestra cómo los controles racionales pierden su poder represor cuando los instintos animales surgen con fuerza. Después de que ambos hermanos han vivido felizmente durante algún tiempo, en contacto con la naturaleza, el rey de aquella tierra organiza una gran cacería. El ciervo, al oír los cuernos de caza, los ladridos de los perros y los gritos alegres de los cazadores, le dice a su hermana: «Déjame salir. Me muero de ganas de ver la cacería». Lo pide con tal insistencia que, finalmente, la niña se lo permite.

El primer día de la cacería todo va muy bien y, al anochecer, el hermano-ciervo vuelve con su hermana a la seguridad de su pequeña cabaña. A la mañana siguiente, vuelve a oír los sonidos tentadores de la cacería y se inquieta pidiendo que le deje marchar. Al terminar el día, es herido levemente en una pata, pero consigue arrastrarse hasta casa. Sin embargo, esta vez, uno de los cazadores ha visto el ciervo del collar de oro y se lo dice al rey. Éste sabe lo que dicho collar significa y ordena que, al día siguiente, persigan y cacen al ciervo, pero sin causarle daño alguno.

En casa, la niña cura amorosamente la herida de su hermano. Al día siguiente, a pesar de sus lágrimas y ruegos, el ciervo la obliga a dejarlo partir de nuevo. Por la noche, el ciervo llega a la cabaña en compañía del rey. Cautivado por la belleza de su hermana, el rey le pide que sea su esposa. Ella asiente pero con la condición de que el ciervo viva con ellos.

Fueron felices durante mucho tiempo. Pero, como suele suceder en los cuentos, tres repeticiones de la misma prueba —los tres días en que el ciervo fue cazado— no son suficientes para la resolución final. Mientras el hermano ha pasado por la prueba que podría representar la iniciación de una forma superior de existencia, la hermana no lo ha hecho todavía.

Todo marcha bien hasta que un día, mientras el rey está de caza,
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la reina da a luz un niño.

La ausencia del rey cuando su esposa da a luz indica que se trata de otra transición —el milagro de la vida— en la que los demás, incluido el marido, pueden servir de escasa ayuda. El dar a luz representa una transformación interna que cambia a la chica-niña y la convierte en madre. Como todas las transformaciones importantes, está llena de graves peligros. Actualmente, éstos son, en su mayoría, psicológicos; hace algún tiempo, la vida de la madre estaba en peligro, puesto que muchas morían en el parto. Estos peligros toman cuerpo en esta historia a través de una madrastra bruja que, después de nacido el niño, se introduce en la vida de la reina, adoptando la forma de su ayuda de cámara. Ésta convence a la reina, que acaba de dar a luz, para que tome un baño y, así, poder ahogarla. Entonces, la bruja hace que su horrible hija ocupe el lugar de la reina en el lecho real.

A medianoche, la reina se aparece en el palacio para tomar al niño en brazos y acunarlo, sin olvidarse de atender al ciervo. La niñera lo ve todo, pero no se atreve a contárselo a nadie. Al cabo de un tiempo, la reina comienza a hablar al ir a ver al niño. Dice:

¿Qué hace mi ciervo? ¿Qué hace mi niño?

Vendré dos veces y ya nunca más.

Que me los cuiden con mucho cariño.

La niñera se lo cuenta al rey, que, a la noche siguiente, permanece en vela para observar este mismo hecho, que sucede con la única diferencia de que la reina dice que sólo acudirá una vez más. La tercera noche, cuando la reina dice que no volverá jamás, el rey deja de lado sus represiones y llama a su amada esposa, con lo que ésta vuelve a la vida.

De la misma manera que el hermano intentó beber tres veces de la fuente y que el ciervo salió tres veces para unirse a la cacería, también la reina visita tres veces a su hijo. Pero el hecho de que la reina haya vuelto a la vida y se haya reunido con el rey no logra liberar a su hermano de su forma animal. Sólo después de haber administrado justicia, quemando a la bruja, vuelve el ciervo a su forma humana, y «los hermanos vivieron felices para siempre».

Casi no se menciona nada acerca de la vida del rey o del niño, porque ambos tienen escasa importancia. El resultado real de «Los dos hermanitos» es que se vencen las tendencias de tipo animal que se dan en el hombre, representadas por el ciervo, y las de tipo asocial, simbolizadas por la bruja; y esto da lugar al origen de las cualidades humanas. La discrepancia entre la naturaleza del hombre, indicada por la existencia de la hermana y del hermano-ciervo, no se resuelve a través de la integración humana, puesto que los dos hermanos no se reúnen hasta haber alcanzado ambos la forma humana.

Al final de la historia, se combinan dos líneas de pensamiento: la integración de los elementos dispares de nuestra personalidad sólo puede conseguirse después de eliminar los elementos asociales, destructivos e injustos, cosa que no se logra hasta llegar a la plena madurez, que viene representada en el cuento por el hecho de que la hermana da a luz un niño y manifiesta una serie de actitudes maternas. La historia nos habla también de los dos puntos clave de la vida de una persona: el abandono de la casa paterna y la creación de la propia familia. Estos son los dos períodos en que somos más vulnerables a la desintegración, porque tenemos que dejar de lado una manera de vivir para adoptar otra muy distinta. En el primero de estos dos puntos es el hermano el que se ve aniquilado por las circunstancias, mientras que en el segundo es la hermana la que se encuentra en una situación semejante.

Mientras no se produzca una evolución interna, tenemos que sobreentender su naturaleza: lo que nos redime como seres humanos y nos devuelve nuestra humanidad es la atención que dispensamos a los seres queridos. La reina, con sus visitas nocturnas, no intenta satisfacer ninguno de sus propios deseos, sino que se preocupa por los que dependen de ella: su hijo y el ciervo. Esto nos demuestra que ha llevado a cabo con éxito la transición de esposa a madre, con lo que vuelve a nacer en un nivel superior de existencia. El contraste entre el hermano, que cede a los impulsos de sus deseos instintivos, y el yo y super-yo de la hermana, que la llevan a preocuparse por sus obligaciones hacia los demás, indica claramente en qué consiste la batalla por conseguir la integración y cómo se puede salir victorioso de ella.

«Simbad el marino y Simbad el cargador»
Fantasía frente a realidad

Hay muchos cuentos en los que los aspectos dispares de una personalidad se proyectan en diferentes personajes, como ocurre en una de las historias de
Las mil y una noches
, Simbad el marino y Simbad el cargador»,
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que muy a menudo se conoce, simplemente, por «Simbad el marino», o algunas veces, como «Los viajes de Simbad». Este relato nos muestra lo poco que comprenden de lo que es esencial en una historia los que la privan de su título original. Los nombres cambiados ponen énfasis en el contenido fantástico de la historia en detrimento de su significado psicológico. El título real sugiere inmediatamente que la historia trata de los dos aspectos contradictorios de una misma persona: el que la impulsa a huir hacia un mundo fantástico y el que la mantiene atada a la vida cotidiana, su ello y su yo, la manifestación del principio de la realidad y la del principio del placer.

Al empezar el relato, Simbad, un cargador pobre, está descansando frente a un hermoso palacio. Al darse cuenta de su situación se dice: «El propietario de este lugar disfruta de todos los placeres de la vida y se deleita con los perfumes más agradables, las deliciosas viandas y los vinos más exquisitos, mientras otros sufren bajo la carga de un trabajo excesivo… como yo». De esta manera, yuxtapone una existencia basada en satisfacciones a otra basada en necesidades. Para asegurarse de que captamos que estas observaciones pertenecen a dos aspectos de la misma persona, Simbad habla de sí mismo y del, hasta entonces, desconocido propietario del palacio, con las siguientes palabras: «Su origen es el mío y mi procedencia es la suya».

Después de habernos hecho comprender que ambos son la misma persona, se invita al cargador a entrar en el palacio, donde durante siete días consecutivos, su propietario le habla de siete viajes fabulosos. En estas expediciones se ha encontrado con horribles peligros, de los que se ha librado milagrosamente y ha vuelto a casa con una gran fortuna. Durante estos relatos, para dar mayor énfasis a la identidad del cargador pobre y del aventurero inmensamente rico, éste dice: «Has de saber, que tu nombre es igual al mío» y «que te vas a convertir en mi hermano». La fuerza que le impele a buscar aventuras es, según él, «el hombre anciano y malvado que hay dentro de mí» y «el hombre sensual … [cuyo] corazón sigue las inclinaciones del diablo, de manera natural», imágenes muy adecuadas para una persona que se ve dominada por los impulsos del ello.

¿Por qué este cuento está dividido en siete partes y por qué los dos protagonistas se separan cada día para reunirse de nuevo al día siguiente? Siete es el número de los días de la semana; en los cuentos, el número siete representa a menudo el período semanal y es, también, el símbolo de cada uno de los días de nuestra vida. Por ello, parece que la historia nos dice que, mientras vivimos, nuestra existencia tiene dos aspectos diferentes, lo mismo que los dos Simbad representan la misma persona, disfrutando uno de una vida de aventuras fantásticas y pasando el otro muchos apuros en la vida real. Otra forma de interpretarlo es considerar estas existencias opuestas como los aspectos diurno y nocturno de la vida; como la vigilia y el sueño, la realidad y la fantasía, o como la parte consciente e inconsciente de nuestro ser. Vista de esta manera, la historia muestra cuán diferente puede ser la vida, según se la considere desde las distintas perspectivas del yo y del ello.

La historia nos cuenta al principio que Simbad el cargador «lleva un gran peso y se fatiga enormemente por la acción del calor y de la carga que lo oprimen». Entristecido por las penalidades de su existencia, empieza a imaginar cómo debe ser la vida de un hombre rico. Las historias de Simbad el marino pueden verse como las fantasías en las que el cargador pobre se embarca para escapar de su vida llena de miserias. El yo, extenuado por las tareas a realizar, permite que el ello lo domine. El ello, en contraste con la orientación realista del yo, es el punto de origen de nuestros deseos más primitivos, que pueden llevar a la satisfacción o a un enorme peligro. Esto se plasma en los siete relatos de los viajes de Simbad el marino. Arrastrado por lo que llama «el hombre malvado que hay dentro de mí», Simbad el marino tiene fantásticas aventuras, y se encuentra con horribles peligros, parecidos a pesadillas: gigantes que asan seres humanos antes de devorarlos; criaturas perversas que montan sobre Simbad como si fuera un caballo; serpientes que le amenazan con tragárselo vivo; aves enormes que lo transportan por los cielos. Finalmente, las fantasías de satisfacción de deseos vencen a las que generan ansiedad, puesto que es rescatado y puede volver a casa con grandes riquezas, para dedicarse a una vida de placer y satisfacción. Pero uno tiene que enfrentarse a diario con las exigencias de la realidad. Después de verse dominado a placer por el ello durante un tiempo, el yo recupera su lugar y Simbad el cargador vuelve a su vida cotidiana.

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