Psicoanálisis de los cuentos de hadas (16 page)

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Authors: Bruno Bettelheim

Tags: #Ensayo

El cuento nos ayuda a profundizar más en nosotros mismos puesto que en él las dos vertientes de nuestras ambivalencias están aisladas y se proyectan por separado en dos personajes distintos. Podemos captar estas ambivalencias mucho mejor si las pulsiones instintivas del ello se proyectan en el aventurero intrépido e inmensamente rico que sobrevive cuando los demás están destruidos, y que lleva a casa extraños tesoros; mientras que las tendencias opuestas del yo, orientado hacia la realidad, están expresadas por el cargador pobre y trabajador. Aquello de que carece Simbad el cargador (que representa nuestro yo) —imaginación, capacidad de ver más allá de sus narices— lo tiene Simbad el marino en demasía; puesto que él asegura que no está satisfecho con una vida normal «de facilidades, confort y descanso».

Desde el momento en que el cuento indica que estas dos personas tan diferentes son, en realidad, «hermanos de sangre», se consigue que el niño se dé cuenta, de manera preconsciente, de que estos dos personajes no son más que dos partes de la misma persona; que el ello es parte integrante de nuestra personalidad igual que puede serlo el yo. Uno de los grandes méritos de este cuento es que ambos personajes, Simbad el marino y Simbad el cargador, son igualmente atrayentes; no se niega el atractivo, la importancia ni la validez de ninguna de las dos caras de nuestra naturaleza.

A menos que se haya llevado a cabo una cierta separación de las complejas tendencias internas de nuestra mente, no llegamos a comprender los orígenes de la confusión que tenemos respecto a nosotros mismos, a cómo nos desenvolvemos entre sentimientos contrarios a nuestra necesidad de integrarlos. Una integración semejante requiere el conocimiento de la existencia de aspectos discordantes en nuestra personalidad y de lo que éstos son. «Simbad el marino y Simbad el cargador» sugiere la separación de los aspectos discordantes de nuestra psique e indica que éstos se pertenecen uno a otro y que tienen que integrarse; los dos Simbad se hacen compañía a diario y se reúnen de nuevo después de cada separación.

Si se analiza por sí solo, se ve que este cuento tiene un defecto relativo; al final no expresa, de modo simbólico, la necesidad de la integración de los aspectos dispares de nuestra personalidad que se han proyectado en los dos Simbad. Si este cuento fuera de origen occidental, se acabaría con los dos hermanos viviendo felices para siempre. Por esta razón, el oyente se siente algo decepcionado al final, pues se pregunta por qué estos dos hermanos siguen separándose y encontrándose de nuevo cada día. A un nivel superficial parecería mucho más lógico que vivieran juntos para siempre en perfecta armonía, final que expresaría, de manera simbólica, que el héroe había conseguido con éxito su integración psíquica.

Pero si la historia terminara así, no habría razón para contar otras a la noche siguiente. «Simbad el marino y Simbad el cargador» forma parte de los cuentos de
Las mil y una noches.
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Según la disposición de este libro, los siete viajes de Simbad el marino se contaron durante treinta noches.

Marco de referencia de
Las mil y una noches

Como los relatos de ambos Simbad forman parte de un ciclo extenso de cuentos, la resolución —o integración— final sucede únicamente al término de
Las mil y una noches
. Así pues, ahora debemos tomar en cuenta la historia central con la que comienza y termina dicho ciclo.
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El rey Schariar está muy desilusionado con las mujeres y es un hombre malhumorado y maligno porque se ha enterado de que no sólo su esposa le ha traicionado con sus esclavos negros, sino que lo mismo le ha sucedido a su hermano, el rey Schazenan; y, además, un genio muy poderoso y astuto es traicionado asimismo continuamente por una mujer a la que cree tener a buen recaudo.

El rey Schazenan ha hecho reaccionar a su hermano, el rey Schariar, ante la traición de su esposa. La historia nos habla así de este último: «No podía olvidar la perfidia de su mujer, y la tristeza se fue apoderando poco a poco de su corazón, su color cambió y su cuerpo se fue debilitando». Cuando el rey Schariar le pregunta las causas de su dolor, el rey Schazenan le contesta: «Hermano mío, me siento herido en mi interior». Ya que su hermano parece ser un doble del propio rey Schariar, es de suponer que también éste sufre terriblemente por sus heridas internas: por la creencia de que ya nadie puede amarlo sinceramente.

El rey Schariar, al haber perdido la confianza en los seres humanos, decide que de ahora en adelante no dará a ninguna mujer la oportunidad de traicionarlo de nuevo y que se dedicará únicamente a una vida de lujuria. Desde aquel momento duerme cada noche con una doncella, a la que manda asesinar a la mañana siguiente. Finalmente, la única muchacha virgen que queda en el reino es Scherezade, la hija del visir del rey. El visir no tiene ninguna intención de sacrificar a su hija, pero ella insiste en que desea convertirse en «el instrumento de la libertad». Consigue su propósito al contar, durante mil noches, una historia que fascina al rey hasta el punto de no matarla porque quiere oír la continuación del relato a la noche siguiente.

El hecho de librarse de la muerte por explicar cuentos es el tema con el que comienza el ciclo y que va reapareciendo hasta el final. Por ejemplo, en la primera de las 1.001 historias, «El mercader y el genio», un genio amenaza con dar muerte a un mercader, pero el relato que éste cuenta lo fascina de tal manera que lo deja en libertad. Al final del ciclo, el rey expresa su confianza en Scherezade y el amor que por ella siente; está curado definitivamente de su odio hacia las mujeres gracias al amor de Scherezade, y viven felices para siempre, o, por lo menos, es lo que se nos da a entender.

En esta historia, que sirve de marco a las demás, dos protagonistas, un hombres y una mujer, se encuentran en un momento de crisis emocional para ambos: el rey, harto de vivir y lleno de odio hacia las mujeres; Scherezade, temiendo por su vida, pero decidida a conseguir su liberación y la del rey. Logra este objetivo gracias a las historias que cuenta al rey; sin embargo, ninguno de estos relatos puede por sí solo conseguir algo así, puesto que nuestros problemas psicológicos son mucho más complejos y difíciles de solucionar. Únicamente una gran variedad de cuentos podría proporcionar el impulso para esta catarsis. Han de pasar tres años para que el rey, tras oír continuamente las más variadas historias, se vea libre de su depresión, para que se cure por completo. Se requiere su atención durante mil noches para conseguir la reintegración de su personalidad, completamente desintegrada. (En este punto debe hacerse constar que en la medicina hindú —y
Las mil y una noches
es de origen indio o persa— se narra una historia a la persona mentalmente perturbada que, al meditar sobre este relato, podrá superar sus problemas emocionales.)

Los cuentos de hadas poseen significado a distintos niveles. En el caso que estamos considerando, a otro nivel de significado, los dos protagonistas de esta historia representan las tendencias que luchan en nuestro interior y que, si no conseguimos integrar, pueden destruirnos. El rey simboliza una persona completamente dominada por el ello, porque el yo, debido a las graves decepciones sufridas, ha perdido la fuerza necesaria para mantener al ello dentro de sus límites. Después de todo, la empresa que el yo debe llevar a cabo es protegernos frente a una pérdida destructora, representada en el cuento por la traición sexual que el rey sufre; si el yo no lo consigue, pierde el poder para encauzar nuestras vidas.

El otro personaje de la historia central, Scherezade, representa el yo, como se nos muestra con claridad cuando se nos dice que «había recopilado mil libros de crónicas de pueblos y de poetas del pasado. Además, había leído libros de ciencia y medicina; en su memoria se almacenaban versos e historias y folklores y doctrinas de reyes y sabios; era inteligente, astuta, prudente y bien educada»; enumeración exhaustiva de las cualidades del yo. De este modo, el ello incontrolado (el rey) vuelve a sus cauces, después de un largo y difícil proceso, por el impacto de la encarnación del yo en ella. Pero se trata de un yo dominado, en gran parte, por el super-yo, hasta el punto de que Scherezade está decidida a arriesgar su vida. Dice: «O bien seré el instrumento de la liberación de la matanza para las hijas de los musulmanes, o bien moriré y pereceré como las otras». Su padre intenta disuadirla y le advierte: «¡No pongas en peligro tu vida!». Pero nada puede detenerla y alejarla de sus propósitos. Por ello sigue insistiendo: «Mi resolución es irrevocable».

Así pues, en Scherezade vemos a un yo dominado por el super-yo, que se ha separado hasta tal punto del ello egoísta que casi arriesga la existencia misma en aras de una obligación moral; en el rey, vemos un ello que ha escapado al control del yo y del super-yo. Al poseer un yo fuerte, Scherezade lleva a cabo su misión moral según un plan preconcebido: se las arregla para contar una historia al rey, con tanto suspense, que él quiere seguir escuchándola y le perdona la vida. Y así sucede: cuando empieza a clarear y ella interrumpe su relato el rey se dice: «No la mataré hasta conocer el final de la historia». Sin embargo, las historias apasionantes que el rey desea continuar escuchando no hacen más que posponer su muerte día tras día. Se necesita algo más para conseguir el objetivo de «liberación» que Scherezade se ha propuesto.

Sólo una persona con un yo que haya aprendido a guiar las energías positivas del ello con propósitos altamente constructivos puede lograr que el yo controle las tendencias asesinas del ello. Sólo cuando el amor de Scherezade por el rey inspira sus narraciones —es decir, cuando el yo está compuesto por el super-yo (por el deseo de liberar «de la matanza a las hijas de los musulmanes») y por el ello (su amor por el rey, al que ella desea liberar del odio y la depresión)— se convierte en una persona totalmente íntegra. La historia central nos dice que esta persona es capaz de liberar el mundo de la maldad, mientras conquista la felicidad para ella misma y para el rey, que había perdido toda esperanza en las cualidades humanas. Cuando ella expresa su amor por el rey, él hace lo propio. No podemos tener un testimonio mejor del poder que los cuentos de hadas tienen para cambiar nuestra personalidad que el final de este relato central de
Las mil y una noches
: el odio asesino se ha convertido en amor eterno.

Vale la pena mencionar un elemento más de la historia central de
Las mil y una noches
. Scherezade expresa desde el principio la esperanza de que el hecho de contar historias la ayude a «desviar al rey de sus costumbres», pero, para ello, requiere la ayuda de su hermana pequeña, Dunayazad, a la que da las instrucciones siguientes: «Cuando acuda al sultán, te haré llamar, y cuando vengas a mí y veas que el rey quiere ejecutar su voluntad, me dices "Hermana, antes de dormir cuéntanos algunas de tus apasionantes historias para pasar la noche"». En cierto modo, Scherezade y el rey son como marido y mujer y Dunayazad es como su hija. El primer vínculo que se establece entre el rey y Scherezade es el deseo que expresa Dunayazad de oír contar historias. Al final del ciclo, la hermana es sustituida por un niño, el hijo del rey y Scherezade, al que lleva hasta él cuando le declara su amor. La integración de la personalidad del rey se ha completado al convertirse en padre de familia.

Sin embargo, antes de lograr una integración completa de nuestra personalidad como la que se proyecta en la figura del rey al final de
Las mil y una noches
, tenemos que luchar contra diversas crisis de desarrollo, dos de las cuales, muy relacionadas entre sí, se encuentran entre las más difíciles de dominar.

La primera de ellas se centra en la cuestión de la integración de la personalidad: ¿Quién soy yo, realmente? Dadas las tendencias contradictorias que encontramos en nuestro interior, ¿ante cuáles hemos de reaccionar? La respuesta que nos dan los cuentos de hadas es la misma que nos ofrece el psicoanálisis: para evitar que nuestras ambivalencias nos arrastren y, en casos extremos, nos destrocen, es necesario que las integremos. Sólo de esta manera podremos conseguir una personalidad unificada, capaz de enfrentarse, con éxito y seguridad interna, a las dificultades de la vida. La integración interna no es algo que se consiga de una vez por todas; es una empresa que cada uno debe afrontar, aunque de formas y niveles distintos. Los cuentos de hadas no presentan esta integración como un esfuerzo que dura toda la vida; esto sería descorazonador para el niño, que encuentra graves dificultades incluso para conseguir la unificación temporal de sus ambivalencias. En cambio, cada cuento proyecta, en su final «feliz», la integración de algún conflicto interno. Puesto que hay innumerables cuentos de hadas y cada uno de ellos tiene una forma diferente de conflicto básico pomo tema, estas historias demuestran, con su combinación, que en la vida nos enfrentamos a muchos problemas que deben resolverse cada uno en su momento.

La segunda crisis de desarrollo es el complejo de Edipo. Constituye una serie de experiencias dolorosas y confusas mediante las que el niño se convierte en sí mismo si logra separarse de sus padres. Para conseguirlo, tiene que liberarse del poder que sus padres ejercen sobre él y —cosa mucho más difícil— del poder que les ha concedido, debido a su angustia y dependencia, y del deseo de que ellos le pertenezcan para siempre, de la misma manera que siente que él les ha pertenecido.

La mayoría de los cuentos de hadas que hemos comentado en la primera parte de este libro proyectan la necesidad de integración interna, mientras que los de la segunda parte tratan también de los conflictos edípicos. Al tomarlos en consideración nos habremos trasladado del famoso ciclo de cuentos de hadas del mundo oriental a la tragedia del drama occidental y —según Freud— de la vida para todos nosotros.

Cuentos de dos hermanos

Siguiendo una línea distinta de «Los dos hermanitos», en otros cuentos, en los que los protagonistas —normalmente hermanos— encarnan aspectos de la personalidad humana aparentemente incompatibles, ambos se separan después de un período inicial en que habían permanecido unidos, y tienen luego diferentes destinos. En estos relatos —que figuran entre los más antiguos y extendidos, aunque actualmente no se les preste demasiada atención—, el hermano que se queda en casa y el que sale en busca de aventuras siguen en contacto a través de algún objeto mágico. Cuando el hermano aventurero sucumbe porque se ha permitido vivir de acuerdo con sus deseos o desafiar los mayores peligros, su hermano sale para rescatarlo y, después de conseguirlo, viven los dos juntos y muy felices desde aquel momento. Los detalles varían de un cuento a otro; a veces — aunque no muy a menudo— se trata de dos hermanas, o de un hermano y una hermana. No obstante, estos relatos tienen en común los rasgos que caracterizan la identidad de ambos héroes, uno de los cuales es prudente y razonable, pero está dispuesto a arriesgar su vida para salvar a su hermano, que se expone, sin necesidad alguna, a los más terribles peligros; y tienen algo más en común, algún objeto mágico, un amuleto, que suele desintegrarse tan pronto como uno muere y que sirve de señal al otro para salir en su búsqueda.

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